miércoles, 13 de julio de 2011

EN PAMPLONA POR SAN FERMÍN IV



-¡Joe, están llamando a la puerta de la calle! Dice que es un tal Miguel Zousa.

-¡Déjenle pasar, es su pasaporte de salida!

-Mr. Welles, encantado de poder conocerle al fin. Soy un gran admirador suyo desde los tiempos de "Citizen Kane". Si me lo permite quisiera, en nombre de la Diputación Foral, agradecer a usted y al resto de su equipo su labor . Mis jefes hubieran querido expresárselo personalmente, pero hasta el último minuto hemos estado esperando que acudiera a Pamplona el embajador británico. Sin embargo acaba de anunciarnos que finalmente no puede venir, aunque curiosamente sí que van a hacerlo varios miembros de su escolta personal y otros más enviados por el Foreign Office. Quizás les guste coincidir con todos ellos...

-Para mí también es un gran placer conocerle, mr. Zeiza. Me encantaría que todos mis productores pagasen tan bien y tan pronto como usted. Y crea que para todos nosotros hubiera sido estupendo poder charlar con esos señores, pero ya sabe como es este mundo de las películas: tenemos que salir inmediatamente a buscar nuevas localizaciones para nuevos proyectos. Tengo aquí su película, si usted tiene preparado el dinero, tan sólo tendrá que montarla en un laboratorio especializado, y sinceramente creo que quedarán muy satisfechos, porque su príncipe de Viana ha quedado reflejado como un gran líder, culto y digno de ser recordado.

-Perfecto, no esperaba menos de usted, mr. Welles. Aquí tiene los 15.000 dólares. Yo también debo volver a palacio.

-¿Podría indicarnos antes donde quedan los bares más concurridos, mr. Zouza? Nos gustaría tomarnos una última copa...

-Como no, mr. Welles. Bastará con que salgan de la catedral y vayan hacia la plaza de Navarrería. Todas las tabernas y la propia calle estarán abarrotadas a estas horas. Pueden escoger entre Casa Mina, el Cordovilla, el Alemán... Aunque yo les recomiendo el Aldapa.

-Gracias, señor Siouxa. Ha sido un placer hacer negocios con usted. Well, amigos, vamos, cuanto antes estemos rodeados de gente más seguros nos sentiremos...

-Mike ya está repuesto, Joe, pero aún no sabemos cómo saldremos de Pamplona.

-Hagamos caso a mr. Welles, y vamos a una de esas tabernas. Será más fácil escabullirse desde allí. Pero tú, John, sigue a ese tal señor Cinza y arrebátale esa cinta. Si los esbirros ingleses llegan a verla, no tardarían en identificarme. No le mates, aunque no debe ver de donde le llega el golpe que le hará dormir un buen rato, para que no pueda relacionarnos con el robo. Te esperamos en ese bar "Aldapa" con una pinta en la mano...

-Nuestro amigo tenía razón, mr. Welles, esto está de bote en bote. Por cierto, aún no ha hecho usted el reparto...

-Ciertamente tu negocio es mejor que el del cine, Louise: tú te vas a llevar todo el dinero y yo me voy a quedar sin nada, como de costumbre...

-Te voy a dejar 4.000 dólares, Orson. Lo siento pero necesitamos el resto para escapar. Me ha encantado conocerte, y quizás, en otras circunstancias hubiéramos podido conocernos aún mejor. Pero no quiero irme sin tener algo más que poder contar a mis amigas. En ese cartel pone "Calle del Carmen". La próxima vez que les vea podré decirles: "Besé a Orson Welles en la calle del Carmen de Pamplona, justo cuando el sol comenzaba a salir entre los tejados..."

-Es un buen final para una película, Louise. Ya te dije que valías para ésto. Y ahora ponte este pañuelo rojo, aquí todo el mundo lo lleva y pasarás más desapercibida que sin él. Me lo regalaron ayer y está bordado: "To the great actor and director Orson Welles". Así tendrás un recuerdo mío. Por cierto: ¿Vais a destruir la cinta, verdad? Vi como tu compañero seguía a mr. Zuza...

-Desgraciadamente sí, no podemos arriesgarnos a que me reconozcan. Y tú también quedarías seriamente comprometido si nos descubren. Lo siento, porque me caía bien ese prince of Viana. Debe ser el único príncipe que me cae bien...

-Procuraré que de ahora en adelante haya otro príncipe más que te caiga bien, dear miss Connemara. Voy a subirme a la barra del bar, y cuando empiece a recitar y toda la gente mire al americano alto y loco, aprovechad para esfumaros, pero procurad evitar una calle que se llama "Estafeta", please. Y no te preocupes, es un truco que precisamente aprendí de otro irlandés llamado John Ford:

"To be, or not to be, that is the question:
Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them? To die, to sleep,
No more; and by a sleep to say we end
The heart-ache, and the thousand natural shocks
That flesh is heir to: 'tis a consummation
Devoutly to be wished. To die, to sleep;
To sleep, perchance to dream – ay, there's the rub:
For in that sleep of death what dreams may come,
When we have shuffled off this mortal coil,
Must give us pause – there's the respect
That makes calamity of so long life.
For who would bear the whips and scorns of time,
The oppressor's wrong, the proud man's contumely,
The pangs of disprized love, the law’s delay,
The insolence of office, and the spurns
That patient merit of the unworthy takes,
When he himself might his quietus make..."


-Joe, tengo la cinta. Tenemos que irnos. ¿Pero qué está haciendo Welles ahí arriba?

-¡Calla y mira! Todos a su alrededor están borrachos, nadie excepto nosotros entiende lo que dice, y aún así no se oye ni el vuelo de una mosca. Están fascinados por él, aunque no le comprendan. Mr. Welles es de la misma estirpe de Miguel Angel, de Leonardo o de Rafael, y ahora está recitando Hamlet en un taberna de Pamplona para que nosotros podamos huir. Escapemos pues de esta ciudad de locos, no habrá mejor aplauso que podamos dedicarle...

Fin.


© Mikel Zuza Viniegra, 2011