jueves, 7 de marzo de 2013

GALERÍA DE DAMNIFICADOS

Pamplona, 7 de marzo de 2013


-¿Estamos ya todos?

-Pues no sé si hay forma de saberlo, porque ¿quién podría recordar todos los personajes aparecidos en estas doscientas entradas justas que hoy se cumplen de estas "Crónicas Irreales" tuyas?

-Tenéis toda la razón, mi señor don Carlos II. Así que lo mejor será que vos, que fuisteis el primero en aparecer en ellas, seáis también el primero en exponer vuestras quejas, si es que las tenéis.

-¡Vaya que si las tengo! Porque efectivamente, comenzaste retratándome como un padre ejemplar, capaz de  hacer brillar las estrellas para consolar a su hija enferma El rey de Navarra hace salir las estrellas para su hija enferma, pero luego hiciste que mi corazón fuese sustituido por el de un cerdo Venganza, y también que esa preciadísima parte de mi anatomía viajase para cumplir una promesa a una amante que no recuerdo Un rey de Navarra debe cumplir siempre su palabra, después de que todos mis contemporáneos se atrevieran a juzgarme en el salón de mi palacio de la Navarrería Castigador, animal, peleón, perverso y audaz. No contento con eso me trataste de machista redomado que intenta meter en vereda a su díscola hermana La belle sagesse, me engañaste haciéndome creer que estaba en París y no en Pamplona con un burdo andamio pintado que remedaba las ebúrneas torres de Notre Dame Siempre nos quedará París, y me tildaste de gruñón que no soporta el ruido que hacen los críos mientras juegan en la calle... Raudo y veloz   

-Sí. Pero del mismo modo recordé que vos también fuisteis niño una vez, don Carlos De tebeo, os situé como árbitro justiciero de una estúpida querella de viejos caballeros Cuento hasta cien, hice que fundáseis por fin vuestra anhelada universidad Muchas felicidades, os situé como preocupado presidente de cierto club de fútbol que nos trae a todos por el camino de la amargura Pero hay que echarle un poco más de..., Con brío arrollador, os convertí en el auténtico recuperador de las Olimpiadas modernas Citius Altius Fortius y, sobre todo,  os puse en la tesitura de preparar el regalo más puntual que una mujer haya recibido nunca En punto, e hice que ella os devolviese gentilmente el gesto acuñando para vos una moneda muy especial Numisma. No, no creo que podáis quejaros. Me parece que soy, sin duda, el cobista más leal que habéis tenido desde vuestro lejano siglo XIV. Sin cobrar de vos, quiero decir...

-¿Me acusas de comprar a quienes me elogiaban por escrito?

-Como todos vuestros colegas coronados contemporáneos, don Carlos. A los míos, a los cronistas y escritores me refiero, los disculpo porque esta profesión siempre ha estado muy achuchada y cada uno ha de ganarse las alubias como juzgue oportuno...

-Esa es otra: ¿a santo de qué tanto cuento y tanta historia sobre reyes? ¿No te preguntan siempre si eres tan monárquico como parece por lo que escribes?

-Sí, si que me lo preguntan. Y yo siempre contesto con la estrofa de una jota que, aunque referida a una madre que busca algo mejor para su hija, puede interpretarse también como una estupenda proclama política:

"Si tu madre quiere un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos".

-¿Y qué quieres decir con eso? Confiesa que te hubiera gustado vivir en nuestra época...

-Lo que confieso es que no me gustaría haber tenido que soportaros como gobernantes, por más que piense que -algunos- no lo hicísteis mal del todo. Podéis estar tranquilo: creo que vos estáis entre ellos, y no olvideis tampoco que un supuesto antepasado mío os sirvió tambien con fidelidad probada Apostillas a el nombre de los Zuza...

-Dejadme ahora hablar a mí, padre mío.

-¿Vos también queréis quejaros, mi señor don Carlos III?

-¡Pues claro que sí! No en vano me has hecho pasar por adorador de un olvidado culto pagano Exvoto, o por fervoroso seguidor de no sé qué demoníacos grupos musicales Radikal. Además pusiste el acento en los problemas -diz que sentimentales- de unos desconocidos en lugar de en mi ilustrísimo Privilegio de la Unión de la ciudad de Pamplona Amaretto. Y lo que más me duele: me hiciste destructor de la impresionante catedral románica de Pamplona. Precisamente yo, que siempre presumí -y con mucha razón además- de ser amante de todas las artes Fashion victim...

-Puede que tengáis razón en ese último ejemplo y no dudéis jamás de que envidio ese dulce triángulo -sólo superado en belleza y poder de evocación por el que delimitan Monreal, Leguin e Irulegi- formado por Tafalla, Olite y Ujué en el que vos y vuestra familia tan acertadamente escogió vivir. Pero olvidáis, como mucha otra gente, que esto que yo escribo no son crónicas estrictamente históricas, sino sobre todo literarias. ¿Cómo si no admitir que hayáis sido un padre tan consentidor de todos los caprichos de vuestra hija CaprichadaEscolar, o que os mostraseis tan benévolo con el amigo que "distrae" libros de vuestra biblioteca Voir le monde, o con quién directamente os robó vuestra más preciada colección Fondo monetario internacional? Además, puedo miraros sin rubor a la cara -lo mismo que a vuestro señor padre-, pues no en vano os he puesto también como solícito marido de vuestra esposa doña Leonor de Castilla, y no sólo durante su vida, sino también más allá del tiempo que le fue dado vivir en este mundo Muy más que la nieve fríaWindows. Y hasta recordé que os casasteis en la siempre hermosa y añorada ciudad de Soria Cin-cuento: allí me encuentro en la gloria...

-¿Y qué hay de verdad en todo ello, cronista?

-¿Y qué importancia puede tener eso? ¿Sabéis lo que dijo una vez Oscar Wilde?

-¿Quién decís?

-Un grandísimo escritor, señor. Seguro que os hubiera encantado leer alguna de sus obras. De hecho me comprometo a que lo hagáis en una de vuestras próximas apariciones en mis cuentos.

-¡Ya estamos! Pero bueno: ¿qué es lo que dijo?

-"La mentira, contar cosas bellas y falsas, es el verdadero objetivo del arte".

-Dí que sí, cronista, y no hagas caso a estos dos vejestorios que me han precedido...

-Vuestros deseos son siempre órdenes para mí, doña Blanca.

-Pues claro, y es que a mí me parece estupendamente que, además de mostrarme como la insoportable niña que debí ser, narraras tan bien mi romance con el juglar siciliano Franco Battiato La canzone dell amore perduto, o que mostrases una faceta desconocida de mi esposo el rey Juan Nueve de noviembre...

-Gracias, señora. Con razón me dicen que estas crónicas gustan más a las mujeres que a los hombres. Aunque no a todas, por supuesto...

-¿Un bibliotecario como tú se va a mojar en el espinoso asunto de si existe literatura exclusiva para mujeres?

-No. Me acojo muy astutamente ahora a mi condición de autor para decir que cada uno y cada una piense lo que quiera sobre el particular. Al fin y al cabo a nadie obligo a leer mis desvaríos...

-Pues yo estoy de acuerdo con milady Blanca: a mí siempre me pones por las nubes en tus historias.

-Es que yo le admiro mucho, mister Welles, por eso confío en su indulgencia por haberle mezclado en los avatares de esta tierra mía, primero acompañado por monstruos (y no sólo los que llegaron de Marte) Ondas, y luego por una maravillosa chica irlandesa de armas tomar En Pamplona por San Fermín...

-¿Y qué diré yo, que aparezco tan frecuentemente en estas coplas?

-Siempre lo que queráis, doña Berenguela.

-Pues que para confirmar lo que dijo doña Blanca, a mí también me gusta lo que escribís de mí, y eso que me habéis tachado hasta de bruja Dios te libre de la venganza de una mujer navarra...

-Fue sólo una licencia poética.

-Lo sé, y os lo perdono, porque no sabéis lo que fue vivir al lado de ese presuntuoso de Ricardo. Más vale que tú me has retirado esa pesada carga más de una vez Mirad como luchan por Corazón de León, y que también mostraste la otra cara de la moneda, cuando aún tenia ilusiones sobre mi futuro marido Señora de Monreal.

-Y en esa historia nació además todo un subgénero dentro de este blog: el de los desvelos de la familia Sagastibelza a través de los siglos por poner sus conocimientos ingenieriles al servicio de la monarquía navarra.

-Dices bien, cronista, que además el último de sus representantes es el único que ha sabido ver el secreto oculto en el retablo de Aralar, que fue sin lugar a dudas el regalo de bodas más maravilloso que mujer alguna haya recibido nunca. Los precursores lo tienen difícil, porque han de abrir ellos mismos el camino, pero luego muchos otros transitarán por él riéndose de los que decían que por allá no se llegaba a ningún sitio http://berengueladenavarra.blogspot.com.es/

-Yo no lo hubiera podido decir mejor, mi señora infanta de Navarra y reina de Inglaterra...

-Pues ahora hablaré yo, que largo tiempo he esperado a hacerlo.

-De vos no espero reproche alguno, mi señor don Carlos, príncipe de Viana, que ya dije antes que desde los tiempos en que andabais todos por este mundo, nadie os ha tratado con tanto cariño y respeto como yo, que a los demás he podido halagar por el mero hecho de hacerlo, pero a vos...

-De todo ha habido, cronista. De todo ha habido...
Pues ¿cómo si no tomarme que me hayas hecho marinero en tierra A quien conmigo va, o astronauta avant la lettre Día de difuntos, o icono anarquista A las barricadas, o justa víctima de la mafia siciliana Bacio la mano, o puesto en el brete de rechazar la inquietante ayuda del voivoda Vlad Draculea Déjame entrar o asistente a los toros en San Fermín Y mi palabra es la ley, o...?

-O expulsado injustamente de Navarra Tú me destierras por uno..., o filósofo Estoicismo, o enamorado mitológico Oiréis cantar hermoso Los frutos de la libertad, o puesto entre la espada y la pared Es melancolía  o luchador por vuestro legítimo derecho Lo que haya de ser será, o completamente derrotado Rehen-carnación, o...

-Dejadlo ya, que aburriréis si no a quien nos lea. Lo cierto es que le has dedicado tantos cuentos a mi esposo, que harían palidecer a su cuarto y misterioso libro de La Crónica de los reyes de Navarra...

-Como queráis, mi señora Agnes de Kleves, pero ese libro secreto escrito por don Carlos ha de aparecer un día. Y si no, lo he de escribir yo mismo. En cualquier caso vos tampoco podreis quejaros de mí...

-¿Tú crees? ¿Y como saber, leyéndote, a quién quería realmente mi marido? ¿A mí Devolvedme la nieve o a María de Armendariz El amor perdido del príncipe de Viana?

-Eso sólo él podría contestarlo, señora...
De lo que podéis estar los dos bien seguros es de que cambiaría ahora mismo todo lo que tengo por haber podido ayudar al príncipe Carlos en la batalla de Aibar. Os lo juro.

-¡Buena ayuda le habrías supuesto tú con una espada en la mano,majadero!

-Calla tú, rey don Juan, maldito usurpador, que ya te he dado lo tuyo muchas veces Poseido...

-Pues nosotros dos estamos también a la espera de saber qué ocurre con nosotros, señor cronista...

-Y tenéis mucha razón, Esteban y Blanca, que dejé vuestra aventura sin final hace ya mucho tiempo... Tan cerca tan lejos.
Pero todo llegará, y antes que nada el fin de esta entrada número doscientos,que ya se me está haciendo muy pesada.

-¡Pero si no has dicho nada sobre ti! Dinos al menos, de todas estas que has perpetrado, cuál es tu favorita.

-Diré que según el ánimo que tenga y la época del año en que nos encontremos. Atendiendo a eso, hoy me quedo con Eno-elegía y con Las Navas de Tolosa. Pero también puedo mostrar orgulloso los dos libros publicados que por el momento han salido de todo este asunto




y también haber descubierto el origen de Santa Catalina de Beroiz Santa Catalina de Beroiz, quizás la secreta identidad del caballero de Larrangoz Tres caballeros en busca de identidad, y también haber recuperado la memoria de cierta estatua de don Teobaldo I en la Taconera Se ha perdido una estatua...

-¡Eso, eso! ¿Es que de nosotros no vas a decir nada?

-Aún no, mis señores Teobaldo I y Teobaldo II, pero quizás muy pronto lo haga.
Mientras tanto, y en honor a vos, aquí dejo esta imagen de vuestra fugaz estatua en la Taconera allá por el año 1935, al fin y al cabo sois, desde vuestra atalaya en lo más alto de mi página web, quien más calladamente ha soportado todas mis descalabradas invenciones...


-Eso, eso, salid corriendo para que no pueda echaros yo mano por haber mezclado mi glorioso final  con no sé que lío de un colgante con un par de pendientes a juego... El último presente de César Borgia 

-Ah, mi señor don César Borgia: si vieseis cuan hermosas son esas joyas...

-¿Y no será que quieres poner fin a esta entrada tan especial para que no puedan decirte que tu estilo literario se parece sospechosamente al mío?

-Pero Angel María: si ese es precisamente el mejor elogio que podrían hacerme. Además, recuerda lo que tú mismo escribiste, y que muy bien podría ser el lema de un hipotético escudo mío Barruntos X:

"Quien sabe si después de todo, no serán las leyendas lo único cierto de la Historia..."


  © Mikel Zuza Viniegra, 2012