miércoles, 29 de julio de 2015

PROMESA


Los historiadores creían hasta ahora que la breve visita a Navarra del príncipe francés Luis el Hutín en el año 1307 había tenido como único motivo ser coronado en Pamplona, cuyo trono le correspondía tras la muerte de su madre, la reina Juana.

Se sabía también que había aprovechado su breve gira para hacer detener a todos los templarios del reino, se suponía que siguiendo en eso las órdenes de su padre, el hierático Felipe el Hermoso. Pero un reciente descubrimiento en los Archivos de la Universidad de Paris, viene a esclarecer definitivamente el periplo de Luis, convirtiendo de paso a Navarra en campo de pruebas de una teoría que, de haberse extendido por el resto del continente, hubiese cambiado sin duda la historia de Occidente.

Y es que haciendo acopio de documentos para su tesis sobre los últimos Capetos, encontró la profesora Madeleine Giraud, directora del Centre de Recherches Scientifiques de Paris, un memorandum sobre esa estancia de un mes del príncipe Luis en Navarra, y no pudo dejar de sorprenderse al ir leyendo que tanto como para ser nombrado rey, esos treinta días fueron empleados para poner en práctica el dictamen que el maestro más famoso de La Sorbona en aquella época había elaborado para encauzar un insospechado asunto.

Al parecer todo había comenzado con una espinosa cuestión enviada por el cabildo de la catedral de Pamplona al claustro de profesores de dicha universidad: ¿era pecado besarse a la puerta de las iglesias? Porque si considerábamos que el espacio sagrado empieza en el atrio exterior y no exclusivamente al franquear las puertas de los templos, resultaba evidente que sí lo era. Mas si se establecía que bajo los decorados pórticos podía cada quien besarse con cada cual hasta hacer enrojecer a las talladas cabezas de piedra, ¿no acarrearía tan disolvente práctica perjuicios innumerables al reino?

Por si acaso, el cabildo pamplonés ya advertía que ellos habían optado por la prohibición total, que al parecer siempre ha sido una actitud de lo más navarra. Y para lograr que se respetase su mandato, habían encomendado a los templarios que detuviesen a todas las parejas que estuvieren besándose fuerapuertas de una iglesia, resultando de esta forma que ahora todas las prisiones del reino estaban completamente atestadas, e incluso se recibían quejas sobre el violento proceder de los templarios, que no resulta extraño si tenemos en cuenta que quien tiene prohibido por la regla de San Bernardo besar a nadie, envidia y hasta detesta a quien sí puede hacerlo. El caso es que de seguir así las cosas, y si la Universidad de París no lo remediaba, una revolución amenazaba con desatarse en Navarra...

Vista la gravedad del asunto, no tardó en reunirse el claustro de profesores para tomar una decisión. Y con los primeros debates, se vio claramente que quien más dominaba el tema era el ilustre maestro don Roberto de Smith, que era quien de todos ellos dominaba con más esmero las siete artes liberales y que aportó muchas pruebas sobre cómo en su Inglaterra natal era costumbre aceptada por todas las clases sociales el besarse a la puerta de la casa de Dios, y sobre como no se conocía ningún caso de que el Todopoderoso hubiera enviado un rayo a fulminar a quienes en esos dulces menesteres se hallasen, pero si que las crónicas recogían unos cuantos ejemplos de caballeros que habían recibido la descarga brutal del relámpago por empuñar una espada en la puerta de una iglesia.


Pero si el metal atrae al rayo no era la causa de esta reunión de sabios, sino si los besos disgustan o no a Nuestro Señor, y con las pulidas argumentaciones de don Roberto, todos estuvieron de acuerdo en que sólo el que le dio Judas  no fue de su agrado, y puesto que en las Sagradas Escrituras no se cita ninguno más, no tenía motivo el cabildo de la catedral de Pamplona para mostrarse tan rígido, así que la próxima visita del príncipe Luis a Navarra debería ser aprovechada para acabar con ese absurdo orden de cosas, permitiéndose a partir de entonces sin multa ni prisión ninguna, los besos románicos y góticos, y en general todos los que no fuesen dados bajo el nefasto influjo del estilo neoclásico, que afortunadamente no era conocido aun en el siglo XIV...


Y vino Luis muy contento a su reino, y como el maestro Roberto había estipulado muy claramente que debía ser él, como nuevo monarca, quien debía dar ejemplo, no dejó de besar a toda navarra que se acercó a cumplimentarle a la puerta de una iglesia, de suerte que dicen las crónicas que no quería abandonar el atrio de ninguna, allá en cualquiera de las localidades que visitaba. Y por supuesto ordenó liberar a todos los prisioneros que penaban sus cuitas por la desdichada decisión del Car-cabildo catedralicio. Y asimismo se encargo de detener a todos los templarios, a quienes enseñó a las puertas de San Pedro de Olite cómo debían besar, pues eso no se lo había enseñado San Bernardo a los pobres hermanos. Y si luego resultó que prefirieron esos frailes guerreros hacerlo entre ellos -y no a alguna moza que por ellos suspiraba- , y esta noble actitud fue después aprovechada por el bárbaro Nogaret -temible fiscal de Francia- para perseguir a la Orden hasta el exterminio, es cosa que se escapa ya de este estudio...

El caso es que el mes que el ya coronado rey de Navarra Luis se había dado para conocer  su reino estaba a punto de expirar, así que sabiendo que su misión estaba ya cumplida, fue aproximándose a la frontera con Francia para volver a París. Y dice el hasta ahora desconocido memorandum que lo hizo por el valle de Urraul. Y al detenerse en el hermoso templo de Santa Fe de Eparoz, dio el último beso a una dama que por aquel maravilloso claustro pasaba, y desatáronse justo en ese momento los vientos que el Aizkurgi -que es montaña muy alta que domina el santuario- guarda en su cumbre. Y bañados por ellos no pudieron los dos protagonistas dejar de recordar las palabras del siempre sabio maestro don Roberto...








© Mikel Zuza Viniegra, 2015

domingo, 19 de julio de 2015

PERCEPCIÓN

Iglesia de San Pedro de Olite, 19 de julio de 1333


Mira don Pero orgulloso el resultado de sus desvelos, porque tras cinco años de obras está por fin terminado el claustro que guardará para siempre su memoria en el recuerdo de quienes lo contemplen. Pero por si acaso, y conociendo el olvidadizo carácter de los humanos, ha hecho grabar en el dintel de la puerta la siguiente inscripción:

"Esta  obra fizo fazer Pero Periz de Echauri, racionero de la Yglesia de Sant Pedro e vezino de la Villa de Olit. Anno mil CCC XXX. III."

Sí, así no habrá duda de quien ha costeado este sagrado recinto que ha de maravillar incluso al rey don Felipe y a la reina doña Juana en cuanto se dignen aparecer por la ciudad, y entonces quizás no esté tan lejos la obtención de la soñada canonjía en la catedral de Pamplona...

Mas antes de que eso suceda, le queda a don Pero un asunto por resolver. Y es que bajo su máscara de sumiso y obediente clérigo, es también en realidad un oscuro nigromante que práctica todos los satánicos maleficios que sus conocimientos de ocultos y paganos saberes le permiten. Y no ha pasado un día en los últimos cinco años en que no haya envidiado la suerte del odiado Eneco de Nardués, que además de ser el capitán de la guardia, es hermoso y buen conversador, y atrae por ello las miradas -y lo que no son las miradas- de todas las muchachas de la villa. Incluso las de su amada Catalina de Mendigorría, que nunca pondría sus ojos en alguien como don Pero. Y hasta aquí llegó la riada, porque no está dispuesto ya a soportar más humillaciones...


Prácticamente en todos los capiteles que sostienen las pareadas columnas aparecen cabezas de gesto adusto y vigilante. A los tontos -que serán mayoría- les explicará don Pero que representan los vicios y pecados a los que el alma de los hombres anda siempre expuesta. Sólo él sabe que en realidad son guardianes. Una escolta pétrea, y por lo tanto eterna, para otra cabeza que está también tallada en el claustro. Y es que ha transformado don Pero a Eneco de Nardués en piedra mediante uno de sus horrendos sortilegios, y lo ha escondido después entre tanta figura para que nadie más vuelva a verlo. Traza pues gestos cabalísticos con su brazo desde el centro del patio mientras declama su hechizo:


"Eneco de Nardués maldito, todas a ti te miraban y ninguna se fijaba en mí.
No saldrás jamás de aquí, a menos que una mujer hermosa vuelva a reparar en ti,
y recitando el conjuro, que ahora en voz muy baja digo, te saque de entre estos muros"


Y van pasando los años por lustros y por decenios, y como auguró don Pero nadie descubre al desdichado Eneco en su claustral escondite. Hasta que un día, cuando los sacos que se guardan en el molino del tiempo suman ya siete siglos nada menos, una mujer perceptiva, a pesar del atronador bandeo de campanas que sin duda el malvado espíritu de don Pero ha puesto en funcionamiento para impedírselo, repara de nuevo en Eneco, y abstrayéndose del ruido como sólo ella sabe hacerlo, recita la triple y secreta invocación que se ha quedado prendida en aquel recinto durante setecientos años:

"IBIS (que es Dios muy poderoso que adoraban los egipcios mientras andaban de lado). OSLO (que es capital de vikingos. Y que, con ser muy brutos, eran también todos rubios y de ojos azules, por lo que insisten algunas en perdonarles con mucha razón sus correrías). VICTORIA (que es ciudad muy hermosa fundada por el rey Sancho VI de Navarra, y también estatua impresionante, allá por la Samotracia)".


Y resulta que sigue don Eneco tan guapo y conversador como hace siete centurias, así que dejan otra vez con un palmo de narices al envidioso don Pero, y se marchan los dos muy contentos a ver mundo, que éste no se acaba en Olite, aunque sí merece mucho la pena empezar por allí a recorrerlo...


© Mikel Zuza Viniegra, 2015

martes, 14 de julio de 2015

IÑAKI IRIARTE, JOSEBA ASIRÓN, Y LOS LIBROS QUE DEBE HABER EN LAS BIBLIOTECAS PÚBLICAS DE NAVARRA

El pasado domingo 12 de julio, el profesor de la UPV y parlamentario foral por UPN, Iñaki Iriarte López, publicó un artículo de opinión en Diario de Navarra titulado "Asirón historiador", en el que básicamente se dedicaba a desacreditar el comic "1512. Navarra: El sueño roto", obra del propio Joseba Asirón y de Martin Altzueta.

 
Resulta hasta cómico que empiece su diatriba afirmando que "no hay una sola forma de contar la historia. Inevitablemente la ideología del historiador condiciona su relato del pasado", porque a partir de ahí se dedica a repartir cera de una manera bastante poco elegante, ya que a mi modo de ver resulta evidente que lo hace sobre todo por ser Asirón el autor. Osease: que respira todavía por la herida de que el partido que representa haya sido desalojado de las instituciones que llevaba gobernando casi veinticinco años.

A Joseba Asirón lo tilda por ejemplo de "nacionalista sin escrúpulos que busca adoctrinar a jóvenes y niños". Y es que según él, otros nacionalistas vascos sí que los tienen y así lo demuestran con su "respeto por el rigor y su propia forma de pensar" ¿¿¿¿¿?????

Luego compara el libro con Roberto Alcazar y Pedrín o con la Enciclopedia Alvarez, y en un detalle de pésimo gusto añade: "no le va a la zaga y continúa en la senda inaugurada por la terrible "Historia de Navarra" en cómic publicada en 1980, y lamentablemente reeditada hace un año".



Y es que el autor de esa historia de Navarra que al señor Iriarte tan "terrible" le parece, fue Rafa Ramos, un excelente dibujante fallecido hace ya unos cuantos años, y que por lo tanto no puede defenderse de un ataque tan gratuito como el del señor parlamentario, al que se le podría recordar que precisamente esa obra de la que tanto abomina -y también "Amaya"- están prácticamente en todos los hogares de Navarra porque fueron editadas por la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, que andando el tiempo sería absorbida por la CAN, cuando las Cajas hacían algo más por Navarra que servir de abrevadero de fondos públicos a desahogados que habrían estado bastante mejor leyendo cómics (aunque fuesen "terribles") que cobrando dietas por reunirse tres veces en una mañana. Al menos nos hubiese salido mucho más barato a los ciudadanos. Y si no sabe de qué le hablo, puede preguntar a alguno -y alguna- de sus compañeros de bancada, que podrán ponerle al corriente. Lo que no podrá pedir es que la CAN publique otra vez un cómic de Historia de Navarra con una visión más próxima a la suya, señor Iriarte, más que nada porque la CAN ya no existe. Si no se había enterado, puede preguntarles también a esos compañeros de partido. Aunque ya le advierto que suelen responder que no saben nada, que ellos sólo pasaban por allí...



Continúa el texto extrayendo unas conclusiones un tanto delirantes del cómic de Asirón y Altzueta, como por ejemplo: "con todo, los peores entre los malos son los navarros que les apoyan. Su jefe y arquetipo es el Conde de Lerín. Un afiliado a UPN avant la lettre, para entendernos".

Sólo el señor Iriarte  sabrá por qué se da -como afiliado que digo yo que será de UPN- por aludido hasta el punto de transmutarse en la figura histórica del Conde de Lerín, pero creo que vuelve a equivocarse, cometiendo paradójicamente el mismo error en el que siempre he creído que incurrían quienes acusaban a UPN de "neobeaumontés". Y es que a mi parecer tanto los agramonteses como los beaumonteses amaban a Navarra, sólo que la querían cada uno a través de sí mismos. No, de lo que se puede acusar sin duda ninguna a su partido, señor Iriarte, sobre todo en la última etapa, es de "neocisnerianismo". Esto es: acatar siempre doblando la cerviz las órdenes del poder central sin emitir la menor queja. Y eso se ha visto en la patética linea de ciego seguidismo a la infausta política de recortes impuesta por el PP de Mariano Rajoy. Plegarse sin la más mínima protesta a semejante orden de cosas es lo que les ha llevado a la situación actual: fuera del gobierno y de  los principales ayuntamientos de Navarra.

Naturalmente cada generación tiene su cardenal Cisneros particular, e incluso éste se disfraza cada vez de una forma distinta, probablemente porque sabe que no le han de faltar nunca aquí palmeros que a cambio de unas migajas de poder aplicarán todo lo que desde la lejanía -y sin tener ni idea de nuestra realidad política o social- interpretan que es "lo mejor" para Navarra. Ahora el cardenal ha trocado su capa de seda roja por los trajes de marca de quienes amenazan con acabar con el "intolerable privilegio" que el Fuero supone. Y al parecer con ellos estaba dispuesto a pactar UPN para mantenerse en la poltrona. Ahí tiene su partido tema en abundancia para reflexionar: los supuestos guardianes del Fuero, mirando para otro lado cada vez que el Gobierno Central recurría una ley del Parlamento Foral, ese mismo en el que ahora usted se sienta, señor Iriarte. Puede preguntar también sobre el particular a sus compañeros de escaño. La autocrítica siempre es un ejercicio muy sano, y van a poder llevarla a cabo si así les place durante los próximos cuatro años...

Pero lo cierto es que yo no escribo esto para defender a Joseba Asirón y Martin Altzueta de lo que desde luego juzgo como un ataque totalmente desproporcionado, y evidentemente "ad hominem" contra el primero, sobre todo porque ellos dos -si así lo quieren- lo harán con mucha más gracia que yo. Aunque quizás el alcalde tenga ahora demasiadas responsabilidades para poder hacerlo, y el impresionante trabajo de Altzueta está a la vista de cualquiera que se asome a sus páginas sin llevar anteojeras, porque es sin duda uno de los mejores dibujantes navarros de la actualidad.

Y por si mi opinión sirve de algo a alguien: a mí sí me gustó "1512. Navarra: el sueño roto" cuando lo leí, y por supuesto me gustó también la Historia de Navarra editada en su momento por la CAN y reeditada el año pasado por Cenlit. Me recuerdo a mí siendo un chaval leyéndola con fruición, y no me parece que hacerlo me haya convertido en un sectario "sin escrúpulos que sólo piensa en adoctrinar jóvenes y niños". Por cierto: vaya retórica más lamentable, señor Iriarte, aunque también puede ser que sea usted partidario de aquel viejo dicho: "piensa el fraile que todos deben ser de su aire". Y si es así, yo desde luego no opino igual, ni que usted, ni que el fraile.

No, lo que me ha molestado especialmente es el párrafo con el que cierra su artículo de opinión: "A la historia abertzale le espanta el rigor. Lo importante es transmitir una visión maniquea del pasado y el presente. ¿Lo terrible de todo esto? Que esta joya de la historiografía se halla en todas las bibliotecas de Navarra."

En primer lugar, señor Iriarte, y como modesto profesional del gremio que soy, me congratulo de que presuma usted de hacer uso frecuente de las Bibliotecas Públicas de Navarra. Lo digo sobre todo porque de esa forma se convierte usted sin duda en una rara avis dentro de sus compañeros de bancada, alguno -y alguna- de los cuales tendría que emplear el GPS para poder llegar a la de su barrio o localidad, porque no se les ha visto dentro de una más que en la inaguración. Pero de manera habitual, con los dedos de una mano se podrían contar los parlamentarios que las utilizan, dándose el caso de que altísimos cargos -y cargas- ni siquiera han tenido tiempo todos estos años para sacarse el carné de bibliotecas. Habrá que entenderlos: si uno se reúne hasta tres veces en una mañana para no hacer nada y cobrar generosamente por ello, no debe tener tiempo para nada tan fútil como pisar una biblioteca.



Así que me alegro de que usted no sea uno de ellos, como admite sin pudor: "El nuevo alcalde de Pamplona, el Sr. Asirón, profesor hasta ahora en una ikastola, es autor de varios libros sobre historia vasca. Una curiosidad (malvada, lo confieso) me ha llevado a buscarlos en la biblioteca del barrio..."

Y ahí es a donde yo quería llegar. ¿De verdad puede molestar a un parlamentario electo, a un profesor universitario, que en las bibliotecas públicas de Navarra haya cualquier tipo de libro? Porque me cuesta creer que alguien en pleno siglo XXI mantenga semejante y cerril actitud...

Pues claro que en las Bibliotecas Públicas de Navarra hay libros del señor Asirón, y también del señor Del Burgo padre, y del señor Del Burgo hijo, y de José María Jimeno Jurío, y de Eloisa Rámirez, y de Arturo Campión, y de Raquel García Arancón, y de Alfredo Floristán, y de Juan Iturralde y Suit, y de Aitor Pescador, y de Mª Puy Huici, y de Alvaro Adot, y de J.J. Martinena, y de Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza, y de Pello Monteano, y de José María Lacarra (cuya Historia Política del reino de Navarra, editada también por la CAN, qué casualidad, sigue pareciéndome la mejor de todas), y de tantos y tantas historiadores e historiadoras que -mejor o peor, eso queda a criterio exclusivo del lector- se  han esforzado en aportar su granito de arena para dar a conocer nuestra historia.

Y es que ese es el papel fundamental de una Biblioteca, señor Iriarte: poner todo el conocimiento al servicio de los usuarios. Y digo TODO, no sólo el que quiera el bibliotecario o lo que es peor aún: el que quiera el político de turno. Y ahí sí que puede volver a preguntar a alguno de sus compañeros de partido, que podrán hablarle de casos concretos de intentos de censura (a veces nada encubierta) en las Bibliotecas Públicas de Navarra. Unas bibliotecas  en las que repito que se asegura el acceso a obras de todas las ideologías, porque el lector no tiene exclusivamente una ideología concreta, por más que a algunos -y a alguna- les gustaría que así fuese.

Unas bibliotecas tan libres que por supuesto incluyen en sus catálogos libros suyos, señor Iriarte, como no podía ser de otro modo. Y puede estar bien tranquilo, que al menos si vienen a solicitármelos a mí, a nadie le diré que "me parece terrible que semejantes joyas de la historiografía se hallen en todas las Bibliotecas Públicas de Navarra". Al contrario, defenderé con uñas y dientes que estén a disposición de quien en ellos muestre interés.



Lo que sí le pediría es que, si acaso está resentido con los resultados electorales y quiere jugar a hacer de don Camilo foral contra su particular alcalde don Peppone, no la pague con las Bibliotecas Públicas de Navarra, que con bastantes problemas lidiamos ya por culpa más que nada de la política llevada a cabo por su partido todos estos años en los que molaba mucho más gastar decenas de millones de euros en circuitos y pabellones vacíos y sin sentido, que en evitar los recortes de personal y de presupuesto para la renovación de fondos a los que hemos sido sometidos sin que a usted o a otros como usted se les oyera decir entonces ni anjo. Así que ya que afortunadamente es usted asiduo, le ruego explique a sus compañeros y compañeras que ellos también pueden venir a conocernos, que no tengan miedo, que un libro sólo hace daño si tiene muchas páginas y te cae en el pie, puedo asegurárselo.

Y no se preocupe, que si como parece echa de menos tebeos de su infancia como Roberto Alcazar y Pedrín, también podrá encontrarlos en los catálogos de las Bibliotecas Públicas de Navarra (otra cosa será que alguno -y alguna- eche de menos todavía el "enfoque histórico" de la Enciclopedia Alvarez, claro está, pero ahí yo ya no me meto, que cada uno es muy libre de perjudicarse las meninges con lo que le plazca). Y es que trabajando de bibliotecario, siempre he tenido muy presente lo que hace ya tantos años dijo el Guerra: "Hay gente pa tó".

Si acepta el consejo de un bibliotecario, creo que ahora que es representante de todos los navarros, y no sólo de los que le han votado, le convendría incorporar ese sencillo pensamiento a su acervo político...


Enciclopedia Alvarez. Primer Grado. Año 1961
            
Enciclopedia Alvarez. Segundo Grado. Año 1965

© Mikel Zuza Viniegra, 2015

jueves, 9 de julio de 2015

FADO

Sitio de Lisboa, 9 de julio del año 1384


Tres meses lleva ya el ejército castellano de Juan I intentando que caiga en sus manos la capital del reino que tiene invadido para defender los derechos de su esposa, la reina Beatriz. Pero la ciudad no cede, y lo que es peor, con este insoportable calor la peste se ha adueñado del campamento, y no hay día que no hayan de enterrar a más de doscientos hombres. 

Todos aconsejan al rey que se marche a Santarem, donde la enfermedad parece no haber llegado, y entre quienes más se lo recomiendan está el príncipe don Carlos de Navarra, su cuñado, que le ha acompañado desde el primer día en esta desdichada expedición. Pero el monarca no cede, y allí permanecen todos, esperando a que o bien una flecha portuguesa o bien las rabiosas pulgas que saltan de rata en rata se los lleven al Infierno de una vez. Así habla pues don Pierres de Lasaga, caballero principal de las armas navarras, a su señor:

Armas de Pierres de Lasaga
© Iñigo Saldise
-Sabéis que sólo por lealtad acepté acompañaros tan lejos, pues me había jurado a mí mismo tras el desastre de Albania que nunca volvería a formar parte de un contingente que abandonase nuestras mugas. Comprendo que las draconianas clausulas impuestas por el Tratado de Briones os obligan a vos y a vuestro padre el rey don Carlos -que Dios guarde- a ayudar a Castilla en todas sus campañas, pero es de locos permanecer por más tiempo ante estos fortísimos muros, que se ve bien claro que no han de caer ni aunque mantengamos el cerco un año entero. En estas condiciones no os pido que penséis que en Pamplona están celebrando ahora mismo las ferias en honor al glorioso mártir san Fermín, pero sí que recordéis que sólo somos cuarenta navarros los que hasta aquí os escoltamos, y que si continuamos quietos quizás sólo una cuarta parte regrese a nuestro país, y puede que ni vos ni yo estemos entre ellos...

-¿Y qué queréis que le haga? Mi cuñado Juan es tan cabezota como su hermana Leonor, e insiste en que no se moverá de aquí hasta ser coronado rey de Portugal. Estoy harto de pedirle que nos marchemos, que dejando tantas ciudades ocupadas por sus hombres, podremos volver el año que viene y reclamar el trono sin miedo a revueltas o enfermedades, pero él se niega a escuchar. Por otra parte nosotros ya obtuvimos nuestra parte del botín en el sitio de Coimbra, así que el beneficio que pensábamos obtener está ya más que asegurado. En fin: soy el heredero de Navarra y tengo allí obligaciones tan importantes o más que las que Juan se empeña en mantener aquí. Así que id y decid a nuestros hombres que esta misma tarde iniciaremos el regreso. Pero de camino hemos de detenernos en un famoso monasterio que hay por aquí cerca, y no para saquearlo, sino para admirar las tumbas más hermosas de toda la Cristiandad. 

-¡Horror! Si empezáis otra vez con esa aburrida manía vuestra por el arte casi prefiero hacer frente a la peste ¡Las tumbas son sólo eso: tumbas. Bastantes tuve que llenar en Albania como para no saberlo!

-Pero estas de las que hablo son tumbas de enamorados, Pierres: las de don Pedro I y doña Inés de Castro en Alcobaça. Cuando era príncipe, fue prometido por su padre don Alfonso IV a la infanta Constanza de Castilla, pero al llegar ésta a Portugal, cayó don Pedro rendido ante doña Inés, que era sólo una dama de compañía de la princesa. Aún así matuvo la palabra dada por el rey y se casó con Constanza, que murió al dar a luz a su hijo Fernando. Entonces Pedro se casó en secreto con Inés, pero en su obnubilamiento olvidaron anunciar su matrimonio, así que cuando fueron naciéndoles hijos, muchos nobles y el propio rey don Alfonso temieron por la suerte del heredero legítimo, el infante don Fernando, así que ordenaron matar a doña Inés aprovechando una jornada en que don Pedro había salido a cazar. Al enterarse el príncipe de lo sucedido, cayó en tal estado de postración y rabia que se alzó furiosamente contra su padre el rey don Alfonso, y cuando por fin se hizo con la corona, el primer edicto que publicó fue su acta matrimonial con Inés. Hizo entonces que la desenterrasen y pusieran a su lado sus restos en la ceremonia de coronación, para que toda la corte tuviese que besarle la descarnada mano. Luego a Pedro Coelho y a Alvaro Gonçalves, los dos nobles que habían cometido el horrendo crimen, ordenó que les arrancasen el corazón (para que así se sintiesen igual que él). 


Y para finalizar mandó labrar los dos sepulcros más hermosos que ningún rey -ni siquiera aquellos egipcios de la antigüedad- hubiera conocido. Pero no juntos, sino uno justo enfrente del otro, para que cuando se levantase el día de la Resurrección lo primero que viera fuese el rostro de Inés...


-Reconozco que es una historia más entretenida que las que soléis contarnos, don Carlos, pero de ahí a alejarse de nuestro camino para ver unos catafalcos...

-Sólo serán unas leguas, luego iré yo todo el viaje de regreso escuchando vuestras mil veces oídas ya aventuras albanesas sin protestar, lo juro. Además, quiero también que el único de nosotros que sabe pintar, Michelot de Sant Johan, me retrate ante los sepulcros de don Pedro y doña Inés.


-¡Pero si sus dibujos siempre salen movidos, señor! Y no es nada raro que eso le ocurra, porque casi siempre esta bebido y cantando fados por las tabernas...


-¿Fados?

-Unos cantares muy tristes que todo el mundo entona en este reino... 

-¿Y cuál es el que prefiere Michelot?

-Uno que dice: 

"Fado porque me faltan sus ojos.
Fado porque me falta su boca.
Fado porque se fue por el río.
Fado porque se fue por la sombra..."

-Pues entonces tendremos que bebernos unas cuantas redomas de vinho verde con él para animarle antes de partir de esta pestilente ciudad de Lisboa, ¿no creéis, Pierres? 

-Por supuesto, señor: además no me cabe la menor duda de que el verde es su color favorito...


© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2015

Y para las miriadas de navarros que entre bocatas de ajoarriero y gintonics disfrutan de las fiestas del glorioso mártir, pero aún así mueren  por saber más sobre esta desconocida y lusitana expedición: