lunes, 26 de noviembre de 2012

BARRUNTOS VII

Torre de Olcoz (Valdizarbe)
5 de octubre de 1940, nueve de la mañana.


-Don Gabriel, ¿no cree que con esta excursión podamos llamar demasiado la atención en Pamplona?

-Al contrario, Angel María, una vez conseguido este pequeño autocar por medio de los buenos oficios de mi amigo Matías Anoz -ya sabes, el dueño de Casa Marceliano-, y tras anunciar públicamente que vamos a enseñar a nuestros "estudiantes" algunas de las torres cabo de armería que quedan en las cercanías de la capital, incluida la de Mendinueta -que perteneció al conde de Ayanz, uno de los protagonistas de nuestro libro-, creo que evitamos cualquier tipo de sospecha.
Eso mismo hemos buscado al repartir a cada uno de ellos un ejemplar del Coqueto don Sancho, junto con la sinopsis en lengua inglesa que tú mismo les preparaste. Y me parece que casi todos han sabido fingir bastante bien su supuesto interés en él. Quizás Devlin haya mostrado su fuerte carácter más de lo conveniente, pero dadas las circunstancias de su alistamiento, no me sorprende demasiado.
En cuanto a comenzar nuestra misión precisamente en esta torre de Olcoz, de la que soy afortunado propietario, he creído que no podríamos actuar de otro modo, y que igual que el gigantesco caballero que campea en los muros de San Cernin emprende su viaje dejando atrás las puertas de una imponente ciudad, nosotros debíamos hacerlo dejando atrás los recios muros de una torre medieval, y no la insustancial y fría contemporaneidad de la estación de autobuses...

-En esto último desde luego tiene usted toda la razón, don Gabriel, pero no sé yo hasta qué punto estos doce hombres que ahora fuman y estiran sus piernas a nuestro alrededor serán partidarios de semejantes sutilezas históricas...

-No te preocupes, que te aseguro que conocen perfectamente su cometido y saben que todos estos adornos "intelectuales", son absolutamente necesarios. Piensa que desde aquí, apenas nos separan treinta kilómetros de la ya citada torre de Mendinueta, y que ésta dista tres kilómetros escasos de Basabe. Pronto nos pondremos en camino, y quiera Dios que no nos encontremos allí alguna sorpresa desagradable, pues ambos sabemos que los soldados alemanes, con el pretexto de recuperar fuerzas, llevan unos días realizando caminatas por toda la cuenca, y justo la semana pasada subieron precisamente hasta las ruinas del castillo de Irulegui, que domina desde su altura el valle de Izagaondoa. Desde luego pudo ser una mera casualidad, pero por si acaso Banks, Cohen, Wilson, J. Charlton, Moore, Stiles, Ball, Peters, B. Charlton, Hurst, Hunt y Devlin -que así se llaman nuestros doce hombres-, vienen preparados para cualquier eventualidad...

-¿Está usted hablando de que nos arriesgamos a un posible enfrentamiento armado entre ingleses y alemanes en pleno corazón de Navarra? Supongo que se dará cuenta de que si tal cosa llega a producirse, las consecuencias diplomáticas para España pueden ser gravísimas...

-Por supuesto que me preocupa esa perspectiva, aunque creo sinceramente que, llegados a este punto, el temor a las consecuencias de nuestros actos ha de dejar paso a la expectativa de conseguir el resultado que de nosotros se espera.

-Precisamente sobre eso quería hablarle, don Gabriel, pues no sé si finalmente encontraremos en Basabe lo que el MI6 anhela. He aprovechado estos quince días para recabar información sobre el catarismo y también para visitar a la familia del recientemente fallecido archivero don Carlos Marichalar. Ya sabe, el autor de la Colección Diplomática del Rey D. Sancho VIII el Fuerte. Pues bien, tras estudiar concienzudamente su libro, determinadas lagunas me hicieron sospechar que no había publicado en él todos los documentos que había tenido a su disposición. Unas amables consultas con su hijo, que consintió que revisase los papeles inéditos dejados por su padre, me permitieron confirmar mis recelos: efectivamente aún le quedaban muchos diplomas del rey Sancho por catalogar, y uno de ellos era lo que parecía la copia exacta de una carta dirigida a su hermana Berenguela, la reina viuda de Inglaterra. Está fechada el 25 de agosto de 1229. Escuche con atención lo que dice, pues me he permitido traducirlo desde su macarrónico latín original:

"Tras la muerte hace unos meses de nuestra hermana Blanca, la condesa de Champaña, tú y yo somos los últimos miembros de nuestra gloriosa familia, y puesto que no tengo hijos legítimos, un extraño acabará heredando el reino de nuestros antepasados. Eso no me preocupa demasiado, al fin y al cabo quizás el nuevo rey lo haga mejor que yo, que vivo atormentado por no haber sabido seguir el ejemplo de buen gobierno que nos legó nuestro padre. Es justamente eso lo que me anima a escribirte ahora que una nueva tribulación amenaza mi corona.

Aunque hayan pasado ya tantos años desde que tus obligaciones conyugales te alejaron de Navarra, nuestro constante contacto por carta te habrá mantenido bien informada de nuestros numerosos problemas para mantenernos firmes ante las asechanzas de Castilla y Aragón, secundados siempre en sus malditas ambiciones por todos y cada uno de los papas que han pasado en estos años por la silla de San Pedro. Pero hay algo que no me atreví a contarte en su momento, y que ahora es urgente que conozcas: hace cerca de quince años, y acuciado por la necesidad de dinero, llegué a un pacto de protección con el núcleo de mandatarios de lo que Roma consideraba herejes del Languedoc. Ellos me proporcionaron entonces los fondos que requería para pagar a mis tropas, y yo a cambio les ofrecí un lugar seguro donde pudieran residir tranquilos. El fanático obispo Guillem de Saintonge procedió a excomulgarme por ello, y sólo accediendo a su deseo de que jamás pudieran abandonar ese paraje, y que viviesen allí fuertemente vigilados, pude eludir la enésima invasión castellano-aragonesa.

He mantenido contra viento y marea la palabra que entonces dí a los occitanos, atendiendo sobre todo a las enseñanzas de hospitalidad que nos dio nuestro padre el rey Sancho, que confío que tú tampoco habrás olvidado. Ahora soy ya viejo, y siento cada vez más cercana la muerte. Temo que si, como anhelan los nobles, mi sucesor es nuestro sobrino Teobaldo, su condición de vasallo del rey de Francia le haga perseguir a estos hombres que, equivocados o no en sus creencias, me ayudaron cuando lo necesitaba. Por eso quiero rogarte que, valiéndote de tu influencia en la corte de tu sobrino el rey de Inglaterra, intentes conseguir que sean acogidos en aquellas tierras. No mancharé mis manos de sangre inocente, y te digo que no he conocido nunca a gente más franca ni humilde que ellos.

Si aceptas, viajarán ellos solos con una escolta armada que yo les proporcionaré, dejando aquí los contados objetos de culto que con ellos trajeron, pues hacerlo con cualquier pertenencia personal podría atraer sobre ellos la codicia de los numerosos salteadores que pululan por Aquitania y por la propia isla de Inglaterra. Naturalmente tus desvelos serán recompensados con una generosa donación económica para esa impresionante abadía que mi canciller me cuenta que estás levantando cerca de Le Mans..."

-Maravilloso, Angel María. Además esto no sólo despejaría nuestras dudas sobre una hipotética permanencia de los cátaros en Izagaondoa, sino que además les situaría en Inglaterra, que es curiosamente el  país que ahora nos envía a recuperar su hipotético legado. No deja de ser curioso, aunque siempre he creído que la Historia es una dama caprichosa. Pero dime, ¿has podido averiguar si Berenguela respondió?

-Desgraciadamente no parece haberse conservado el documento original, pero en el reverso del documento que le acabo de transcribir, un clérigo que debió consultarlo, y que por el estilo de su letra debió hacerlo en el siglo XV, dejó anotado:

"la reina viuda de Inglaterra, en honor y reverencia a su poderoso hermano y a la memoria de su difunto padre, reyes ambos de Navarra, admitió acoger a los proscritos, y no debe extrañar esto a nadie,  pues solamente Dios conoce la bondad o maldad que se esconde en el corazón de cada criatura humana, y lo recordará  inapelablemente cuando nos juzgue a todos al final de los tiempos..."

-¡Verdaderamente sensacional! Porque si dejaron aquí todos sus "objetos de culto", puede que el Grial aún permanezca en Basabe...

-No lo sé, pero desde luego estoy ansioso por comprobarlo cuanto antes...

-Oigan amigos, por sus caras deben estar hablando de algo muy interesante, y es cierto que este lugar es bastante bonito, pero la verdad es que hace frío en este desvencijado torreón, y me gustaría saber si tienen pensado iniciar hoy el trabajo que me ha hecho abandonar los "muy acogedores" muros de la prisión de Wandsworth...

-Tenga un poco de paciencia, Devlin. Estábamos comentando nuevos datos muy esclarecedores sobre nuestro objetivo. En cuanto a la torre, probablemente le gustará saber que mister Gabriel tiene el proyecto de rehabilitarla.

-¿Esta ruina? Yo tengo un... digamos que un "tío" en Belfast que la reduciría a escombros de tan pequeño tamaño que resultaría luego muy fácil recogerlos. Creo que les saldría mucho más barato que restaurarla...

-Sí, y puedo imaginar perfectamente el método que su "tío" utilizaría para ello...

-No se inquieten ustedes, amigos: la Torre de Londres va siempre primero en las previsiones de actuación de mi "tío". Digamos que es una vieja deuda de juego...

-Bueno, por lo que tengo entendido los alemanes están haciendo en estos momentos todo lo posible por cumplir los deseos de su "tío", mister Devlin. Así que debe estar usted muy contento...

-Mire, mister Pascual, odio al Imperio Británico con todas mis fuerzas, y le juro que si para conseguir una República de Irlanda totalmente libre y unida tengo que aliarme con el Demonio, lo haré sin dudarlo. Pero eso no me hace compartir en absoluto las ideas del Diablo, que tengo entendido además que son también las suyas. Sí, no se sorprenda, mi "tío de Belfast" tiene un gran sistema de información, y además yo mismo luché con mis compañeros de la Columna Connolly contra sus repulsivos "camisas azules", en Madrid, no hace ni tres años todavía. Así que no intente darme lecciones de moral o de política, y no olvide jamás que vengo de la Isla de los Santos y los Sabios, y que cuando ustedes aún andaban recogiendo zanahorias en esta Navarra suya, San Patricio ya había expulsado a todas las serpientes de mi querida Irlanda...

-¿Qué discutes tan acaloradamente con Devlin, Angel María?

-No se preocupe, don Gabriel, digamos que tenemos diferentes criterios "artísticos". Pero en cualquier caso él tiene razón en algo: deberíamos ponernos ya en camino hacia Basabe. Aprovecharemos el viaje para dar a estos señores los últimos detalles, y rogaremos a Dios para que haya que utilizar únicamente las palas para excavar y no las metralletas para abrirse paso...

-Yo también rezaré para que Él nos escuche.
Come on, guys!

[Continuará...]

© Mikel Zuza Viniegra, 2012

lunes, 19 de noviembre de 2012

ENO-ELEGÍA



Nájera, 11 de octubre de 1500

Se han agarrado los nubarrones a las peñas de tierra roja con las que limita el monasterio, y cae la lluvia con fuerza tremenda sobre el maltrecho tejado de la biblioteca. No deben tener los frailes caudales suficientes para restaurarlo, pues el techo muestra muchas grietas y descascarillamientos, y de seguir muchas horas más la tormenta, no habrá calderos suficientes para intentar paliar las goteras.

Pero es justamente allí, mientras esperan que el abad ordene llamarlos, y bajo el feroz repiqueteo del agua sobre los resquebrajados lucernarios de vidrio, cuando ella -que ojea distraída un deteriorado volumen de sabiduría antigua a la oscilante luz de unos fluorescentes candeleros-, le parece tan hermosa como la primera vez que la vio, allá en la agreste balconada de Adansa.

Y es que son los embajadores de sus majestades don Juan y doña Catalina de Navarra ante la corte de la reina Isabel de Castilla, que pasa estos días asentada en la ciudad de Santo Domingo de la Calzada. Así que aprovechan la jornada que les falta para alcanzar su destino para visitar todas las maravillas que esta parte de La Rioja alberga. Y no es la menor de ellas,ahora que por fin el abad mitrado les da su permiso para contemplarla, la espectacular sillería de coro que labraron los hermanos Andrés y Nicolás de Amutio. Es esta obra de tal categoría artística, que no hay palabras que hagan justicia al describirla, pues es como si todo el mundo conocido, y aún también el imaginado en muchos portulanos y cartas navales, estuviese allí primorosamente representado en resplandeciente madera de nogal. Y es la figura principal de todas aquellas, la del rey don García de Navarra, fundador de este cenobio, a la que con muchas reverencias e inclinaciones de cabeza cumplimentan sus paisanos. Y es de envidiar ser monje profeso en lugar tan a propósito como éste, y poder así pasar las largas y tediosas horas de rezo dejando que la cabeza persiga con toda su capacidad fabuladora cualquiera de estas portentosas imágenes, pues no hay lugar donde pueda descansar un instante la mirada, sin que se encuentre con santos, ángeles y demonios a porfía. Y algunos de tal arte, que sólo les faltaría hablar para parecer más reales de lo que ya son.


Y entre todos ellos llaman la atención varios nativos de las lejanas Indias que no ha muchos años fueron descubiertas por aquel señor llamado Cristóbal Colón, que aunque hoy en día pasa por ser genovés, hay historiadores de mucha prosapia que defienden que nació en Cabanillas, lo que de ser cierto abriría la posibilidad de que los reyes de Navarra reclamaran para su corona una parte importante de aquellos dominios, cuyo gobierno estaría sin duda muy bien servido, si la enormidad que cuentan poseen aquellas provincias fuese dividida en merindades. Pero esto sería motivo de larga discusión entre juristas de reconocido prestigio, y no hace caso a lo que vamos contando, así que será conveniente dejarlo para mejor ocasión.

Pero el hermano lego que les va guiando por el monasterio, vuelve a reclamar su atención sobre aquellos señores indios, y si antes les dijo que el grueso de la sillería se talló en 1492, mucho llama la atención a los viajeros que puedan todos aquellos caciques estar en estos sitiales tan bien representados, porque entienden que los indios sólo acostumbran a ser rapidísimos cuando asaltan diligencias en las famosas novelas de Vaquería, que son otra rama muy gustosa de las de Caballería, pues así como éstas están protagonizadas por caballeros muy lustrosos, en aquéllas casi puede sentirse en la garganta el polvo del desierto, y más que la destreza con lanza y espadas, se valora la habilidad con el Colt y el Winchester, que son artillerías muy sofisticadas...

Y lo dicho: ¿cómo hicieron estos indios entonces para pasar tan velozmente de su hábitat natural a este otro tan alejado allende los mares? Mas demandado su guía por tan peliagudo asunto, no acierta más que a decirles que es que la sillería no está aún terminada, así que en estos ocho años que van desde la llegada de las carabelas de Cabanillas a aquel remoto continente, muy bien han tenido tiempo, por calmos que sean los señores indios de aquellos lares, para haber podido llegar hasta Nájera sin ningún contratiempo reseñable...

Y aunque los embajadores quedan un tanto perplejos con tan peregrina explicación, prefieren dejarla pasar
con tal de no causar ninguna crisis diplomática, que son muy mirados los de aquellas tierras para lo suyo, y aún defienden que no fueron reyes de Navarra aquellos que en la santa cueva que dio origen al monasterio yacen enterrados, sino que únicamente lo fueron de Nájera, y que todos aquellos escudos con las cadenas y las lises, además de ser un anacronismo, no quieren decir nada del otro jueves. Y piensa el viajero, observando ahora el precioso sarcófago de la reina Blanca de Navarra, con el conmovedor retrato de su marido Sancho de Castilla llorando la muerte de su esposa durante el alumbramiento de su hijo Alfonso, que si esto fuera como dicen, saldría el Reino de Nájera representado en algún Atlas de los muchos que por el mundo pululan.

En algún Atlas que no se haya realizado en la propia Nájera, claro está. Pero como es buena cosa respetar mucho las creencias de cada cuál, aunque no se tenga que estar necesariamente de acuerdo con ellas, no toman a mal esta forma de contar la historia, pues al fin y al cabo los escudos de Navarra bien a la vista de todos están, para quien quiera mirarlos sin prejuicios. Y como se va haciendo tarde, y al día siguiente les espera dura jornada, deciden retirarse no sin mucho lamentar no haber tenido tiempo de probar el bacalao que en las tabernas de la rúa Mayor se sirve, que lleva justa fama de ser bocado digno de cardenales...

Y el día siguiente, que nace gris y desnieblado, les lleva hasta otro famoso monasterio, como es el de San Millán de Yuso. El más antiguo es el de Suso,que nace de las mismas cuevas donde el eremita vivió allá por el siglo VI, pero ni moviendo todas sus influencias pueden conseguir un salvoconducto para visitarlo, pues al parecer están tan solicitados por los innumerables devotos del santo, que hay que pedirlos con muchos meses de adelanto. Así que han de conformarse con saludar en el monasterio nuevo a sus queridos amigos Sofronio, Aselo, Potamia, Oria y Citonato, que además de ser los discípulos predilectos de San Millán, son de agradable trato y muy agradecidos con todos aquellos que a pesar de los siglos transcurridos, invocan sus desconocidos nombres ante cualquier trance peligroso. Mucho les cuesta que les dejen marchar, sobre todo el buen Citonato, que al contrario que sus otros cuatro compañeros, es muchas veces olvidado por quienes enseñan el lugar a los viajeros, y por eso agradece el doble al embajador navarro que nunca le olvide en sus plegarias.

Y de ahí marchan a Cañas, donde se halla el templo de monjas cistercienses más luminoso y transparente de toda la Cristiandad. Si se tiene la fortuna de llegar allí en día soleado, parece que haya más luz en su interior que en el corazón del sol, y resplandece tanto el blanco alabastro que cubre la enorme ventanería de su ábside, como los rubios cabellos de las modelos teutonas que copan las portadas de las revistas que se ofrecen en los kioskos, aunque el embajador asegure que sólo sabe de ésto por lo que le han contado, pues acostumbra únicamente a fijarse en tales semanarios en los artículos tremendamente serios y rigurosos que acompañan tan tentadoras imágenes. Y se atreve a jurarlo por el bendito San Citonato.

Y fue levantado aquel sensacional edificio con el patrocinio de Urraca Díaz de Haro, que profesó jovencica entre sus muros tras enviudar de su marido el conde Nuño. Y monja y todo, debía ser muy hermosa aquella buena señora, de tal suerte que el Diablo, tomando la forma de un labriego del contorno, quedó absolutamente prendado de ella y daba fuertes gritos al otro lado de las rejas animándola a abandonar la clausura. Pero ella resistía, y a cada improperio del bergante respondía levantando una vara más de alto la muralla que la protegía a ella y a sus hermanas de fe. Pero como el Demonio nunca deja de maquinar sus asechanzas, y utiliza para ello lo que tiene más a mano en cada momento, optó por tentar a Urraca empleando las abundantes cepas que allí mismo dan origen al mejor vino del mundo. Y empezó enviándole cajas y cajas de botellas de las mejores añadas que en aquella época se dieron, pues es don Belcebú sumiller mayor de Satán en los Infiernos, y sabe de todo tipo de licores más que ninguna otra criatura de la Tierra.

Pero Urraca no sólo rechazaba una y otra vez aquellos maravillosos presentes -que hubieran hecho las delicias de cualquier mesa regia, desde la muy bulliciosa de la la corte de Portugal a la aburridísima y gélida de la de Noruega-, sino que se complació en regar con aquellos preciados caldos los rosales que apenas habían nacido en el claustro del recién inaugurado convento, de tal suerte que empleó los tintos de la cosecha de 1200 -que salieron todos ellos con un delicado punto de sal, pues fueron recogidas aquellas uvas entre llantos, por haberse conocido la muerte del rey Ricardo de Inglaterra durante aquella vendimia-, en abonar un plantón que desde entonces da las rosas más bermejas que contemplarse puedan. Y los blancos de la cosecha de 1212 -purísimos y cristalinos en deferencia divina a la gran victoria cristiana en las Navas-, los derramó sobre otro esqueje, del que desde entonces brotan las rosas tan blancas como las camisas que han de llevar las mujeres que por muy hermosas se tengan. Y por último los rosados jóvenes de la cosecha del año 1218 -que fue la fecha triste en la que tras apenas un año de casados murió su marido el conde Nuño-, fueron a parar a los tallos de los rosales de los que surgen las flores de color más ojo de perdiz que cazador alguno haya visto nunca. Y están esos tres rosales hoy en día tan lozanos como si acabaran de plantarse, y quienes huelen sus flores, salen del claustro mitad embriagados, mitad enamorados, que es manera muy dulce y provechosa de salir de cualquier parte, como fácilmente podrá colegir cualquier lector de esta crónica viajera...

Claro que el que piense que el Diablo se conformó con ese líquido envío,es que no conoce bien lo que de él y sus intrigas dejaron escrito los santos padres, que no se rinde tan fácil el subterráneo enemigo. Así que si no podía ganarse a Urraca por el sentido del gusto, lo intentaría por el del olfato, para lo que se puso manos a la obra y confeccionó el fuelle más grande que nadie hubiera conocido, no ya en esas tierras, sino el más enorme desde tiempos de la reina de Saba, que es fama que le gustaba volver loco a su enamorado rey Salomón, no lavándose las axilas durante un mes, y enviándole tan corporales efluvios suyos por medio de un fuelle que era capaz de llevarlos en un periquete desde el desierto de la Arabia Felix  hasta la ciudad santa de Jerusalén, inflamando de amor las narices y lo que no eran las narices del gran sabio. Y esto no debe llamar la atención, pues hay que pensar que hay gente para todo, hasta para apreciar mucho las sutilezas odoríferas del sobaco de una reina.

Aunque Urraca tuvo la fortuna de no tener que enfrentarse a los adornos feromónicos y axilares de Belcebú, pues ya dijo el monje bizantino san Juan Mosco, que éstos sólo desmerecen en asquerosidad frente a los sudores que emanan de otras junturas corporales del diablo. Y cómo pudo saber de estas cosas tan íntimas aquel teólogo griego es asunto en el que es preferible no profundizar demasiado, al menos mientras se puedan elegir las rosas tricolores de Cañas.

Decía que no, que no escogió esos mefíticos vapores suyos para seducir a la virtuosa Urraca, sino que ésta debió resistir que con aquel gigantesco fuelle, que movía un aire más furioso que el corre por las calles de Tudela en las noches de diciembre, el demonio le enviara el perfume de las cepas recién descargadas de su fruto, de las uvas recién pisadas, y del primer mosto que fermentaba en las numerosísimas bodegas de aquellos pueblos que rodeaban el monasterio.

Y empezaba aquél tráfago diabólico del fuelle con un sonido como de aleteo leve, apenas de murciélago, pero enseguida se formaba tal vendaval, que a la monja que no se sujetaba prestamente a las fuertes columnas del claustro, aquel aire vinificado se la llevaba lejos, muy lejos. Y hay casos registrados de alguna que apareció completamente ebria en las laderas del altísimo monte San Lorenzo, que no está precisamente muy cerca de  Cañas. Y sus explicaciones de cómo había llegado hasta allí, y oliendo a vino de aquella forma, tampoco debieron ser bien recibidas por los adustos clérigos de la comarca...

Como no era cuestión de que estos acontecimientos se repitiesen con demasiada frecuencia, y harta ya Urraca de soportar los requiebros de este infernal canso, se quitó un día el cordón que sirve de cinturón a las hermanas de su Orden, y saliendo al fin del convento como le pedía Belcebú, se le enfrentó cordón en mano hasta que le dejó con él la piel tan marcada, que hay quien dice que todavía no ha parado de correr para huir de la temperamental señora. El testimonio más reciente lo sitúa cerca de Pernambuco, que es villa lejanísima donde siempre acaban huyendo ciertos agentes de la T.I.A , según asegura el gran micer Ibáñez en sus muchos volúmenes cuajados de maravillosas miniaturas...

Pero todos aquellos efluvios espirituosos tuvieron también su efecto benéfico, pues cuando murió Urraca elaboraron para ella el sepulcro de piedra más hermoso que pueda verse, y estuvo muchos años reposando en paz en él, sin que nadie molestara su descanso eterno, sin duda por miedo a llevarse unos fuertes cordonazos si así lo hacía. Al fin, más de cuatro siglos después, y tras rezar muchas jaculatorias y letanías de disculpa, un atrevido obispo abrió el sarcófago delante de toda la comunidad de monjas, y salió la fundadora tan hermosa y entera como recién fallecida, y se expandió a su alrededor un maravilloso aroma a vino tan bueno -que todos reconocieron al instante como proveniente de aquellas asechanzas aeróbicas del diablo-, que a decir de Su Ilustrísima no debió tener parangón más que con el que Nuestro Señor creó de la jarra de agua en las bodas de Canán, del que según cuentan las escrituras se podía beber sin temor a emborracharse, pues a ver quién se atrevía a  sacar faltas a semejante bodeguero.

Y una pequeña redoma con el milagroso vino de estas bodas se conservó en la capilla de San Jorge en el castillo de Olite, hasta que el príncipe de Viana, siendo muy joven, se la bebió entera en un rapto de soberbia adolescente, y desde entonces nunca, por más que bebiera, se embriagó ni un tanto así, lo cual dicen que le daba muchas facilidades para hacer caer a las damas en sus brazos, pues acababan bebiendo ellas más del doble y aún del triple de lo que les convenía para tener serena la cabeza...

En cuanto al famoso fuelle, mucho tiempo debió guardarse en la cillería del monasterio, para servir de ejemplo a monjas más propensas a caer en la tentación que la beata Urraca. Y advertidos los embajadores navarros de que tal vez pudiera encontrarse ahora en cierto museo sito en la villa de Briones, y tras despedirse muy cordialmente de tan singular abadesa, hacía allá que se dirigieron con intención de poder admirarlo, pero una vez llegados a tan insigne población, prefirieron quedarse en su muy espaciosa plaza mayor, disfrutando de la paz del lugar, y de los dulces jarabes que fabrica el signore Martini, súbdito de la muy ilustre República de Florencia, y también de unas banderillas de anchoa que quitaban el sentido. Y no lo hicieron sentados a metálicas mesas, como su categoría podía haber demandado, sino sentados en el suelo del soportal, en honor y reverencia de la muy humilde monja Urraca Díaz de Haro, cuyo ejemplo de vida es más sencillo de seguir si se intenta alcanzarlo con Martini en el gaznate y pan con anchoas en las manos.


Y daba fuerte el sol aquel día, y lo de menos era ya llegar a la corte de Castilla para parlamentar con los siempre adustos y fementidos reyes Isabel y Fernando, que nunca tuvieron ni una palabra mala, ni una acción buena. ¡Que los aguante el escuálido cardenal Cisneros, que es igual de rancio que ellos!, pensaron.

Y tras mucho cavilar, llegaron a la conclusión de que lo mejor que podían hacer era pedir asilo al esplendido maestro don Rafael López de Heredia, residente en la bella localidad de Haro, y príncipe de los cuatro evocadores países de Tondonia, Zaconia, Bosconia y Gravonia, lugares donde mora sin duda alguna la eterna felicidad.


Y me parece a mí que acertaron de lleno...

© Mikel Zuza Viniegra, 2012

viernes, 16 de noviembre de 2012

BARRUNTOS VI

Salón del arquero, redacción del diario "Arriba España"
Calle Zapatería nº 50 de Pamplona.
20 de septiembre de 1940, 6'25 h. de la mañana

-La verdad es que me sigue costando aceptar que este supuesto tesoro de los cátaros haya podido permanecer setecientos años oculto en el corazón del reino de Navarra, don Gabriel. Además, ¿quién o qué habría podido protegerlo todo ese tiempo? ¿O acaso cree usted que todavía, en pleno siglo XX, puede haber un núcleo de albigenses en Izagaondoa?


-No llegaría a afirmar tal cosa, Angel María, pues si bien es cierto que la gente de esos valles tiene en su buen carácter algo especial que los diferencia de la de otros lugares, yo no lo achacaría más que al maravilloso entorno en el que tienen la suerte de vivir. Pero también es cierto que éste permanece prácticamente inalterado desde el medievo, así que tampoco apostaría a que no hubiese podido sobrevivir allí -una vez que sus correligionarios fueron exterminados en el Languedoc-, algún tipo de círculo secreto mantenedor de tales creencias. En cualquier caso muy pronto, si estás de acuerdo, podremos salir de dudas, pues tenemos que poner esta extraña misión en marcha cuanto antes, en quince días a más tardar.

-¿En quince días? ¿Y por qué esas prisas? Digo yo que si este asunto lleva latente siete siglos, bien podría esperar unos meses o incluso unos años más...

-Bien hubiese podido ser, efectivamente, que todo esta cuestión permaneciese tan quieta como hasta ahora, si la Ahnenerbe no se hubiera mostrado, como vamos viendo, tan interesada en esta pista cátaro-navarra. Pero el MI 6 británico ya sospechaba de ciertos movimientos que se estaban dando en esta zona, recelo confirmado por una reciente noticia sobre los planes de protocolo de la Reichssicherheitshauptamt Oficina Central de Seguridad del Reich para los próximos dos meses: resulta que el 19 de octubre próximo el Reichsführer Himmler se detendrá en Alsasua de camino a Madrid, y aunque no sabemos si esta sorprendente visita puede estar o no relacionada con el Grial, pensamos que, por lo que pudiese ocurrir, es mejor adelantarse a una posible acción de los nazis para averiguar qué puede haber de cierto en las suposiciones histórico-legendarias del  obersturmführer Rahn.

-¿Y no pueden los ingleses confirmar si Rahn acompañará a Himmler en ese viaje?

-Ahí quería yo llegar, Angel María. Me temo que él ya ha emprendido otro viaje. Y uno del que no se vuelve jamás, pues aunque las autoridades alemanas han pretendido tapar el escándalo y no hubo reacción oficial alguna, el espionaje británico asegura que tras abandonar las SS, Otto Rahn murió en marzo del año pasado en insólitas circunstancias: congelado en la cima del monte austriaco Wilden Kaiser...

-¿Y a pesar de ello cree usted que las SS siguen interesadas en ratificar las ensoñaciones de Rahn?

-Lo que yo crea no es importante. El hecho cierto es que en Londres no están dispuestos a que los nazis se hagan con un posible elemento disuasorio que desequilibre todavía más en su favor la balanza armamentística  en esta guerra.

-Se me hace difícil pensar en el Grial como un arma destructiva, don Gabriel.

-No sé qué decirte. Quizás lo sea o quizás no. Puede que tan sólo sea la fuente de un poder de convicción en la Victoria como el de aquellos caballeros del siglo XIII que marcharon a Ultramar para recuperar la tierra donde había vivido Jesucristo. Ellos creían ciegamente en que si el Grial o la Vera Cruz eran mostrados en el campo de batalla, los enemigos huirían aterrados.

-Sí, y Saladino se encargó de demostrarles lo equivocados que estaban...

-Quizás porque aquél no era el verdadero Grial. Quizás porque éste estaba ya en Navarra, bajo la protección de otro rey cruzado distinto al de Jerusalén: su majestad Sancho VII el Fuerte.

-Está bien, aceptemos todas estas conjeturas y confiemos sobre todo en la información que le ha proporcionado el Foreign Office sobre la intención de viajar a España de Heinrich Himmler. ¿Cree usted que una visita de carácter diplomático como será ésta podría ir acompañada de un despliegue de soldados alemanes en Navarra? Podemos dudar de la cordura del Reichsführer, pero no de su inteligencia, y vuelvo a recordarle que España sigue siendo un país neutral, don Gabriel.

-Tu ingenuidad es verdaderamente digna del caballero Perceval, Angel María: no le hará falta ordenar despliegue alguno, porque los soldados alemanes ya están en Navarra. ¿Cómo has podido olvidarlo? Revisa el archivo de tu propio periódico y mira la portada del día 9 de julio de este mismo año. ¿Recuerdas? Lo escribiste tú mismo:

"...La ciudad les había llamado en el día más grande y alegre de su calendario familiar. Quería honrar a los héroes de la tierra amiga con la sencillez entrañable y cordial de los que hace tres años empezaron la salvación de Europa para los que ahora la están felizmente coronando. Mientras el Ayuntamiento obsequiaba a los jefes con un vino de honor, a los soldados les rodeaba en la calle la más viva y exaltada simpatía. Sobre los autos grises, avezados a la guerra, racimos de mozos ofrecían a los alemanes, sonrientes y llenos de estupor, el vino caliente y bravo de nuestra tierra. Más allá, al son de las gaitas, mozos con el gorro militar alemán y soldados alemanes con las boinas, los sombreros de paja y los rojos pañuelos al cuello, bailaban la jota más frenética y bulliciosa. Durante un día, sajones, prusianos, bávaros y turingios fueron pamploneses de corazón. El cariño es capaz de estos imposibles.
Donde culminó el homenaje fue en la plaza de toros, mientras el diestro Curro Caro les brindaba su mejor toro. Todos los espectadores en pie, les ovacionaron largo rato. Sonaban el Himno Nacional y el "Deutschland Deutschland Über Alles" y todo se puso a tono: el sol y la lidia, los corazones y el entusiasmo."

 -Pero son convalecientes, incluso están alojados en la misma ala del Seminario que sirvió como Hospital Alfonso Carlos durante nuestra propia guerra. No puede ignorar el convenio al que ambos países llegaron para que los heridos fuesen atendidos, salvaguardando las garantías de que no introducirían armas en territorio nacional.



-Antes que heridos son soldados, Angel María, entrenados para obedecer órdenes en cualquier momento, y ya llevan tres meses entre nosotros... Es cierto que no hemos podido ratificar nuestras sospechas sobre ellos, pues apenas salen del término municipal, pero creemos que el peligro principal viene de su comandante, el mayor Heinrich Strasser, un hombre muy cercano a Himmler, y que antes de alistarse fue profesor de literatura medieval en la Universidad de Leipzig. Sabemos que con la excusa de entretener su estancia, y aprovechando su cercanía actual al obispado, solicitó hace unas semanas que se le permitiera consultar y traducir a su lengua ciertos tomos del Archivo Catedralicio. ¿Adivinas cuáles son?

-No me lo diga. Los mismos que estudió Otto Rahn, ¿a que sí?

-Efectivamente. Por lo tanto el MI 6 cree que no podemos esperar más. La semana que viene, en diez días a lo sumo, doce hombres llegarán para ayudarnos a desentrañar definitivamente todo este enredo. Parece que se trata de un comando experimentado en todo tipo de acciones bélicas, pues se trata de minimizar todos los riesgos posibles, pero si no quieres seguir adelante, lo entenderé perfectamente...

-¿Abandonar ahora? Ni lo sueñe, don Gabriel, yo no me quedo sin saber qué hay de cierto en todo este embrollo medieval. Pero sigo sin comprender cómo pretende usted introducir soldados ingleses en territorio neutral...

-Se harán pasar por profesores y estudiantes irlandeses de la universidad de Dublín. De hecho, para no levantar suspicacias, volarán a Bilbao desde su muy neutral Irlanda. Contamos a nuestro favor con el absoluto desconocimiento de la lengua inglesa que padecemos por estos lares para que nadie repare en el acento de nuestros hombres, que de todas maneras supongo que serán de pocas palabras. El que tú domines a la perfección su idioma también nos facilitará mucho las cosas. Pero por si acaso uno de ellos será un verdadero irlandés. Sólo me han informado por encima, pero se trata de un tal Devlin. Un militante del IRA condenado a muerte por la Justicia Británica al que se le ha concedido la oportunidad de rehabilitarse participando en esta operación. Ya ves que tienen todo muy bien planificado...

-Sí, todo menos entender qué pintan en Pamplona doce profesores y estudiantes irlandeses, don Gabriel...

-Pues asistir a un ciclo de conferencias sobre erudición, bibliofilia y literatura en relación a un libro de reciente aparición que reúne precisamente esas tres condiciones: "El coqueto don Sancho Sanchez". ¿Te suena?



[Continuará...]

© Mikel Zuza Viniegra, 2012

lunes, 5 de noviembre de 2012

BARRUNTOS V

Salón del arquero, redacción del diario "Arriba España"
Calle Zapatería nº 50 de Pamplona.
20 de septiembre de 1940, 5'35 h. de la mañana

-¿Y cuál pudo ser ese lugar? ¿Tudela? Lo juzgo demasiado expuesto para ocultar algo tan llamativo. Al fin y al cabo era la capital efectiva del reino, pues Sancho VII había tenido que vender su palacio de Pamplona al obispo...

-Opino como tú, Angel María. Y tampoco la otra ciudad merecedora de ese nombre en la Navarra de aquella época -Estella-, supondría un buen escondite para el supuesto tesoro cátaro. El rey hubiera tenido que dar demasiadas explicaciones. No. El lugar que  según Otto Rahn les entregó  era tan pequeño y tranquilo que no levantaría la más mínima sospecha. Y además estaba bien comunicado, muy cerca del camino de Santiago, apenas a cinco leguas de Pamplona  y en la ruta de salida al Pirineo por si se presentaban problemas. Se trata de Basabe.

-¿Basabe? Jamás oí ese nombre...

-Porque ya no existe, apenas quedan unas ruinas visibles.Y porque nunca fue un pueblo, sino un santuario situado cerca de la aldea de Najurieta, en el corazón de los valles de Unciti e Izagaondoa. Precisamente en aquel mismo momento debió colocarse la primera piedra de un templo dedicado aparentemente a Nuestra Señora, que acabó logrando en el contorno fama de milagroso, sobre todo para curar las afecciones de la piel. Pero Rahn opina que este peregrinaje de los pueblos de la zona debió ser una simple coartada para salvaguardar el verdadero culto que allí se practicó: el de un pequeño núcleo de cátaros  asentados bajo la protección del rey de Navarra, que habrían llegado huyendo de la persecución a la que se les sometía en el Languedoc.

-¿Pero qué pruebas tiene para pensar semejante cosa?

-Las que creyó hallar en su visita relámpago del año 1935 a Navarra, Angel María. Por la información que he podido recabar, buscaba documentos que corroboraran sus tesis, y parece que creyó hallarlos en el Archivo de la Catedral de Pamplona, donde consultó minuciosamente los referidos al obispo Guillem de Saintonge, un francés que rigió la diócesis entre 1216 y 1219, caracterizado fundamentalmente por su rigidez y fanatismo dogmático.

-No me diga que encontró allí pruebas de que los cátaros efectivamente se refugiaron en Basabe...

-Bueno, ya estás viendo que a  nuestro querido Otto nunca le hicieron falta testimonios demasiado contundentes para tratar de certificar sus teorías, pero la verdad es que en este caso concreto sí que descubrió algo ciertamente curioso: un breve del obispo Guillem ordenando la excomunión del rey Sancho si éste persistía en su empeño de ayudar a los herejes. Pero el monarca no cedió en este primer momento, y por eso tuvo su reino en entredicho durante diez meses, con el riesgo terrible que ello suponía, pues Castilla podía aprovechar la ocasión para hacerse definitivamente con él. Aunque también es cierto que el obispo, impuesto por Roma precisamente para controlar la infiltración de herejes en Navarra, sabía que el rey no se atrevería a mantener el pulso demasiado tiempo, pues no en vano no era ésta la primera vez que el papado amenazaba con medidas extremas a la dinastía Ximena, a la que no había reconocido su condición regia más que tras la participación de Sancho VII en la cruzada de Las Navas.
Sin embargo el rey de Navarra era mucho más testarudo que su padre Sancho VI el Sabio o que su abuelo García Ramirez, y no soportaba de buen grado la soberbia de los legados pontificios, así que finalmente -no se sabe si por no verse obligado a devolver el dinero cobrado ya a los perfectos cátaros, o porque verdaderamente se compadeció de ellos-, alcanzó un acuerdo con el obispo que garantizaba que los recién llegados permanecerían bajo la protección real, aunque también tuvo que transigir con el imperativo mandato de Roma y admitir que todos ellos residieran siempre en un mismo lugar, sin posibilidad de abandonarlo jamás. Las tropas del rey -aun a regañadientes-, serían las encargadas de hacer cumplir, incluso con sangre si fuese preciso, las cláusulas más duras del tratado que, más que con el obispo, fue firmado en realidad con el mismo Papa.

Al poco tiempo murió el obispo, que fue sustituido en la silla de San Fermín por Remiro de Navarra, a la sazón hijo bastardo de Sancho VII, quien lógicamente no se mostró nada interesado en sacar a la luz los pactos secretos de su padre con los herejes, pero que tampoco hizo nada,que sepamos, por revocar las duras condiciones recogidas en el documento.

El caso es que en esos tres breves años de su pontificado pamplonés, y bajo su única y estricta responsabilidad, el obispo Guillén ideó un sistema mediante el cual su clero más fiel podría vigilar los asentamientos cripto-cátaros de Izagaondoa. Para ello hizo colocar en las iglesias de los pueblos más cercanos una señal que todos los buenos católicos pudiesen comprender y los herejes identificar. Se supone que debió haber más, pero hoy en día sólo conservamos tres. Así lo demuestra este curioso documento recogido en su cartulario:

"Yo, Guillem, obispo de Pamplona. Investido del temor y reverencia a Dios misericordioso, Uno y Trino, Señor todopoderoso de todos los hombres y criaturas que pueblan la tierra. A todos los que esta carta leerán u oirán. Salud. Sépase como en los últimos tiempos ha sido introducido el lobo rabioso en el redil de los pacíficos fieles navarros, y dispuesto como estoy a arrancar esa mala hierba de la herejía del jardín florido de la fe católica, apostólica y romana, he ordenado que todos aquellos que sirven a Satanás, renunciando por su propia y nefasta voluntad a postrarse ante la Divina Majestad de Cristo, sean apartados de la comunión de los fieles, y sean obligados a morar todos juntos, y no puedan salir nunca de allí, hasta que olvidados por la Providencia y por los buenos cristianos, sea borrada hasta la más mínima huella de su podrida existencia terrena, para pasar a ocupar eternamente las moradas infernales que sin duda alguna merecen Sea anatema para quien se atreva a traspasar la sagrada señal de la Trinidad. Y caiga esta misma maldición sobre cualquiera que ose ayudarlos, bien sea noble o labrador. Dada en Pamplona, a 12 de septiembre de 1217".

-Vaya, parece que el obispo Guillem no se andaba con chiquitas, don Gabriel. Pero dígame: ¿qué señal fue esa que eligió?


-Pues desde luego escogió una que molestase especialmente a los recién llegados del Languedoc: el símbolo de la Santísima Trinidad. Alguien, probablemente el propio obispo Guillem, debió hacer una discreta visita, y allí, en la iglesia más antigua de la zona -la de Artaiz, construida hacia 1140-, debió reparar especialmente en uno de sus capiteles, que fue el que le dio la idea del signo que debía emplear para su propósito de advertencia. Mirando la portada de frente, a la izquierda, aparece tallado un hombre de tres caras. El rostro central se mantiene sereno, pero los dos laterales soplan sobre unas volutas que se transforman en cabezas humanas. ¿Qué te parece, Angel María?

-Me parece lo que me ha parecido siempre, porque por supuesto he estado muchas veces en Artaiz, y ese capitel siempre lo interpreté como la representación perfecta del capítulo 2, versículo 7 del Génesis. Recuerde, don Gabriel: "Entonces Jehová formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente".

-Bien, ese sería Adán, pero ¿y la otra figura? Recuerda que Eva nació de una costilla...

-No se puede pedir demasiado rigor teológico a un cantero medieval. Sólo pretendió plasmar la creación del primer hombre y de la primera mujer, y creó que lo logró con creces.

-Puede que tu explicación sea la más correcta, sí, pero a los efectos que nos interesan, lo que el obispo Guillem creyó ver en ese capitel fue un símbolo trinitario, y por eso lo escogió como emblema. En primer lugar ordenó esculpirlo a mucho mayor tamaño que el original, para que todos pudiesen verlo sin dificultad. De ahí ese enigmático canecillo del alero que llama tan poderosamente la atención. Pero por si aún así no era suficientemente comprendido el mensaje, no dudó en representarse a sí mismo en el relieve colindante, escenificando con su brazo en alto la prohibición para los cátaros de traspasar aquella barrera....



Y no se detuvo ahí, sino que como te he dicho, ordenó tallarlo también en otros templos cercanos. En cada lugar según el arte que tuviera cada cantero encargado de tal labor. Que sepamos lo hicieron en el de Garitoain -hoy en día un despoblado a las afueras de Monreal-, y en el de Iriso, una de las pequeñas localidades que componen el valle de Izagaondoa.






 Pues bien, en esa visita relámpago de Otto Rahn a Navarra, parece que tuvo tiempo de ir personalmente a esos lugares, y con sus impresiones elaboró un completo informe y un mapa para el alto mando de las SS. Y gracias a nuestros eficaces amigos del MI6 británico disponemos de una copia fotográfíca de ese mapa.
Observa, Angel María, resulta que Basabe está situado justo en el centro geográfico exacto del reducido triángulo que forman esos tres puntos señalizados con el sagrado símbolo de la Trinidad, que debieron marcar los límites que los cátaros no estaban autorizados a traspasar :


-Absolutamente sorprendente, don Gabriel. Pero ¿por qué Rahn escribe "Basabe" de ese modo tan extraño? Porque resulta evidente que, como todos los de Navarra, ese es un topónimo de origen vasco. Y, según creo, quiere decir "bosque frondoso" o quizás "en lo más profundo del bosque".

-Estoy completamente de acuerdo contigo, pero como ya hemos comentado, al obersturmführer Rahn, las explicaciones más sencillas siempre le parecieron las menos creíbles, así que buscando confirmar de nuevo su teoría de que los cátaros descendían en realidad de los antiguos germanos, creyó que Basabe era nada menos que una corrupción de dos términos alemanes: "Bass-Habe". Que significan "está debajo" o "Lo tiene debajo". 

-¿Pero el qué?

-El Grial, naturalmente...

[Continuará...]

© Mikel Zuza Viniegra, 2012