domingo, 29 de julio de 2012

MIRAD LAS AVES DEL CIELO


Palacio de Olite, 30 de julio de 1463

Martín no conoció la época dorada del rey Noble, pero sí que oyó hablar de aquellos tiempos y de su añorada magnificencia a su padre y a su abuelo que, a su pequeña escala, compartieron todo aquel esplendor y gloria.

No en vano su familia lleva ya décadas desempeñando el muy honroso oficio de pajareros reales. Por eso ahora le da tanta pena ver convertido aquel vergel en prisión, pues las lujosas habitaciones, cuajadas de ángeles pintados, escudos labrados, lazos de yesería morisca y blancos lebreles, no son ahora más que una gigantesca mazmorra de donde la princesa Blanca no saldrá más que para cruzar los Pirineos en pos de una segura muerte a manos de su envidiosa hermana Leonor. Así lo ha decretado el malvado padre de ambas, el usurpador Juan II.

Y bien que él, que la conoce desde que eran niños, pues tienen la misma edad, intenta entretener su encierro haciendo que las aves cantoras que pueblan los nidos del patio de la pajarera entonen con sus trinos canciones tan bellas que ningún juglar o maestro de música, ni siquiera los más talentosos, alcanzarían jamás a componer. Y las notas a las que no llegan aquellos alados intérpretes, las suple Martín utilizando alguno de los fabulosos silbatos de reclamo heredados de su abuelo, de tal suerte que cuando comienza aquella mágica sonajería, detienen su labor para escucharla todos los que dentro de aquellos muros se esfuerzan en sus afanes, es a saber: cocineros, panaderos, botelleros, pasteleros, jardineros, albañiles, guardias, secretarios, mayordomos y amas de cría. Bueno, todos, no, que el rey Juan y su segunda esposa, doña Juana Enríquez, son sordos, pero no de los oídos, sino de sus corazones, que es enfermedad mucho más grave e incurable.

Y tiene jurado la reina que, muy pronto, en cuanto la infanta salga del castillo, ha de hacer matar a todos aquellos pájaros para que el silencio se adueñe de todo el palacio, pues ya se sabe que son todos los tiranos muy amigos de la paz de los cementerios. Así que ordena a su chambelán que acelere la partida de Blanca, que es fijada para dentro de una semana...

Y la mala nueva cae en el corazón de Martín como una pedrada en el centro de la vidriera más hermosa de la catedral, aunque también le anima a acelerar ciertos preparativos...

Y es que hace durante el día agitarse grandemente a todos los emplumados súbditos del patio de la Pajarera, e invocando a  San Antonio, comienza por las cigüeñas, luego por las águilas, grullas y garzas, sigue con las avutardas y los gavilanes, y con las lechuzas, mochuelos y grajas. Y hace después batir las alas de las urracas, de las tórtolas y de las perdices, y también de las palomas, de los gorriones y de las codornices. Y de los cucos, de los milanos, de los burlapastores y de los andarríos, y como no, de los canarios, de los ruiseñores, de los tordos, de los bifaros y de los mirlos. Y para que no falte ninguno, también de los verderones, de las cardelinas, de las cucurujadas y de las golondrinas, y hasta en honor a la regia dinastía de la infanta, le añade asimismo plumas de pavo real, que desde tiempo inmemorial adornan la cimera de los Evreux...




Y recoge con mucho cuidado todas las plumas que tales ejercicios han hecho caer al suelo, y llena con ellas muchos sacos, que traslada rápidamente a su habitación en la torre, naturalmente, de las Cigüeñas. Y allí pasa todas las noches cosiéndolas a un fino, pero a la vez resistente telón de seda que ha robado de las habitaciones de la reina. Y termina su trabajo añadiéndole unas fuertes correas del más recio cordobán, justo la madrugada del día en que se cumple el fatídico plazo.

Muy sigilosamente, con la tela muy bien plegada a su espalda, se dirige entonces hacia la habitación donde dos fornidos guardias custodian la puerta tras la que se halla la princesa y, sin dejarse ver, saca de su bolsillo otro de aquellos maravillosos silbatos: precisamente el que atrae a las bandadas más compactas de laboriosos pájaros-carpintero que, como salidos de la nada, y en medio de un ruido ensordecedor de golpeteos rítmicos y uniformes, comienzan a picotear vorazmente a los dos esbirros, que huyen espantados por el corredor.

-Sal ya, Blanca, soy Martín.

-Debo estar loca por hacerte caso. ¿Por dónde huiremos, si todas las salidas están tan fuertemente vigiladas?

-Todas no, confía en mí...

Y suben ambos vertiginosamente a lo más alto de la torre del Homenaje, mientras comienzan a oír gritos que alertan de su fuga. Y ya en la terraza, despliegan la tela, se atan con las correas y, cogidicos de la mano, se lanzan desde las almenas al vacío -igual que en su tiempo hizo doña Isabeau d'Anjou en pos de su enamorado Etienne de Navarra-, planeando por encima de los desencajados reyes, de la muralla junto al portal de Fenero, del jardín, de las huertas y de los muros que rodean la propia villa de Olite.

Y antes de tomar tierra, que es el mayor peligro en esta clase de vuelos, saca Martín un último silbato de su bolsa. Este es de oro macizo: el que controla a todas las aves del patio de la Pajarera, cuya red ha dejado abierta a propósito para librarlas de la sentencia de la reina. Y al oír aquella agudísima nota, salen todos aquellos pájaros en perfecta formación y toman la misma trayectoria que los dos huídos, no sin antes picotear todos ellos con saña a don Juan y doña Juana, que es fama que además quedaron también cubiertos de guano, que es material muy apropiado para tratar a  los déspotas.

Y después, todas juntas, sostuvieron con sus garras aquellas aves el emplumado telón, para que el aterrizaje fuese tan suave como la piel de las princesas de Navarra. Y dicen que aconteció tal suceso allá cerca de San Martín de Unx. Y que parándose únicamente a refrescarse un momento con el dulce clarete de aquella tierra, desaparecieron luego Martín y Blanca para siempre, pues las aves del cielo no tienen pertenencia más preciada que su propia libertad.

Y quien les oyó brindar en aquella ocasión, escuchó al joven dedicar a la infanta estas palabras:

-"Sois tan hermosa, Blanca... 
Y digo como Platón: que el que contempla con sus ojos la belleza, no es ya tributario de la muerte, sino de la Naturaleza, cuya belleza ha comprendido por fin..."


Y la princesa no pudo entender jamás (ni le importó gran cosa) cómo un humilde pajarero pudo llegar a conocer las teorías de aquél  famoso sabio griego. Y él agradeció siempre a San Antonio que nunca se lo preguntase, pues, por no mentirle, habría tenido que explicarle que esa era la frase exacta que su hermano Carlos, el príncipe de Viana, empleaba una y otra vez para halagar a sus muchas amantes, cuando las citaba junto a los airosos arcos de la galería del castillo de Olite, bajo la cual, muy silenciosamente para no ser advertido, cuidaba Martín su alado reino de la Pajarera.


Y es cierto que, al principio, no entendió gran cosa de aquel proverbio del tal Platón. Pero que luego, tras escucharlo tantas veces y aprendérselo de memoria, acabó estando totalmente de acuerdo con él, pues sin duda no hay encanto mayor que el de la naturaleza salvo, quizás, el de alguna infanta de Navarra...

Canción de San Antonio

© Mikel Zuza Viniegra, 2012

jueves, 26 de julio de 2012

SANTA CATALINA DE BEROIZ II PAMPLONESA DE NACIMIENTO



 En muy contadas ocasiones, tratándose de asuntos de los que han transcurrido siglos, una X marca el lugar bajo el cual se esconde indefectiblemente el tesoro, como muy bien sabía el profesor Jones:

 

 Pero justamente hoy parece que es una de esas raras y felices ocasiones:

 

 Y ello gracias a dos informaciones que me han llegado, si no caídas de los cielos, supongo que sí con la venia de cierta señora nativa de Alejandría, que se las tuvo tiesas con todo un emperador romano...

 La primera de ellas es la que amablemente me proporciona mi amigo Simeón Hidalgo, secretario de la Asociación Grupo Valle de Izagaondoa, que sabe tantísimas cosas sobre aquellos lugares y que además no le importa compartirlas.

 Si recordáis, en mi anterior entrada me ocupé de la talla medieval de Santa Catalina de Beroiz, que cuenta con la particularidad de ir enmarcada por una tabla pintada en la que aparecen representadas tres mujeres: dos monjas clarisas y una dama que responde al nombre de Catalina Garcia, como atestigua la inscripción que las acompaña.

 Intenté aportar una serie de posibilidades sobre cómo habría ido a parar esta imagen a Beroiz, si no había nexo de unión conocido, no ya entre el matrimonio L'Escluse-García (al que yo adjudico el encargo de la obra) e Izagaondoa, sino tampoco entre las monjas franciscanas y aquella zona.

 Bueno, pues al menos en este último punto andaba yo muy equivocado, porque como me advierte Simeón:

-"Resulta que estas tierras de Iriso y Beroíz, con toda seguridad las de Beróiz, pertenecían a las monjas de Sta. Engracia de Pamplona y como tal tenían el derecho de presentación del vicario cuando la sede parroquial quedaba vacante. El documento pertinente está en el Archivo Diocesano de Pamplona en Procesos. Secr. Treviño C/416- Nº 20 y tiene 78 folios. 

Su resumen es el siguiente: 

"BEROIZ - 1652
 Abadía vacante en Beróiz, por muerte de su poseedor, D. Carlos de Turrillas Iriarte. La presentación toca al convento de Sta. Engracia de Pamplona y su priora y monjas lo hacen a favor de D. Miguel de Mendía, abad de Iriso, siéndole adjudicada y uniéndose las dos abadías."

 Y me aporta otro dato muy interesante: y es que recuerda como la familia Larraya, que desde tiempo inmemorial vive en Iriso (pueblo vecino del de Beroiz), le contó como hasta hace unos años, unas monjas pasaban todos los veranos en aquella aldea...

 Ahí reside pues la relación entre las Clarisas del desaparecido monasterio de Santa Engracia de Pamplona (que desde 1804 y hasta hoy, se mantiene en Olite), y el humilde lugar de Beroiz.

 Pero aún hay más: al abrir hace un rato mi blog, me encuentro un comentario anónimo que dice lo siguiente:

-" Para atizar un poco más el fuego: El convento de Santa Engracia de Pamplona se hizo con el señorío de Beroiz a fines del siglo XVI (hacia 1580, por impago de deudas de su propietario Juan de Beroiz) y se mantuvo en su posesión hasta la desamortización de mediados del siglo XIX. Tras la demolición del edificio de Pamplona en 1794 las clarisas se habían trasladado a Olite".

Y esto ya es casi una confirmación total de mi teoría: que la Santa Catalina que se veneró en Beroiz llegó desde el convento de Santa Engracia de Pamplona, dueño de aquella aldea al menos desde el año 1580.

Probablemente el cambio de modas estéticas motivó que la imagen quedara arrinconada en su lugar de origen, hasta que alguna monja de buen gusto (en la época barroca, de tan horrible estilo artístico, también habría alguna más medievalizante, digo yo) decidió enviarla a Izagaondoa, para adornar con semejante joya el ajuar parroquial de su propiedad de Beroiz, que lamentablemente hoy en día está así por la incuria de sus actuales dueños, sean quienes sean:

 

Así pues, la hermosa Santa Catalina de Beroiz sería el único testimonio que nos ha llegado de los enseres litúrgicos medievales que guardaba el poderoso convento de Santa Engracia de Pamplona, erigido hacia 1230 junto al puente que todavía hoy lleva su nombre, al lado del que hoy conocemos como "de Cuatrovientos".


De su importancia nos habla el que fuese el primer monasterio de Clarisas erigido fuera de Italia, y también el que fuese constantemente favorecido por los reyes de Navarra y por los nobles y oficiales más destacados de su corte, como sin duda lo fueron don Jean de L'Escluse y su mujer, doña Catalina García.

Quiero agradecer nuevamente a Simeón Hidalgo y al anónimo (o anónima) comentarista de mi blog, su inestimable colaboración en la resolución de este pequeño gran enigma medieval. No cabe duda alguna de que Santa Catalina, que fue ella misma tan inteligente, favorece hoy y siempre a los que se estrujan las meninges en su honor. Sea su memoria por siempre bendita y alabada.

Y aunque todo haga indicar que esta Santa Catalina nació en la vieja Iruña, estoy bien seguro de que se sintió en Beroiz como en casa, como les ocurre a todos los que visitan Izagaondoa, que es lugar provisto de todo bien.

Y como esto no puede quedar así, me comprometo a dar toda la lata que sea necesaria, donde haga falta, para que esta imagen se exponga permanentemente en la inminente remodelación del Museo Diocesano. No faltaba más.

 

En memoria de mis tatarabuelos Salvador y Miguel Fermín Murillo, que nacieron y vivieron en Beroiz, y seguro que algo debieron pedirle también a Santa Catalina...

 © Mikel Zuza Viniegra, 2012

martes, 24 de julio de 2012

SANTA CATALINA DE BEROIZ

El de hoy tampoco es un cuentico al uso. Es otra de mis elucubraciones histórico-artísticas sobre piezas que me llaman especialmente la atención. Como de costumbre, no puedo aportar pruebas, pero la erudición alucinada es una rama muy gustosa de la imaginación…

Beroiz, lugar del valle de Izagaondoa, que debe hacer por lo menos tres o cuatro entradas que no salía en estos escritos míos, es hoy en día un despoblado que se abandonó hace décadas. Siguiendo a Fernando Hualde, que se ha ocupado varias veces de él en su sección semanal sobre patrimonio del Diario de Noticias y en su blog sobre despoblados, podremos saber que:

“Fue un señorío cuya primera referencia documental la encontramos en el año 1142 como sobrenombre locativo del senior Aznar Galíndez, senior de Beroiz. Si bien, es a partir del siglo XIII cuando podemos acreditar documentalmente que este lugar estuviese habitado; y, curiosamente, es en el siglo XIV cuando, por vez primera, lo vemos deshabitado, tan sólo temporalmente. En 1427, sus dos vecinos estageros no debían de pagar pecha alguna, ni ninguna otra carga señorial. Los censos de población nos indican que en 1553 Beroiz tenía tres fuegos; en 1678 tan sólo un fuego; en 1786 vivían 19 personas; 20 en 1824; 21 en 1858; 23 en 1887; 19 en 1930; 18 en 1940; 16 en 1950; y 9 en 1960. A partir de ese momento, por segunda vez en su historia, vuelve a figurar como un lugar deshabitado. Básicamente consta de tres edificios: la iglesia de San Martín, la casa nueva (frente a la iglesia), y el palacio (a una cierta distancia de los otros dos). El edificio mejor conservado en los primeros años del siglo XXI es la iglesia. Este edificio carece de culto y está habilitado para acoger en su interior al ganado. Donde antes hubo bancos, hoy hay comederos. La casa nueva es el siguiente edificio mejor conservado; pese a ello está en ruina total. Tan solo está accesible la planta baja, usada por el ganado, y no es recomendable entrar en ella, pues el peligro de derrumbe es grande. Sobreviven los restos de un viejo horno de pan. El palacio es el edificio peor conservado; su interior es prácticamente inaccesible; y, por supuesto, que la recomendación es que no se intente. En el Museo Diocesano de Pamplona sobrevive una talla de Santa Catalina, del siglo XIV, procedente de dicha iglesia.”

Blog de Fernando Hualde

Esa mencionada imagen de Santa Catalina se conserva, efectivamente, en el Museo Diocesano de la catedral de Pamplona. Digo “se conserva” y no “se muestra”, porque desgraciadamente se retiró de la exposición hace muchos años, y desde entonces se guarda en el almacén habilitado en el hasta ahora inaccesible palacio románico, que por cierto muy pronto podrá al fin visitarse.

Y es una auténtica pena que esta talla permanezca oculta, porque posee unas características que la hacen muy especial dentro de la imaginería medieval navarra. Y es que la santa aparece enmarcada por una tabla en la que aparecen tres figuras y una inscripción que aclara quien fue la persona que encargó la obra. Y no nos quedan muchas piezas de aquella época en las que aparezca retratada su donante…

Santa Catalina de Alejandría, mártir cristiana del siglo IV, fue mujer famosa por su inteligencia y belleza. Se negó a acatar las órdenes del emperador Majencio que obligaban a todos los habitantes de aquella ciudad a hacer sacrificios a los dioses paganos, y por ello fue torturada atándola a una rueda con cuchillas incrustadas, que cuenta la leyenda aurea que se rompieron al contacto con el cuerpo de la santa. Pero el malvado emperador no se quedó conforme y ordenó decapitarla, por eso aparece siempre representada con esos dos atributos de su tormento, y con Majencio vencido a sus pies. En el caso de Beroiz además, y aunque no sabemos si la policromía es la original, y por tanto no sabemos si el color rubio de su pelo y sus cejas es el primitivo, la toca blanca que lleva haría referencia a su virginidad, el color verde de su vestido a su sabiduría y el rojo del manto a su martirio, que le abrió las puertas del Cielo, al que aludirían las estrellas de ocho puntas que rodean a la figura. Se la consideró siempre como la abogada de las jóvenes casaderas, de los teólogos y los filósofos, también de aquellos cuyos oficios estaban asociados a la rueda del martirio de la santa, como carreteros, molineros, alfareros, hilanderas y barberos, en este último caso relacionándolos con las cuchillas que se engarzaron en ella. También fue protectora de todos los que se hallaban en trance de muerte…

 



Como podemos ver, se trata de una escultura soberbia, tan distinguida y elegante como muchas tallas marianas contemporáneas suyas. Quizás muchas de ellas también tuvieron una tabla policromada que les sirvió de marco, o quizás formaban parte todas ellas de unos retablos más amplios, pero que yo recuerde, hoy no se conserva en Navarra más que ésta de Beroiz. Desde luego entre las que se conservan en el Museo Diocesano no hay ninguna otra. De las tres figuras pintadas que, arrodilladas y pasando las cuentas del Rosario, veneran a Santa Catalina, vemos que dos son monjas franciscanas, pues ambas llevan el cordón característico de tal Orden religiosa. Una, la de la toca blanca, es evidentemente una novicia:



La otra es ya una monja profesa (y si se me permite el “donjuantenorismo”, de rostro muy bello, por cierto), y por eso lleva toca negra:

 

La tercera mujer representada es la más importante, por eso aparece con un llamativo manto de color rojo, adornado con un lujoso escapulario o quizás con lo que pueda ser el emblema de una Santa Cofradía (dentro del hexágono del que cuelga un cordón casi como de capelo cardenalicio, parece haber una letra inicial mayúscula). Justo debajo aparece la ya mencionada inscripción que nos aclara quién hubo de ser esta importante dama:

 

Esta imagen fizo fazer doña Catalina García

Así pues, como era costumbre, la donante encarga una talla de su santa protectora, con la que comparte nombre, para que los rezos de la comunidad también vayan dirigidos a la salvación de su alma. Naturalmente cualquiera no podía, en aquella época, encargar una obra artística como esta, y sólo las más importantes o adineradas familias podían costear empresas similares. En todo caso, un nombre y apellidos tan comunes como Catalina García no ayudaría precisamente a identificar a la dama del emblema…

Reconociendo de antemano que me interno en mi siempre querido terreno de las hipótesis, voy a intentarlo…

La talla de la que me estoy ocupando es inequívocamente de un siglo XIV avanzado, aunque quizás el maestro escultor muestra resabios todavía de un gótico primitivo, de ahí la frontalidad mayestática de la figura. Pero que el autor no fuese demasiado hábil, artísticamente hablando, o que permaneciese adherido a unos usos tirando a antiguos, no empaña en absoluto, a mí juicio, su forma de hacer las cosas, y la realización de esta obra sigue necesitando la participación de una familia de buena posición en la Navarra de aquella época…

Los secretarios reales eran personas de confianza del soberano, encargados de misiones delicadas y peligrosas en muchos casos, pero sobre todo redactores de los documentos regios, tanto secretos como patentes. Eran por tanto excelentes calígrafos, y sobre todos ellos destaca la figura de Jean de L’Escluse, un clérigo francés que debió llegar a Navarra de la mano del infante Carlos, pero que ya había trabajado para el rey Carlos II en Normandía, para quien copió el libro “Confort d’ Amí”, que el poeta Guillaume Machaut había escrito para él. Tras permanecer varios años rehen del rey de Francia, el año 1381 el futuro Carlos III regresó a su reino, y ya desde entonces comenzó a confiar sus papeles a Jean.

Precisamente los primeros testimonios de esa presencia en Navarra de L’Escluse datan del año 1383, llegando a redactar las cartas del príncipe en 1387. Tras el acceso al trono de Carlos a finales de ese mismo año, L’Escluse continuó con su papel de secretario regio de plena confianza del monarca, como demuestra que éste, en 1392 le concediese un donativo de 200 florines para la compra de unas casas.

Que tenía interés en que secretario tan hábil permaneciese a su lado, lo demuestra un documento del año 1396, por el que Carlos III le otorga 400 florines para que se case “en atención a los servicios que dicho Jean le había prestado en Normandía, y a los que prestó a su padre Carlos II en el mismo lugar, así como en reparación de los daños que padeció por causa de las guerras en las mencionadas tierras, siendo su voluntad que se case en Navarra para que pueda vivir en él a su servicio”.

Abandonada evidentemente su condición original de clérigo, y como hemos visto, plenamente asentado ya en Navarra (tanto que dominaba y escribía sin problemas el romance navarro), confeccionó entre 1396 y 1398 los Registros del Tesorero nº 233, 236 y 243, en los que alcanzó un nivel caligráfico parejo al de las cancillerías francesa, inglesa o borgoñona, las mejores de su tiempo. En ellos, además de dejar testimonio de su dominio de la letra, nos legó una preciosa colección de dibujos, con los que ornamentaba las letras capitales de dichos registros.

 

Y yo, que he tenido la fortuna de tener los auténticos registros ante mis ojos, puedo asegurar que estas reproducciones que añado para ilustrar mi texto no hacen justicia al maravilloso trabajo de Jean L’Escluse.

El caso es que en 1403 fue nombrado Notario de la Cort, y hasta diciembre de 1410, fecha de su muerte, siguió siendo uno de los tres secretarios encargados de la expedición de los documentos regios. Que el rey continuaba teniéndolo en alta estima, lo demuestra que el 18 de octubre, desde París, enviase una carta en la que decía: “que considerando la grave enfermedad que padecía su secretario Jean L’Escluse, por la que no podía servir más su oficio, ordena a la reina que le recompense con tanta renta como la que pierda por no poder desempeñar su puesto de Notario”.

¿Y qué tiene que ver este personaje con la radiante Santa Catalina de Beroiz? Pues, como siempre, todo o nada…

Hemos visto como Carlos III, buscando su definitivo asentamiento en Navarra, le concedió 400 florines para su matrimonio en 1396.

¿Y cuál era el nombre de la esposa de tan renombrado miembro de la Corte?

Pues según un documento del año 1398 recogido por Mariano Arigita en su obra sobre los Priores de la Seo de Pamplona, que cuenta como D. Martín Martinez de Eusa, prior, permutó unos terrenos del cabildo por una pieza que dicha pareja tenía en uno de los molinos del Arga en Pamplona, la mujer de Jean L’Escluse se llamaba…

Pues sí, como ya estaréis sospechando: se llamaba Catalina García, aunque en algunos otros documentos responda al nombre de Catalina de Roncesvalles.

¿Puede ser ella la dama retratada en la tabla de Beroiz?

Es evidente que disponía de medios económicos para encargar una obra como esta de la que me estoy ocupando pero, como de costumbre, no he encontrado nada que una al matrimonio L’Escluse-García con Beroiz, ni siquiera con el valle de Izagaondoa, donde por cierto, aunque todos los templos conservados son netamente medievales, apenas sí nos han llegado cuatro tallas coetáneas o anteriores a esta Santa Catalina de Beroiz: se trata de las vírgenes de Idoate, Lizarraga y Zuazu, y del Crucificado de este último lugar.

Por otra parte, la presencia de monjas franciscanas en aquel valle tampoco tiene demasiado sentido, pues allá jamás ha habido un monasterio de dicha Orden...

¿Podría entonces esta talla proceder de algún convento de Clarisas cercano, de tal forma que en algún momento hubiera podido llegar a Beroiz? Difícil saberlo: los dos más famosos en aquella época en Navarra eran el de Estella y el de Santa Engracia en Pamplona, ambos muy relacionados con la monarquía y la nobleza. El primero se extinguió hace pocos años, pero el segundo, situado en uno de los meandros del Arga, lo hizo en 1794. Hemos visto que el matrimonio tenía propiedades junto al río, pero es imposible saber, más allá de su evidente relevancia social, si pudieron tener tanta relación con esas monjas como para encargar una talla para su iglesia que, muchos años después, fruto de alguna venta o de alguna donación pudo acabar en Beroiz.

Además, el vistoso atuendo rojo de la donante ofrece alguna otra hipotética posibilidad, como que Catalina García perteneciese a la Orden franciscana en su versión terciaria, que acogía a los seglares casados o viudos como ella. Incluso podría pensarse que si su marido era un antiguo clérigo, ella no andaría muy lejos de aquellos ambientes, en los que pudo ingresar una vez viuda…

Por último, el emblema que he identificado como propio de una cofradía, aunque la fotografía no es muy clara, sería otra opción para una posible identificación. No hay que olvidar que hubo unas cuantas cofradías dedicadas a Santa Catalina en la Navarra medieval, siendo la más importante de todas ellas la de la Iglesia de San Cernin de Pamplona, de la que fueron miembros no sólo conspicuos nobles y oficiales de la Corte, sino también los propios reyes Carlos III, Blanca I, y los príncipes de Viana, Carlos y Agnes. Quién sabe, quizás ese hábito rojo con ese espectacular broche o escapulario, sea el mismo de aquella regia hermandad…


Por cierto, que esta cofradía ya salió en alguna de mis “Crónicas Irreales”, concretamente en “Corazón de piedra”, donde me imaginaba a la Santa Catalina que presidió todas sus ceremonias, igualica a esta de Beroiz de la que estoy hablando. Y por los años concretos, realmente no debieron ser ambas muy distintas…

Y nada más. Solamente que espero que en la inminente reordenación del Museo Diocesano de Pamplona, haya al fin un lugar para enseñar como se merece a esta paisana izagaondoarra mía tan especial y tan guapa.



Y si de paso la restauran manos competentes y habilidosas, ya sería el no va más. Y si además personas más sabias que yo descubren que la Catalina García que aparece representada en la tabla no es la que se casó con el sobresaliente calígrafo Jean de L’Escluse, aceptaré mi derrota encantado, pues seguro que podré hilar una imaginativa historia nueva con tan inesperada información…

 
© Mikel Zuza Viniegra, 2012

Bibliografía empleada:

-Los secretarios reales y su papel en la redacción de los Registros de Comptos del Reino de Navarra / Mª Isabel Ostolaza. Príncipe de Viana nº 172. P. 407-423

Secretarios Reales

 -La corte de Carlos III el Noble, rey de Navarra: espacio doméstico y escenario del poder, 1376-1415 / María Narbona Carceles. P. 180-182.

-Los priores de la Seo de Pamplona / Maríano Arigita. P. 541.

Priores Seo Pamplona

-La Cofradía de Santa Catalina de la catedral de Pamplona / Eduardo Morales Solchaga

Cofradía Santa Catalina Catedral de Pamplona

lunes, 16 de julio de 2012

LAS NAVAS DE TOLOSA


Cerca de Úbeda, 16 de julio de 1212


Otras veces, en otros combates, en Aquitania, en Chipre, en Africa, lo que más te gustaba era la tremenda algarabía que se levantaba sobre el campo de batalla. Ese ruido que no deja pensar, y que sólo permite actuar, hacer lo necesario para salvar tu vida y la de quienes te siguen...




Pero hoy es diferente. Docenas de miles de guerreros prestos a destrozarse los unos a los otros y no oyes nada, apenas un susurro, un bisbiseo molesto que se cuela bajo el yelmo y el almófar. Y no es por llevar todo ese hierro ardiente encima, ni por tener ya cerca de sesenta años y haber perdido los reflejos de la juventud. No. Es sólo la concentración absoluta que ese momento clave requiere.




Porque estás allí, junto a tus siempre traicioneros parientes, los reyes de Castilla y Aragón, haciendo frente al mayor ejército jamás reunido por el Califa de Marruecos. Y lo irónico es que ahora podrías estar a salvo en tu castillo de Tudela. Pero fuiste tú quien te empeñaste en venir, con esa típica testarudez tuya que hace inútil cualquier propuesta de tus consejeros, que te insistieron en que no tenía sentido alguno ayudar a quienes te habían arrebatado la mitad de tu reino...


Es más, todos creen que fue el untuoso obispo Ximenez de Rada quien te convenció de acudir a este páramo donde hoy está a punto de desatarse el Infierno, y que te amenazó con la condena del Papa para conseguirlo. Pero sólo tú sabes que eso no es cierto. Sí, tuviste que soportar la cansina homilía del trepador clérigo, nacido en Navarra, pero desde muy joven al servicio de los castellanos. Pero no fue esa supuesta intimidación la que removió tu férrea voluntad...


Mientras Ximenez hablaba y hablaba, anunciando el peligro al que quedaría expuesta toda la Cristiandad si el rey de Castilla era derrotado una vez más, como ya había ocurrido en Alarcos, y trataba de provocar tu ira anunciándote que el Califa había prometido quemar todos los libros sagrados de los cristianos que fuese capaz de halllar, frailes mozárabes llegados de Al-Andalus iban exponiendo ante tus ojos planos, mapas y miniaturas que mostraban el tremendo poder acumulado por los seguidores de Mahoma. Uno de aquellos dibujos te sacó de tu letargo: aparecía allí representado Muhammad Al Nasir, el mentado Califa de los almohades que tú habías tenido la desdicha de conocer hacía quince años. Supiste entonces que el momento había llegado. Por fin...


La verdad es que el sultán nunca luchaba, pues tenía a muchos otros que lo hicieran por él. Prefería situarse siempre en un lugar elevado para que sus tropas pudiesen verlo desde cualquier lugar de la liza. Iba también siempre vestido de verde, el color de los hijos del Islam, y arengaba desde allí  a sus tropas moviendo una cimitarra de oro en la mano izquierda y un Alcorán de tapas lujosamente encuadernadas en la derecha...


Precisamente ese libro es la razón de que hoy estés aquí. No hay ninguna otra. El Papa puede creer que lo has hecho por miedo a su ultraterrerno poder, el obispo porque te importa la Cruz más que la Media Luna, Alfonso de Castilla y Pedro de Aragón por no tolerar ser menos que ellos. Pero la única verdad es que aquél volumen de cuero rojo como la sangre, con un águila de oro que sostiene una esmeralda verde entre sus garras en la portada, y que ahora mismo, apenas a novecientos pasos de donde te hallas, agita en sus manos el Califa, es tú único objetivo en este día...


Y mientras todos los obispos, frailes y sacerdotes allí presentes comienzan sus últimas salmodias para impetrar el auxilio divino antes del choque, tu mente viaja quince años atrás, cuando, desesperado, acudiste a la corte del Sultán para rogar que te ayudase contra ese mismo rey de Castilla que ahora tiembla de miedo a tu lado...


¡Y qué palacios de ensueño encontraste al otro lado del mar! Y todos ellos en manos de fanáticos envueltos en perpetuas telas tan negras como sus pensamientos. Sólo una persona no se plegaba a aquella tristeza eterna: la princesa Najma Aaminah Faatina Al Janna, la hija del Califa. Y mientras las devociones latinas se van extendiendo por el campo de batalla, tú sólo repites ese nombre, igual que has hecho una y otra vez desde entonces: Najma Aaminah Faatina Al Janna, Najma Aaminah Faatina Al Janna. Estrella, Señora de paz y armonía, Fascinante jardín del Edén...


Y recuerdas la primera vez que la viste, desnuda entre sus dos criadas, bañándose confiadas en el estanque, al otro lado de los muros del harén. Y la primera vez que hablaste con ella, empleando la aljamía aprendida en Tudela, y la primera vez que la abrazaste, y resultaba ella tan graciosa y pequeña,  que se perdía entre tus brazos de gigante, igual que la paloma que huye del águila...




Y llegasteis a pensar que vuestro amor abriría un tiempo nuevo, en el que las distintas religiones alcanzarían por fin la paz. Y jurasteis conocer cada uno mutuamente la del otro. Y ella ordenó a sus mejores escribas que compusieran el Alcorán más bello que se hubiera visto en el mundo desde los tiempos del Califa Harún Al Rasheed. Y enviaste tú mensajeros veloces a Navarra para que el canciller Ferrando Pérez de Funes elaborase a toda prisa una segunda Biblia, aún más lujosa que la otra que completó para ti, y que llevas siempre en la alforja de tu caballo.


Y cuando pudisteis al fin intercambiaros aquellas dos joyas, mucho es lo que aprendisteis cada uno de la sabiduría del otro. Y eso que como supiste después, está escrito en el Alcorán:

-"Si se hiciesen cálamos de los árboles que cubren la Tierra, y la tinta fuese el mar, aunque siete mares más se le añadiesen, no se agotarían las palabras de Alá..."


Y con esa base de concordia acudisteis al Califa para que bendijese vuestra unión. Pero Al Nasir, el hermano de la princesa, con la inquina de todos los envidiosos, intrigó ante su padre para que antes de la boda mostrases tu valor aplastando la penúltima rebelión bereber.



Y mientras tú te internabas en lo más profundo del desierto, y Najma te despedía desde las almenas de la Alcazaba, pagó el malvado Al Nasir a los muecines de todas las mezquitas de la Medina para que gritasen a los cuatro vientos estas suras:


-"Alabad el nombre del Altísimo que construyó y luego derruyó. Que permitió crecer vuestra grandeza y luego dijo: ¡basta! Que hizo brotar la hierba sobre la sangre derramada y transformó vuestra pujanza en pasto seco. Recordad. Recordad. Fue la ira de Dios quien asoló tanta magnificencia. Para que aprendieran los humanos que su majestad no es infinita, ni infinito su amor, ni infinitas las pruebas de su amor..."


Y cuando volviste victorioso, las turbas enardecidas te esperaban para matarte, igual que habían hecho con el Califa y con la princesa, cuyas cabezas cortadas colgaban de la puerta principal de la ciudad. Y hubiste de huir a uña de caballo, y volviste a Navarra, pero tu corazón se quedó allí, con Najma. Y no te has vuelto a casar, ni has de hacerlo ya nunca, y tu dinastía ha de morir contigo, y no te importa que así ocurra...


Hasta que un día, igual de gris que todos los anteriores desde que saliste de aquel país al otro lado del mar, llegaron a tu castillo de Tudela aquél aprovechado obispo y sus frailes. Y en una de sus ajadas miniaturas volviste a ver al maldito Al Nasir empuñando el Alcorán que Najma ordenó confeccionar para ti. Y recordaste entonces lo que dejó escrito el Profeta:


-"La venganza es como la ola del mar, que nace donde sólo Dios lo sabe, pero indefectiblemente viene a morir a la playa. Así, a quien haya cometido el mal, nadie podrá impedir que le llegue su castigo, ni podrá esconderse el criminal tras el telón del tiempo..."


-Y ahora cierras las correas de tu yelmo para no tener que besar la Cruz que atada a un astil te presenta el obispo, porque hace tiempo que no crees en nada. Pues... ¿Dónde estaban Dios o Alá cuando mataron a Najma? Y a través de las estrechas rendijas, centras tu mirada en Al Nasir y en el libro, rodeados de soldados negros encadenados. Y entonces oyes a Pedro de Aragón y a Alfonso de Castilla -tan cobardes como siempre-, hablar de la conveniencia de huir. Pero tú harás lo que has venido a hacer, te cueste lo que te cueste, así que alzas tu maza más pesada, espoleas violentamente tu montura y avanzas directamente hacia aquel cerro donde te espera tu destino. Y los demás que hagan lo que quieran. Y detrás tuyo se lanzan como un solo hombre los pocos caballeros navarros que has dejado venir a esta aventura, pues no estás tan loco como para poner en peligro todo el reino por una deuda que es exclusivamente tuya. 




Y comienzas a destrozar cabezas, a esparcir sesos, a quebrar huesos con la única fuerza de tu brazo, y por la brecha que vas abriendo se derrama el resto del ejército cristiano, poniendo en fuga a las tropas musulmanas.Y tú ya tienes enfrente el cerco de los soldados imesebelen senegaleses, que han jurado dar su vida por la del Califa, que al otro lado de las cadenas ve aterrado como se acerca la hercúlea figura del rey de Navarra...


Y golpeas los hierros y los cráneos con tanta fuerza que no hay diferencia alguna entre el hueso y el metal, e igual  romperías los muros de Jericó si los tuvieses delante. Y haciendo que tu caballo afiance sus patas traseras sobre los cuerpos muertos de los esclavos, sueltas la maza y desenvainas tu espada, esa tan alta como el hijo que nunca tendrás, y haciéndola restallar en el aire cortas de cuajo el brazo con el que Al Nasir sostiene el Alcorán que te pertenece. Y no te importa que sus servidores lo pongan a salvo montándolo en un alazán. Tú sólo tienes ojos para el libro... 


Y con él en la mano entras en la haima del recién huido, y buscas entre el montón de biblias preparadas para ser destruidas, aquella que tú regalaste a Najma. Y cuando la encuentras, envuelves juntos los dos volúmenes con una fina tela de terciopelo, y los pones en la alforja, y te alejas de allí sin participar en la rapiña a la que se están lanzando avidamente los vencedores. 


Y cuando Pedro de Aragón y Alfonso de Castilla comienzan a repartirse los tesoros de Al Nasir, deciden que la parte principal del rey de Navarra esté formada por aquellas cadenas que ha partido como si fueran de pergamino. Al fin y al cabo -le dice riendo el castellano al aragonés-, seguro que ese viejo huraño ya no distingue el oro del hierro...  


Y ya en tu castillo de Tudela, cuando vuelves a quedarte tan solo como lo estás siempre, abres la Biblia de Najma y lees con lágrimas en los ojos lo que escribió otro rey hace miles de años: 


¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, oh, hija de príncipe!

Los contornos de tus muslos son como joyas,
obra de mano de excelente orfebre. 


Tu ombligo como una copa redonda
en la que nunca falta bebida.

Tu vientre como montón de trigo cercado de lirios.
Tus dos pechos, como gemelos de gacela.
Tu cuello, como torre de marfil;
Tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim;
Tu nariz, como la torre del Líbano, que mira hacia Damasco.
Tu cabeza encima de ti, como el monte Carmelo;
Y el cabello de tu cabeza, como las cortinas de púrpura del rey
suspendidas en los corredores de su palacio.

¡Qué hermosa eres, y cuán suave,

Oh, amor placentero!..."

Y al día siguiente, muy temprano, haces llamar al maestro que fabrica tus monedas. Y le muestras en el libro abierto el símbolo que a partir de ahora llevarán las tuyas para recordar perpetuamente a tu amada Najma Aaminah Faatina Al Janna. Estrella, Señora de paz y armonía, Fascinante jardín del Edén...





 

Y, si se atreve, que venga a Navarra el mismísimo Papa de Roma a pedirte cuentas...


 

© Mikel Zuza Viniegra, 2012

Las fotos del sepulcro de Sancho el Fuerte son del blog:

http://roncesvallesorreaga.blogspot.com.es/2012/07/sancho-el-fuerte-y-su-real-nariz.html

sábado, 7 de julio de 2012

DÉJÀ VU

Pamplona, 7 de julio de 1140


Tras este valle se encuentra Navarra, tierra considerada feliz por el pan, el vino, la leche y los ganados:

 
1
Los navarros comen, beben y visten puercamente:


 2 
 Pues toda la familia de una casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora, suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una cazuela, no con cuchara, sino con las manos:

 
3
y suelen beber todos en un mismo vaso:


 
 Si los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo:


5  
 Y si los oyeses hablar, te recordarian el ladrido de los perros, pues su lengua es completamente bárbara:


 6 
 A Dios le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al prebítero, belaterra, lo que quiere decir bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric;


al rey, ereguia:

  
 
, a Santiago, iaona domne Iacue... 


 Este es pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser, colmado de maldades, oscuro de color, de aspecto inicuo, depravado, perverso, pérfido, desleal y falso, 


 lujurioso:

 
8
borracho:

    9
en toda suerte de violencias ducho, feroz, silvestre, malvado y réprobo, impío y áspero, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud y diestro en todos los vicios e iniquidades:


 10 
 parecido en maldad a los getas y sarracenos, y enemigo de nuestro pueblo galo en todo. Por sólo un dinero mata un navarro o un vasco, si puede, a un francés. 


En algunas de sus comarcas, sobretodo en Vizcaya y Alava, el hombre y la mujer navarros se muestran mutuamente sus vergüenzas mientras se calientan:

 
 11 

 
 12  
 También usan los navarros de las bestias en impuros ayuntamientos:

 
13  
 Pues se dice que el navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie se le acerque, sino él mismo. También besa lujuriosamente el sexo de la mujer y de la mula:

 
14  
 Por lo cual, los navarros han de ser censurados por todas las personas inteligentes:


 15
 Sin embargo, se les considera buenos en batalla campal:


16  
malos en el asalto de castillos:

   
17  
justos en el pago de diezmos:

  
 18   
 y asiduos en las ofrendas a los altares. Pues cada día al ir los navarros a la iglesia, hacen una ofrenda a Dios, o de pan, vino o trigo, o de algún otro producto:


19 
 Siempre que un navarro o un vasco va de camino se cuelga del cuello un cuerno como los cazadores:


 20
 y lleva en las manos, según costumbre, dos o tres dardos que llaman azkonas:


 21  
 Al entrar y salir de casa, silba como un milano. Y cuando estando escondido en lugares apartados o solitarios para robar, desea llamar silenciosamente a sus compañeros, o canta a la manera del buho, o aúlla  igual que un lobo...


. 
 22 
Y yo, Aymeric Picaud, clérigo nacido en Poitou, humilde peregrino a la tumba del señor Santiago de Galicia, doy mi palabra de que todo lo hasta aquí narrado y muchas otras barbaridades que el pudor y la vergüenza me aconsejan callar, son absolutamente ciertas y verdaderas. Así que ruego encarecidamente a quienes en los siglos futuros lean este Codex Calixtinus que ahora mismo estoy escribiendo, que se abstengan de visitar este maldito reino de Navarra, pues sólo los interesados en servir a Satanás, señor de todos los Infiernos, estarían en este país como en su casa...
    23
© Mikel Zuza Viniegra, 2012 


Foto 1: http://www.sombragris.com/?page_id=90
Foto 2: Malorenzo
Foto 3: Foto: http://www.recetin.com/magras-con-tomate-gastronomia-de-los-sanfermines.html  
Foto 4: http://ajustedecuentos.blogspot.com.es/2009/07/guia-del-perfecto-gamberro-sanferminero.html
Foto 5: Maite H. Mateo
Foto 6:  http://www.nafarroaoinez.net/es/berriakPB.asp?IdNoticia=166
Foto 7: http://laperlagigantes.blogspot.com.es/2010/06/rey-europeo.html 
Foto 8: http://meteniaquepasarami.blogspot.com.es/2010_07_01_archive.html
Foto 9: http://comunidad.laopiniondemalaga.es/galeria-multimedia/Fiestas/
Foto 10:  http://especiales.lainformacion.com/espana/sanfermin-zoom/index.php 
Foto 11: http://www.foroazkenarock.com/t1908p40-san-fermin
Foto 12: http://cubasrey.ucoz.es/news/san_fermin/2010-07-23-54
Foto 13:  http://www.dogguie.com/toros-dando-cornadas-donde-no-deben/
Foto 14: http://peloton69.com/blog/tag/san-fermin/
Foto 15:  http://lacomunidad.elpais.com/mikel-urmeneta/category/sanfermin-11 
Foto 16: http://www.sacbee.com/pictures/index.html?image=3
Foto 17: http://www.thejakartapost.com/
Foto 18: Maite Hernandez. http://pdnphotooftheday.com/2011/07/10413
Foto 19: http://www.noticiasdenavarra.com/opinion/foros/viewtopic.php?f=23&t=46562 
Foto 20:  Jim Hollander. EFE 
Foto 21: http://www.rubboy.com/index.php/RuBlog/san-fermin-pamplona-10710.php
Foto 22: http://vidasurrealista.wordpress.com/2011/01/18/page/2/
Foto 23: http://comunidad.laopiniondemalaga.es/galeria-multimedia/Fiestas/Diversion-desfase-Fermin/29419/1.html