-What? You are crazy!
-Crazy or not, tiene que ayudarnos a escapar, mr. Welles.
-Pero yo no tendré dinero hasta que entregue esta cinta que estoy rodando ahora mismo. ¿Y cómo voy a poder hacerlo si ni siquiera tengo un actor que me dé la réplica?
-Eso quizás pueda arreglarse. Sé que Joe hizo teatro mientras estudiaba en el Trinity College de Dublín. Joe, ven aquí!
-Pero mr. Joe, ¿nunca le han dicho que es usted tan guapo que parece una mujer?
-Of course, mr. Welles. Es que soy una mujer: Louise "Joe" Connemara. Quizás le quede más claro si me quito esta estúpida boina roja que me da tanto calor...
-Pero entonces, ¿a que viene ese nombre de Joe?
-En este oficio no se deja pasar primero a las mujeres, mr. Welles. Pero mis compañeros saben que pueden confiar en mí en cualquier situación, y eso es más que lo puede decirse de muchos hombres...
-Mire, le decía a su compañero que si somos capaces de acabar esta filmación, podré proporcionarles el dinero que les permitirá huir de esta ratonera en la que ustedes mismos se han metido. Naturalmente el dinero será destinado sólo a esa eventualidad, porque si insisten en llevar a cabo su descabellada idea de secuestrar al embajador británico, yo mismo me veré obligado a denunciarles...
-¿Olvida quienes tenemos las armas?
-¿Y ustedes creen que al I.R.A. le interesa la publicidad negativa que supondría asesinar a la estrella de cine Orson Welles, y además en una catedral católica?
-Había leído en alguna revista de cine lo inteligente que era usted, mr. Welles. Pero no se pase de listo o lo lamentará, con publicidad negativa o sin ella. ¿Qué es lo que tengo que hacer?
-En primer lugar ponerse las ropas que ahora lleva su inconsciente amigo, y luego recordar a marchas forzadas todo lo que aprendió sobre actuación en su College.
-No se preocupe, interpreté a Antígona, a Fedra y a muchas otras heroínas griegas. Creo que podré con este... ¿Carlos de Viena?
-De Viana, ms. Connemara, de Viana. Well, al menos mis productores no podrán quejarse de la belleza del príncipe que les he escogido, y además, que usted lleve el pelo cortado como un muchacho nos viene de perlas, porque con este birrete rojo nadie notará la diferencia. De hecho es usted tan guapa que voy a retocar mi maquillaje para resaltar la fealdad (interna y externa) de mi personaje, el rey Juan, que es el padre del príncipe y quien le roba la corona de Navarra. Para ayudarle más en su interpretación, le diré que piense usted en don Carlos como un líder político que quiere mantener a su país al margen de los tejemanejes de poderosos estados que quieren acabar con su independencia. Supongo que usted compartirá esos sentimientos...
-No tenga ni la menor duda de ello, mr. Welles...
-Entonces continuaremos justo después de su interrupción. ¡Silencio, cámara, acción!:
-Padre y señor: desde luego que una mala conversación es mejor que una buena batalla, por eso me hubiera gustado que me hubiéseis recibido antes, en alguna de las múltiples ocasiones en las que os lo solicité. Ahora, cuando nuestros partidarios afilan sus espadas de guerra, es cuando os avenís a hablar de paz. ¿Quizás porque veis posibilidades de salir derrotado? ¿Y en tal caso, debiera importarme, después de cómo me habéis tratado? Apeláis ahora a la sangre, pero ¿cuándo me habéis demostrado una pizca de unión familiar? Siempre estábais en la guerra de Castilla, ¿os ha importado algo nuestro pais, o sólo su corona? Pues la corona es mía, y no sólo por nacimiento, sino porque todo el derecho escrito así lo indica. Sí, ese mismo derecho que vos os complacéis una y otra vez en saltaros. ¿Queréis concordia? Volved a Aragón y esperad a que muera vuestro hermano, seréis entonces un rey mucho más poderoso que yo. Dejadme mi Navarra, que representa tan poco para vos, pero lo significa todo para mí...
-God! Miss Connemara, are you a Greta Garbo, a Carole Lombard, a Bette Davis!
-No. Sólo soy el teniente Joe, del Ejército Republicano Irlandés, y no tengo interés en ser otra cosa, mr. Welles. Y continuemos, quedan pocas horas para que amanezca y no me siento segura aquí...
-¿Oiga? siento despertarle, pero el cortometraje está ya terminado, ¿puede acudir con el dinero? No crea que es por mí, pero mis colaboradores están un poco necesitados...
-No se preocupe, mr. Welles, no estaba durmiendo, además dentro de una hora y media es el encierro, así que iba ahora mismo para allá...
-Le esperamos pues, dese prisa, por favor, no quisiera perdermelo. Por cierto, aún no sé como se llama usted...
-...
-¿Oiga? No le he entendido bien. ¿Dice que se llama Miguel "Sousa"? Shit, se ha cortado!
-¿Cree que traerá el dinero, mr. Welles?
-Si quiere la película, desde luego que sí. Ha dicho que no tardaría. Por cierto, lo que le dije antes no era una lisonja. Es usted condenadamente buena. Si algún día quiere probar en este fabuloso mundo del cine, tendrá mis puertas abiertas, miss Connemara.
-¿Las de su camerino también?
-No quería decir eso. Perdone si la he ofendido...
-Lo sé, pero está usted tan mono cuando se disculpa...
(Continuará)
-Crazy or not, tiene que ayudarnos a escapar, mr. Welles.
-Pero yo no tendré dinero hasta que entregue esta cinta que estoy rodando ahora mismo. ¿Y cómo voy a poder hacerlo si ni siquiera tengo un actor que me dé la réplica?
-Eso quizás pueda arreglarse. Sé que Joe hizo teatro mientras estudiaba en el Trinity College de Dublín. Joe, ven aquí!
-Pero mr. Joe, ¿nunca le han dicho que es usted tan guapo que parece una mujer?
-Of course, mr. Welles. Es que soy una mujer: Louise "Joe" Connemara. Quizás le quede más claro si me quito esta estúpida boina roja que me da tanto calor...
-Pero entonces, ¿a que viene ese nombre de Joe?
-En este oficio no se deja pasar primero a las mujeres, mr. Welles. Pero mis compañeros saben que pueden confiar en mí en cualquier situación, y eso es más que lo puede decirse de muchos hombres...
-Mire, le decía a su compañero que si somos capaces de acabar esta filmación, podré proporcionarles el dinero que les permitirá huir de esta ratonera en la que ustedes mismos se han metido. Naturalmente el dinero será destinado sólo a esa eventualidad, porque si insisten en llevar a cabo su descabellada idea de secuestrar al embajador británico, yo mismo me veré obligado a denunciarles...
-¿Olvida quienes tenemos las armas?
-¿Y ustedes creen que al I.R.A. le interesa la publicidad negativa que supondría asesinar a la estrella de cine Orson Welles, y además en una catedral católica?
-Había leído en alguna revista de cine lo inteligente que era usted, mr. Welles. Pero no se pase de listo o lo lamentará, con publicidad negativa o sin ella. ¿Qué es lo que tengo que hacer?
-En primer lugar ponerse las ropas que ahora lleva su inconsciente amigo, y luego recordar a marchas forzadas todo lo que aprendió sobre actuación en su College.
-No se preocupe, interpreté a Antígona, a Fedra y a muchas otras heroínas griegas. Creo que podré con este... ¿Carlos de Viena?
-De Viana, ms. Connemara, de Viana. Well, al menos mis productores no podrán quejarse de la belleza del príncipe que les he escogido, y además, que usted lleve el pelo cortado como un muchacho nos viene de perlas, porque con este birrete rojo nadie notará la diferencia. De hecho es usted tan guapa que voy a retocar mi maquillaje para resaltar la fealdad (interna y externa) de mi personaje, el rey Juan, que es el padre del príncipe y quien le roba la corona de Navarra. Para ayudarle más en su interpretación, le diré que piense usted en don Carlos como un líder político que quiere mantener a su país al margen de los tejemanejes de poderosos estados que quieren acabar con su independencia. Supongo que usted compartirá esos sentimientos...
-No tenga ni la menor duda de ello, mr. Welles...
-Entonces continuaremos justo después de su interrupción. ¡Silencio, cámara, acción!:
-Padre y señor: desde luego que una mala conversación es mejor que una buena batalla, por eso me hubiera gustado que me hubiéseis recibido antes, en alguna de las múltiples ocasiones en las que os lo solicité. Ahora, cuando nuestros partidarios afilan sus espadas de guerra, es cuando os avenís a hablar de paz. ¿Quizás porque veis posibilidades de salir derrotado? ¿Y en tal caso, debiera importarme, después de cómo me habéis tratado? Apeláis ahora a la sangre, pero ¿cuándo me habéis demostrado una pizca de unión familiar? Siempre estábais en la guerra de Castilla, ¿os ha importado algo nuestro pais, o sólo su corona? Pues la corona es mía, y no sólo por nacimiento, sino porque todo el derecho escrito así lo indica. Sí, ese mismo derecho que vos os complacéis una y otra vez en saltaros. ¿Queréis concordia? Volved a Aragón y esperad a que muera vuestro hermano, seréis entonces un rey mucho más poderoso que yo. Dejadme mi Navarra, que representa tan poco para vos, pero lo significa todo para mí...
-God! Miss Connemara, are you a Greta Garbo, a Carole Lombard, a Bette Davis!
-No. Sólo soy el teniente Joe, del Ejército Republicano Irlandés, y no tengo interés en ser otra cosa, mr. Welles. Y continuemos, quedan pocas horas para que amanezca y no me siento segura aquí...
-¿Oiga? siento despertarle, pero el cortometraje está ya terminado, ¿puede acudir con el dinero? No crea que es por mí, pero mis colaboradores están un poco necesitados...
-No se preocupe, mr. Welles, no estaba durmiendo, además dentro de una hora y media es el encierro, así que iba ahora mismo para allá...
-Le esperamos pues, dese prisa, por favor, no quisiera perdermelo. Por cierto, aún no sé como se llama usted...
-...
-¿Oiga? No le he entendido bien. ¿Dice que se llama Miguel "Sousa"? Shit, se ha cortado!
-¿Cree que traerá el dinero, mr. Welles?
-Si quiere la película, desde luego que sí. Ha dicho que no tardaría. Por cierto, lo que le dije antes no era una lisonja. Es usted condenadamente buena. Si algún día quiere probar en este fabuloso mundo del cine, tendrá mis puertas abiertas, miss Connemara.
-¿Las de su camerino también?
-No quería decir eso. Perdone si la he ofendido...
-Lo sé, pero está usted tan mono cuando se disculpa...
(Continuará)
© Mikel Zuza Viniegra, 2011