lunes, 27 de febrero de 2012
DE TEBEO 2ª parte
Ciudad de Valognes, Normandía navarra, 3 de noviembre de 1357
-Señores, esta es sin duda la ocasión que llevábamos tantos meses esperando: el rey Juan de Francia está prisionero en Inglaterra, y su hijo el delfín Carlos está bloqueado por los Estados Generales, que domina nuestro ferviente partidario el preboste de París Etienne Marcel. Sí, amigos: llegó el momento de liberar a mi hermano, el rey Carlos de Navarra.
-Blanca, vos siempre tan optimista. ¿Acaso no veis el triste estado en el que nos encontramos? El delfín estará bloqueado en Paris, pero sus tropas persiguen a sangre y fuego cualquier signo de poderío navarro que quede en estas tierras. A duras penas hemos conseguido esquivarlas para poder llegar a esta cita, pero aún así no quedamos más que cuatro de los treinta caballeros que salimos desde Mantes: Corbarán de Lehet, Rodrigo de Uriz, Carlos de Artieda y yo mismo, vuestro leal servidor Ferrando de Ayanz. ¿De verdad creéis que podemos planear siquiera un asalto a la fortaleza de Arleux, donde vuestro hermano, nuestro amigo y soberano Carlos II de Navarra lleva ya más de seis meses encerrado?
-No sólo lo creo, mis fieles amigos, sino que estoy convencida de que ha de ser ahora o nunca. Si el delfín consigue frenar la revuelta ciudadana, no tardará en volver su ira contra nosotros. Además, en este preciso instante disponemos de la protección económica del preboste. Gracias a ella llegareis hasta Arleux sin mayores contratiempos. Una vez allí, para conseguir entrar en la torre, el que sólo seais cuatro será más ventaja que inconveniente...
-Dios, Blanca, que buen rey hubiérais sido de haber nacido varón...
-Bueno, puede que mi hermano Carlos me iguale en inteligencia, pero desde luego desconoce por completo la virtud de la diplomacia, y quizás por eso mismo se encuentra ahora en tan penosa situación. Aunque como os he dicho: está en nuestras manos cambiar su destino.
-Todos nos hemos criado juntos, Blanca, y sabéis que podéis confiar en cualquiera de nosotros cuatro como si fuésemos familiares vuestros. Así las cosas, creo que nos merecemos conocer qué plan habéis elaborado para lograr tan feliz liberación...
-En realidad el plan no lo he pensado yo, sino aquel Jorge el inglés cuyas historias tanto nos emocionaban cuando niños...
-¿Qué? ¿Queréis decir que Green Man va a ser nuestro "capitán" en este lance? ¡No lo puedo creer! Quizás debiérais volver a vuestras labores de bordado, y dejar esta misión en manos de auténticos guerreros, Blanca.
-¡Contened esa lengua, don Corbarán, que parece que olvidáis que estáis ante la reina viuda de Francia! La guerra no es sólo cuestión de manejar una espada de corte más afilado que la de tu adversario, sino sobre todo de planear previamente la estrategia que conducirá a la victoria final. Quizás yo no pueda mover vuestras pesadas armaduras, pero me sobra ingenio para dirigirlas hacia el cumplimiento de su cometido...
-Tenéis razón, perdonadme. No en vano fiísteis siempre la más despierta de todos nosotros en aquella escuela que compartimos en la catedral de Pamplona, y sois ahora conocida con mucha razón en todo el reino como la "Belle sagesse". Mandadnos pues, que obedeceremos lo que vos dispongáis.Pero aún así me queda una última duda por resolver: ¿no ha contestado ningún rey a las demandas de ayuda y socorro que les envíamos cuando don Carlos fue apresado?
-Siento deciros que únicamente el señor de Latveria respondió a nuestra demanda, pero con una insolencia tal que no quise tener en cuenta su insultante carta, en la que nada menos que exigía a cambio de su colaboración que Navarra se convirtiese practicamente en país vasallo del suyo y, rubor me causa decirlo, que yo misma aceptase no ya ser su esposa, sino una más de sus muchas concubinas...
-¿Latvería? Pero ese territorio queda más allá de los Alpes bávaros, ¿no es cierto? Pues cuando acabemos este asunto en el que nos hallamos inmersos, quizás sea buen momento para visitar a ese insensato y bajarle los humos para que aprenda a tratar a una princesa de Navarra. Así os lo prometo yo: Carlos de Artieda.
-Y mucho os lo agradezco, pero no tenemos ahora tiempo para perderlo dedicándoselo a las fanfarronadas de un loco, que eso es lo que debe ser aquél villano. Centrémonos más bien en el rescate de nuestro rey, que mucho debe ser lo que está padeciendo encerrado en su prisión. Hablemos pues de ella: la villa de Arleux está totalmente amurallada, pero cuenta con numerosos portales cuyos guardianes están prestos a ser sobornados por nuestros agentes. Hay tres torreones principales donde encierran habitualmente a los reos, y la fortuna ha querido que Carlos esté custodiado en el que llaman "Le forestel", por estar rodeado de una casi impenetrable selva. Y esa será nuestra mejor baza, pues una vez dentro de la ciudadela cubriréis vuestras ropas y armas con ramas, hojas y todo lo que allí la vegetación os proporcione para elaborar vuestro camuflaje, igual que hacíamos cuando niños para imitar las hazañas de Green Man. De noche será imposible distinguiros del entorno, y podréis acercaros de esta forma sigilosamente a los guardias, que no tendrán ya posibilidad de defensa, pues será como si aquel mágico bosque de Birnam del que nos hablaba Guillermo, subiese por fin hasta la alta colina de Dunsinane para acabar con la tiranía del rey Macbeth de Escocia...
-Me temo que os equivocáis de Guillermo, princesa, aunque también pueda ocurrir que todos los ingleses que lleven ese nombre sean igual de imaginativos. Lo importante es que no nos parece vuestro plan tan descabellado, querida Blanca. Claro que del dicho al hecho va un gran trecho, pero creo hablar en nombre de los cuatro si os digo que Green Man está a punto de vivir otra gran aventura. Sólo lamento que no dispongamos también de alguna de aquellas maravillosas armas con las que contaba nuestro héroe de la infancia...
-He pensado también en eso, Ferrando. Y he ordenado a mis herreros preparar unos pequeños y afilados proyectiles arrojadizos, a la usanza de aquellos provenientes del Cipango que utilizaba Green Man. Además, como podéis observar, he insistido en que su diseño fuese el mismo que el de la divisa de nuestra gloriosa dinastía de Evreux: el triple lazo. Cuando los lancéis contra vuestros rivales, cualquiera de sus tres puntas se clavará en su carne con tal fuerza que ninguno necesitará ya que vuelva a atenderlo un médico.
-Pues no se hable más, que nos quedan varios días de viaje por delante para llegar a Arleux. Si todo sale bien, volveremos a reunirnos todos aquí. Y con nosotros vendrá nuestro legítimo rey y señor don Carlos II, os lo juramos.
-Dios te oiga, Ferrando, pues así podremos callar a los que, como mi señor padre, el rey don Felipe, no cesan equivocadamente de repetir que leer historietas no es más que una pérdida de tiempo...
Texto escrito por Jean Froissart (1337-1404), principal cronista del siglo XIV:
"El nueve de noviembre de 1357, cuatro de los mejores hombres del ejército navarro, que formaban un comando, asaltaron la prisión donde se hallaba encarcelado su rey don Carlos, a quien no tardaron en liberar. Hoy, buscados todavía por la corona francesa, sobreviven como soldados de fortuna. Si tiene usted algún problema y se los encuentra, quizás pueda contratarlos..."
© Mikel Zuza Viniegra, 2012