Palacio real de París, 7 de febrero de 1308
-Isabella, querida hija, os digo que vuestro hermano Luis (al que por su testarudez todos apodan "el Hutín"), no es el mismo desde que volvió de aquel condenado reino de Navarra a donde yo lo mandé para que lo coronaran rey.
-¿Y cómo iba a serlo, majestad, si según nos contaron los cronicones, bebió sin tasa del jugo rojo que por aquellos lares tanto se estima? Firmó luego todos los documentos y mercedes que aquellos muy hábiles cortesanos pusieron delante de sus ojos, de tal suerte que ahora lo consideran el soberano más justo y amable de todos los que se han sucedido en aquel trono.
-A su edad yo podía beber toda la cosecha de Armagnac que hubiera en las bodegas de mi padre, y no por eso se me nubló jamás el entendimiento. No, no es sólo que aquellos avispados vasallos se aprovecharan de la embriaguez de su nuevo gobernante, sino que además él parece echar de menos aquél diminuto rincón del mundo que es Navarra, y por eso no hay quien le haga quitarse esa casaca roja que allí le regalaron, y se pasa todo el día haciendo que los juglares le interpreten canciones que allá y sólo allá se escuchan.
Vos misma podréis comprobarlo, pues por allí les oigo llegar a él y a sus músicos. Ocultémonos detrás de este tapiz para que el no pueda vernos...
-¿Habéis podido traducir a la lengua francesa el cántico de guerra que os entregué la semana pasada, maître des Petites Tours?
-Por supuesto que sí, don Luis. Sentáos en ese escabel y os deleitaremos ahora mismo con nuestra versión:
"L'onze du Salut,
courageux et lutteur,
il defende ses couleurs
avec vigueur qui enroule,
pour ça les passionnés crient sans cesser
En haut, le Salut, qui tu sais triompher.
De ta chemise et ta baniere,
fort et rouge est la couleur,
de ta chemise et ta baniere,
comme le chêne montagnard,
et le vin de la riviere,
vibre a toi Navarre entiere,
où est-ce que tu est..."
-¡Bravo, maître, muy buena versión! Salvo por un par de pequeños detalles: no hay que ser tan puntillosos a la hora de verter a nuestro idioma un himno tan fiero como éste. Así pues quitad eso de "Salut", y cambiadlo por "Osasuna", que es palabra sonora, rotunda y original donde las haya. Y naturalmente eliminad inmediatamente el artículo "le" delante de nombre tan glorioso, que así sólo lo escriben los extraños y los lerdos...
-¿Veís lo que os decía, doña Isabel? ¿Qué van a pensar de mí, el rey Felipe el Hermoso de Francia, teniendo un hijo tan alocado como este don Luis?
-Pues a mí no me ha desagradado tampoco esa tonada que hemos escuchado, padre. Y digo yo si será porque los caballeros navarros combaten normalmente en los torneos de forma muy parecida a los ingleses: en tromba y dando patadones hacia arriba.
-El caso es que yo ya había oído estos cánticos a vuestra pobre madre, que tenía muy a gala haber nacido en plena Navarrería de Pamplona, pero no sospeché jamás que en sólo un mes de estancia entre ellos, mi primogénito adoptara tan convencido sus bárbaras costumbres. Luego dicen que la herencia no tira...
-Lo que tenemos que hacer es unirnos a él, que mirad ahora con qué gracia levanta las manos para bailar este otro son:
-"Petite colombe, petite colombe...
Ne leves pas si haut le vol...
que deja non pourras tourner plus tard..."
-¡Pues tenéis razón, qué pichorras, como solía decír vuestra madre! ¡Que ya estoy yo también harto de tanta etiqueta y tanto "savoir faire"! ¡Que saquen ahora mismo las redomas esas tan coloradas que se trajo mi hijo de Navarra! ¡Y ataque con la de los labradores, maître des Petites Tours, que para eso era la favorita de mi mujer.
-"Parce que viennent si heureux les laboureurs,
qui quand ils viennent du campagne, ils viennent en chantant..."
-Isabella, querida hija, os digo que vuestro hermano Luis (al que por su testarudez todos apodan "el Hutín"), no es el mismo desde que volvió de aquel condenado reino de Navarra a donde yo lo mandé para que lo coronaran rey.
-¿Y cómo iba a serlo, majestad, si según nos contaron los cronicones, bebió sin tasa del jugo rojo que por aquellos lares tanto se estima? Firmó luego todos los documentos y mercedes que aquellos muy hábiles cortesanos pusieron delante de sus ojos, de tal suerte que ahora lo consideran el soberano más justo y amable de todos los que se han sucedido en aquel trono.
-A su edad yo podía beber toda la cosecha de Armagnac que hubiera en las bodegas de mi padre, y no por eso se me nubló jamás el entendimiento. No, no es sólo que aquellos avispados vasallos se aprovecharan de la embriaguez de su nuevo gobernante, sino que además él parece echar de menos aquél diminuto rincón del mundo que es Navarra, y por eso no hay quien le haga quitarse esa casaca roja que allí le regalaron, y se pasa todo el día haciendo que los juglares le interpreten canciones que allá y sólo allá se escuchan.
Vos misma podréis comprobarlo, pues por allí les oigo llegar a él y a sus músicos. Ocultémonos detrás de este tapiz para que el no pueda vernos...
-¿Habéis podido traducir a la lengua francesa el cántico de guerra que os entregué la semana pasada, maître des Petites Tours?
-Por supuesto que sí, don Luis. Sentáos en ese escabel y os deleitaremos ahora mismo con nuestra versión:
"L'onze du Salut,
courageux et lutteur,
il defende ses couleurs
avec vigueur qui enroule,
pour ça les passionnés crient sans cesser
En haut, le Salut, qui tu sais triompher.
De ta chemise et ta baniere,
fort et rouge est la couleur,
de ta chemise et ta baniere,
comme le chêne montagnard,
et le vin de la riviere,
vibre a toi Navarre entiere,
où est-ce que tu est..."
-¡Bravo, maître, muy buena versión! Salvo por un par de pequeños detalles: no hay que ser tan puntillosos a la hora de verter a nuestro idioma un himno tan fiero como éste. Así pues quitad eso de "Salut", y cambiadlo por "Osasuna", que es palabra sonora, rotunda y original donde las haya. Y naturalmente eliminad inmediatamente el artículo "le" delante de nombre tan glorioso, que así sólo lo escriben los extraños y los lerdos...
-¿Veís lo que os decía, doña Isabel? ¿Qué van a pensar de mí, el rey Felipe el Hermoso de Francia, teniendo un hijo tan alocado como este don Luis?
-Pues a mí no me ha desagradado tampoco esa tonada que hemos escuchado, padre. Y digo yo si será porque los caballeros navarros combaten normalmente en los torneos de forma muy parecida a los ingleses: en tromba y dando patadones hacia arriba.
-El caso es que yo ya había oído estos cánticos a vuestra pobre madre, que tenía muy a gala haber nacido en plena Navarrería de Pamplona, pero no sospeché jamás que en sólo un mes de estancia entre ellos, mi primogénito adoptara tan convencido sus bárbaras costumbres. Luego dicen que la herencia no tira...
-Lo que tenemos que hacer es unirnos a él, que mirad ahora con qué gracia levanta las manos para bailar este otro son:
-"Petite colombe, petite colombe...
Ne leves pas si haut le vol...
que deja non pourras tourner plus tard..."
-¡Pues tenéis razón, qué pichorras, como solía decír vuestra madre! ¡Que ya estoy yo también harto de tanta etiqueta y tanto "savoir faire"! ¡Que saquen ahora mismo las redomas esas tan coloradas que se trajo mi hijo de Navarra! ¡Y ataque con la de los labradores, maître des Petites Tours, que para eso era la favorita de mi mujer.
-"Parce que viennent si heureux les laboureurs,
qui quand ils viennent du campagne, ils viennent en chantant..."
© Mikel Zuza Viniegra, 2012