martes, 20 de marzo de 2012

ONDAS


Pamplona, madrugada del 31 de octubre de 1938

Debo llevar más de dos años en este destartalado piso. Veinticinco meses ya encerrado sin casi poder moverme, por miedo a que cualquier mínimo ruido que yo pueda hacer ponga sobre aviso a los vecinos. Reprochándome días tras día, hora tras hora, mi equivocación al regresar a esta condenada ciudad de locos. Porque tenía mi vida completamente hecha en Inglaterra: estaba a punto de obtener un puesto como profesor ayudante en el Departamento de historia medieval de la Universidad de Cambridge, había encontrado una bonita casa en la campiña, y sobre todo había conocido a Jane.

Jane... Pobre Jane. Se le trababa la lengua al intentar pronunciar mi nombre: Ambrosio Azpiroz. Ahora hace tiempo que creerá que he muerto. Y tendrá razón, porque en realidad esta vida es peor que estar muerto. Y ella intentó que no viniera. ¿Pero cómo no iba a volver para el funeral de mi propio padre? Es cierto que hacía muchos años que no nos hablábamos, al menos desde la publicación de mi tesis doctoral sobre la actuación de Fernando el Católico en Navarra. Mis conclusiones sobre el personaje -a quien mis investigaciones presentaban como un farsante sin escrúpulos-, no gustaron a las fuerzas vivas de la provincia. Tampoco a mi padre, quien, pudiendo haber defendido mi prestigio academíco como ex-catedrático de universidad que era, prefirió volverme la espalda. Ambos sabíamos que yo nunca más podría trabajar en Navarra, donde ya siempre encontraría las puertas de los archivos y bibliotecas cerradas para mí. Labré entonces mi futuro en tierras más acogedoras que ésta, hasta que llegó ese maldito telegrama...

Con todo, era mi única familia, así que a pesar de las súplicas de Jane emprendí viaje de inmediato, y llegué a Pamplona con el tiempo justo de asistir al entierro. Era el 17 de julio de 1936. Ni siquiera en el cementerio mostraron más indulgencia conmigo quienes me habían condenado al ostracismo, y sólo don Julián Huici, mi antiguo profesor de tiempos del instituto, se acercó a darme personalmente el pésame.

Algunos de los allí reunidos desfilaron alborozados apenas dos días después por las calles de la ciudad, adhiriéndose sin dudarlo al pronunciamiento militar en Africa. Unas horas después comenzaron las detenciones de "desafectos". No se habían olvidado de mí a pesar del tiempo transcurrido, pero uno de los del pelotón que mandaron a apresarme había estudiado conmigo y me dejó marchar con la recomendación de que o encontraba urgentemente refugio seguro, o la próxima vez no me libraría del "paseo" . Pero ya no me quedaba nadie a quien acudir en Pamplona. Salvo quizás a...

Sí. A don Julián Huici, quien pese a simpatizar con los alzados se mostró dispuesto a ayudarme, en la medida de sus escasas posibilidades. Esa misma noche me trajo a este piso vacío de su propiedad en el nº 72 de la calle San Antón. Desde entonces no he salido de aquí. Dos veces al mes él viene a traerme conservas y algo de pan negro. En cada ocasión, menos latas que en la visita anterior. Una de aquellas veces, probablemente al verme tan desesperado, apareció con una radio de galena. Desde entonces, con mucho cuidado de no llamar la atención, puedo recibir noticias sobre la guerra. Muevo el diodo frenéticamente buscando captar la BBC, intentando huir de la triunfalista y desquiciada verborrea de la emisora local, aunque hasta ahora no he tenido suerte...

Don Julián lleva ya 34 días sin aparecer. Quizás haya muerto, o quizás lo hayan detenido y vayan a presentarse aquí en cualquier momento. He racionado todo lo posible los escasos alimentos de los que dispongo, pero llevo diez días sin probar bocado. Mi debilidad practicamente no me deja levantarme, y me hace ver visiones. O puede que sean sueños y yo ya no sepa distinguirlos de la realidad. Ayer creí hablar con Jane. Me dijo que nos veremos pronto...

Puedo escuchar truenos retumbando tras las clausuradas contraventanas. Prefiero escuchar eso a las descargas de fusiles que muchas otras noches llegan desde la Vuelta del Castillo. Encenderé la radio, aunque la tormenta hará que la señal vaya y venga y con cada relámpago cambiará la emisora. Quien sabe, quizás por fin hoy pueda captar la BBC...

-Aquí Radio Requeté EAJ 6, transmitiendo desde Pamplona. Todos los navarros están invitados al desfile que por las principales calles de la ciudad discurrirá mañana lunes, 31 de octubre, para celebrar las victorias obtenidas en este segundo año triunfal de nuestra heróica cruzada...


-Señoras y señores. Interrumpimos nuestro programa de baile y música para transmitirles un boletín especial de la Intercontinental Radio News. A las 7:40 hora de Chicago, el profesor Farrell del Observatorio del Monte Jennings comunica varias explosiones de gas incandescente a intervalos regulares en el planeta Marte. El espectroscopio indica que se trata de gas hidrógeno y que se dirige hacia la Tierra a una velocidad portentosa. El profesor Pierson del Observatorio de Princeton, confirma la observación de Farrell y describe al fenómeno como una "llamarada azul"...

-A todos aquellos que, no teniendo que atender labores absolutamente imprescindibles, no acudan a rendir homenaje a nuestras tropas, podrán serles aplicados los severos castigos que la legislación militar establece para casos de insubordinación manifiesta. Demostremos a los rojos que todos los navarros estamos inequivocamente, ahora y siempre, al lado del Generalísimo...

-Señoras y señores: éste es el último boletín expedido por la International Radio News:"-Toronto, Canadá. El Profesor Morse de la Universidad Macmillan, comunica haber observado un total de tres explosiones en el planeta Marte entre las 19:45 y las 21:20 horas de New York-". Esto confirma las primeras comunicaciones recibidas de los observatorios estadounidenses. Ahora, desde Trenton, New Jersey, cerca de aquí, nos llega un comunicado especial. Se nos dice que a las 20:00 horas un enorme cuerpo incandescente, probablemente un meteorito, cayó en los campos de una granja situada en la vecindad de Grovers Mill, New Jersey, a treinta y cinco kilómetros de Trenton. El destello en el cielo pudo verse en un radio de varios cientos de kilómetros y el ruido producido por el impacto fue oído hacia el norte, en la ciudad de Elizabeth..."

-Recordemos todos juntos también el prístino ejemplo de los generales Sanjurjo y Mola, que dieron su vida por la Patria. Que su muerte en acto de servicio sea semilla fecunda de firmes soldados que, a su paso, vayan construyendo la nueva España que idearon aquellos dos héroes...

-Señoras y señores: nuevamente les habla Carl Phillips, ahora desde la Granja Wilmuth en Grovers Mill, New Jersey. El Profesor Pierson y yo hemos recorrido los diecisiete kilómetros que separan a Princeton de éste lugar en sólo diez minutos. Bueno... me resulta difícil describir la extraña escena que tengo ante mis ojos. Creo que lo tengo frente a mí. Sí, creo que ante mí está la...cosa. Está semi-enterrada en una especie de pozo que debe haber abierto al chocar contra la tierra con fuerza pavorosa. Lo que puedo divisar del objeto mismo no se parece a un meteorito,por lo menos a los metoritos que haya visto. Más bien se parece a un enorme cilindro... Tiene un diámetro de unos treinta metros...

-Las buenas gentes de esta ciudad, fecundo vivero de las esencias nacionales, han levantado arcos de honor para que nuestros hombres pasen por ellos henchidos de orgullo. Los hay dedicados a figuras señeras de nuestro Imperio, en los que aparecen bellamente representados el césar Carlos, su hijo Felipe II, su glorioso abuelo Fernando el Católico, y en un delicioso guiño a lo regional, el príncipe Carlos de Viana...

-¡Un momento! Alguien se desliza a través de la abertura superior. Alguien... ¡O algo!. Puedo ver dos discos luminosos asomarse desde ese pozo negro ¿Acaso son ojos?. Puede que sea una cara. Puede que sea... ¡Dios mío! ¡Algo sale fuera de la sombra arrastrándose como si fuera una serpiente gris! Ahora aparece otra, y otra! Parecen tentáculos. Ahora puedo ver el cuerpo de la cosa. Es grande como el de un oso y brilla como cuero mojado, pero ... ése rostro... es indescriptible. Me cuesta sostener la mirada. Los ojos son negros y brillan como los de una serpiente. La boca tiene la forma de V y la saliva chorrea de las comisuras de sus labios sin bordes, que parecen estremecerse y latir. El monstruo, o lo que sea, apenas puede moverse. Parece abrumado por el peso de una gravedad desconocida para él. La cosa se levanta. La multitud retrocede. Ya han visto bastante. Esta es la experiencia más extraordinaria... no encuentro palabras. Arrastro conmigo el micrófono mientras les voy hablando. Tendré que interrumpir mi relato...

-Nuestros aliados, los germanos de la Legión Cóndor, el Cuerpo Expedicionario Italiano, o los hombres enviados por el noble Jalifa de Marruecos, desfilarán también a nuestro lado, en una muestra de la hermandad que reina en el bando nacional, cuyo único afán es acabar para siempre con el yugo con el que el comunismo y la masonería internacionales habían querido someter a esta sagrada tierra. Con su ayuda cercaremos a la hidra roja y cercenaremos una a una sus siete monstruosas cabezas...



-Un capitán y dos policías se adelantan con algo entre sus manos. Ahora puedo ver lo que es. Es un pañuelo blanco atado a un palo. Una bandera de parlamento. ¿Sabrán esas criaturas lo que significa? ... si es que algo tiene significado para ellos... ¡Esperen! ¡ Algo está ocurriendo!Un cuerpo con una joroba sale afuera del pozo. Puedo ver un pequeño rayo de luz reflejado en un espejo. ¿Qué es esto? Algo así como un chorro de fuego sale lanzado de ese espejo hacia los hombres que avanzan. ¡Los alcanza! ¡Dios mío, los convierte en llamas! ¡Todo el campo se incendia! Los bosques... los tanques de gasolina de los automóviles... El chorro de fuego se extiende por todas partes... ¡se dirige hacia aquí! Está a veinte metros a mi derecha!

-Y a todos esos indeseables que ahora conspiran al otro lado de la frontera, decirles desde esta España en paz, que representantes de las potencias europeas que todavía se niegan a reconocer a la España de Franco, estarán también presentes mañana en el gran festejo del que estamos hablando. Y que podrán comprobar por ellos mismos, y sin cortapisa alguna, el buen trato que reciben nuestros prisioneros. Oiganlo bien más allá de los Pirineos: la Cruz Roja inglesa estará mañana en Pamplona...

-Señoras y señores: debo comunicarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones de los científicos como la evidencia de nuestros ojos nos demuestra que esos seres extraños cuya descripción hemos realizado, son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte. La batalla que ha tenido lugar esta noche en Grovers Mill ha terminado con una de las más desastrosas derrotas sufridas por un ejército en los tiempos modernos: siete mil hombres armados con fusiles y ametralladoras se lanzaron contra una sola máquina de batalla de los invasores marcianos. Que se sepa sólo han quedado ciento veinte sobrevivientes. Los demás yacen desparramados sobre el campo de batalla entre Grovers Mill y Plainsboro aplastados y deshechos por las patas de metal del monstruo o reducidos a cenizas debido a la acción de su rayo de calor. El monstruo controla ya la mitad del sector central de Nueva Jersey y ha divido al estado en dos...



-El orgullo hierve en el pecho de los buenos navarros, y por tanto de los buenos españoles, al ver colaborar en esta empresa al abnegado requeté junto al falangista valeroso, haciendo patente que la desunión política de nuestros adversarios, no encuentra réplica en nuestra sólida y jerárquica organización...

-Les hablo desde el techo del edificio de la radio de la ciudad de Nueva York. Las campanas que oyen ustedes advierten a la población que evacúe la ciudad ante la aproximación de los marcianos. Eviten los puentes que llevan a Long Island, porque están atascados por la aglomeración de vehículos. No quedan más defensas. Nuestro ejército,liquidado... la artillería, la fuerza aérea...todo liquidado. Ésta puede ser nuestra última transmisión. Permaneceremos aquí hasta el final. La gente se ha reunido para rezar en la Catedral, justo debajo de nosotros.
Un momento,¡atención! ... El enemigo está ahora a la vista. Se observan cinco grandes máquinas. La primera cruza en estos momentos el río. Puedo verla desde aquí vadeando el Hudson como un hombre que atravesase un arroyo. Me entregan ahora un boletín... En todo el país están cayendo cilindros marcianos. Uno en las afueras de Búffalo, otro en Chicago, en Saint Louis... Parecen caer a intervalos regulares... La primera máquina está llegando a esta orilla. Se detiene un rato vigilando a la ciudad. Su cabeza de acero llega al nivel de los rascacielos. Parece estar esperando la llegada de las otras máquinas. Se yerguen como una línea de nuevas torres en la parte occidental de la ciudad... Ahora levantan sus manos metálicas... ¡Esto es el final! Sale humo... un humo negro que avanza sobre la ciudad. La gente que corre por las calles,ahora lo vé. Todos corren hacia East River ... miles de ellos caen al agua como ratas. El humo se expande con mayor rapidez. Ha llegado a Times Square. La gente intenta huir pero de nada sirve. Caen como moscas. Ahora el humo está cruzando la Sexta Avenida... La Quinta Avenida... Lo tengo a cien metros... Está sólo a quince metros...


-Y tanto como al enemigo exterior, esta arenga va dirigida también al del interior. Esas sanguijuelas que, agazapadas entre nosotros, acechan para darnos la dentellada del lobo. Sepan todos esos que se esconden en casas, cabañas y cuevas, que el ejército de esta renaciente España no descansará hasta que todos ellos paguen por sus crímenes, y que esa quinta columma será aplastada como una serpiente venenosa por nuestra invencible bota de hierro. No habrá perdón para ellos...

-He permanecido oculto en ésta casa vacía, cerca de Grovers Mill. Todo lo ocurrido antes de la llegada de estas criaturas monstruosas a la Tierra me parece en estos momentos un fragmento de otra vida... una vida que no guarda continuidad con la presente, la existencia furtiva del único sobreviviente abandonado. Miro mis manos ennegrecidas,mis zapatos rotos, mis ropas convertidas en harapos y trato de establecer una relación entre ésta ruina viviente y cierto profesor que vivía en Princeton y que la noche del 30 de octubre vio con su telescopio una explosión anaranjada en un planeta lejano. Mi esposa,mis colegas, mis alumnos, mis libros, mi observatorio, mi ... mi mundo ¿dónde están? ¿acaso existieron alguna vez? ¿Qué día es hoy? ¿Existen ya los días si no hay calendario? ¿Transcurre el tiempo si no hay manos humanas que den cuerda a los relojes?. Debo vivir, y para vivir debo comer... En la cocina encontré un pan enmohecido y una naranja. Desde la ventana mantengo constante vigilancia. De cuando en cuando alcanzo a divisar algún marciano que sobresale de la humareda negra...

-Y ha llegado a nuestro cuartel general el rumor de que los rojos tienen preparado para mañana, con el fin de impedir nuestro sensacional desfile, un nuevo bombardeo sobre Pamplona. Desde aquí les indicaremos luego, para demostrarles que no les tenemos miedo, nuestras más precisas coordenadas para que sus aeroplanos no se equivoquen, como acostumbran, de objetivo. A pecho descubierto, y confiando ciegamente en Dios, recibiremos sus obuses si acaso llegan a lanzarlos...

-Me aventuro a salir de la casa. Me dirijo hacia una carretera. No hay tránsito alguno. Aquí y allí se ve un coche destrozado, un equipaje caído, un esqueleto ennegrecido. Me dirijo hacia el norte. Mantengo siempre una cuidadosa vigilancia. Me acerco a un castaño. En octubre las castañas están maduras. Lleno mis bolsillos. Debo seguir con vida...

-Navarra entera queda pues advertida. Mañana, a las ocho en punto de la mañana, todos a reventar las calles de Pamplona para aplaudir el paso del audaz, del intrépido, del caballeroso, del magnánimo, del sacrificado, del legendario Ejército Nacional. ¡Viva Franco! ¡Viva España! ¡Arriba España!



Pasan horas que me parecen días, y fuera empiezan a sonar horrísonas sirenas antiaéreas. Me levanto, pero apenas tengo fuerzas para mantenerme en pie. Aún así desclavo una de las contraventanas: la gente corre despavorida a los subterráneos. El ruido no cesa y no me deja pensar: Todos a las ocho... El único superviviente... Comer, mantenerse vivo... El ejército nacional se ha hecho con Nueva Jersey... Un rayo de calor traído por la Legión Condor arrasa a los enemigos... Delicioso guiño regional al príncipe de Viana...

Abro la puerta del piso, ya no queda nadie en la casa. Me cuesta mucho bajar las escaleras, la luz del mortecino amanecer me abrasa los ojos. Las calles están desiertas. En los alcorques se mezclan las hojas y las castañas. En octubre las castañas están maduras. Lleno mis bolsillos. Debo seguir con vida y, además, aquella es una de las divisas de los reyes de Navarra... Allá, al fondo del paseo: unas figuras gigantes. Camino hacia ellas tambaleándome. Leo en su pedestal: Fernandus Rex Hispaniae. Tiene el brazo derecho levantado. Miro hacia dónde señala: el cuartel de la Guardia Civil. Bajo el otro personaje retratado leo: Karolus Vianae princeps. Su mano izquierda señala hacia abajo, indicándome el camino hacia donde tres ambulancias se hallan aparcadas. "Red Cross", en grandes letras, llevan grabado en su carrocería...



-What happens to you, friend? Are you ill?

-The...the nacionales have landed in New Jersey. Jane is waiting for me in London. The martians of general Franco occupied Navarre...

-Of course, my friend, of course... We will save this poor man...
We'll take you to London, with Jane. Cualquier cosa será mejor que obligarle a permanecer en esta condenada ciudad de locos. Aprovechemos que todos esos fascistas están en los refugios y metámoslo en el vehículo del Comisionado Mcallister. Quien sabe, quizás hasta puede que exista esa tal Jane...



Habla Orson Welles, señoras y señores, que abandona su papel de esta noche para asegurarles a ustedes que "La guerra de los mundos" no tiene más significado que el de una broma de Halloween. En el programa de radio del "Mercury Theatre" no podíamos cubrirnos con sábanas, saltar de entre los matorrales y gritarles ¡Buh!. De haberlo hecho, empezando ahora, no hubiéramos podido golpear las puertas de sus jardines durante la noche ... Habiendo descartado hacer eso, hicimos algo mejor. Aniquilamos al mundo ante sus propios oídos. Sin duda, se les habrá quitado un peso de encima si les decimos que no lo hemos hecho y que aún goza de buena salud. Así, entonces... ¡Hasta la vista a todo el mundo! y recuerden por favor la terrible lección que han aprendido esta noche. Ese invasor globular y reluciente que apareció haciendo muecas en las salas de nuestras casas, es sólo un habitante de la imaginación. Y si llega a sonar el timbre de sus casas y no ven a nadie allí, no crean que fue un marciano... fue el duende travieso que aparece la víspera de Halloween...


Que conste que la mitad de esta crónica, y sin duda la mejor, fue efectivamente escrita por el genial Orson Welles para su programa de teatro radiado que la noche del 30 de octubre de 1938 provocó el pánico en Estados Unidos. Va por usted, maestro.

© Mikel Zuza Viniegra, 2012