martes, 30 de agosto de 2011
LA CANZONE DELL AMORE PERDUTO
Imagen de Blanca de Navarra en
en el claustro de Santa María de
Olite
Sicilia, Palacio real de Palermo.
29 de julio de 1415
-Gracias a Dios que habéis podido acudir a mi llamada, maestro Franco. Mañana zarparé definitivamente y no me hubiera perdonado nunca no haberos visto una última vez, después de todo lo que hemos compartido durante estos trece años...
-Majestad, ni los ejércitos del Papa de Roma, ni siquiera los del Gobernador de Libia, hubiesen podido impedir que cumpliera vuestras órdenes. Siempre fue así, y siempre lo será.
-Apeadme el tratamiento. Para vos siempre fui Blanca. Nunca nos hicieron falta más títulos...
¿Recordáis mi llegada? Fue en noviembre, un viento frío llenaba las velas que me acercaban más y más a esta isla tan bella pero tan complicada de gobernar. Aquí me esperaba mi prometido, el joven Martín, y junto con él la hostilidad manifiesta de toda la población, que prefería el matrimonio de su señor con la princesa de Nápoles, en lugar de con una extranjera desconocida como yo.
El primer año fue horrible. Tuvo que protestar enérgicamente mi padre y señor don Carlos, para que se me atendiese de acuerdo a lo que mi rango y linaje merecían. En seguida comprendí que mi marido, más que joven era en realidad un niño, sólo preocupado por el siguiente territorio que conquistar, sin ningún interés en administrar este reino, desaprovechando una y otra vez las oportunidades de aprendizaje de las virtudes de gobierno que luego hubiera debido poner en práctica en todo el reino de Aragón. Aún así sabía que era lo que se esperaba de mí, y muy pronto logré darle un heredero. Dios sólo lo dejó vivir un año, pero bien sabéis que era el niño más hermoso que ninguna madre haya tenido jamás. Apenas dos años después murió también mi esposo.
Durante alguna de sus frecuentes ausencias, yo ya había quedado al cargo de Sicilia, pero tras su muerte tuve que hacerme cargo de todos los resortes del poder. Los nobles pensaron que una mujer pequeña como yo sería fácil presa de sus ambiciones, pero cometieron el imperdonable error de pensar que la cabezonería es un rasgo exclusivamente siciliano, olvidando que los más imbatibles ejemplos de testarudez han provenido siempre de mi tierra natal.
Simplemente hay que saber llevaros, pues sois grandes embusteros, los mejores del mundo. Aprendí rápido que hay diecisiete cosas distintas que uno puede hacer cuando miente. Quien quiera descubrirle tendrá que averiguar las diecisiete formas. Pero como la mujer tiene veinte, ahí yo también os llevaba ventaja...
Hube de enfrentarme primero a una revuelta popular en Messina, después a las Cortes reunidas en Taormina, y para que nada faltase, hasta a una erupción del Etna. Mi guardia me rogó que me alejara de aquel infierno de fuego y azufre, pero ¿qué clase de reina hubiera sido yo si en lugar de compartir las penurias de mi pueblo, me hubiera refugiado en un castillo lejano mientras ellos perecían? No, resistí allí, frente a la lava, y por fin algunos comprendieron como se las gasta una mujer navarra.
Y en todas esas ocasiones, vos siempre estuvísteis a mi lado. Al principio simplemente como uno más de los juglares de mi marido. Luego, trabado el conocimiento y la admiración mutua, como el primero de mis consejeros y el único y verdadero amor que he conocido en estas tierras.
Aún resuena en mis oídos la primera trova que os escuché cantar:
"...Y te vengo a buscar, aunque sólo para verte o hablar
porque requiero tu presencia,
para entender mejor mi esencia.
Este sentimiento popular nace de mecánicas divinas,
como un arranque místico y sensual me encadena a ti.
Debería cambiar el objeto de mis deseos
sin conformarme con las alegrías cotidianas,
hacer como un ermitaño que renuncia a sí..."
Me pareció entonces que, aunque todavía no nos conocíamos vos y yo, esos versos, como los de los antiguos profetas, me mostraban inequivocamente el futuro. Y esperé desde entonces cada una de vuestras nuevas canciones como el cumplimiento de esa promesa, de la que evidentemente vos también érais consciente:
"...Ciertas noches al dormir me pongo a leer.
Y tal vez necesito instantes de silencio.
Varias veces contigo sabiendo que te quiero,
me enfado inútilmente sin verdadera razón..."
Y escuchándoos recuperaba yo la felicidad de la niña que corría despreocupada por las doradas estancias de los palacios de Olite y Tafalla:
"...Y por un instante retorna mi anhelo de vivir
a distinta velocidad..."
Daba igual que las gentes murmuraran de nosotros, porque:
"...En las calles era Mayo y caminábamos juntos
cortando entre bromas manojos de ortigas..."
Erais aquél a quien, sin saberlo, siempre anduve buscando. La persona que daba sentido a mi existencia, y mis dueñas se reían al oirme destrozar vuestro idioma:
"...Cerco un centro di gravità permanente,
che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose, sulla gente..."
"...E gira tutto intorno alla stanza mentre si danza danza
e gira tutto intorno alla stanza mentre si danza..."
Pronto amanecerá. Venid al lecho. Sólo nos queda ya esta noche. Una vez, como en un sueño, fui reina de Sicilia. Ahora debo serlo de Navarra. Para cuando cruce el mar y llegue a mi pequeño país, mi padre ya habrá decidido con quien debo casarme, y de nada servirá hablarle de un trovador que venía de la isla de Sicilia, que no está lejos del África -tierra extranjera-, y que cantaba para su reina...
Puerto de Palermo, 30 de julio de 1415
La galera real, al principio pesadamente y luego llevada casi en volandas por el viento del este, va alejándose poco a poco de la costa.
"En el puente ondea la bandera de Blanca. Sul ponte sventola bandiera di Bianca...."
Y va la reina acodada en la barandilla de popa, como si se resistiese a abandonar ese paraíso llamado Sicilia, o como si supiera que nunca más lo volverá a ver.
Y entonces, de repente, desde el final del muelle, e imponiéndose sobre la algarabía y el bullicio de los estibadores, comienza a sentirse el cantar de un hombre alto, cuya prominente nariz sostiene unos gruesos anteojos.
Y se alza también esa misma voz sobre las olas del mar, hasta llegar a los oídos de Blanca, que no puede dejar de llorar mientras escucha:
"Ricordi sbocciavano le viole
con le nostre parole:
"non ci lasceremo mai,
mai e poi mai"
Vorrei dirti, ora, le stesse cose
ma come fan presto, amore,
ad appassire le rose
così per noi.
L'amore che strappa i capelli
é perduto ormai.
Non resta che qualche svogliata carezza
e un po' di tenerezza.
E quando ti troverai in mano
quei fiori appassiti
al sole di un aprile
ormai lontano li rimpiangerai.
Ma sarà la prima che incontri per strada,
che tu coprirai d'oro
per un bacio mai dato,
per un amore nuovo
E sarà la prima che incontri per strada,
che tu coprirai d'oro
per un bacio mai dato,
per un amore nuovo..."
PD: http://www.youtube.com/watch?v=LRkANhMpgiA
© Mikel Zuza Viniegra, 2011