miércoles, 27 de junio de 2012

WESTERN


Desfiladero de Oskía, 24 de julio de 1512

-Pensar ya que tú no atreverte a venir, mariscal Pedro.

-Yo arriesgar más que tú para estar hoy aquí, conde de Lerín.

-Ser cierto, la caballería castellana cubrir toda la llanura desde aquí hasta la frontera. Tu vida valer menos que la de un perro de la pradera.

-Sí, yo saber. Haber visto desde Pamplona las señales de humo que nuestros hermanos encender en todas las cumbres. Jefe de Guerra Labrit marchar a Lumbier. Concentrar allí a todos los guerreros…

-Vuestra causa estar perdida. Oponer arcos y flechas a cañones y arcabuces es como mandar a niños a domar potros salvajes.

-Gran lástima ser oírte hablar como quien ya ha sido derrotado, conde. Tú saber que no ser sólo “nuestra causa”. También ser la vuestra. La nación navarra extenderse en tiempos hasta donde llegar el ojo del águila. Enemigos venir entonces por el norte, con sus grandes jefes Carlomagno y Roldán al frente, pero nosotros resistir y vencer porque estar unidos. Por eso pedirte ahora esta reunión secreta. Por toda la que nuestros clanes han hecho correr, yo ofrecerte ahora un pacto de sangre entre nosotros dos. Dejar atrás nuestras rivalidades. Luchar juntos de nuevo para honrar a nuestros antepasados...

-Tú no darte cuenta, pero tú formar ya parte del pasado, mariscal. Gran Padre Fernando de Aragón ser el futuro. Él tener gran poder, él ofrecer compartirlo con nosotros. Aunque tú derrotes ahora a su ejército, vendrá otro más grande aún y aplastará sin piedad a los que se nieguen a obedecer su voluntad...

-Sí, quizás yo ser ingenuo por pretender ser tan libre como lo fueron nuestros padres. Pero tú no serlo menos que yo, conde. Ahora vosotros servirles de guías. Vosotros conocer perfectamente estos territorios y ellos pagar bien por esa información. Incluso haberte dado galones para lucir en tu casaca azul. Pero cuando campaña acabar, vosotros también seréis perseguidos. Ellos no distinguir entre nación beamontesa y nación agramontesa, para ellos ser sólo navarros. Guerreros que siguen una bandera roja y a los que hay que exterminar. Ojalá que pudiéramos vernos a nosotros mismos igual…

-Tú siempre ser un soñador, mariscal. Mi padre matar al tuyo. Matar también a tu hermano. ¿Ser acaso tú hombre-medicina para poder perdonar tanto?

-¡Yo no hablar en vano, conde! Haber firmado muchos tratados ya con Fernando, y él haberlos roto todos. Conocerlo mejor que tú, y en el fondo tú saber que él siempre hablar con lengua de serpiente: prometer mucho, y no cumplir nada. Gran Jefe Labrit acabar con la guerra intestina que durante cientos de lunas ensangrentó la nación navarra, ahora él abrir sus brazos a ti y a tu clan…

-Él sí ser peor que un zorro traidor, mariscal. Él expulsar a mi padre y arrebatarnos todos nuestros territorios de caza. Ahora sentirse tan acorralado como presa ante su cazador y por eso ofrecernos el perdón. Tú llevarle en mano mi respuesta: este cuchillo largo que el general Alba me ha dado. Ser el primer regalo de muchos que yo ganar a su servicio. Si tú ser listo, deber seguir mi ejemplo, mariscal…

-Sentirme tan triste como el lobo que aúlla a la muerte, conde. Creer que ser capaces de llegar a un acuerdo hoy aquí, pero el ruido de los tambores de guerra no permitir entendernos entre nosotros. Quizás algún día muy lejano el Gran Espíritu quiera que dos navarros puedan ponerse por fin de acuerdo en algo. Sin duda ese día el corazón de nuestro pueblo brincará como el ciervo que pasta alegre en la montaña…


Adenda: “Su Majestad puede quedar bien tranquilo sobre la conservación de este, su reino de Navarra. Además, sería muy difícil que hubiera aquí trato con el enemigo que no se pudiese parar a la primera señal de conspiración. Digo esto apoyado en la gran cortedad de los naturales de este reino, en la envidia y gran desunión que se profesan los unos a los otros, y también en la gran pobreza de las villas y de sus pobladores, lo cual acorta los ánimos y los pensamientos…” *

*(Carta auténtica del virrey D. Luis de Guzmán al rey Felipe IV de España, fechada el 25 de diciembre de 1648).

© Mikel Zuza Viniegra, 2012