miércoles, 11 de agosto de 2021

UNA NOCHE (Y SÓLO UNA) EN LA ÓPERA

 

Si en la anterior entrada de mi blog os hablé de unas canciones del poeta veneciano Giustiniani que le gustaron muchísimo al príncipe de Viana durante su estancia en Milán en 1457, y con ánimo de dar otra vuelta de tuerca novedosa a este tema tan trillado en este 2021 en el que se cumple el 6º Centenario del nacimiento de Carlos de Evreux, os descubriré ahora otra relación suya con el mundo musical igual de desconocida, porque resulta que el 2 de febrero de1885 se estrenó una ópera dedicada a su figura en el Teatro Real de Madrid que, como casi todo lo que tiene que ver con nuestro protagonista, causó un revuelo y una polémica tales que nunca más ha vuelto a ser representada.  

En efecto, parece ser que por aquellos años la empresa que arrendaba el Teatro Real tenía la obligación de estrenar al menos una ópera española al año, y se da la circunstancia de que aquel año de 1885 la obra elegida por el jurado entre tres posibles fue la titulada: "El príncipe de Viana" (drama lírico en tres actos), compuesta por el maestro Tomás Fernández Grajal según el libreto original del general de infantería y poeta Mariano Capdepón Maseres. 

El general de brigada y libretista de ópera, Mariano Capdepón


Aunque hoy no le suene -nunca mejor dicho- a casi nadie, Tomás Fernández Grajal no era precisamente un piernas en el mundo de la música, ya que fue por ejemplo uno de los discípulos predilectos de nuestros paisanos y célebres músicos Hilarión Eslava y Emilio Arrieta en el Real Conservatorio de Madrid, donde en 1863 conoció a Giuseppe Verdi -que había venido a España para el estreno de "La forza del destino"- a quien dedicó un himno que fue muy elogiado por el maestro italiano. 

Los músicos Manuel y Tomás Fernández Grajal, en 1888

Lo cierto es que tanto Tomás como su hermano Manuel (otro gran e ignorado músico) lucharon toda su vida por poner en pie un género operístico propiamente hispano, dándose de bruces una y otra vez contra los inamovibles gustos del público, que prefería la zarzuela a un género que creía exclusivamente italiano. 

Por eso, tras el estreno de "El príncipe de Viana", la noche del 2 de febrero de 1885, las críticas periodísticas fueron tan unánimemente inmisericordes, que la obra se retiró de escena ipso facto. Pero hay que tener en cuenta que los artistas contratados por el Real (que como he dicho estrenó la obra por obligación), eran todos italianos, que llevaban la obra muy mal ensayada, pues sabían que las óperas españolas raramente volvían a ser interpretadas una segunda vez, y que el público asistente percibió al instante que la obra se había ensayado poco y mal, porque incluso la romanza principal de la ópera no fue cantada por indisposición repentina del tenor. Lo que más sorprende es que por imposición del Teatro Real, la ópera que había sido escrita en castellano tuvo que ser traducida a toda prisa al italiano para su interpretación, e incluso que los carteles anunciadores se escribieron en italiano. 

Ante semejante cúmulo de desaires hacia Fernández Grajal, tuvo que ser otro maestro tan insigne como el compositor y violinista Tomás Bretón (becado en Italia para su formación como músico) quien tuviese que salir a defender al autor y a su música en una tribuna del periódico "El Liberal" del día 7 de febrero, con unos argumentos demoledores que, 136 años después, podréis comprobar que siguen -para nuestra desgracia- plenamente vigentes. Ved si no: 

"El autor compositor del Príncipe de Viana, en otro país en que no haya tantos políticos como en España quieren hacernos felices, tanto motín y pronunciamiento como dichos señores nos regalan para demostrarnos la bondad de sus ideas y tanta corrida de toros que consume la savia del público español, rebajando a los ojos del mundo civilizado nuestro nivel intelectual, en otro país, o en éste, que no pasara tanta desdicha como apuntado dejo, tal vez el maestro Fernández Grajal, a sus cuarenta años cumplidos, estrenara no su segunda, sino su décima ópera, y quien sabe si España podría calificarle de artista insigne. [,,,] 

Pero el público de estos espectáculos es pequeño y el mismo siempre; así que pretender, repito, que éste sostenga espectáculos tan costosos como los líricos de ópera y zarzuela, sin un auxilio poderoso e inteligente de parte del gobierno, es pretender un imposible, como los sucesos teatrales contemporáneos lo están demostrando. Aumentan así en Madrid, los templos del arte de Pepe-Hillo y otros toreros, y los teatros de a real la pieza llenan sus arcas con obras en que los cuernos y la política son el argumento esencial... en tanto que el regio coliseo lleva vida premiosa, los de zarzuela faltos de ella mueren. ¡En ello consiste hacer de la capital de España un gran centro artístico, en vez de escuela de tauromaquia!"

Al maestro Bretón le replicaron muchos otros autores y críticos (entre ellos Pérez-Galdós), y la ópera "El príncipe de Viana", que en teoría iba a dar fama y gloria eternas a su compositor acabó provocando una agria discusión intelectual sobre la viabilidad de las óperas cantadas en español, que no pudieron remontar la falta de interés de un público acostumbrado por una parte a las continuas novedades que en ese género llegaban desde Italia, y por otra a las astracanadas costumbristas reflejadas en las zarzuelas de mayor éxito. 

Y tengo para mí que el haber elegido como protagonista de su obra al príncipe de Viana, cuya trayectoria política ya pudo cambiar la historia de España de una manera radical mientras vivía, volvió a concitar el espíritu de la contradicción que parece envolver siempre a este personaje, y aunque ahora a finales del siglo XIX, no pudo cambiar tampoco la deriva "cultural" del país, que ni que decir tiene que entre toros y ópera escogió -desafortunadísimamente- los toros. 

Porque si en el texto de Bretón cambiamos "los teatros de a real la pieza" por "Tele 5", y dejamos los toros, defendidos todavía a ultranza -nunca mejor dicho- por las autoridades madrileñas como quinta esencia cultural de lo español, veremos que la España que denunciaba el maestro Bretón y la actual son -para nuestra desgracia- prácticamente idénticas.

De todas formas, y como si el destino quisiera burlarse de él, lo cierto es que a Bretón, que compuso 8 óperas e infinidad de conciertos, y fue un músico muy famoso en su tiempo, hoy sólo se le recuerda por una zarzuela convertida desde su estreno del año 1894 en apoteosis de la caspa madrileña y de todo lo que él denunciaba precisamente en su artículo, y también en hit-parade favorito de quienes allá se envanecen de su chulaponería, enroscándose con fruición la gorrilla de cuadros a la cabeza para protegerse de las perniciosas influencias de la periferia separatista: "La verbena de la paloma", que la fotografía muestra que sigue plenamente de moda entre las mentes ¿pensantes? de la comunidad que se cree destinada por la providencia para guiar los destinos de ¡Españñña!:

  


El caso es que el pobre Tomás Fernández Grajal, descorazonado y harto, nunca más volvió a componer una ópera, y se refugió en el Real Conservatorio de Madrid, donde sucedió en el cargo de maestro al citado Arrieta, y donde dio clases hasta su muerte en el año 1914. No obstante he de decir que no he podido hallar la música que compuso para "El príncipe de Viana", así que sólo he podido consultar el libreto escrito por el general Capdepón, quien, desgraciadamente, no era desde luego -literariamente hablando- Lorenzo Da Ponte, el libretista de las óperas más famosas de Verdi, porque me temo que los bienintencionados pero terribles ripios con que trufó su texto (que recordemos además que para mayor disparate tuvo que traducir al italiano para el estreno) no los hubieran podido salvar ni Donizetti, ni Bellini, ni siquiera Wagner. Como muestra, vaya esta escena primera del acto segundo, donde unos caballeros partidarios del príncipe de Viana cantan (o algo así): 

"Al fin el Rey accede

a recibir al Príncipe.

Al fin D. Juan no puede

su cólera saciar:

su inmenso poderío

se estrellará impotente

en la lealtad y el brío

del pueblo catalán.

Vivamos prevenidos,

porque el rencor profundo

del Rey D. Juan segundo

jamás se aplacará.

La Reina, que es madrastra

del Príncipe glorioso,

el pecho de su esposo

incita a la crueldad.

Escudo de D. Carlos

nuestro valor será.

Los lazos que le tiendan

las armas cortarán.

Sí persiste en su encono tremendo

nuestro Rey con furor parricida.

en contienda civil, homicida,

Cataluña, Aragón arderán.

Lucharemos sin tregua briosos

hasta ver á D. Carlos vengado.

de Navarra en el trono usurpado

venturoso y tranquilo reinar".   

Sin embargo, podría yo fantasear perfectamente en una de mis crónicas irreales con que el inmortal tenor Julián Gayarre hubiera podido interpretar en escena aquella noche de febrero de 1885 a su paisano, el príncipe Carlos de Viana, así que puede que la escriba alguna vez,..


Pero sí que creo que este año 2021, que como ya he dicho se celebra el 6º centenario del nacimiento del príncipe de Viana, hubiera sido el momento idóneo para estrenar en Pamplona esta desconocida ópera a él dedicada, por muy malo que su libreto fuera, porque a juzgar por esta composición de Tomás Fernández Grajal que he podido hallar, seguro que la música sí que merecía la pena: 



 

©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2021


viernes, 4 de junio de 2021

UNA CANCIÓN QUE LE GUSTABA MUCHO AL PRÍNCIPE DE VIANA

Preparando las dos conferencias que he dado estos días en Olite y Pamplona con motivo de la conmemoración del 6º Centenario del Nacimiento de un viejo conocido de este blog: el Príncipe de Viana, recordé que entre las miles de páginas que leí para escribir su biografía, había un dato que reflejé en mi libro, pero al que entonces no presté demasiada atención. 

Varios trabajos de investigación reflejaban que, cuando Carlos se vio obligado a exiliarse de Navarra en la primavera de 1456, y tras pasar unos meses intentando convencer a su estólido primo Carlos VII de Francia de que le ayudase, decidió viajar a Italia para acogerse a la hospitalidad de su tío, el rey Alfonso V de Aragón, que residía en Nápoles. Para llegar hasta allí, cruzó la península italiana de norte a sur, y así sabemos que estuvo una semana acogido en la corte milanesa del duque Francisco I Sforza, y que luego pasó por una Florencia efervescente de arte y de cultura, donde tenían sus talleres abiertos, por citar sólo a los más renombrados, artistas como Donatello, Filippo Lippi, Paolo Uccello, Verrochio, Michelozzo, Benozzo Gozzoli o Piero della Francesca.

Ese primer contacto con un Quatroccento en plena ebullición debió resultar deslumbrante para alguien que, como Carlos, "todo el tiempo de su vida amó el estudio", a pesar de sus desdichas y contrariedades políticas. El caso es que una vez asentado ya en corte napolitana, envió una carta al duque de Milán para pedirle que le enviase a uno de sus cantantes, llamado Todeschino, porque mientras estuvo allí alojado escuchó cantar unas canciones del poeta veneciano Leonardo Giustiniani, que le gustaron tanto que quería poder oírlas de nuevo. 

Leonardo Giustiniani fue un diplomático y poeta veneciano que murió en 1446, y cuyas composiciones alcanzaron gran fama en su época, así que no es extraño que el príncipe las hubiera conocido en el Milán de mediados del siglo XV. Pudieron clavarse también en su memoria debido al estilo veneciano de interpretarlas, que era muy recargado y gustaba de las más alambicadas florituras vocales. 

Pero esta que voy a ofreceros casi en rigurosa primicia, tiene la particularidad de que puede  relacionarse con uno de los lemas paraheráldicos del propio Carlos, ese "AY" que podemos ver encima de otra de sus divisas: el triple lazo que provenía de su abuelo Carlos III el Noble de Navarra.



La profesora María Narbona, que es quien más y mejor ha estudiado esas divisas, relaciona ambas recordando que, en francés, "Lazo" se dice "Las", y que tal palabra es muy similar a "Helas", exclamación que en esa misma lengua significa "Ay de mí". También nos descubre que el príncipe de Viana tenía a su servicio hacia 1450 un persevante (un heraldo) denominado precisamente "Las". En cuanto al lema "AY", no se sabe exactamente cuándo empezó a emplearlo Carlos, sólo que fue en los últimos años de su vida y que con esa elección buscaría aludir a su desdichada y errante vida. 

Pero esos años son justo también los que pasó en Italia, lo cual me permite elaborar la teoría de que quizás el príncipe de Viana pudo inspirarse en alguna de las citadas canciones de Leonardo Giustiniani con la que se sintiera especialmente identificado, como por ejemplo esta que vais a poder escuchar en el video que os adjunto, que lleva -como no- el título de "Ay de mí". Esta es su traducción al castellano: 

AY DE MÍ, SUSPIRO,

PORQUE NO ENCUENTRO LA PAZ.

¿QUÉ PODRÉ HACER, SINO MORIR,

PARA NO SEGUIR SUFRIENDO?

PORQUE ESTA ANGUSTIA ME DESTROZA.

 

Quién sabe... 

De lo que podemos estar casi seguros es de que Carlos de Evreux, el hombre que debió reinar en Navarra, escuchó esta hermosa canción, y también de que, quizás, soñó con poder escucharla muy pronto en una de las muchas habitaciones doradas de su palacio de Olite. Desafortunadamente, no pudo conseguirlo, pero ahora todos nosotros podemos compartir su buen gusto musical para felicitarle por su 600 aniversario. 

Zorionak, Charles!



AY ME SOSPIRI - LEONARDO GIUSTINIANI




BIBLIOGRAFÍA: 

-"¡Ay!" Las  divisas de Carlos de Evreux, Príncipe de Viana (1421-1461) / María Narbona Cárceles. En Príncipe de Viana. Año nº 72, Nº 253, 2011 (VII Congreso General de Historia de Navarra) pags. 357-374

-Príncipe de Viana: el hombre que pudo reinar / Mikel Zuza Viniegra. Pamiela, 2ª ed. 2018.

-Una cort a Barcelona per a la literatura del siglo XV / Jaume Torró Torrent. En Revista de Catalunya, Nº 163. 2001. pags. 97-124