viernes, 10 de noviembre de 2017

EL CONSEJO NAVARRO DE CULTURA SUGIERE ESTUDIAR ALTERNATIVAS AL PLAN ESPECIAL DE SALESIANOS



EL CONSEJO NAVARRO DE CULTURA SUGIERE ESTUDIAR ALTERNATIVAS AL PLAN ESPECIAL DE SALESIANOS


Ante el procedimiento administrativo que plantea cuatro torres de entre 13 y 17 pisos en la parcela que dejará libre en pleno centro urbano el traslado del Colegio de Formación Profesional de Salesianos, el Consejo Navarro de Cultura quiere expresar su desacuerdo y su oposición a que esta actuación se lleve a cabo tal y como está planteada en este momento.

El paisaje urbano histórico de Pamplona-Iruña tiene la suerte de poder contar con una panorámica que apenas ha variado en los últimos siglos, como puede constatarse comparando los dibujos que conservamos de viajeros del siglo XVIII, con la vista que la ciudad ofrece todavía hoy cuando se llega a ella desde el norte o se pasea por las huertas de la Magdalena. Una de sus perspectivas más icónicas, por cierto, ya que es la que durante generaciones han pintado, fotografiado o filmado casi todos los artistas que han querido reflejar el que probablemente sea su paisaje más hermoso.

Vista de Pamplona dibujada por Le Jeune hacia 1823
Esa secular línea del cielo es la que ahora mismo está en peligro de muerte, porque las cuatro torres previstas la destruirán a perpetuidad. Y por supuesto que las ciudades evolucionan, pero creemos que los posibles cambios han de hacerse respetando los lugares o paisajes concretos que las hacen distintas las unas de las otras y, sobre todo, las hacen perfectamente reconocibles para quienes hayan vivido, viven y vivirán en ellas.

Hemos aludido previamente al paisaje urbano histórico de Pamplona. Para que todas las personas tengan una idea aproximada de lo que hablamos, diremos que la Recomendación sobre el paisaje urbano histórico de la UNESCO, de 10/11/2011, define cómo paisaje urbano histórico, la zona urbana resultante de una estratificación histórica de valores y atributos culturales y naturales, lo que trasciende la noción de “conjunto” o “centro histórico" para abarcar el contexto urbano general y su entorno geográfico.

Este contexto general incluye otros rasgos del sitio, principalmente su topografía, geomorfología, hidrología y características naturales; su medio urbanizado, tanto histórico como contemporáneo; sus infraestructuras, tanto superficiales como subterráneas; sus espacios abiertos y jardines, la configuración de los usos del suelo y su organización espacial; las percepciones y relaciones visuales; y todos los demás elementos de la estructura urbana. También incluye los usos y valores sociales y culturales, los procesos económicos y los aspectos inmateriales del patrimonio en su relación con la diversidad y la identidad.

En su preámbulo considera, además, que los conjuntos históricos urbanos están entre las manifestaciones más abundantes y diversas de nuestro patrimonio cultural común, que se ha forjado generación tras generación y constituye un testimonio crucial del quehacer y las aspiraciones del género humano a través del tiempo y el espacio.

Igualmente reconoce el carácter dinámico de las ciudades vivas. Observando, sin embargo, que el desarrollo rápido y a menudo incontrolado está trasformando las zonas urbanas y sus entornos, lo que puede fragmentar y deteriorar el patrimonio urbano afectando profundamente los valores comunitarios en todo el mundo.

Por lo tanto, afirma que para defender la protección del patrimonio natural y cultural ha de hacerse hincapié en la necesidad de integrar estrategias de conservación, gestión y ordenación de conjuntos históricos urbanos en los procesos de desarrollo local y planificación urbana, como los asociados a la arquitectura contemporánea y la creación de infraestructuras, y que la aplicación de un planteamiento paisajístico contribuiría a mantener la identidad urbana.

Considerando por último que el principio de desarrollo sostenible entraña la preservación de los recursos existentes y que la protección activa del patrimonio urbano y su gestión sostenible es una condición indispensable del desarrollo.

Así mismo, el Convenio Europeo del Paisaje (Florencia 2000) Ratificado por España, en vigor y de obligado cumplimiento desde 2008, insta a las administraciones y agentes de cada territorio a establecer los mecanismos adecuados para la efectiva protección jurídica del paisaje. En definitiva: a llevar a cabo una política de paisaje.

Dicen que el emperador Carlos V, al ver que habían construido una catedral plateresca en mitad de la mezquita de Córdoba, exclamó totalmente abatido: Si hubiera sabido lo que teníais intención de hacer, de cierto que no os hubiera dado mi permiso, porque lo que aquí habéis hecho se puede hallar en cualquier sitio, mientras que lo que teníais antes no existe en parte alguna del mundo.

Construir en este lugar torres exactamente iguales a las que se elevan ya en cualquiera de sus barrios periféricos conseguirá justamente ese efecto: hacer lo mismo que hay en cualquier lado, para arruinar un paisaje que sólo existe allí, pues superarán por ejemplo el impacto visual de la catedral gótica. Y ya no tendrá remedio.


También queremos dejar constancia de que entendemos que la zona y el entorno en el que se quieren edificar las torres, posee una importancia cultural innegable, si tenemos en cuenta la definición de la misma incluida en la Carta del ICOMOS Australia para Sitios de Significación Cultural - Carta de Burra, que entiende por importancia cultural, entre otros valores el estético, el histórico, y el social o espiritual que un sitio reviste para las generaciones pasadas, presentes y futuras y que se manifiesta físicamente en el sitio propiamente dicho.

Todas estas razones son las que nos mueven a solicitar que se adopten medidas para proteger este paisaje histórico y cultural, por lo que recomendamos que se valoren otras alternativas y se opte por soluciones urbanísticas más respetuosas con el entorno y con la propia historia de la ciudad.


EL CONSEJO NAVARRO DE CULTURA
KULTURAREN NAFAR KONTSEILUA

viernes, 22 de septiembre de 2017

FIN DE TRAYECTO


Barcelona, Palau Reial, 23 de septiembre de 1461

-Tío, prometedme que llevaréis algo mío a Navarra.

-¿Qué he de prometeros? Vos mismo iréis conmigo. Y recorreremos de nuevo las veredas entre Tafalla, Olite y Ujué. Las gentes saldrán a los caminos para ver a su rey y señor, y os pedirán remedio  a todos sus males, como siempre.

-No, ya nunca más volveré a prenderme una sanjaimeta al pecho.

-¡Os juro que lo haréis, aunque tenga que matar yo mismo a todos estos matasanos que os afligen!

-Mi problema ya no es de médicos, sino de clérigos. No pasaré de esta noche. Casi lo anhelo, estoy tan cansado...


-¿Qué decís? ¿Y qué haremos entonces los que nos jugamos todo por vos?

-Y demasiadas veces sin que yo os lo pidiera, tío. Me usasteis como cometa, y de tanto ascender al cielo, he acabado chamuscado por el sol. Otros quizás lo hagan mejor que yo.

-¿Quién, vuestro padre? ¡Ah, si le hubiera alcanzado la lanza que le arrojásteis en Aibar...!

-Ahora tendría todavía más grandes pecados de los que confesarme. No, ayer fue día de luchar como caballero, y hoy lo es de morir como cristiano. Y dejad de llorar, ¿qué dirían si vieran a un gran guerrero como vos con los ojos cargados de lágrimas?

-Se me ha debido meter una carbonilla en los ojos, Majestad.

-Creo que ya podéis apearme el tratamiento, tío. Fuisteis siempre el primero en considerarme rey de Navarra, ahora tenéis mi permiso para retirar la corona de mi cabeza. Me ha pesado siempre tanto como las cadenas a un preso...

-¡Nunca! No hay cabeza en el mundo más digna de ceñir una corona que la vuestra, Charles.

-Hubiera sido estupendo que todos pensaran como vos, querido tío Johan. La de malos tragos que nos hubiésemos ahorrado, ¿no es cierto?

-¡Os juro que se lo haré pagar personalmente al maldito mosén Pierres y a su hermano don Martín!

-Templad vuestra furia, tío. Es una orden. Mi última orden. Navarra ya ha sufrido bastante mientras yo estaba vivo, que al menos sosiegue definitivamente el reino cuando yo muera. En realidad tengo otro mandato para vos.

-¡Lo que sea, aunque tenga que ir a Constantinopla para conseguirlo!

-No os pido tanto, mi buen don Johan: sólo que adornéis mi capilla ardiente con esos cinco paños bordados con las historias de Hércules tan hermosos que traje de Sicilia. Nunca fui tan fuerte como él, pero los trabajos a los que tuve que hacer frente no fueron, desde luego, menores que los suyos. ¿Lo haréis?

-Os lo prometo, príncipe. Perdón, Majestad.

-No os disculpéis, tío, que ni yo mismo he sabido nunca si era rey o príncipe. Y ahora ya da por fin lo mismo...



Y FUE ESCRITO ESTO PARA RECORDAR QUE MAÑANA SE CUMPLE EL 556 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE 
CARLOS IV DE EVREUX, REY DE NAVARRA, 
PRÍNCIPE DE VIANA 

© Mikel Zuza Viniegra, 2017

jueves, 24 de agosto de 2017

NO EN MI NOMBRE


Pamplona, 1 de junio de 1456

-La situación es desesperada, príncipe Carlos: los Peralta por el sur y los Foix por el norte están a punto de cerrar el cerco sobre la ciudad. Si no os marcháis cuanto antes, lo más probable es que volvais a ser apresado por vuestro padre, y me temo que esta vez no saldréis con la cabeza sobre los hombros...

-Para lo que me ha servido hasta ahora la cabeza, quizás sería un descanso que me la cortaran. ¿Y no hay otra solución que irme? Dirán que huyo, que os dejo desamparados...

-Cabría todavía la posibilidad que os llevo comentando desde hace tanto tiempo: levantar cuatro poderosas torres en el flanco noreste la muralla, casi sobre ella. Allí meteremos a todos los sospechosos de ser partidarios del rey don Juan, y os juro que les haremos pagar con sangre su traición. Bien sabéis que a él mismo le pareció buena idea levantarlas, que siempre ve traidores a su alrededor. Hagamos entonces lo mismo que él. ¡Dadme el permiso para construirlas y de vos quedará siempre memoria en estos reinos!

-Sí: memoria de sangre, memoria amarga, porque si ahora hago lo mismo que iba a hacer mi padre, ¿en qué me distingo de él?

-¡En que por una vez ganaríais vos! El sentimentalismo no tiene cabida en las labores de gobierno: sólo el dinero y el número de enemigos muertos en el campo de batalla.

-¿Y merece la pena reinar para acabar actuando así?

-Cuentan los griegos y los romanos que no ha habido rey sobre la tierra que haya hecho las cosas de otro modo, príncipe.

-Pues ya va siendo hora de que haya uno que las haga de otra manera, ¿no creéis?
 No. Ni mi última orden ni mi legado serán cuatro ominosas torres cuya fealdad me quite las ganas de entrar en Pamplona cuando regrese del exilio.

Marcharé mañana mismo, y os prometo que recabaré toda la ayuda que pueda en Francia, Roma o Nápoles. Pero ya que el de hoy va a ser mi último día en esta ciudad os diré en qué voy a aprovecharlo: cabalgaré hasta Burlada, y pararé a refrescarme en el pequeño palacio donde vivió mi prima Leonor, la hija de mi tía Beatriz.

Dejaré allí mi caballo, y subiré de nuevo a Pamplona a pie, silbando tranquilamente una tonada de Raimon de Miraval, mi trovador favorito,  probablemente acompañado por los peregrinos a Santiago que por allí pasan. ¿Qué mejores compañeros para un príncipe errante como yo?

Y por el camino me iré deteniendo a contemplar la extraordinaria vista que ante los ojos de quien saben apreciarla se ofrece: al extremo diestro la catedral, todavía en obras, como vigilando desde los montes de Goñi hasta el Gaztelu que tiene enfrente; entre medio, sólo las pequeñas torres de iglesias que no se atreven a cuestionar la hegemonía de las del templo mayor del reino; y en el extremo diestro, sobre la Magdalena, el placer de poder posar los ojos -viviendo en plena ciudad- en el color verde de las huertas que baña el Arga.

¿Y me decís que levante cuatro torres-adefesio sobre este vergel? No lo haré jamás.
No soy mi padre, a quien ni Pamplona ni el resto de Navarra le han importado nunca. No las conoce, y por tanto tampoco puede amarlas. Lo sé muy bien, porque es exactamente lo mismo que le pasa con mi hermana Blanca o conmigo.


-Como queráis, pero seguro que vendrán otros que sí levantarán las torres.

-Lo sé, tales personas abundan. Y dirán lo mismo que vos: que son necesarias, que son la mejor solución, que no han podido hacer otra cosa... Y dirán la verdad, porque ese tipo de gente jamás ofrece otra solución que multiplicar el horror a su alrededor. Destruirán un paisaje que sólo teníamos aquí, para hacer lo mismo que existe en cualquier otro sitio. Pero no podrán decir nunca que fui cómplice.

-Tan terco y testarudo como siempre, príncipe.

-¿No recordáis el dicho popular, mi señor tio don Juan de Beaumont? Pues resulta que se me puede aplicar muy bien:

"Cabezudo fue mi abuelo,
 porque nació aragonés.
 Más tozudo fue muy padre, 
¡Y yo como entre los tres!" 

-En fin... Id preparando vuestras valijas para el largo viaje que os espera mañana. Pero antes aún os queda una última labor de gobierno: en la sala contigua hay unos frailes Salesianos aguardando ser recibidos. 

-¿Y qué es lo que quieren, mi señor tío don Juan de Beaumont?

-Hablaros sobre no sé qué proyecto que dicen abanderar.

-Ya no tengo tiempo. Pero recordadles de mi parte lo que decía su fundador: "enseñemos a todos la belleza de la virtud." Si acaso veis que no reaccionan, y como parece que les gustan tanto las torres, encerradlos una buena temporada en la más alta del castillo de Monreal, que les vendrá muy bien reflexionar allí dentro... 



© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017


 


jueves, 27 de julio de 2017

CAMBIO CLIMÁTICO

Palacios reales de Pamplona, 27 de julio de 1384

-Ved, mi señor don Carlos II, que lo que hemos descubierto resulta extremadamente grave…

-Sí, claro que es grave saber que mi archienemigo, Carlos V de Francia, está construyendo gran número de ferrerías en nuestra frontera norte, y que lo mismo están haciendo los ingleses a muy pocas leguas. Tendremos que hacer nosotros lo mismo.
 

-Pero Majestad, de lo que llevamos más de tres horas intentando convenceros es de que hagáis justamente lo contrario. Si hacéis lo mismo que ellos, el mal del que os hablamos se extenderá sin control…

-¿Pero qué mal hay en el progreso industrial? ¿Y en el chocar de las espadas? Os digo que no hay nada mejor que una buena guerra para dinamizar nuestra maltrecha economía.

-Hay informes que dicen que la gran pestilencia se extendió precisamente gracias al humo negro de tanta ferrería, que a ratos llegó a ocultar al mismo sol. Si se siguen construyendo a este ritmo infernal, los árboles acabarán desapareciendo, y sin árboles todo vuestro reino se convertirá en un desierto.

-Los árboles son necesarios, claro que sí, pero para alimentar los hornos de los que saldrán las espadas recién forjadas con las que conquistaré Francia algún día. Además, ¿qué pruebas tenéis de eso que decís sobre que cada año el verano es más cálido?

-Ved que nuestro abuelo, el primero al servicio de vuestra augusta dinastía, ya recogía datos que confirman que la nieve de las cumbres cada año se derrite antes, y que el agua recogida en las represas se evapora cada vez más rápido y baja más negra y sucia de las montañas. Comparando sus anotaciones con las nuestras, podemos confirmar que en los últimos ochenta años se ha producido un recalentamiento que el humo de todas esas ferrerías no hace sino aumentar exponencialmente. De ahí la importancia de que vos no hagáis lo mismo.

-Pero esta sugerencia vuestra de que construya miles de molinos enormes en la frontera para que sus aspas se lleven los malos humos hacia el interior de Francia y de Aquitania detraería las cantidades que ahora dedicamos a la guerra. Y no es cosa de que se nos rían nuestros enemigos. ¿A qué iluminado se le ha podido ocurrir semejante solución? Al maestro de ingenios Sagastibelza, como si lo viera…

-Pero es que además dice que podría usarse también la fuerza de esas aspas para no tener que emplear tanto carbón vegetal para cocinar y calentar las casas. Y con ello se reducirían aún más los malos humos. Mas renovados, imposible…

¡Lo que tiene que hacer es ponerse a diseñar catapultas y bombardas, y dejarse de árboles y aire puro, del que ya disfrutaremos todos en el Paraiso, cuando muramos! Bueno, todos, lo que se dice todos, desde luego que no. ¡Porque os digo que allí no irán jamás ni Carlos V de Francia, ni Enrique II de Castilla, ni Eduardo III de Inglaterra, ni el maldito DuGüesclin, ni el traidor Arellano, ni…!

-Nada, que con este rey no tenemos nada que hacer, ya ha entrado en bucle con su lista de enemigos, como de costumbre, y como tiene tantos no acabará hasta pasadomañana…

-Es que está mayor, no parece comprender la gravedad de lo que le decimos. Pero mirad: ¡el príncipe heredero nos llama para que le sigamos fuera del salón de audiencias.

-He escuchado con mucho interés lo que contabais a mi padre, y quiero que sepáis que, cuando yo sea Carlos III, estoy plenamente dispuesto a que las ferrerías sólo fabriquen poleas, andamios y grúas para construir palacios bien hermosos. Detesto la guerra y los cañones.

-Pero Alteza, si mantenéis el plan de ferrerías de vuestro padre, y no adoptáis el de molinos que hemos propuesto, el problema del humo seguirá incrementándose, y vuestro reino se deforestará igual.

-No sé… Habrá que estudiarlo en una gran reunión de todos los líderes mundiales, que establezca a su vez un gran número de comisiones y subcomisiones donde tratar las distintas problemáticas que afectan a cada país. Quizás Navarra hasta pudiera presentar en alguna de ellas ese plan de los mega-molinos que decís. Quedaríamos estupendamente bien presentándonos como una “potencia verde”, ¿no os parece?

-No sé, alteza, creo que fue Carlomagno quien dijo que si quieres solucionar algo, nombres a un encargado, y si quieres que nunca se arregle nada, nombres a una comisión…

-¿Carlomagno dijo eso? Me extraña, porque precisamente yo soy descendiente “en recta lignea” suyo, y no me acuerdo de habérselo leído nunca. Además, primero se empieza pidiendo aire puro, y luego se acaba por pedir que se prohiban la caza, los matatoros y tener leones en casa, como mi queridísimo Marzot, que se pega la gran vida en Olite...

-Buena cosa sería esa también, Alteza, que hay personas que, de tal, sólo tienen el nombre, y son mucho más brutas que cualquier animal. Y pienso que Marzot estaría mucho mejor en Africa que bajo la morera.

-¿Vosotros creéis? No se yo… Habrá que organizar una comisión de expertos que decida qué es lo mejor. Y me temo que para cuando dicte sentencia, probablemente ni vosotros ni yo estaremos ya en este mundo. Así que, ¿por qué preocuparse? Que lo solucione mi nieto, que seguro que se llamará también Carlos.

-Lo malo es si para entonces seguirá habiendo mundo que salvar…



© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017

lunes, 29 de mayo de 2017

URTEBETETZEA

Palacio de Olite, 29 de mayo de 1434

-Hoy alcanzas los trece años de edad, hijo mío: ya eres todo un hombre.

-Pues Blanca y Leonor dicen que no soy más que un crío bastante cargante, madre.

-¡No te importe lo que te digan esas dos habladoras, que ya les daré yo a tus hermanas motivos de los que preocuparse!

-Pero es que dicen también que padre no dejará nunca que yo os suceda en el trono de Navarra...

-¿Eso dicen? Algún botarate de los muchos que habitan en este castillo se lo habrá dicho entonces, que ellas son demasiado lelas para hilar tan fino.

-¿Tampoco vendrá este año, madre?

-Sabes perfectamente que las guerras en Castilla lo mantienen muy ocupado, y que sus ganancias serán algún día también las tuyas. Además, te ha enviado un arnés de justa muy bien bruñido, deberías estar contento.

-¡Pero es que yo preferiría que él estuviese aquí, en vez de que me mandase un regalo! Además Blanca y Leonor me han dicho que vos le tuvisteis que recordar que se acercaba la fecha de mi cumpleaños...

-Así fue, ya ves que no te lo niego. Pero te repito que debes pensar que tu padre es un hombre de honor que lucha por el bien de todos nosotros. A mí también me gustaría que estuviese aquí, pero cuando te sientes en el trono -y no dudes que lo harás- entenderás que las labores de gobierno absorben muchas veces el tiempo que un rey debería dedicar a su familia.

-¡Pero el abuelo Carlos no era así, tú nos lo has contado muchas veces!

-No, desde luego que no era así, pero en ningún libro, ni siquiera en los de las Sagradas Escrituras se recoge sentencia alguna que indique que dos hombres hayan de ser exactamente iguales. Al contrario: cada uno dispone de su libre albedrío para cumplir los objetivos que se haya impuesto. Mi padre, don Carlos, los consiguió siempre por métodos pacíficos, el tuyo, don Juan, no sabe hacerlo más que por medio de la guerra.

-¡Pues cuando yo sea rey no quiero que haya guerra!

-Y ojalá puedas cumplir tu deseo, Carlos, porque no habrá mejor regalo que puedas hacer a Navarra. Pero mientras no alcances tan alta posición, tanto tú, como tus hermanas y yo misma debemos seguir la política del rey, sin elevar jamás queja alguna en contrario.

-¿Aunque vos seáis la reina propietaria?

-Aunque yo sea la reina propietaria, pues en el juramento regio que hice en la catedral de Pamplona antes de ser coronada, ya dejé claramente establecido que lo hacía "con licencia del rey don Juan, mi marido".

-¿Y si al final resulta que le importan más sus dominios en Castilla que todo el reino de Navarra?

-¡No insultes a tu padre, y sobre todo recuerda que sólo eres príncipe, y no profeta! Los sicilianos, que me dieron mucho trabajo para poder gobernarlos cuando fui su reina, tenían un dicho: "Chi sará, sará" - Lo que haya de ser, será. Llevas el mismo nombre de tu bisabuelo y de tu abuelo: te digo que serás rey de Navarra. Igual que lo fueron ellos. Y basta ya de cháchara, que como todos los años, para celebrar la fecha de tu nacimiento, has de ofrendar en Santa María y en San Pedro dos florines de oro. Y por el camino habrás de dar muchas monedas más menudas a quienes se habrán congregado esperando verte pasar para felicitarte. No les hagas esperar más, que bastante desgracia tienen. Déjales que te cuentes sus problemas, y si tu maestre limosnero puede solucionárselos, dale la orden sin dudarlo ni un instante. Y cuando vuelvas esta noche, aunque podrás disfrutar del convite preparado  para celebrar tu aniversario, no se te olvide luego escribir una carta a tu padre para agradecerle tu regalo...

-No pienso escribirle más. Nunca tiene tiempo para contestarme. ¡Que se quede en su querida Castilla y no vuelva más! A mí sólo me importa Navarra, y no pienso compartirla con nadie, ni siquiera con él.


-¿Qué decías Carlos? Ya  sabes que parece que he heredado la sordera de mi madre, doña Leonor, y no he oído lo que has susurrado...

-Decía que no os preocupéis, madre, que en cuanto regrese, escribirle será lo primero que haga...



Y FUE ESTO ESCRITO EL 29 DE MAYO DE 2017, 596 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL PRÍNCIPE CARLOS DE VIANA.  




© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017


viernes, 19 de mayo de 2017

IGUALICO IGUALICO...

Castillo de Tudela, 18 de mayo de 1235

-¡Teobaldo: que dicen que sin sello y sin señal completamente nuevos, no pueden coronaros rey de Navarra!

-¿Eh? ¿Y cómo es eso, Felipe? ¿No soy acaso el legítimo sucesor del rey Sancho por ser el hijo de su hermana Blanca?

-Bueno, recordad que en realidad vuestro tío había donado el reino al rey don Jaime de Aragón, y que hay muchos que le siguen viendo con mejores ojos que a vos...

-Poca o mucha, sólo por mis venas corre la sangre de mi abuelo Sancho el Sabio. Aunque sólo fuera por eso, ya deberían rendirme pleitesía sin exigencia alguna.

-Ya tendréis tiempo de conocer a vuestros nuevos súbditos, Sire. Pero por ahora os bastará con saber que mucho más que a aquellos bizantinos del Oriente lejano, les gusta a los navarros perder el tiempo en pejigueras que no llevan a parte alguna, más que a una rotunda perdida de tiempo. Es más, seguro estoy que habrá matemáticos en el futuro que han de estudiar el comportamiento de las gentes de esta tierra para establecer el mecanismo que rige las progresiones geométricas, porque tened en cuenta que si se juntan dos navarros, habrá siempre tres opiniones; si se juntan tres, defenderán cuatro posturas, y así sucesivamente hasta que muy probablemente acaben a palos o a espadazos.

-¿Y qué ocurre cuándo sólo hay un navarro?

-Pues que ya buscará la manera él solo de complicarse la vida a sí mismo, y también a los demás en cuanto le dejen. Es esta una ley inmutable.

-¿No sería mejor entonces habernos quedado en Champaña, mi buen Felipe?

-¡Eso se piensa antes, Teobaldo! Si os marcháis ahora, dirán en toda la Cristiandad que el conde de Champaña es un falso...

-¿Un qué?

-Un faux, un sans parole, un fainéant... Perdonadme, pero es que se me están pegando ya las sandeces de todos estos revoltosos.

-En fin, volviendo al asunto del sello y la señal: salid y dadles mi sello de conde de Champaña para que se aplaquen. Mirad que guapo y caballero que salgo en él... Y con el lema que mi propia madre escribió para mí: Passeavant le meilleur! ¡Adelante el mejor! Con eso seguro que tendrán más que bastante...

-Dicen que ni hablar, que lo quieren totalmente nuevo.

-¿Eh? ¿Y si los hago ahorcar a todos para que se acaben las exigencias y las discusiones?

-Sabia medida, sin duda, si fueseis vos un sátrapa asiático de esos de los que hablan los libros de los antiguos romanos. Pero como sois un rey moderno y preparado, será más adecuado que les deis lo que piden. Podéis por ejemplo recuperar el águila de vuestro tío don Sancho...

-¿Cómo? ¿Ese pájaro de mal agüero? ¡Ni hablar! ¿Habéis olvidado lo mal que me trató cuando vine yo a verle a Tudela? Casi me echa los perros para que me fuese. No quiero saber nada más de él ni de todo ese montón de cadenas que se trajo del sur. ¿Habráse visto necio semejante, que pudiendo elegir todo el botín del rey de los moros, sólo se trajo unas cadenas oxidadas? En Castilla y en Aragón todavía deben de estar partiéndose de la risa. Os juro que mi primer edicto como soberano ha de ser repartir todos esos eslabones por las cuatro esquinas del reino. ¡No quiero verlos más!

-Pues vos veréis que hacéis, pero sin sello nuevo, no os reconocen como rey.

-¿Y si les presento este hermoso dragón que sirve de cimera a mi yelmo? Siempre me han gustado los dragones, ya lo sabéis de sobra...

-El caso es que esto no es Gales, Teobaldo, y aquí los dragones no gozan de demasiado predicamento. Dicen que hubo alguno en Aralar, que es una montaña  muy alta de este reino, pero como hace tiempo que no da señales de vida, la gente lo ha olvidado. No. Tiene que ser otra cosa, y tenéis que pensarlo rápidamente, porque si cuando salgamos de esta estancia no tenemos modelo nuevo  que mostrarles, ya podéis ir despidiéndoos de la corona...

-Pues no sé... ¿Qué tal dos espadas cruzadas?

-Un poco hortera, ¿no os parece? Parecería vuestro sello el emblema de uno de esos grupos de juglares melenudos que gritan más que cantan por esos caminos de Dios...

-¿Y un caliz dorado y con mucha pedrería?

-¿Para que os llamen el rey de copas? Pensaba que un poeta tendría más imaginación, mi señor Teobaldo...

-Y la tengo, la tengo: ¡para hacerlos ahorcar a todos y acabar con este tormento!

-Ya os he dicho que eso resulta, al menos de momento, completamente desaconsejable. Veamos que hay en esta sala que pueda servirnos de inspiración: Botellas de vino, un jabalí recién asado... No, demasiado rústico y vulgar. ¿Qué tal un libro de vuestros versos?

-¿Un libro  como emblema de un país? Rompedora propuesta, y también halagadora, pero pensad por un momento como lo hacen los navarros. Dirían unos: ¿Y qué libro será ese? Ah, sí: será la Biblia. Pero otros dirán: prudente rey, que ha escogido el Fuero General como símbolo. Y los que defienden la Biblia dirán que eso es imposible, que las leyes de Dios van delante de las de los hombres. Y los que defienden el Fuero dirán que ya va siendo hora de acabar con el oscurantismo. Y ya estará liada otra vez. No... Tiene que ser algo más complicado de interpretar, que los deje dubitativos y sin ganas de mostrar su ignorancia. Veamos... ¡Lo  tengo! ¿Qué os parece esto, Felipe?

Este alquerque de doce no se halla en Navarra, pero sí que pueden
verse aún dos de nueve en el pórtico de San Esteban de Eusa
-¿Cómo: un alquerque de doce? Pero entonces dirán que sois un "tahur del Olaz txipi", que es donde vuestro tío tenía un hermoso palacio...

-¿Qué van a decir, si ellos no sabrán qué es esto, y nosotros tampoco se lo vamos a explicar? Inventaremos cualquier milonga: que es un nudo celta, o que lo talló Túbal cuando anduvo por estos pagos, por ejemplo, que es lo que dicen siempre los cronistas cuando no saben qué más inventar.

-La verdad es que el diseño no es feo, porque parece también la bloca de un escudo. Eso calmará a los nobles, siempre tan fatuos. Y además es muy sencillo de dibujar: un cuadrado con dos cruces cruzadas en su interior. Quizás un poco soso...

-¿Y si le ponemos unos morabetines de oro en cada cruce? Creo que mi tío tiene ánforas llenas de ellos en los sótanos de este castillo.

-¡Eso es! Y en el medio una joya, para darle más empaque.

-¿Qué os parece esta esmeralda, que llevo siempre conmigo para no olvidar el color de los ojos de mi amada?

-Vale, pero a ellos les diremos que es la esmeralda que llevaba en su turbante Miramamolín el Verde el día de aquella batalla famosa  de vuestro tío.

-Tampoco os falta imaginación a vos, Felipe...

-Mejor, porque combinar la de ambos es la que nos hará falta para salir con bien de este enredo. Esperad que haga un bosquejo rápido en este pergamino, y acompañadme afuera, que si Dios quiere, acabáis de crear las armas de este reino. Que sea para bien.

-¡Oid bien todos! ¡Aquesta es la voluntad del rey Teobaldo I, legítimo señor mío y vuestro!

-¡Nuestro no lo es aún, hasta que no jure el Fuero!

-¿Pero cómo va a jurar el Fuero ese que decís, si todavía no ha sido compilado?

-¡Ese no es asunto nuestro! Compiladlo vosotros, y ya veremos luego si le damos nuestra aprobación.

-¡Pues yo creo que un reino sin leyes es mucho más divertido! Si los caballeros no podemos hacer ya lo que nos dé la gana, llegará el aburrimiento y el hastío. Digo más: ¡Viva el mal, y viva el Capital!

-Disculpad al señor de Avería, Sire. Sin duda todos estaremos de acuerdo en castigar su atrevimiento como merece.

-¡Todos no! Primero habrá de juntarse una comisión que estudie su caso. Podrá apelar luego al Consejo Real, y finalmente, será don Teobaldo quien dicte sentencia.

-¡Será don Teobaldo quien la dicte, si previamente ha jurado el Fuero, claro está! Si no, nosotros no acataremos su sentencia.

¡¡¡¡Basta!!! Si no os calláis todos de una vez, sabréis de veras quién soy yo: vuestro rey, Teobaldo I de Champaña. el hijo de la condesa Blanca, el nieto de Sancho el Sabio, y aquél que tiene unas ganas cada vez más grandes de ahorcaros a todos. Me habéis exigido un sello nuevo, despreciando el mío propio, donde por cierto aparezco tan galano, y aquí lo tenéis. ¿Qué os parece?

-¿Y qué representa? Parece una bloca de escudo.

-Decís bien, lo parece. Lo  cual no quiere decir que lo sea...

-¿Son acaso unos trozos de las cadenas que trajo vuestro tío?

-Muy bien pudieran serlo, efectivamente...

-¿Y por qué esas monedas y esa esmeralda?

-No faltarán nunca sabios que os lo expliquen...

-¿Pero qué diremos que es cuando no los pregunten desde otras cortes?

-Decid simplemente que esta es la voluntad de vuestro rey Teobaldo.

-¡Pues a mí me parecen las cadenas!

-¡Pues a mí una bloca!

-¡Pues a mí un alquerque de doce!

-¿Eh? Sin duda mi edecán Felipe de Nanteuil ha debido beber más de la cuenta de ese vinillo de Peralta que hay en las bodegas. ¿Cómo puede pensar que un rey vaya a elegir un juego para representarle a él y a su país?

-¿Estáis diciendo, don Teobaldo, que es por eso que el fondo del escudo es rojo? ¿Por el vino de Peralta? Buena elección, pardiez...

-Pues no lo había pensado, la verdad...

-¡Pues  entonces nosotros exigimos que sea el fondo verde, como las alcachofas de Tudela!

-¡Y nosotros que sea el fondo blanco, como los espárragos de Puente la Reina!

-¿Pero a qué condenada tierra me he venido yo a reinar? ¿Es que habréis de discutir siempre por todo?

-¡Mientras no juréis el Fuero, por supuesto que sí!

-¡Y cuando lo hayáis jurado también! Ahora mismo vamos a organizar una nutrida manifestación que discurrirá entre la plaza de San Jaime y la puerta del Juicio para defender el fondo alcachófico y verde de vuestra bandera.

-¡Pues nosotros convocamos otra en este instante para ensalzar  el color blanco esparraguino!

-¿Sabéis por dónde podéis meteros esos espárragos?

-¿Por el mismo sitio que vuestras alcachofas, quizás?

-¡A mí, los del color verde!

-¡A mí los del color blanco!

-¡Hala, ya está liada otra vez! ¿Qué hacemos, Sire, los encerramos a todos en las mazmorras?

-¿Encerrarlos dices, Felipe? ¡Ni pensarlo! Déjales que se den todo lo que quieran, y vámonos tú y yo a compilar ese Fuero de una vez, antes de que me arrepienta y salga a uña de caballo hacia Champaña para no regresar nunca más a esta tierra de locos.

-Bien dicho, mi señor Teobaldo, que estoy seguro que con tantas y tan pulidas leyes prosperará mucho este reino, y no tendrán ya sentido más discusiones por banderas ni otras melonadas similares.

-Ya me gustaría a mí poder mirar por un agujero lo que pasa aquí dentro de, por ejemplo, 782 años justos,mi buen Felipe. Seguro que siguen igual.

-Me permito recordaros que entonces el vinillo de Peralta también seguirá igual de bueno...

-¡Schhhhh! ¡Que no os oigan, que vuelven a empezar...!


© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017

sábado, 29 de abril de 2017

LIBREROS

Rue des libraires, París, 29 de abril de 1404

-¡Espabila, Lucien, que el rey de Navarra está a punto de llegar!

-¿Seguro? Mira que hace dos semanas también anunció su visita, y luego estuvimos esperándole toda la mañana en vano...

-Pero eso fue porque su tío, el poderoso duque de Berry, lo invitó sorpresivamente a su palacio, ¿cómo iba a desairarlo por venir a vernos a nosotros, que somos unos simples comerciantes?

-¿Simples comerciantes? Ojo con lo que dices, Antoine, que aunque a ti te daría igual vender manzanas o paños de Ypres, yo soy un librero vocacional, y sé por tanto distinguir las joyas bibliográficas de la purria que sólo leen los descerebrados. 

-Descerebrados o no, muy poca gente sabe leer, así que pasamos vos y yo más hambre que le chien de Imén-Asà. Sobre todo desde que ese maldito conde de Foix se negó a comprarnos el libro de horas que le habíamos preparado con tanto mimo ¡En mala hora encargamos su realización a los maestros miniaturistas de Bruselas!

-Se lo encargamos a ellos porque son los mejores en su oficio. Igual que nosotros en el nuestro, que te repito que es vender joyas bibliográficas.

-Ya, pero tú me dirás qué vamos a hacer con un libro que en cada una de sus páginas tiene pintadas las armas del conde de Foix, si resulta que éste no lo quiere porque le parece demasiado caro...

-¡Burro! No es lo que vamos a hacer, sino lo que yo ya he hecho para asegurar tu fortuna y la mía. Dices bien: el problema principal son esos condenados escudos de Foix, así que hace dos semanas, cuando el rey Carlos excusó su visita, encargué a nuestro amigo Zebo da Firenze que los raspase con mucho cuidado y pintase por encima las armas de Navarra.

LOS 4 EVANGELISTAS, EN EL LIBRO DE HORAS DE CARLOS III EL NOBLE
HACIA 1404 - MAESTRO DE BRUSELAS Y ZEBO DE FIRENZE
MUSEO DE CLEVELAND (OHIO) 
-¿Hoja por hoja? ¡Nos cobrará una barbaridad!

-¡Ni una décima parte de lo que  nosotros vamos a sacarle a nuestro regjo cliente, estúpido!

-¿Pero qué seguridad tienes de que don Carlos comprará finalmente el libro?

-La que me da el conocerle y haberle vendido en otras ocasiones obras y volúmenes que fueron muy de su agrado.

-¿Cómo cuáles?


-Le gustan los armoriales, y en general cualquier libro en el que salgan escudos muy bien miniados. Ama también las historias de las materias de Bretaña y Francia, pues él mismo se tiene por descendiente del Carlomagno. En su anterior estancia en la corte le vendí por ejemplo un tratado científico muy hermoso que versaba sobre si el olifante de don Roland pudo oírse desde el Catay y el Cipango de los que habló Marco Polo, cuando el sobrino del emperador de los francos lo hizo sonar, allá en Roncesvalles. Incluso encargué a un paisano suyo, el bachiller Miguel de Zuza, que le escribiese "La Crónica de los Nueve Pares de la Fama y las Nueve Heroínas, con especial estudio de las armas de la reina amazona Hipólita", pero el muy infame cobró el adelanto que le dí, y tengo entendido que aún no ha escrito ni una letra, y va ya para tres años que le hice tan sencilla encomienda. Te digo que como me lo encuentre por ahí, le haré tragarse las obras completas de santo Tomás de Aquino...

-Precisamente el otro día lo vi yo entrando en el Colegio de Navarre. Iba en compañía de una hermosa dama de rubios cabellos.

-¿Y no les majaste las costillas?

-No me atreví, que son muy altos y muy bien parecidos los dos...

-¡Mequetrefe! Voy a pedir a su majestad que esté atento y que, si alguna vez ese bergante retorna a su país, lo haga apresar inmediatamente en la más profunda mazmorra de su castillo de Olite o de Pamplona hasta que termine el libro que nos tiene prometido. Se va a enterar ese holgazán...


-Sí,más nos vale que el buen Zebo da Firenze es mucho más trabajador. Me maravillo del trabajo que ha hecho en tan poco tiempo: ¡no se nota nada que las armas de Navarra no eran las originales!

-Eso es, y malo será que no le saquemos al rey de Navarra los dos mil florines que pienso pedirle por él.

-¡No bajes de mil seiscientos, que te conozco y sé cómo te ciegan los fastos monárquicos! Te dará uno de sus collares de hojas de castaño -que tienen menos plata que un dedal- y tú le rebajarás mil florines.

-Esta vez no hay rebaja posible, Antoine: él sabe de libros tanto como yo, y por lo tanto comprenderá perfectamente que lo que le exijo es lo justo, y que allá donde este libro se abra y consulte, por mucho tiempo que haya pasado, todos evocarán con alegría y admiración el buen gusto del rey Carlos III el Noble de Navarra. Y dime si no merece la pena pagar por tan honrosa posteridad...




©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017


sábado, 15 de abril de 2017

ENTRE JUANAS ANDA EL REINO


El escritor y periodista lesakarra Eladio Esparza, publicó en 1950 una obrita histórica titulada "Hubo Pirineos o entre Juanas anda el reino", que venía a aumentar su producción literaria, siempre supeditada a su labor como editorialista en Diario de Navarra en los años de la posguerra civil. Esta faceta suya, caracterizada por un fuerte extremismo ideológico, hizo que Julio Caro Baroja, a la hora de hablar sobre él en la estupenda biografía que dedicó a su propia familia: "Los Baroja", comentase con mucha sorna -y también con mucha razón- que muchos le conocían más bien como "Elodio esparce" por sus incendiarios y siempre sesgados artículos.


El caso es que el título de ese librito suyo me ha venido a la cabeza ahora que la portada de Santa María de Olite luce como nueva tras su restauración. Y es que todo parece indicar  que una de esas Juanas que se disputaron el reino entre finales del siglo XIII y mediados del XIV aparece -sonriente y coqueta- en una de las arquivoltas. El estilo, relacionado con una de las puertas de Notre Dame de París, y la cronología, nos llevarían a asumir esa identificación.


Y es que Juana I de Navarra, condesa palatina de Champaña y de Bría, reina de Francia al fin por su casamiento con Felipe IV el Hermoso, tiene una importancia capital en nuestra  historia. Porque no sólo fue nuestra primera reina "propietaria", sino que además su asendereada trayectoria vital hace que la podamos considerar como nuestra verdadera "Helena de Troya". Porque sí: los ejércitos de varios países fueron a la guerra por esta princesa, aunque era tan pequeña que probablemente no se enteró de cuánta gente acabó muriendo por ella.


Y eso que en origen no contaba para nada, pues no estaba llamada más que a ser otra segundona en el siempre nutrido campo de las princesas casaderas. Pero hete aquí que en 1272 su hermano y heredero al trono, el infante Teobaldico, cayó de las almenas del castillo de Estella y fue a estrellarse en el duro suelo del claustro de san Pedro de la Rúa, donde en un pequeño sepulcro muchos afirman que espera la resurrección para emprender el vuelo justo al revés de cómo lo hizo la última vez. Es otra historia, la de este príncipe volador, que siempre me ha interesado mucho.

El caso es que de este modo quedó la princesa Juana como heredera única del trono navarro, y muy pronto las naciones vecinas (las de siempre: Francia, Castilla y Aragón) comenzaron a presionar para que uno de sus príncipes se casara con la niña (tenía sólo tres  años cuando murió su padre, el rey Enrique I el Gordo en 1274).

La reina madre, Blanca de Artois, vio tan comprometida la vida y la libertad de su hija, sobre todo por la invasión que Alfonso X (sí, el de las cantigas no sólo se dedicaba a la poesía) ordenó para hacerse con la niña, que ambas tuvieron que huir de Pamplona a uña de caballo y refugiarse en la corte de su primo, el rey Felipe III el Atrevido de Francia, quien por supuesto no tardó en concertar el matrimonio de Juana con su primogénito, Felipe. La más que golosa dote fueron los territorios de Navarra y de Champaña. Eso ocurrió en 1275, y apenas un año más tarde, esa fuga tuvo como consecuencia que el ejército francés entrase también en Navarra con tal poder, que los castellanos se retiraron inmediatamente, dejando a sus aliados del burgo de la Navarrería completamente a merced de los franceses. El poeta Anelier lo contó, y muy bien además.

Es lo que se conoce como "Guerra de la Navarrería", en la que ese barrio quedó completamente arrasado, pues sus habitantes fueron asesinados prácticamente en su totalidad. También se perdieron muchos tesoros artísticos sobre los que ya sólo podemos soñar, porque el ataque principal se produjo sobre la catedral románica, donde se había refugiado la población autóctona pensando que un ejército de cristianos respetaría el sagrado recinto. Naturalmente se equivocaron y todos y todas fueron pasados a cuchillo sin el menor remordimiento. Entre esos tesoros citados que se perdieron, los más destacados fueron las estelas funerarias de cobre dorado y esmalte de Teobaldo I y de Enrique I, que la soldadesca destrozó al pensar que estaban fabricadas en oro. Entre los que milagrosamente se salvaron, y todavía podemos disfrutar, estarían la imagen titular de la propia catedral: Santa María la Real (aquella ante la que debían jurar los reyes de Navarra para llegar a serlo), que se sabe además que los canónigos sacaron en procesión frente al ejército invasor para ver si se conmovían, y también el maravilloso relicario del Santo Sepulcro, regalado pocos años antes por San Luis de Francia.

Muchas veces he imaginado yo por dónde pudieron sacar los canónigos esas dos joyas, y es una de esas crónicas irreales que siempre tengo pendiente de escribir. Ya le llegará su turno, y entonces destacaré lo mismo que quiero expresar ahora: que como tantas veces a lo largo de nuestra historia, en aquel lejano y triste año de 1276, Aragón, Francia y Castilla pusieron la fuerza, y Navarra exclusivamente los muertos. Todos los muertos. Como nunca hemos aprendido de nuestros errores, así nos ha ido, y probablemente así nos va. Precisamente por esa misma época el gran Dante Alighieri dejó escrito sobre nuestra vapuleada tierra: "Y feliz Navarra, si se protegiese con los montes que la rodean". Y desde luego yo no creo que su diagnóstico haya variado demasiado en estos siete siglos posteriores...

Pero volvamos a esa niña por la que todos se lanzaron a matar y a morir, y que como os decía acabaron casando con el heredero de la corona francesa. Este futuro Felipe IV, hoy es sobre  todo recordado por haber sido el rey que ordenó la persecución y eliminación de los Templarios, a los que acusó de sodomitas y herejes con el único fin de hacerse con sus pingües rentas económicas. La leyenda dice que como castigo a tan innoble proceder, los tres hijos de Juana y Felipe: Luis el Hutín, Felipe el Luengo y Carlos el Calvo fueron sucediéndose en el trono francés sin tener herederos legítimos,propiciando así el fin de la dinastía de los Capeto. Quedó una hermana de los tres pasaportados: Isabel, casada con Eduardo II de Inglaterra, y a través de la cual nacieron los motivos que dieron inicio a la guerra de los cien años, que arruinó Francia durante todo ese tiempo. Pero es que el último maestre del Temple, el completamente inocente Jacques de Molay, sabía desde luego como echar una maldición...

Aún así, que conste que quien debió ascender al trono francés a la muerte del último de los Capeto fue Juana II de Navarra, que naturalmente no es la misma Juana de la que estamos hablando hasta ahora. Para impedirlo, los franceses se sacaron de la manga la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres en el país vecino. Como en el nuestro eso afortunadamente no ocurría, esta segunda Juana tuvo que conformarse con el trono de Pamplona, y su hijo, el futuro Carlos II, también.

Retomando  el hilo, Juana I era muy niña como para enterarse del conflicto de la Navarrería, pero como puede que su aterrorizada madre le hablase de lo belicoso de nuestro carácter, y de ese dicho que tan exáctamente nos define, asegurando que donde haya dos navarros habrá -al menos- tres opiniones, ya asentada en el trono de París decidió abrir una institución de enseñanza en aquella hermosa ciudad, a la que naturalmente dio el nombre de "Colegio de Navarra", buscando sin duda ofrecer a sus paisanos la oportunidad de desasnarse y de resolver sus pendencias mediante el intelecto y no mediante los pedruscos de 50 kilos arrojados contra la recién redescubierta torre de la Galea, que era como acostumbraban a hacerlo habitualmente. Resulta evidente que no tuvo demasiado éxito en sus pretensiones. Tal vez si en vez de un colegio hubiese montado una taberna...

JUANA I DE NAVARRA, PROVENIENTE
SUPUESTAMENTE DEL COLEGIO DE NAVARRA 

EN PARÍS - DATADA HACIA 1310 - 82 CM.  
El caso es que en la fachada de dicho colegio hizo representar a su marido Felipe y a ella misma, llevando en las manos la "maqueta" del edificio que acababa de fundar. Desafortunadamente la construcción sufrió lo suyo durante la Revolución Francesa, y fue definitivamente demolida en 1842. Se pensaba que esas efigies de los soberanos habían desaparecido, pero al preparar una de sus estupendas conferencias sobre la restauración ya mencionada de la portada de Santa María de Olite, la profesora Clara Fernández-Ladreda cree haber encontrado la de la reina en el Bode Museum de Berlín. Sin embargo Manuel Sagastibelza fue el primero en darse cuenta, en julio de 2015, de que en el catálogo de la exposición "D'or et d'ivoire" que se celebró aquel año en el Louvre, ya aparecía esta representación de Juana I. En cualquier caso sería una noticia histórico-artística sensacional, porque se conservan muy escasos ejemplos de efigies de reyes o reinas de Navarra, fuera de las puramente funerarias.






Sin embargo, comparando la fotografía con los dibujos que el gran Gaignieres realizó en el siglo XVIII, y gracias a los cuales podemos hacernos una idea de todo el arte medieval que se perdió en Francia durante la Revolución, creo que esta talla no es la de Juana I de Navarra y Francia (al menos no la que estaba en la fachada del Colegio de Navarra), por más que como tal la tengan catalogada los alemanes. Abundando en esta impresión mía, si observamos los dibujos que quedan de la fachada del Colegio de Navarra, veremos que las dos estatuas eran de buen tamaño, cosa lógica para que pudieran ser fácilmente contempladas desde abajo, mientras que la talla redescubierta apenas mide 82 centímetros, un tamaño que, a mi juicio, la relaciona mucho más con las pequeñas y preciosas estatuillas de princesas de la dinastia de Evreux-Navarra que aún se conservan en la chapelle de Navarre de Notre Dame de Mantes, que con la fundadora del Colegio de Navarra.

DIBUJO DE GAIGNIERES DE LA ESTATUA DE JUANA I DE NAVARRA
EN LA FACHADA DEL COLEGIO DE NAVARRA EN PARÍS


COLEGIO DE NAVARRA EN PARÍS, HACIA 1750
PRINCESA EVREUX-NAVARRA
CHAPELLE DE NAVARRE
MANTES LA JOLIE
HACIA MITAD DEL SIGLO XIV
Aún así es hermoso recuperar un testimonio del pasado tan significativo como esta imagen que pasa por ser la de Juana I de Navarra, aquella mujer que quiso poner la inteligencia por delante de  la efusión de sangre, algo siempre muy complicado de llevar a cabo. Y en Navarra todavía más. Pero desde luego yo se lo agradezco igual.





© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017

sábado, 25 de marzo de 2017

CARPINTEREANDO

Patio de la pajarera, palacio real de Olite, 25 de marzo de 1429


-¡Ya estoy harto de este estruendo que no cesa ni de día ni de noche! En Castilla hace tiempo que todos estos pájaros estarían listos para ser asados a la parrilla. Y si no fuera por la escena que seguro me prepararía mi mujer, a fe que ya estarían todos en mi plato...

-Pero mi señor don Juan, recordad que vos sólo sois el rey consorte, y que ella es la reina propietaria, No queráis darle otro disgusto más pensando en llevar a cabo esa locura que decís.

-¿Y a vos qué os importa lo que yo haga o deje de hacer? Lo que ocurre es que sin esta plaga de alas, picos y patas, perderíais vuestro bien remunerado puesto de pajarero mayor del palacio, que os otorgó el bobo de mi hijo porque -él sí- tiene siempre la cabeza a pájaros. ¿Y total, para qué? Si aún fuesen águilas, tagormas o neblíes las aves que custodiáis en este rincón, todavía podría entenderlo. Pero de eso se ocupan gentes más capaces que vos, que no tiemblan ante la sangre, ni con la carne desgarrada por las rapaces. Recordad esta lección de política aplicada, majadero: siempre habrá halcones y palomas. Yo soy indudablemente de los primeros, y mi hijo Carlos ya voy comprobando que su madre lo está convirtiendo en representante máximo de las segundas. No le arriendo la ganancia...

-Mejor recordad vos los santos evangelios sobre los que jurasteis mejorar y no empeorar la condición de los navarros: "Mirad las aves del Cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen semillas en graneros, y sin embargo nuestro Padre celestial las alimenta".

-Esa es otra, gracias por recordarmelo: ¿quién paga todo el grano que comen estas inmundas bestias? Yo, ¿no es cierto?

-No es cierto: es vuestra esposa Blanca quién lo  hace.

-Pues id entonces a pedirle vuestro finiquito, porque no quiero veros más por aquí. Y marchad tranquilo, que ya me encargaré yo personalmente de que todos estos alados gorrones  acaben en la barriga de mis guardias castellanos. Pero.... ¿qué hace este bicharraco? ¡¡¡Quitádmelo de encima!!! ¡¡¡Quitádmelo!!!

-Imposible, señor: ved que es un hermosísimo pájaro carpintero, que demasiado bien ha comprendido que vuestra cabeza está hecha del más apetecible de los alcornoques. ¡Y escuchad como resuena a hueco cada vez que os picotea en ella! Además, vos, que sois tan observante de la etiqueta, entenderéis perfectamente que no pueda hacer yo nada para evitaros el daño, pues estaréis comprobando que su plumaje es precisamente rojo, blanco y azul: los colores emblemáticos de los reyes de Navarra, y por lo tanto de mi señora doña Blanca y de mi señor el príncipe don Carlos. ¿Cómo habría yo entonces oponerme a su ataque? Llamad a esas águilas, tagormas y neblíes que decíais antes, a ver si ellas pueden con él. Mientras tanto disculparéis que yo obedezca escrupulosamente vuestra última orden y corra a refugiarme a galope tendido en mi pueblo, donde os aguardaré encantado, si acaso queréis que solucionemos nuestro problema persona. Recordad, señor: me llamo Walter, y soy de Lantz. Así que es a Walter Lantz a quien podéis enviar vuestra carta de desafío. Y una última cosa: si el príncipe me llega a contar que habéis tocado la pluma de uno solo de estos pájaros, les daré de comer vuestros ojos. Y tened en cuenta que los de Lantz no amenazamos en vano, sino que cumplimos siempre lo que nos proponemos. Preguntad si no a mi gran amigo Miel Otxin...










© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017

sábado, 4 de marzo de 2017

COMICS Y TEBEOS

Castillo de Tudela, 4 de marzo de 1198

-Fernando, ¿has ido ya al kiosko como te ordené?

-Hubiera ido yo de mil amores, Sancho, si hubiese sabido qué cosa es un kiosko, claro está.

-¡Qué lástima vivir en una época tan atrasada! Te digo que habrá un día en que baste con ir al kiosko para saber cómo termina nuestra historieta favorita, sin tener que esperar una eternidad, como ahora me acontece con el libro de Job, Hace ya cuatro meses que nuestro canciller publicó el libro de Esther, y en buena lógica ya tenía que haber editado el mentado libro de Job, pero pasan los días y no puedo más que releer una y mil veces lo que ya ha entregado.

-Quizás si soltases más sanchetes, don Ferrando Pérez de Funes podría contratar ayudantes para dar un impulso a su magna obra.

-¿Has dicho a su Manga obra? ¡No quiero saber yo nada de esos dibujos provenientes del Cipango!

-A ver si tu altura y tu sordera están en franca relación, hermano, porque lo que he dicho es su magna obra. Magna, repito. Y reitero también la necesidad de que aflojes tu nutrida bolsa de los dineros, porque el canciller tiene ya elaborada una lista de ayudantes que muy bien podrían convertir nuestra Biblia en la más hermosa jamás realizada, mucho más importante que todos esos Beatos tan antiguos.

-¿Y qué nombres son esos? Mira que los sanchetes no crecen en las copas de los árboles, y mucho menos desde que ordené retirar yo el árbol crucífero de mis acuñaciones. ¿Te he contado ya porque escogí la media luna y la estrella para sustituir ese enramado emblema?

-¡Por Dios, tu historia en Chipre otra vez, no!

-¡Allí te hubiese querido yo ver a ti, mequetrefe! Ricardo y yo pusimos en fuga al malvado Comneno que había raptado a nuestra hermana, y era de ver que jaculatorias y trisagiones en griego nos cantó para evitar que le cortásemos en rodajas, que es lo que se merecía...

-Vale, deja ya de irte por los cerros de Limassol y atiende a la selección de iluminadores que ha hecho don Ferrando. Por ejemplo, de Flandes ha contactado con el señor de Hergé y con el señor de Jacobs...


-Los conozco a ambos. Buenos elementos. El señor de Hergé me pidió permiso para retratarme y utilizar mi semblante para narrar las aventuras de un capitán, creo que se llamaba de Hadoque, porque dijo que mi carácter era el apropiado. ¡Y no sé por qué dijo tal cosa, truenos y rayos! El de Jacobs me presentó en Loches a dos lealísimos caballeros ingleses: el señor de Blake y el señor de Mortimer, con quienes tuve la fortuna de zurrar la badana a base de bien al conde de Tolosa. ¿Quién más quiere don Ferrando que contrate?


-Del otro lado del mar, el señor de Kirby y el señor de Foster. El primero es ya famoso por haber contado las hazañas del Capitán Bastárrica, un enmascarado famoso por emplear en sus combates sólo un escudo, y nunca una espada. El segundo te pidió permiso hace tiempo para utilizar tus historias chipriotas dibujando un Príncipe Valiente que sería sin duda tu alter ego, pero cabezota como siempre, no se lo quisiste dar.

-¡Es que me quería dibujar con unos pelos que parecía yo Crispín, el escudero zangolotino de ese Capitán Trueno que está todo el día retándome a participar en un torneo contra él. Y yo sólo quiero llevar el pelo más tan largo como los seguidores del Barón Rojo. ¿Te suena su última trova, Fernando?: "¡Barón, héroe de cuento, amo de las nubes, señor del viento...!"



-Ya veo, ya. Pero por Dios, deja de hacer como que tocas la mandolina y de mover tu pelo a diestra y a siniestra, que te tomarán por loco...


-Pues nuestro cuñado Ricardo siempre dice que el Heavy es religión...

-Si él lo dice, así será, pero volvamos a lo nuestro. ¿Pagarás a todos estos señores historietistas o no?

-¡No pienso hacerlo, que sería una gran lástima romper la unidad de estilo que va imponiendo a su obra don Ferrando! Lo que te pasa es que hace mucho tiempo que no pasas por su taller, pero la última vez que estuve yo pude contemplar muchas páginas dibujadas ya, adelantándose al plan original. Las que más me gustaron fueron la del crudelísimo desmembramiento de Santa Corona, empleando dos palmeras, que hay que ser bruto, y la de la multitud que espera que comience el Juicio Final. Y están ahí representados algunos amigos nuestros, y sin duda alguna el más guapos e inteligente. Basta simplemente con fijarse un poco...







©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017