-¡Teobaldo: que dicen que sin sello y sin señal completamente nuevos, no pueden coronaros rey de Navarra!
-¿Eh? ¿Y cómo es eso, Felipe? ¿No soy acaso el legítimo sucesor del rey Sancho por ser el hijo de su hermana Blanca?
-Bueno, recordad que en realidad vuestro tío había donado el reino al rey don Jaime de Aragón, y que hay muchos que le siguen viendo con mejores ojos que a vos...
-Poca o mucha, sólo por mis venas corre la sangre de mi abuelo Sancho el Sabio. Aunque sólo fuera por eso, ya deberían rendirme pleitesía sin exigencia alguna.
-Ya tendréis tiempo de conocer a vuestros nuevos súbditos, Sire. Pero por ahora os bastará con saber que mucho más que a aquellos bizantinos del Oriente lejano, les gusta a los navarros perder el tiempo en pejigueras que no llevan a parte alguna, más que a una rotunda perdida de tiempo. Es más, seguro estoy que habrá matemáticos en el futuro que han de estudiar el comportamiento de las gentes de esta tierra para establecer el mecanismo que rige las progresiones geométricas, porque tened en cuenta que si se juntan dos navarros, habrá siempre tres opiniones; si se juntan tres, defenderán cuatro posturas, y así sucesivamente hasta que muy probablemente acaben a palos o a espadazos.
-¿Y qué ocurre cuándo sólo hay un navarro?
-Pues que ya buscará la manera él solo de complicarse la vida a sí mismo, y también a los demás en cuanto le dejen. Es esta una ley inmutable.
-¿No sería mejor entonces habernos quedado en Champaña, mi buen Felipe?
-¡Eso se piensa antes, Teobaldo! Si os marcháis ahora, dirán en toda la Cristiandad que el conde de Champaña es un falso...
-¿Un qué?
-Un faux, un sans parole, un fainéant... Perdonadme, pero es que se me están pegando ya las sandeces de todos estos revoltosos.
-En fin, volviendo al asunto del sello y la señal: salid y dadles mi sello de conde de Champaña para que se aplaquen. Mirad que guapo y caballero que salgo en él... Y con el lema que mi propia madre escribió para mí: Passeavant le meilleur! ¡Adelante el mejor! Con eso seguro que tendrán más que bastante...
-Dicen que ni hablar, que lo quieren totalmente nuevo.
-¿Eh? ¿Y si los hago ahorcar a todos para que se acaben las exigencias y las discusiones?
-Sabia medida, sin duda, si fueseis vos un sátrapa asiático de esos de los que hablan los libros de los antiguos romanos. Pero como sois un rey moderno y preparado, será más adecuado que les deis lo que piden. Podéis por ejemplo recuperar el águila de vuestro tío don Sancho...
-¿Cómo? ¿Ese pájaro de mal agüero? ¡Ni hablar! ¿Habéis olvidado lo mal que me trató cuando vine yo a verle a Tudela? Casi me echa los perros para que me fuese. No quiero saber nada más de él ni de todo ese montón de cadenas que se trajo del sur. ¿Habráse visto necio semejante, que pudiendo elegir todo el botín del rey de los moros, sólo se trajo unas cadenas oxidadas? En Castilla y en Aragón todavía deben de estar partiéndose de la risa. Os juro que mi primer edicto como soberano ha de ser repartir todos esos eslabones por las cuatro esquinas del reino. ¡No quiero verlos más!
-Pues vos veréis que hacéis, pero sin sello nuevo, no os reconocen como rey.
-¿Y si les presento este hermoso dragón que sirve de cimera a mi yelmo? Siempre me han gustado los dragones, ya lo sabéis de sobra...
-El caso es que esto no es Gales, Teobaldo, y aquí los dragones no gozan de demasiado predicamento. Dicen que hubo alguno en Aralar, que es una montaña muy alta de este reino, pero como hace tiempo que no da señales de vida, la gente lo ha olvidado. No. Tiene que ser otra cosa, y tenéis que pensarlo rápidamente, porque si cuando salgamos de esta estancia no tenemos modelo nuevo que mostrarles, ya podéis ir despidiéndoos de la corona...
-Pues no sé... ¿Qué tal dos espadas cruzadas?
-Un poco hortera, ¿no os parece? Parecería vuestro sello el emblema de uno de esos grupos de juglares melenudos que gritan más que cantan por esos caminos de Dios...
-¿Y un caliz dorado y con mucha pedrería?
-¿Para que os llamen el rey de copas? Pensaba que un poeta tendría más imaginación, mi señor Teobaldo...
-Y la tengo, la tengo: ¡para hacerlos ahorcar a todos y acabar con este tormento!
-Ya os he dicho que eso resulta, al menos de momento, completamente desaconsejable. Veamos que hay en esta sala que pueda servirnos de inspiración: Botellas de vino, un jabalí recién asado... No, demasiado rústico y vulgar. ¿Qué tal un libro de vuestros versos?
-¿Un libro como emblema de un país? Rompedora propuesta, y también halagadora, pero pensad por un momento como lo hacen los navarros. Dirían unos: ¿Y qué libro será ese? Ah, sí: será la Biblia. Pero otros dirán: prudente rey, que ha escogido el Fuero General como símbolo. Y los que defienden la Biblia dirán que eso es imposible, que las leyes de Dios van delante de las de los hombres. Y los que defienden el Fuero dirán que ya va siendo hora de acabar con el oscurantismo. Y ya estará liada otra vez. No... Tiene que ser algo más complicado de interpretar, que los deje dubitativos y sin ganas de mostrar su ignorancia. Veamos... ¡Lo tengo! ¿Qué os parece esto, Felipe?
Este alquerque de doce no se halla en Navarra, pero sí que pueden verse aún dos de nueve en el pórtico de San Esteban de Eusa |
-¿Qué van a decir, si ellos no sabrán qué es esto, y nosotros tampoco se lo vamos a explicar? Inventaremos cualquier milonga: que es un nudo celta, o que lo talló Túbal cuando anduvo por estos pagos, por ejemplo, que es lo que dicen siempre los cronistas cuando no saben qué más inventar.
-La verdad es que el diseño no es feo, porque parece también la bloca de un escudo. Eso calmará a los nobles, siempre tan fatuos. Y además es muy sencillo de dibujar: un cuadrado con dos cruces cruzadas en su interior. Quizás un poco soso...
-¿Y si le ponemos unos morabetines de oro en cada cruce? Creo que mi tío tiene ánforas llenas de ellos en los sótanos de este castillo.
-¡Eso es! Y en el medio una joya, para darle más empaque.
-¿Qué os parece esta esmeralda, que llevo siempre conmigo para no olvidar el color de los ojos de mi amada?
-Vale, pero a ellos les diremos que es la esmeralda que llevaba en su turbante Miramamolín el Verde el día de aquella batalla famosa de vuestro tío.
-Tampoco os falta imaginación a vos, Felipe...
-Mejor, porque combinar la de ambos es la que nos hará falta para salir con bien de este enredo. Esperad que haga un bosquejo rápido en este pergamino, y acompañadme afuera, que si Dios quiere, acabáis de crear las armas de este reino. Que sea para bien.
-¡Oid bien todos! ¡Aquesta es la voluntad del rey Teobaldo I, legítimo señor mío y vuestro!
-¡Nuestro no lo es aún, hasta que no jure el Fuero!
-¿Pero cómo va a jurar el Fuero ese que decís, si todavía no ha sido compilado?
-¡Ese no es asunto nuestro! Compiladlo vosotros, y ya veremos luego si le damos nuestra aprobación.
-¡Pues yo creo que un reino sin leyes es mucho más divertido! Si los caballeros no podemos hacer ya lo que nos dé la gana, llegará el aburrimiento y el hastío. Digo más: ¡Viva el mal, y viva el Capital!
-Disculpad al señor de Avería, Sire. Sin duda todos estaremos de acuerdo en castigar su atrevimiento como merece.
-¡Todos no! Primero habrá de juntarse una comisión que estudie su caso. Podrá apelar luego al Consejo Real, y finalmente, será don Teobaldo quien dicte sentencia.
-¡Será don Teobaldo quien la dicte, si previamente ha jurado el Fuero, claro está! Si no, nosotros no acataremos su sentencia.
-¿Y qué representa? Parece una bloca de escudo.
-Decís bien, lo parece. Lo cual no quiere decir que lo sea...
-¿Son acaso unos trozos de las cadenas que trajo vuestro tío?
-Muy bien pudieran serlo, efectivamente...
-¿Y por qué esas monedas y esa esmeralda?
-No faltarán nunca sabios que os lo expliquen...
-¿Pero qué diremos que es cuando no los pregunten desde otras cortes?
-Decid simplemente que esta es la voluntad de vuestro rey Teobaldo.
-¡Pues a mí me parecen las cadenas!
-¡Pues a mí una bloca!
-¡Pues a mí un alquerque de doce!
-¿Eh? Sin duda mi edecán Felipe de Nanteuil ha debido beber más de la cuenta de ese vinillo de Peralta que hay en las bodegas. ¿Cómo puede pensar que un rey vaya a elegir un juego para representarle a él y a su país?
-¿Estáis diciendo, don Teobaldo, que es por eso que el fondo del escudo es rojo? ¿Por el vino de Peralta? Buena elección, pardiez...
-Pues no lo había pensado, la verdad...
-¡Pues entonces nosotros exigimos que sea el fondo verde, como las alcachofas de Tudela!
-¡Y nosotros que sea el fondo blanco, como los espárragos de Puente la Reina!
-¿Pero a qué condenada tierra me he venido yo a reinar? ¿Es que habréis de discutir siempre por todo?
-¡Mientras no juréis el Fuero, por supuesto que sí!
-¡Y cuando lo hayáis jurado también! Ahora mismo vamos a organizar una nutrida manifestación que discurrirá entre la plaza de San Jaime y la puerta del Juicio para defender el fondo alcachófico y verde de vuestra bandera.
-¡Pues nosotros convocamos otra en este instante para ensalzar el color blanco esparraguino!
-¿Sabéis por dónde podéis meteros esos espárragos?
-¿Por el mismo sitio que vuestras alcachofas, quizás?
-¡A mí, los del color verde!
-¡A mí los del color blanco!
-¡Hala, ya está liada otra vez! ¿Qué hacemos, Sire, los encerramos a todos en las mazmorras?
-¿Encerrarlos dices, Felipe? ¡Ni pensarlo! Déjales que se den todo lo que quieran, y vámonos tú y yo a compilar ese Fuero de una vez, antes de que me arrepienta y salga a uña de caballo hacia Champaña para no regresar nunca más a esta tierra de locos.
-Bien dicho, mi señor Teobaldo, que estoy seguro que con tantas y tan pulidas leyes prosperará mucho este reino, y no tendrán ya sentido más discusiones por banderas ni otras melonadas similares.
-Ya me gustaría a mí poder mirar por un agujero lo que pasa aquí dentro de, por ejemplo, 782 años justos,mi buen Felipe. Seguro que siguen igual.
-Me permito recordaros que entonces el vinillo de Peralta también seguirá igual de bueno...
-¡Schhhhh! ¡Que no os oigan, que vuelven a empezar...!
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017