jueves, 27 de agosto de 2020

TÚ ERES PEDRO

Hay en la catedral de Pamplona un pequeño pero hermosísimo espacio que, a la imponente sombra del propio templo o del claustro, acaba por pasar invariablemente desapercibido a los visitantes que recorren las dependencias.



A la capilla de don Pedro de París, también conocida como de San Jesucristo, me estoy refiriendo. Una construcción de principios del siglo XIII, que sirvió muy probablemente de lugar de culto del palacio en el que vivió el rey Teobaldo I, y que después, sobre todo a partir de la época barroca, que tanto daño hizo al complejo medieval, fue quedando olvidada hasta el punto de acabar sirviendo durante siglos -y hasta hace muy poco tiempo- de almacén de todos los objetos litúrgicos, retablos, poleas y demás faramalla acumulada por el templo catedralicio durante centurias. Pero no deja de ser la arquitectura más antigua que allí se conserva, constando de una sola nave con dos tramos separados por un arco fajón apuntado, que ya anuncia la llegada del arte gótico.

Ese carácter recóndito y escondido invita no obstante a pensar que debió necesariamente acoger ceremonias y actos que no tenían cabida en las celebraciones oficiales de la seo pamplonesa, o que al menos no interesaba darles público realce. Al menos a mí desde luego que me hacía imaginarlas, quizás llevado por una de las glosas de Angel María Pascual que más me gustan: la del día 10 de septiembre de 1946, titulada precisamente "Don Pedro de París", cuyo párrafo final dice:

Hoy todo eso ha desaparecido. La arquitectura vuelve a ser noble y, al fondo, la capilla lejana y silenciosa de don Pedro de París es como una estrofa más vetusta y fuerte en el poema de piedra de la catedral. Han desaparecido las estrofas que ornarían las paredes, las lámparas, el retablo de esmaltes. Por una puerta entraría el obispo con la mente sumida en Teologías; por la otra, el rey Sancho el Sabio con las preocupaciones del gobierno. Y estas bóvedas permanecen. Y por la ventanilla de la tarde entra como entonces el canto de los pájaros.

 Desde que afortunadamente las dependencias volvieron a abrirse, y aunque soy yo poco partidario de la exposición "Occidens", al menos de cómo está concebida, y no deje yo de añorar el antiguo Museo Diocesano, son muchas las veces que he ido a disfrutar de esta verdadera cápsula del tiempo que es la capilla de San Jesucristo. Sentado en aquella mínima y calmada geografía protogótica, arrullado quizás por la música gregoriana  que a todas horas la envuelve, imaginé algunos acontecimientos que pudieron tener lugar allí, sobre todo los relacionados con una hipotética presencia del hoy llamado "Retablo de Aralar" que me sigue pareciendo -a mí, a Manuel Sagastibelza que es el que más sabe de este asunto, desde luego que no- concebido precisamente para este sagrado espacio.

Pero he de confesar que jamás reparé en los signos grabados en el altar que preside el conjunto, hasta que los vi reproducidos en el muro de FB de la Asociación Astrolabio Románico. Y uno de ellos es precisamente el que ha venido a confirmar que mis desvaríos e imaginaciones sobre este pequeño santuario ojival de piedra podrían tener cierta base...



Posible retrato de Benedicto XIII
Porque quienes alguna vez, luchando a brazo partido con el insomnio, hayáis acabado por caer en este blog mío, quizás sabréis de mi especial predilección por la figura de don Pedro de Luna, un clérigo aragonés que llegó a ser papa, aunque los intrusos pontífices romanos sigan todavía hoy sin reconocerle como tal.

Pero sí, claro que sí: Pedro de Luna fue papa -en la obediencia de Aviñón- entre 1394 y 1423, y reinó bajo el nombre de Benedicto XIII. Repetir todas sus glorias y desventuras sería reiterativo, así que para los interesados e interesadas, mejor os dejo el enlace a esta otra entrada que le dediqué:

EN SUS TRECE 

Sí que puedo reseñar su estrecha relación con Navarra, y cómo fue él el encargado de coronar en la catedral de Pamplona al rey Carlos III el Noble, el día 6 de febrero de 1390, después de conseguir que el reino reconociera la autoridad del papa aviñonés Clemente VII. Como he dicho, apenas cuatro años después fue el propio Pedro de Luna quien llegó a ser sumo pontífice, y desde entonces bregó lo indecible para mantener bajo su obediencia a los distintos reinos que inicialmente le reconocieron como tal. Hasta que en 1415, todos ellos salvo su natal Aragón, le dieron definitivamente la espalda.


Clave de bóveda con el escudo del Cardenal Zalba
También Navarra, incapaz de soportar la presión de la corte francesa. De tal forma que Carlos III abandonó a su viejo amigo y envió legados a la ciudad suiza de Constanza, donde el Concilio Universal se había reúnido para elegir a un único papa: Martín V. Y bien amargamente pudo decir el papa Luna a su antiguo amigo Carlos lo que el profeta en las Sagradas Escrituras: "A mí, que te hice rey, me envías al desierto..." Aunque no fue esa la única relación de Pedro de Luna con Navarra, porque bajo su mandato se colocó la primera piedra  de la nueva catedral gótica de Pamplona, ya que la románica se había hundido en julio de 1390, y porque dos de sus mayores defensores y partidarios fueron Martín y Miguel de Zalba, tío y sobrino, los dos obispos de Pamplona y que alcanzaron la categoría de cardenales después. Y no ha habido tantos cardenales navarros en la historia desde entonces, porque pueden contarse con los dedos de las dos manos y sobran dedos. Cuando ellos murieron, el obispado de Pamplona quedó vacante y pasó a ser administrado por Lancelot, el hijo bastardo de Carlos III, bajo cuyo gobierno la diócesis sustrajo su obediencia a los papas de Aviñón y reconoció ya para siempre a los de Roma.





Escudo de Lancelot de Navarra

Por eso descubrir que en el citado altar de la capilla de San Jesucristo, entre los varios símbolos grabados sobre el ara aparecía este esquemático escudo -ni tiempo ni ganas debieron tener para grabar además la tiara y las llaves de San Pedro- me hizo recordar aquellos otros que todavía pueden verse en determinados lugares, y también los tiempos en que ostentarlo conllevaba pena de excomunión e incluso de muerte, pues Roma persiguió con saña a Benedicto y a sus cada vez más menguados partidarios, refugiados todos ellos en Peñíscola, hasta que la corte papal quedó reducida a un séquito de no más de doce personas. El mismo número de los apóstoles que siguieron a Cristo...




Posible escudo del papa proscrito Benedicto XIII 
en el altar de la capilla de San Jesucristo
 de la catedral de Pamplona

Escudo del Papa Luna en el castillo de Peñíscola


Lo cual no quiere decir que no quedasen núcleos dispersos de obediencia al papa Luna, y creo que esas armas grabadas en el altar de una capilla recóndita en la catedral cabeza del reino de Navarra, podrían indicar la existencia de uno de ellos.  Imaginad: Lancelot, que nunca llegó a ser obispo -precisamente porque Benedicto XIII le  negó tal reconocimiento, quizás no viendo en él cualidad eclesiástica alguna, gobierna con mano de hierro en nombre del papa romano Martín V, que a cambio le otorga  el título honorífico de Patriarca de Alejandría. Todas las misas y festividades litúrgicas se celebran en los altares principales de la catedral invocando a Roma.

Mientras tanto, miembros del Cabildo -casi todos ellos nombrados bajo la obediencia aviñonesa al fin y al cabo- prefiriendo jugarse la vida terrenal a la eterna, celebran misa en uno de los lugares más ocultos de la catedral en nombre de quienes ellos -y yo- consideran que es el verdadero papa: Benedicto XIII que muere, abandonado por todos, excepto por uno de sus últimos cuatro cardenales: Jean Carrier, que se empeña en continuar la línea papal correcta nombrando él mismo un nuevo pontífice, llamado también Benedicto, y que sólo reconoceran en un área muy remota de los Pirineos franceses, hasta que los crueles inquisidores enviados por Martín V acaben con los últimos seguidores de Aviñón, que se reconocían los unos a los otros porque grababan en las  puertas de sus escondidísimos y apartados lugares de culto la media luna heráldica de Pedro de Luna...

Así que la próxima vez que entre en la capilla de San Jesucristo, recordaré al verdadero papa igual que quien grabó su símbolo en el altar, mientras repito las palabras del Evangelio:

Tu es Petrus
Et super hanc petram ædificabo ecclesiam meam
Et portæ inferi non prævalebunt adversus eam.
Et tibi dabo claves regni cælorum...


Tú eres Pedro,
Y sobre esta piedra  edificaré mi Iglesia.
Y las puertas del Infierno no prevalecerán frente a ella.
Y te daré las llaves del Reino de los Cielos... 




 © MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2020