domingo, 25 de marzo de 2012

BIBLIOTE KID


Lauda sepulcral de Sancho III en San Isidoro de León

Toki-l-Agua, a las afueras de Pamplona, 25 de marzo de 1003

-Es un honor recibir a todo un magnate como vos en mi humilde morada, señor don Sancho de Berriosuso.

-Y tan humilde, señor de Ilargi. No sé cómo podéis haberos hecho a vivir en esta choza. Precisamente vos, tan habituado a las comodidades palaciegas...

-Esta es mi tierra y mi casa, y en ellas tengo todo lo que necesito, señor: una mesa para escribir, y una silla para leer los diezlibros que forman mi biblioteca.

-¿Diez libros? Más de los que guardo en mi torre, y desde luego muchos más de los que poseen los nobles más importantes del reino en sus casas...

-Bueno, es cosa sabida que vuestra clase nunca se ha caracterizado por su bibliofilia. Por eso me extraña también vuestra presencia aquí, sabiendo como sabéis que fui apartado para siempre de la corte del rey don García, a pesar de ser reconocido por todos como el mejor bibliotecario que había en sus dominios...

-Claro que lo sé. Y sé también que el motivo que se hizo público para expulsaros: que aprovechándoos de vuestro cargo habíaís robado varios tratados de la biblioteca del monasterio de Leyre, fue completamente falso, y que lo que realmente ocurrió es que los salvásteis del ansia purificadora de su abad, que quería quemarlos para aplastar no sé qué supuesta blasfemia que en ellos decía que se encerraba...

-A aquel acémila todos los libros le parecían blasfemos. Es lo que pasa por elegir para el mando a alguien sin luz en su entendimiento.

-Pienso igual que vos, y por eso estoy aquí. Debéis saber que el rey don García está cada vez más enfermo, y que no cabe duda de que muy pronto traspasará la frontera entre este mundo y el otro. Lo heredará su hijo Sancho, un muchacho de apenas diez años al que todos querrán gobernar.

-Y vos y el resto de nobles también, claro está...

-¿Qué preferís, que le ayudemos a regir Pamplona nosotros, o que caiga en manos de los mismos clérigos que os han condenado a malvivir en esta pocilga?

-¿Pero qué es lo que puedo hacer yo? No soy un guerrero...

-Hay muchos tipos de lucha, señor de Ilargi. Se ha convocado una competencia para cubrir un puesto de nueva creación: el de bibliotecario real. De sobra sabéis que quien tiene el conocimiento, tiene el poder. Si conseguimos que al joven príncipe Sancho le aconseje un sabio que no dependa de ninguna intrigante autoridad eclesiástica, estoy convencido de que una nueva era de luz se abrirá para nuestra tierra. Pero a vos no os dejarán presentaros, así que quiero pediros que transmitáis todos vuestros conocimientos a alguien que pueda enfrentarse con garantías de éxito a los representantes de los grandes monasterios del reino.

-¿Y habíais pensado en...?

-En mi hijo Daniel, que es muchacho despierto y conoce bien las letras y las ciencias. Y le gustan los libros mucho más que las espadas. Por eso estoy seguro de que con vuestro magisterio podrá alcanzar la sagacidad de aquellos señores griegos y romanos cuya sabiduría aún nos asombra. Tenéis cinco meses hasta el día fijado para el concurso...

-La verdad es que me seduce la idea de vengarme de todos esos que llevan hábito de monje, pero no practican ninguno de los preceptos establecidos por la regla de San Benito, especialmente el de la humildad... Acepto vuestra proposición con el convencimiento de que no existen malos alumnos, sólo malos profesores. Así pues, joven Daniel Sanz de Berriosuso: ¿estás dispuesto a estudiar duramente bajo mi supervisión durante el tiempo que resta hasta la competición bibliotecaria?

-Sí. Y estoy convencido de que con vuestra ayuda lograré el premio. ¿Puedo llamaros Ilargi jauna?

-Baaaai!, Daniel Sanz. Nos queda mucho trabajo por delante para vencer a rivales tan poderosos como los novicios de los principales monasterios. Es a saber, los de San Zacarías de Zilbeti, San Salvador de Leyre y Santa María de Irache en Pamplona, los de San Martín de Albelda y de San Millán de la Cogolla en las tierras al otro lado del Ebro, y los de San Juan de la Peña y de Santa Cruz de la Serós en Aragón. No perdamos más tiempo, y empecemos desde el principio, o lo que es lo mismo: por la propia elaboración de los libros, Daniel Sanz. Ahí, en el cobertizo, tienes todas esas pieles de oveja listas para ser sumergidas en una solución de cal que ayude a desprenderlas luego de su vellón. Y para eso hay que rasparlas y pulirlas con mucha dedicación, pues dependiendo de la edad que tuviese la res, así será luego la calidad del pergamino. Si era joven, lujosa vitela es lo que obtendrás tras tu duro trabajo, que durará muchos días. Así que ya sabes: "mano derecha, raspar vitela; mano izquierda, pulir vitela..."

-Mucho me ha complacido tu desempeño en este trance, Daniel Sanz, y sin duda habrás fortalecido tus brazos preparando las hojas que luego formarán los gruesos volúmenes que deberás manejar. Y por eso ahora entrenaremos tu equilibrio, pues ya se sabe que "si equilibrio bueno, bibliotecario bueno". Sube a esa escalera de tijera y estira tus brazos en cruz. Colocaré sobre ellos todos los tomos que forman las obras completas del filósofo don García de Bacca, y tú habrás de soportar su peso sin dejar que ni uno solo de ellos caiga al suelo. Pero únicamente podrás apoyarte en una pierna, lo cual servirá para recordarte que es el oficio de bibliotecario empleo muy sacrificado, y deberás pues levantar la otra como hacen las grullas en los ríos.

El golpe de la grulla, en versión de Dave Hopkins


Si consigues dominar tal técnica, no habrá enciclopedia que no puedas levantar, y ni siquiera las muy pesadas Etimologías de San Isidoro se resistirán a tu impulso, que te permitirá ordenar raudamente todas las estanterías que tengas a tu disposición...

-Bravo, Daniel Sanz, has cumplido también con generoso esfuerzo esta difícil encomienda, así que ahora convendrá que prestemos atención al lugar que debe custodiar la colección, y para ello nada mejor que seguir al pie de la letra los diez claras mandamientos del famoso arquitecto sajón dominus Faulkner Brown, que ahora mismo te entrego. Aprendételos bien, que yo iré preguntándotelos durante las próximas semanas...

-¿Cuál es entonces el cuarto mandamiento, Daniel Sanz?

-Una biblioteca debe ser extensible, pues es exactamente igual que un organismo vrvo, o crece o muere. Extensible quiere decir por tanto que el edificio ha de estar diseñado de tal manera que pueda crecer, Ilargi jauna.

-¿Y el sexto?

-¡No cometerás actos impuros!

-¿En una biblioteca? Definitivamente Daniel Sanz es o demasiado ingenuo o demasiado atrevido. Si se trata del segundo caso, le recomiendo que acuda a la sección marcada por el venerable fray Dewey de York con el número 613.88. Aunque me temo que las prácticas sean para estos asuntos mucho más importantes que la teoría...
Pero no, mi ofuscado adolescente, a lo que yo me refería con mi pregunta es a que una biblioteca debe estar organizada, de modo que permita el acercamiento entre
libros y lectores. Claro que si después se da también el acercamiento entre lectoras y lectores, no veo tampoco el perjuicio por ningún lado...

Y muchas más cosas aprendió Daniel Sanz del señor Ilargi. Por ejemplo que Antuerpia era una noble ciudad del reino de Bélgica, y no una invención literaria de algún monje malencarado, también el nombre de todos los ganadores del "Premio Planata", así llamado porque todos los científicos saben que la Tierra es plana, y no redonda como empiezan a defender ahora algunos insensatos, y sobre todo se instruyó en el arte de administrar una biblioteca con muy poco dinero, que es el gremio bibliotecario orden perpetuamente mendicante...

Y cuando llegó la fecha de la competición, aventajaba Daniel Sanz en conocimientos a monseñor Manuel Carrión, a la abadesa doña Natalia Orera, y hasta al Santo Padre Marc XXI, que pasaban en su tiempo por ser los más prestigiosos tratadistas. Y con esa seguridad se enfrentó en primer lugar al hermano Ismael de Zilbeti, a quien derrotó por no perder el tiempo escribiendo en los tejuelos cifras larguísimas, sino tan sólo los tres primeros números, que son suficientemente indicativos la mayor parte de las veces. Y venció después a doña Mencía de Santa Cruz de la Serós, que enfrascada en consignar exactamente la materia de la que trata cada libro, no reparó en que el tiempo asignado para tal menester se le agotaba, como fehacientemente marcaron los últimos granos de arena en reloj de los examinadores. Y llegó así el día de la gran final, en la que tuvo que vérselas con la torva figura de Malaquías de Cemborain, el protegido del abad de Leyre, dominus Jorge de Burgui, viejo conocido del señor Ilargi...

-Vuestro mozalbete no tiene nada que hacer contra el mío. ¿Qué podría haber aprendido al fin y al cabo de un mísero ladrón de libros como vos?

-Al menos que es mejor robarlos para poder así asegurar que otros los lean, que no quemarlos, y mantener en la ignorancia a quienes jamás podrán ya instruirse con ellos.

-Entiendo. Lo que vos queréis es que se extienda el libertinaje por todo el reino de Pamplona...

-Vos y los que son como vos, tendéis a confundir siempre libertad con libertinaje, y encadenais los libros a las estanterías con la excusa de que nadie los robe, cuando en realidad lo que pretendéis es que no salgan nunca de vuestro control. Pero no prevaleceréis en tan imposible empeño, y aunque cueste generaciones derrotaros, llegará el tiempo en que habrá tantos libros en el mundo como pájaros en el cielo.

-¡Ilusiones, vanas fantasías vuestras! ¡Os juro que mi halcón desplumará a vuestra grulla!

-¡Que se acerquen los dos contendientes, y que recuerden que salirse de las normas marcadas por la IFLA supondrá su inmediata descalificación!

-¡No eres nadie, Berriosuso, y tu maestro menos que nadie, sólo un ratón de biblioteca a punto de ser devorado por un gato demasiado grande para él!

-¡Deberán colocar perfectamente ordenados en la estantería todos los libros que ven sobre la mesa! ¡Tiempo!

-¡Toma, Berriosuso, éste tan lígero te conviene!

-¡Advertencia de castigo para Malaquías de Cemborain por haber dejado caer sobre la mano derecha de Daniel Sanz de Berriosuso el libro de los XXV años de la película Tasio!

-¿Qué te pasa, nene, te duele la mano? ¡Aquí encontrarás remedio!

-¡Punto de castigo para Malaquías por haber dejado caer el Manual Merck sobre la mano izquierda de su oponente!

-¡No puedo con él, Ilargi jauna! ¡Tengo miedo, quiero irme a una tranquila biblioteca de convento!

-Escucha, Daniel Sanz: "¡bien perder ante adversario, mal perder ante miedo!"

-¿Y qué queréis que le haga? ¡Tengo miedo!

-Daniel Sanz: concentra, enfoca fuerza. Tus mejores conocimientos bibliotecarios aún dentro de ti. ¿Recuerdas las leyes dos y tres del santón hindú Ranganathan?

-Sí: "a cada lector su libro, a cada libro su lector".

-Entonces derrótalos con sus propias armas. ¡Arrójale encima las interminables colecciones de libros eclesiásticos que tanto sitio ocupan en las bibliotecas: los 33tomos del Catálogo del Archivo Diocesano de Pamplona, y añádele también los 11 de la Historia de los obispos de Pamplona...!

-Estás definitivamente derrotado, Malaquías, así que tomate este último libro como una propina personal de Daniel Sanz de Berriosuso: el inmanejable y enorme libro de casi una vara de largo: "M100guel : 1910-2010, 100 años de Miguel Hernández". Si tienes el buen gusto de abrirlo, podrás refrenar tu soberbia y la de tu propio maestro meditando sobre estos versos:

"...Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento..
."

-¡Hemos ganado, Ilargi jauna!

-Baaaai, Daniel Sanz. Pero de nada habrá servido tu victoria si acabas actuando igual que tus adversarios. No olvides nunca que: "ambición sin conocimiento ser como barco varado en tierra firme". Aconseja con tino al príncipe Sancho, y no dejes nunca que haga demasiado caso ni a los nobles ni a los clérigos, pues sólo si se mantiene cercano al pueblo podrá llegar a ser el Mayor rey que nunca hayamos tenido...



Es más sencillo de lo que parece. Sólo es cuestión de entrenar...

Dedicado al muy ilustre, paciente y abnegado gremio
formado por las bibliotecarias y bibliotecarios de Navarra.

© Mikel Zuza Viniegra, 2012

martes, 20 de marzo de 2012

ONDAS


Pamplona, madrugada del 31 de octubre de 1938

Debo llevar más de dos años en este destartalado piso. Veinticinco meses ya encerrado sin casi poder moverme, por miedo a que cualquier mínimo ruido que yo pueda hacer ponga sobre aviso a los vecinos. Reprochándome días tras día, hora tras hora, mi equivocación al regresar a esta condenada ciudad de locos. Porque tenía mi vida completamente hecha en Inglaterra: estaba a punto de obtener un puesto como profesor ayudante en el Departamento de historia medieval de la Universidad de Cambridge, había encontrado una bonita casa en la campiña, y sobre todo había conocido a Jane.

Jane... Pobre Jane. Se le trababa la lengua al intentar pronunciar mi nombre: Ambrosio Azpiroz. Ahora hace tiempo que creerá que he muerto. Y tendrá razón, porque en realidad esta vida es peor que estar muerto. Y ella intentó que no viniera. ¿Pero cómo no iba a volver para el funeral de mi propio padre? Es cierto que hacía muchos años que no nos hablábamos, al menos desde la publicación de mi tesis doctoral sobre la actuación de Fernando el Católico en Navarra. Mis conclusiones sobre el personaje -a quien mis investigaciones presentaban como un farsante sin escrúpulos-, no gustaron a las fuerzas vivas de la provincia. Tampoco a mi padre, quien, pudiendo haber defendido mi prestigio academíco como ex-catedrático de universidad que era, prefirió volverme la espalda. Ambos sabíamos que yo nunca más podría trabajar en Navarra, donde ya siempre encontraría las puertas de los archivos y bibliotecas cerradas para mí. Labré entonces mi futuro en tierras más acogedoras que ésta, hasta que llegó ese maldito telegrama...

Con todo, era mi única familia, así que a pesar de las súplicas de Jane emprendí viaje de inmediato, y llegué a Pamplona con el tiempo justo de asistir al entierro. Era el 17 de julio de 1936. Ni siquiera en el cementerio mostraron más indulgencia conmigo quienes me habían condenado al ostracismo, y sólo don Julián Huici, mi antiguo profesor de tiempos del instituto, se acercó a darme personalmente el pésame.

Algunos de los allí reunidos desfilaron alborozados apenas dos días después por las calles de la ciudad, adhiriéndose sin dudarlo al pronunciamiento militar en Africa. Unas horas después comenzaron las detenciones de "desafectos". No se habían olvidado de mí a pesar del tiempo transcurrido, pero uno de los del pelotón que mandaron a apresarme había estudiado conmigo y me dejó marchar con la recomendación de que o encontraba urgentemente refugio seguro, o la próxima vez no me libraría del "paseo" . Pero ya no me quedaba nadie a quien acudir en Pamplona. Salvo quizás a...

Sí. A don Julián Huici, quien pese a simpatizar con los alzados se mostró dispuesto a ayudarme, en la medida de sus escasas posibilidades. Esa misma noche me trajo a este piso vacío de su propiedad en el nº 72 de la calle San Antón. Desde entonces no he salido de aquí. Dos veces al mes él viene a traerme conservas y algo de pan negro. En cada ocasión, menos latas que en la visita anterior. Una de aquellas veces, probablemente al verme tan desesperado, apareció con una radio de galena. Desde entonces, con mucho cuidado de no llamar la atención, puedo recibir noticias sobre la guerra. Muevo el diodo frenéticamente buscando captar la BBC, intentando huir de la triunfalista y desquiciada verborrea de la emisora local, aunque hasta ahora no he tenido suerte...

Don Julián lleva ya 34 días sin aparecer. Quizás haya muerto, o quizás lo hayan detenido y vayan a presentarse aquí en cualquier momento. He racionado todo lo posible los escasos alimentos de los que dispongo, pero llevo diez días sin probar bocado. Mi debilidad practicamente no me deja levantarme, y me hace ver visiones. O puede que sean sueños y yo ya no sepa distinguirlos de la realidad. Ayer creí hablar con Jane. Me dijo que nos veremos pronto...

Puedo escuchar truenos retumbando tras las clausuradas contraventanas. Prefiero escuchar eso a las descargas de fusiles que muchas otras noches llegan desde la Vuelta del Castillo. Encenderé la radio, aunque la tormenta hará que la señal vaya y venga y con cada relámpago cambiará la emisora. Quien sabe, quizás por fin hoy pueda captar la BBC...

-Aquí Radio Requeté EAJ 6, transmitiendo desde Pamplona. Todos los navarros están invitados al desfile que por las principales calles de la ciudad discurrirá mañana lunes, 31 de octubre, para celebrar las victorias obtenidas en este segundo año triunfal de nuestra heróica cruzada...


-Señoras y señores. Interrumpimos nuestro programa de baile y música para transmitirles un boletín especial de la Intercontinental Radio News. A las 7:40 hora de Chicago, el profesor Farrell del Observatorio del Monte Jennings comunica varias explosiones de gas incandescente a intervalos regulares en el planeta Marte. El espectroscopio indica que se trata de gas hidrógeno y que se dirige hacia la Tierra a una velocidad portentosa. El profesor Pierson del Observatorio de Princeton, confirma la observación de Farrell y describe al fenómeno como una "llamarada azul"...

-A todos aquellos que, no teniendo que atender labores absolutamente imprescindibles, no acudan a rendir homenaje a nuestras tropas, podrán serles aplicados los severos castigos que la legislación militar establece para casos de insubordinación manifiesta. Demostremos a los rojos que todos los navarros estamos inequivocamente, ahora y siempre, al lado del Generalísimo...

-Señoras y señores: éste es el último boletín expedido por la International Radio News:"-Toronto, Canadá. El Profesor Morse de la Universidad Macmillan, comunica haber observado un total de tres explosiones en el planeta Marte entre las 19:45 y las 21:20 horas de New York-". Esto confirma las primeras comunicaciones recibidas de los observatorios estadounidenses. Ahora, desde Trenton, New Jersey, cerca de aquí, nos llega un comunicado especial. Se nos dice que a las 20:00 horas un enorme cuerpo incandescente, probablemente un meteorito, cayó en los campos de una granja situada en la vecindad de Grovers Mill, New Jersey, a treinta y cinco kilómetros de Trenton. El destello en el cielo pudo verse en un radio de varios cientos de kilómetros y el ruido producido por el impacto fue oído hacia el norte, en la ciudad de Elizabeth..."

-Recordemos todos juntos también el prístino ejemplo de los generales Sanjurjo y Mola, que dieron su vida por la Patria. Que su muerte en acto de servicio sea semilla fecunda de firmes soldados que, a su paso, vayan construyendo la nueva España que idearon aquellos dos héroes...

-Señoras y señores: nuevamente les habla Carl Phillips, ahora desde la Granja Wilmuth en Grovers Mill, New Jersey. El Profesor Pierson y yo hemos recorrido los diecisiete kilómetros que separan a Princeton de éste lugar en sólo diez minutos. Bueno... me resulta difícil describir la extraña escena que tengo ante mis ojos. Creo que lo tengo frente a mí. Sí, creo que ante mí está la...cosa. Está semi-enterrada en una especie de pozo que debe haber abierto al chocar contra la tierra con fuerza pavorosa. Lo que puedo divisar del objeto mismo no se parece a un meteorito,por lo menos a los metoritos que haya visto. Más bien se parece a un enorme cilindro... Tiene un diámetro de unos treinta metros...

-Las buenas gentes de esta ciudad, fecundo vivero de las esencias nacionales, han levantado arcos de honor para que nuestros hombres pasen por ellos henchidos de orgullo. Los hay dedicados a figuras señeras de nuestro Imperio, en los que aparecen bellamente representados el césar Carlos, su hijo Felipe II, su glorioso abuelo Fernando el Católico, y en un delicioso guiño a lo regional, el príncipe Carlos de Viana...

-¡Un momento! Alguien se desliza a través de la abertura superior. Alguien... ¡O algo!. Puedo ver dos discos luminosos asomarse desde ese pozo negro ¿Acaso son ojos?. Puede que sea una cara. Puede que sea... ¡Dios mío! ¡Algo sale fuera de la sombra arrastrándose como si fuera una serpiente gris! Ahora aparece otra, y otra! Parecen tentáculos. Ahora puedo ver el cuerpo de la cosa. Es grande como el de un oso y brilla como cuero mojado, pero ... ése rostro... es indescriptible. Me cuesta sostener la mirada. Los ojos son negros y brillan como los de una serpiente. La boca tiene la forma de V y la saliva chorrea de las comisuras de sus labios sin bordes, que parecen estremecerse y latir. El monstruo, o lo que sea, apenas puede moverse. Parece abrumado por el peso de una gravedad desconocida para él. La cosa se levanta. La multitud retrocede. Ya han visto bastante. Esta es la experiencia más extraordinaria... no encuentro palabras. Arrastro conmigo el micrófono mientras les voy hablando. Tendré que interrumpir mi relato...

-Nuestros aliados, los germanos de la Legión Cóndor, el Cuerpo Expedicionario Italiano, o los hombres enviados por el noble Jalifa de Marruecos, desfilarán también a nuestro lado, en una muestra de la hermandad que reina en el bando nacional, cuyo único afán es acabar para siempre con el yugo con el que el comunismo y la masonería internacionales habían querido someter a esta sagrada tierra. Con su ayuda cercaremos a la hidra roja y cercenaremos una a una sus siete monstruosas cabezas...



-Un capitán y dos policías se adelantan con algo entre sus manos. Ahora puedo ver lo que es. Es un pañuelo blanco atado a un palo. Una bandera de parlamento. ¿Sabrán esas criaturas lo que significa? ... si es que algo tiene significado para ellos... ¡Esperen! ¡ Algo está ocurriendo!Un cuerpo con una joroba sale afuera del pozo. Puedo ver un pequeño rayo de luz reflejado en un espejo. ¿Qué es esto? Algo así como un chorro de fuego sale lanzado de ese espejo hacia los hombres que avanzan. ¡Los alcanza! ¡Dios mío, los convierte en llamas! ¡Todo el campo se incendia! Los bosques... los tanques de gasolina de los automóviles... El chorro de fuego se extiende por todas partes... ¡se dirige hacia aquí! Está a veinte metros a mi derecha!

-Y a todos esos indeseables que ahora conspiran al otro lado de la frontera, decirles desde esta España en paz, que representantes de las potencias europeas que todavía se niegan a reconocer a la España de Franco, estarán también presentes mañana en el gran festejo del que estamos hablando. Y que podrán comprobar por ellos mismos, y sin cortapisa alguna, el buen trato que reciben nuestros prisioneros. Oiganlo bien más allá de los Pirineos: la Cruz Roja inglesa estará mañana en Pamplona...

-Señoras y señores: debo comunicarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones de los científicos como la evidencia de nuestros ojos nos demuestra que esos seres extraños cuya descripción hemos realizado, son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte. La batalla que ha tenido lugar esta noche en Grovers Mill ha terminado con una de las más desastrosas derrotas sufridas por un ejército en los tiempos modernos: siete mil hombres armados con fusiles y ametralladoras se lanzaron contra una sola máquina de batalla de los invasores marcianos. Que se sepa sólo han quedado ciento veinte sobrevivientes. Los demás yacen desparramados sobre el campo de batalla entre Grovers Mill y Plainsboro aplastados y deshechos por las patas de metal del monstruo o reducidos a cenizas debido a la acción de su rayo de calor. El monstruo controla ya la mitad del sector central de Nueva Jersey y ha divido al estado en dos...



-El orgullo hierve en el pecho de los buenos navarros, y por tanto de los buenos españoles, al ver colaborar en esta empresa al abnegado requeté junto al falangista valeroso, haciendo patente que la desunión política de nuestros adversarios, no encuentra réplica en nuestra sólida y jerárquica organización...

-Les hablo desde el techo del edificio de la radio de la ciudad de Nueva York. Las campanas que oyen ustedes advierten a la población que evacúe la ciudad ante la aproximación de los marcianos. Eviten los puentes que llevan a Long Island, porque están atascados por la aglomeración de vehículos. No quedan más defensas. Nuestro ejército,liquidado... la artillería, la fuerza aérea...todo liquidado. Ésta puede ser nuestra última transmisión. Permaneceremos aquí hasta el final. La gente se ha reunido para rezar en la Catedral, justo debajo de nosotros.
Un momento,¡atención! ... El enemigo está ahora a la vista. Se observan cinco grandes máquinas. La primera cruza en estos momentos el río. Puedo verla desde aquí vadeando el Hudson como un hombre que atravesase un arroyo. Me entregan ahora un boletín... En todo el país están cayendo cilindros marcianos. Uno en las afueras de Búffalo, otro en Chicago, en Saint Louis... Parecen caer a intervalos regulares... La primera máquina está llegando a esta orilla. Se detiene un rato vigilando a la ciudad. Su cabeza de acero llega al nivel de los rascacielos. Parece estar esperando la llegada de las otras máquinas. Se yerguen como una línea de nuevas torres en la parte occidental de la ciudad... Ahora levantan sus manos metálicas... ¡Esto es el final! Sale humo... un humo negro que avanza sobre la ciudad. La gente que corre por las calles,ahora lo vé. Todos corren hacia East River ... miles de ellos caen al agua como ratas. El humo se expande con mayor rapidez. Ha llegado a Times Square. La gente intenta huir pero de nada sirve. Caen como moscas. Ahora el humo está cruzando la Sexta Avenida... La Quinta Avenida... Lo tengo a cien metros... Está sólo a quince metros...


-Y tanto como al enemigo exterior, esta arenga va dirigida también al del interior. Esas sanguijuelas que, agazapadas entre nosotros, acechan para darnos la dentellada del lobo. Sepan todos esos que se esconden en casas, cabañas y cuevas, que el ejército de esta renaciente España no descansará hasta que todos ellos paguen por sus crímenes, y que esa quinta columma será aplastada como una serpiente venenosa por nuestra invencible bota de hierro. No habrá perdón para ellos...

-He permanecido oculto en ésta casa vacía, cerca de Grovers Mill. Todo lo ocurrido antes de la llegada de estas criaturas monstruosas a la Tierra me parece en estos momentos un fragmento de otra vida... una vida que no guarda continuidad con la presente, la existencia furtiva del único sobreviviente abandonado. Miro mis manos ennegrecidas,mis zapatos rotos, mis ropas convertidas en harapos y trato de establecer una relación entre ésta ruina viviente y cierto profesor que vivía en Princeton y que la noche del 30 de octubre vio con su telescopio una explosión anaranjada en un planeta lejano. Mi esposa,mis colegas, mis alumnos, mis libros, mi observatorio, mi ... mi mundo ¿dónde están? ¿acaso existieron alguna vez? ¿Qué día es hoy? ¿Existen ya los días si no hay calendario? ¿Transcurre el tiempo si no hay manos humanas que den cuerda a los relojes?. Debo vivir, y para vivir debo comer... En la cocina encontré un pan enmohecido y una naranja. Desde la ventana mantengo constante vigilancia. De cuando en cuando alcanzo a divisar algún marciano que sobresale de la humareda negra...

-Y ha llegado a nuestro cuartel general el rumor de que los rojos tienen preparado para mañana, con el fin de impedir nuestro sensacional desfile, un nuevo bombardeo sobre Pamplona. Desde aquí les indicaremos luego, para demostrarles que no les tenemos miedo, nuestras más precisas coordenadas para que sus aeroplanos no se equivoquen, como acostumbran, de objetivo. A pecho descubierto, y confiando ciegamente en Dios, recibiremos sus obuses si acaso llegan a lanzarlos...

-Me aventuro a salir de la casa. Me dirijo hacia una carretera. No hay tránsito alguno. Aquí y allí se ve un coche destrozado, un equipaje caído, un esqueleto ennegrecido. Me dirijo hacia el norte. Mantengo siempre una cuidadosa vigilancia. Me acerco a un castaño. En octubre las castañas están maduras. Lleno mis bolsillos. Debo seguir con vida...

-Navarra entera queda pues advertida. Mañana, a las ocho en punto de la mañana, todos a reventar las calles de Pamplona para aplaudir el paso del audaz, del intrépido, del caballeroso, del magnánimo, del sacrificado, del legendario Ejército Nacional. ¡Viva Franco! ¡Viva España! ¡Arriba España!



Pasan horas que me parecen días, y fuera empiezan a sonar horrísonas sirenas antiaéreas. Me levanto, pero apenas tengo fuerzas para mantenerme en pie. Aún así desclavo una de las contraventanas: la gente corre despavorida a los subterráneos. El ruido no cesa y no me deja pensar: Todos a las ocho... El único superviviente... Comer, mantenerse vivo... El ejército nacional se ha hecho con Nueva Jersey... Un rayo de calor traído por la Legión Condor arrasa a los enemigos... Delicioso guiño regional al príncipe de Viana...

Abro la puerta del piso, ya no queda nadie en la casa. Me cuesta mucho bajar las escaleras, la luz del mortecino amanecer me abrasa los ojos. Las calles están desiertas. En los alcorques se mezclan las hojas y las castañas. En octubre las castañas están maduras. Lleno mis bolsillos. Debo seguir con vida y, además, aquella es una de las divisas de los reyes de Navarra... Allá, al fondo del paseo: unas figuras gigantes. Camino hacia ellas tambaleándome. Leo en su pedestal: Fernandus Rex Hispaniae. Tiene el brazo derecho levantado. Miro hacia dónde señala: el cuartel de la Guardia Civil. Bajo el otro personaje retratado leo: Karolus Vianae princeps. Su mano izquierda señala hacia abajo, indicándome el camino hacia donde tres ambulancias se hallan aparcadas. "Red Cross", en grandes letras, llevan grabado en su carrocería...



-What happens to you, friend? Are you ill?

-The...the nacionales have landed in New Jersey. Jane is waiting for me in London. The martians of general Franco occupied Navarre...

-Of course, my friend, of course... We will save this poor man...
We'll take you to London, with Jane. Cualquier cosa será mejor que obligarle a permanecer en esta condenada ciudad de locos. Aprovechemos que todos esos fascistas están en los refugios y metámoslo en el vehículo del Comisionado Mcallister. Quien sabe, quizás hasta puede que exista esa tal Jane...



Habla Orson Welles, señoras y señores, que abandona su papel de esta noche para asegurarles a ustedes que "La guerra de los mundos" no tiene más significado que el de una broma de Halloween. En el programa de radio del "Mercury Theatre" no podíamos cubrirnos con sábanas, saltar de entre los matorrales y gritarles ¡Buh!. De haberlo hecho, empezando ahora, no hubiéramos podido golpear las puertas de sus jardines durante la noche ... Habiendo descartado hacer eso, hicimos algo mejor. Aniquilamos al mundo ante sus propios oídos. Sin duda, se les habrá quitado un peso de encima si les decimos que no lo hemos hecho y que aún goza de buena salud. Así, entonces... ¡Hasta la vista a todo el mundo! y recuerden por favor la terrible lección que han aprendido esta noche. Ese invasor globular y reluciente que apareció haciendo muecas en las salas de nuestras casas, es sólo un habitante de la imaginación. Y si llega a sonar el timbre de sus casas y no ven a nadie allí, no crean que fue un marciano... fue el duende travieso que aparece la víspera de Halloween...


Que conste que la mitad de esta crónica, y sin duda la mejor, fue efectivamente escrita por el genial Orson Welles para su programa de teatro radiado que la noche del 30 de octubre de 1938 provocó el pánico en Estados Unidos. Va por usted, maestro.

© Mikel Zuza Viniegra, 2012

domingo, 11 de marzo de 2012

LA ÚLTIMA CARTA

Tafalla, 11 de marzo de 1471

Puede que os sorprenda recibir esta carta, señor conde de Lerín, sobre todo ahora que el trabajo que me encomendásteis puede darse definitivamente por fracasado y yo mismo vuelvo a ser un proscrito. Tomáosla como la última explicación que un soldado como yo debe a su superior, aunque sospecho que vos mismo conocéis más claves de esta asunto que yo...

Porque recordad que fuisteis vos quien me sacó de la mazmorra más oscura del castillo de Peña, que es la penitenciaría más inexpugnable de todo el reino. Me dijísteis que necesitábais a alguien de mis características: a quien nadie echase de menos y que además cumpliese el requisito de haber nacido agramontés, aunque ahora sirviese a sus mortales enemigos los beaumonteses. Y yo cumplía indudablemente todos esos requisitos, pues nací en una familia noble de la muy agramontesa ciudad de Tudela, de donde tuve que escapar a uña de caballo por una falsa acusación de asesinato con la que intentaron camuflar una querella en la que yo sólo ejercí mi derecho a la defensa propia.



Crucé las lineas y llegué hasta Pamplona, donde para poder subsistir tuve que enrolarme en vuestras tropas, para las que llegué a desarrollar misiones auténticamente suicidas contra mis antiguos correligionarios y parientes. Hasta me enviáisteis a la Aquitania inglesa, donde adquirí las sucias costumbres que practico desde entonces. Sobre todo una desmedida afición al licor que aquellos señores destilan en sus islas, a su entretenídisimo juego de naipes basado en las combinaciones entre reyes y ases, y a utilizar siempre juramentos e imprecaciones en su extraña lengua, y no en la mía propia.

Hasta que las denuncias por mis métodos un tanto expeditivos sumaron tantas resmas de papel que uno de vuestros capitanes decidió dejarme pudrir en la fortaleza a la que vos vinistéis a buscarme. Y lo que me propusísteis sonaba ciertamente absurdo: que aceptase buscar el oro de los agramonteses, aquél que supuestamente el rey Juan II había hecho llevar al castillo de Laguardia -que no pertenece a Navarra desde hace casi veinte años-, para pagar con él a las tropas que se enfrentarían al príncipe de Viana. Os confieso que ya había oído alguna vez esa vieja leyenda, que creía tan inventada como falsa. Pero era mi ocasión para salir de aquella condenada prisión, y no la desaproveché.

Con los pocos fondos de los que me proveisteis hice venir desde el norte a dos viejos amigos para que me ayudaran: el minero Jimmy Amaiur y el cazador Red-ín.



Y es que no sería asunto fácil burlar a las patrullas del gobernador castellano para llegar hasta donde supuestamente se ocultaba aquel tesoro. Eso sin contar con las bandas de desertores agramonteses que infestaban la frontera. Pero causando a nuestro paso más muertes que una epidemia de peste, conseguimos llegar al cementerio que según vos ocultaba la tumba donde se escondía vuestro ansiado oro...

Os hayan contado lo que os hayan contado, os doy mi palabra de oficial de que allí no había absolutamente nada. Quizás lo hubo en algún momento, pero por lo que yo yo he podido llegar a saber, se lo llevó el capítán Cintruénigo, un agente del propio rey Juan II, que una vez más volvió a engañar a todos, "robándose" a sí mismo un dinero que al fin y al cabo no le pertenecía a él, sino a la esquilmada Navarra. Así me lo contó dicho capitán con mi espada puesta sobre su cuello. Comprenderéis que con todo lo mal que lo habíamos pasado, procediéramos a confiscarle la parte de aquella fortuna que el desgraciado había obtenido por su participación en semejante estratagema.

Gracias a ello mis amigos y yo podemos ahora pensar en un bonito y cómodo futuro, del que no me molesta adelantaros algo, en la confianza de que, si sabéis lo que os conviene, no mandaréis a ninguno de vuestros perros tras nuestra pista. Hace mucho tiempo que no voy por Tafalla, y acaban de llegarme noticias de que una buena amiga mía llamada Zaranda Pearl, está actuando allí en un tugurio llamado "La Huesera". Tenemos algo pendiente ella y yo. Y aunque Jimmy dice que ella volverá a mascar y escupir luego mi corazón como si fuera un trozo de tabaco, convendreís conmigo en que no hay ningún otro tipo de mujer por el que merezca la pena arriesgarlo todo...



So long, Beaumonteko Jauna.

Firmado:

Teniente del 7º de caballería, Mikel Doneztebe Lekunberry


Y esto fue escrito al día siguiente de la muerte del señor Jean Giraud, el más importante maestro dibujante que hayan visto los ojos de este cronista, que le debe muchos ratos de felicidad y entretenimiento.
Merci pour tout, Gir.

© Mikel Zuza Viniegra, 2012