miércoles, 26 de febrero de 2014

NI LO PIENSES


Castillo de San Esteban de Deyo, Monjardín, 26 de febrero de 925


-Rey Sancho: sois sin duda el monarca más importante que ha tenido Pamplona. Habéis duplicado vuestros dominios originarios con el condado de Aragón y las fértiles tierras de Nájera. Sois el campeón de la fe cristiana ante el Islam, y vuestro Papa de Roma no da un paso en estas tierras sin antes consultároslo. ¿Y os extrañáis de mi propuesta?

-Una cosa es que Dios me haya permitido conseguir todos esos logros que enumeras, Ahmed. Y otra muy distinta es hacer caso a locuras puestas fuera de toda razón.

-No sois precisamente joven ya, alteza, y tanto vuestra religión como la mía nos ordenan dejar atados los asuntos terrenales antes de emprender el último viaje. Si habéis sido un gran soberano, ¿qué puede haber de malo en que vuestra tumba recuerde a las generaciones venideras vuestro bien ganado prestigio?

-Pues yo pienso que ya he dado bastantes problemas en vida, como para continuar haciéndolo después de muerto. Tu descabalado proyecto arruinaría el reino para siempre.

-Ahí está vuestro error de concepto, alteza. Lo que yo sugiero no es gastar los abundantes tesoros arrebatados a los moros en todas vuestras victoriosas batallas. Al contrario: será el pueblo que tanto os ama quien -"voluntariamente", por supuesto- dedique su esfuerzo diario para construir un monumento a la altura (nunca mejor dicho) de vuestra auténtica grandeza....

-¿O sea que después de llevar tantos años defendiendo a mis compatriotas como mejor he sabido, ahora debería esclavizarlos para saciar unas supuestas ansias de gloria de las que carezco por completo? Todo esa estupenda reputación que decís que poseo acabaría convirtiéndose en odio sarraceno. Escupirían sobre mi memoria, y con mucha razón, que no son los pamploneses nada amigos de llevar cadenas, sino de romperlas.

-Pero señor, otros grandes gobernantes también lo hicieron, y ahora sus magníficos mausoleos, miles de años después de su muerte, siguen hablándonos de su nobleza.

-La nobleza no se mide por el tamaño del sepulcro que dejamos atrás, sino por los hechos que hayamos realizado en vida. A mi manera, he gobernado lo mejor que he podido. No cargaré este delirio tuyo sobre las espaldas de quienes ya han hecho bastante con soportarme hasta ahora.

-Pensadlo una última vez, señor. Ved que estamos en el lugar perfecto para mi propósito. La poliédrica forma de esta montaña es la idónea, no encontraréis una con las caras triangulares tan exactas en todo el territorio de Pamplona. El castillo donde nos encontramos es su vértice perfecto, bastará por tanto con poner a todos los habitantes del reino a horadarla hasta llegar a su justo centro. Allí y sólo allí se situará vuestra cámara funeraria, donde se guardarán para siempre todos los lujosos objetos que acumulasteis durante décadas, y que rodearán vuestro sarcófago para siempre. Naturalmente la reina y los sumos sacerdotes serán sepultados vivos a vuestro lado. Para ellos será un honor inconmensurable, sin duda alguna. Tan sólo me preocupa saber escribir vuestro nombre en los muros con impecable destreza, pues os confieso que tengo
un tanto oxidada mi caligrafía después de tantos años fuera de mi país natal. Quizás deberíais abandonar ese rústico "Sancho" y quedaros únicamente con el elegante "Garcés". Sí, eso es, fijaos lo bien que suena: Garcés I, rey de la alta y baja Pamplona, hijo de Ra-Amón. Cómo sería... Ah, sí: Halcón, Escarabajo, Pájaro con un sol encima, Hombre andando de lado con las manos hacia arriba y Planta de papiro... ¿Qué os parece, Majestad?



-¡Guardias, a mí! ¡Llevaos a este loco peligroso fuera de mi vista y ponedlo en una poliédrica mazmorra hasta que se calmen sus desvaríos! Ya me dijo mi querida Toda que no contratase a un egipcio como escribano real, que acaban todos enloqueciendo por sus anhelos de grandeza. Verás cuando se entere de que la querías enterrar viva, verás... Precisamente a ella, que hace siempre lo que quiere... Lo de dejar allí encerrados a los obispos, sin embargo, me parece una gran idea, que muy bien podría retomarse más adelante. ¿Y quién será ese tal Ramón? ¡Necio! ¿No sabes que mi padre fue don García Ximenez?
En cuanto a mi tumba, con una simple lápida en el suelo de la capilla de este castillo me basta. Y si llega o no llega intacta a los siglos venideros es cosa que no me importa lo más mínimo, con que Toda me lleve de vez en cuando-y sólo si ella quiere- unas flores, me conformo...


©Mikel Zuza Viniegra 2014