miércoles, 3 de enero de 2018

LA CAZA DEL PATXARÁN ROJO

Palacio Real de Pamplona, 2 de enero de 1378

-¡Despertad, Sire, está ocurriendo algo muy grave!

-¿Pero es que  no hay forma de dormir más de trece horas seguidas en este reino?

-¡Un heraldo del príncipe de Gales acaba de llegar, y dice que una nave rusa se acerca a la costa aquitana a toda velocidad!

-¿Rusa? ¿Pero dónde está Rusia? ¿No está allí donde dicen los bestiarios que viven los patagones y el Preste Juan? ¿Qué nos importa a nosotros una gente que ni siquiera sigue los sagrados mandamientos de la Iglesia de Roma?

-¡El mensajero dice que esa nave está equipada con una enorme bombarda, capaz de alcanzar Pamplona con sus proyectiles y dejarla convertida en polvo!

-¿Desde la costa aquitana? ¿No será que el príncipe Eduardo ha vuelto a abrir el barril de esa condenada bebida escocesa que me dio a probar cuando estuve con él en Libourne? Todavía me duele la cabeza al recordarlo...

-¡Sire, el enviado dice que no nos queda apenas tiempo!

-Está bien, hacedlo pasar.

-Majestad, soy Sir Jack Ryan, embajador plenipotenciario de mi señor, el príncipe Eduardo de Gales. Os supongo informado ya del motivo de mi presencia en vuestro reino...

-¿Y qué crédito puedo dar a esa razón, si me aseguráis que esos rusos cuentan con un arma capaz de alcanzar objetivos a tanta distancia? ¿Cómo voy a creerme semejante majadería? Y aunque la creyera, ¿que miedo puedo tener yo, si Navarra no ha tenido nunca problemas con Rusia?

-Porque la situación internacional ha variado por completo, Majestad: el rey de Francia, vuestro enemigo Carlos V, ha denegado el visado de entrada en su reino a una compañía de juglares que el Zar Leónidas le enviaba para su diversión y entretenimiento, pero los franceses han creído que en realidad venían para espiarles para nosotros, los ingleses, y ahora el Zar, desairado, amenaza con destruir toda Francia con su invencible bombarda.


-¿Destruir toda Francia? Que maravillosa perspectiva... ¡Si no me quieren como rey, que perezcan todos bajo las balas de cañón rusas!

-Disculpad, Sire, pero no creo que esa sea lo que la nave rusa pretenda en realidad. Opino que quieren desertar. Pero si Inglaterra los acoge, la furia del Zar vendrá contra nosotros. En cambio, mi señor Eduardo ha pensado que, si sois vos quien les da refugio en Navarra, Leónidas no podrá reprocharos nada, puesto que vuestro reino no tiene cuentas pendientes con Rusia. 

-¿Y cómo sabéis que esa nave quiere desertar y no hacer funcionar su bombarda?

-Porque su capitán no es ruso, sino lituano. Se llama Marko Ramius, aunque los rusos le llaman Vilnius Nastaniek (el maestro Vilnius). Si me proporcionáis un salvoconducto garantizado con vuestro sello real para él, para su tripulación, y para la compañía de juglares rechazada por los franceses, os aseguro que podremos evitar el conflicto. 

-La verdad es que ya estoy un poco aburrido de los juglares navarros, siempre que si la Txantrea barrio conflictivo, que si joder qué bien se vive en esta capital, que si nosotros los de La Única somos de buen corazón... Nada, está decidido: les otorgaré el salvoconducto que pedís. Por cierto, ¿no os habrá dado vuestro príncipe Eduardo alguna botella de ese brebaje escocés, estoy un poco aburrido también de tanto patxarán..

-¿Patxarán? ¿Y eso que es, Majestad?

-¿No sabéis lo que es el patxarán y decís que sois el consejero más avezado del Príncipe Negro?

-A mi señor Eduardo no le gusta que le llamen así...

-¿Cómo? ¡Sabed que soy Carlos II de Navarra, y que cuando vuestro señor no era más que un mocoso al que tenían que limpiarle los pañales, yo ya estaba combatiendo en Francia contra los reyes usurpadores, contra los Jacques, y contra todo el que ose llevarme la contraria, Sir Ryan!

-Como digáis, Majestad, pero please, firmad los salvoconductos ya, porque como me equivoque, Burdeos, París y Pamplona serán borrados del mapa.

-Mirad que si luego no me gustan los juglares esos...

-Os garantizo que os encantarán, Majestad, aunque son muchos. ¿Tenéis en Pamplona algún lugar donde puedan actuar tantos cantantes juntos? 

-¡Me ofende que lo pongáis en duda, Sir Ryan! Claro que lo tenemos, y además allí se sentirán como en casa, porque tengo entendido que nuestro Baluarte es calcado a la tumba de un famoso profeta ruso que está en la Plaza Roja de Moscú. Y os confieso que también es igual de feo, pero es que el arquitecto aprovechó mi ausencia en Francia para construirlo, y huyó en cuanto se entero de mi retorno, porque si lo llego a pillar yo...





En homenaje y recuerdo a que acudí yo ayer al catafalco pamplonés, y me di con su tremenda puerta en las narices, porque al Coro del Ejército Ruso, como si estuviéramos en plena Guerra Fría, le denegaron los visados de entrada y han tenido que suspender su gira. 
дерьмо!


© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2018