viernes, 3 de abril de 2015

AVERNO

Catedral de Pamplona, madrugada del Viernes Santo de 1335

No te ha costado más que un par de jarras de vino aguado que el guardia de las obras del claustro se crea que tu maestro te ha ordenado que pases la noche repasando una de las piezas que él mismo ha tallado. 

Se oye la música sagrada proveniente del interior del templo al entrar en aquel caótico recinto, pues conviven allá dentro crujías totalmente terminadas con otras a medio hacer, aunque eso no te importa gran cosa, porque tú te diriges al refectorio, que sí está totalmente listo para la inauguración que los propios reyes Juana II y Felipe III sancionarán con su presencia, dentro de dos días. 


Así que dejas que el sagrado Kyrie que los canónigos están entonando por la muerte del Nazareno quede resonando -a la vez misterioso e hipnótico- en el aire y cierras la puerta tras asegurarte que nadie más que tú permanece dentro del recinto. Enciendes entonces una palmatoria y con paso apresurado cruzas la nave hasta llegar al único andamio que todavía queda en pie: el que llega hasta la ménsula que sostiene el púlpito. 

Trepas por él y retiras la basta tela que cubre los relieves recién esculpidos, y a la oscilante luz de la candela aparece ante ti la prodigiosa caza del animal símbolo de Cristo: el Unicornio. Se lo has oído contar un ciento de veces ya al muy pesado -en todos los sentidos- arcediano de Usún, don Juan Periz de Estella: "igual que el unicornio sólo inclina su cabeza ante una doncella, así el hijo de Dios se humilló haciéndose hombre en el vientre de una virgen..."



¡Bah! Tú sabes que todo eso son mentiras y falsedades, y que el mundo sólo tiene un dueño y señor, y que no es ese crucificado que ahora te mira desde el mural recién pintado por Johan Oliver, sino Satán, el rey de los infiernos. Por otro nombre: Belcebú, Adramelech, Baal, Moloch, Astaroth, Azazel, Asmodeo, Leviatán, Astarté, Isthar, Lucifer, Dragón antiguo, Serpiente primigenia...

Y tú le vas a adorar en esta mismo lugar donde honran y veneran a quien le arrojó de los Cielos al inicio de los tiempos. Por eso mismo has escogido cuidadosamente esta noche: la única en la que el Mal está completamente suelto, pues Dios -o al menos su supuesto hijo- está muerto; la noche del Viernes Santo.

Y no puedes casi parar de reír imaginando si pasado mañana, en pleno domingo de Resurrección, alguno de los asistentes a la ceremonia reparará en el detalle que te dispones a tallar en la piedra que tú mismo dejaste preparada esta última semana, cuando hiciste creer a tu cada vez más ciego maestro, que las manos de la figura que te ordenó terminar estaban ya listas. Una sí, pero para la otra tenías otro plan: el que te sugirió el enemigo ancestral de todos estos botarates ensotanados. 

Así que extraes de tu bolsa la maza y el cincel, pero no los que usas habitualmente, sino unos completamente nuevos, con el pentáculo diabólico grabado en ellos, para que cada golpe sea una ruidosa invocación al Maligno, una plegaria nada piadosa al Demonio. 

¿Que el obispo va a bendecir toda la construcción levantando su mano hacia el cielo? Pues una de las figuras del púlpito desde el que el lector extenderá la palabra del melifluo Dios de los cristianos entre los que en este recinto coman y cenen, dirigirá la suya en signo de maldición hacia abajo, hacia el Infierno. Será por tanto una bendición al revés, y parodiará obscenamente la falsa y ridícula liturgia católica por los siglos de los siglos, llevando a la condenación eterna a todos los que, confiados en su ignorancia sobre la continua lucha entre el Bien y el Mal, no se santigüen por si acaso ante tu obra... 

¡Ave Satani!


Dibujo de Ana I. Alvarez y M. Nieves Larragueta




© Mikel Zuza Viniegra, 2015