jueves, 25 de julio de 2013

SANTUARIO


Ujué, 25 de julio de 1360


Llegar al santuario a galope tendido y con la misma sensación de necesidad de refugio que esos truhanes que utilizan cada templo como guarida después de haber cometido su fechoría...

Y sin embargo él es el rey. Aunque lo sea de esta tierra calcinada por el ardiente verano y asediada por el enésimo rebrote de la grant maladía que vació de habitantes una de cada tres aldeas del reino. 

Sí: es rey. Rey de los muertos, pues muchos más navarros yacen ya bajo tierra que los que, aterrados, deambulan sin rumbo por los caminos. 

 A pesar de todo, los que temen haber sido infectados intentan desesperadamente acercarse para que les toque pues saben que, por ser descendiente en recta linea de los reyes taumaturgos de Francia,  si "Le Roi te touche, Dieu te guérit". "Si el rey te toca, Dios te cura". Pero él no se lo permite, hace que los aparten de su vista, y huye porque no tiene ya suficiente fe como para creerlo. 

No como el día de su coronación, en el que ebrio del poder conferido por el sagrado oleo de la Unción, se atrevió a poner sus manos sobre aquellos horribles bubones que laceraban las carnes de diez pobres desgraciados. 

¿Qué habrá sido de ellos? Habrán muerto todos. Seguro. Nunca ha querido saberlo. Formarán parte ya del inmenso ejército de cadáveres que anega la Cristiandad entera. Pero él... ¿por qué no se ha contagiado, si hasta su propia madre, la reina Juana, cayó igual que el más miserable de sus súbditos?

Cuando le asalta esa pregunta -cada vez con más frecuencia- sólo calma su incertidumbre pasar compulsivamente las yemas de los dedos por el irregular relieve  de las monedas que ordena acuñar. El lema "Dei Gratia", campea en ellas. "Por la Gracia de Dios". ¿Y no resulta paradójico que el representante de Dios en la Tierra haya perdido la fe en ese mismo Todopoderoso que parece querer librarse de su propia creación? Los atestados cementerios, que saltan la cerca que rodea las iglesias para conquistar las tierras que ya nadie labra primero, y las huertas que rodean las poblaciones después, así parecen atestiguarlo...

Quizás perciba que Ujué es ya la última oportunidad de recuperar esa intima convicción con la que sobrellevar el caos en que el mundo entero está sumido. Porque allí, dentro del triple cascarón de piedra, permanece inmutable Nuestra Señora. Pero también -y quizás no le parezca al rey menos importante- porque allá arriba, en la torre, continúa escrutando el horizonte Alodia, la loca del pelo negro.

Y eso que apenas la recuerda -él era entonces muy niño- cuando, acompañada del resto de bufones y enanos, hacía reír a la corte con sus desquiciadas bromas,siempre subrayadas por el convulso movimiento de su larguísima y bruna cabellerera.

Hasta que mestre Van Heenk, el pintor venido desde Flandes para decorar el coro la escogió como modelo para la virgen que debía pintar. Largas y agotadoras jornadas la obligó a sostener en brazos al enano don Guillermo. Y esta desusada representación causó profundo malestar entre los prestes, que de no haber sido por la protección regia lo hubieran hecho detener, pues en su letrada ignorancia no sabían que es cosa muy común entre los artistas de renombre emplear a los más humildes para encarnar a las instancias más altas del Universo. No en vano dicen que son los locos quienes más cerca están de Dios. 

Mas no debía ser de éstos últimos el maestro flamenco, pues al parecer aprovechó aquellos días para enturbiar aún más la nebulosa mente de Alodia con falsas promesas de amor y de retorno en cuanto acabase ciertos encargos que debía cumplimentar en Castilla... 

El caso es que desde entonces pasaba sus días en lo alto de la torre, oteando incansable la plana de Olite por si veía aparecer por el camino de Ujué a su falso prometido. Y enfrascada en esa vana labor, habían ido las canas enseñoreándose de su otrora oscurísima e indómita melena. 

Y por una mezcla de curiosidad y compasión, recibió constante protección de la casa real, cuyos miembros dejaban dispuesto anualmente todo lo necesario para su cobijo y sustento.

Y el actual rey, que siempre la había conocido de esperanzada guardia en su atalaya, gustaba de subir a visitarla, pues no había perdido del todo el ingenio ni la capacidad de hilar ocurrencias con mucho sentido, tal que aquella vez que advirtió al monarca que "sería una gran novedad en el mundo de la política el que se pudiese extender la cordura con tanta facilidad y tanta rapidez como la locura". 


-¿Y este pensamiento es vuestro, doña Alodia? -preguntó maravillado el rey. 

-Mío y de Sir Winston Churchill, que es inglés muy sabio y buen servidor de su Graciosa Majestad Británica, señor.

Y en estas descabaladas agudezas quedaba patente la locura de la mujer, pues aunque el rey investigó concienzudamente la posible existencia de dicho personaje entre los ministros del rey Eduardo III, como era de esperar no halló evidencia alguna de semejante desvarío...

Quizás eso es lo que necesite ahora que el mundo parece desmoronarse a su alrededor:otra de las inextricables sentencias de Alodia. Pero aunque puede verla allá arriba, encuentra clausurada con fortísimos impedimentos la puerta de la torre, sobre la que hay dibujada además una siniestra calavera: el símbolo de los apestados. 

Mucho le ruegan todos que desista de su intención de subir como siempre a verla, pero como saben que la ira del rey es mensajera de muerte, obedecen sin rechistar su orden de descerrajar la cancela. Y mientras -completamente solo- va subiendo por la escalera de caracol, pasa nerviosamente sus dedos por la leyenda que bordea sus monedas: "Dei Gratia"

Y al llegar arriba tiembla de miedo,no por la lamentable imagen que -cubierta de pústulas- ofrece la pobre Alodia, sino porque es rey de Navarra y ha decidido demostrárselo a todos y sobre todo a sí mismo imponiendo sus manos sobre aquella moribunda. Y comprende perfectamente que tocarla supondrá sin duda contagiarse de la mortal enfermedad, pero sabe tambíén que no atreverse a hacerlo conllevará sucumbir definitivamente a la confusión y el desorden con que la peste azota cruelmente el universo.

Y desde abajo no pudieron vislumbrar los cortesanos más que un rabioso destello azul -como un relámpago infinito- que se apoderó de lo alto de la torre un instante que lo mismo pudo durar una vida entera. 

Mas no fue éste el prodigio mayor, pues al poco vieron salir de allá dentro al rey, dando la mano a una dama de cabellera más negra que la noche, que asombró a todos por la inteligencia de sus razonamientos. 

A la mañana siguiente, muy bien pertrechada para un largo viaje y no sin haber cumplimentado a Santa María, partió doña Alodia en pos de su pintor flamenco, y no se extrañe nadie por esto, que ya dejó escrito el griego Plutarco que  
"hay amores tan hermosos que justifican todas las locuras que te hacen cometer".

Y cuentan que al poco tiempo el rey empezó a visitar a todos y cada uno de sus súbditos infectados, que empezaron a mejorar como por milagro,que lo es -y muy grande- recuperar la fe en los demás y en uno mismo. 

Y dicen también que no sé olvidó de hacer tallar una figura que recordase a las generaciones futuras que visitasen Ujué tan asombroso suceso, que fue colocada en el mismo y preciso lugar donde tantos años mantuvo doña Alodia la cordura frente a un mundo lleno de locos.

Y allá sigue para quien quiera pasar a saludarla...
  




© Mikel Zuza Viniegra, 2013



Las fotos son de Mikel Burgui, que además de ser quien más sabe sobre Uxue, fue quien me descubrió esta curiosa estatua y me  arrojó amistosamente el guante para que imaginase su historia. Misión cumplida, tocayo  ; )