lunes, 29 de octubre de 2012

BARRUNTOS IV

Salón del arquero, redacción del diario "Arriba España"
Calle Zapatería nº 50 de Pamplona.
20 de septiembre de 1940, 4'45 h. de la mañana

-Todos estos autores fijan el asedio de Montsegur como momento clave en el que los perfectos se habrían visto obligados a ocultar ese supuesto tesoro suyo. Pero en realidad, desde la derrota de Muret en 1213, con la muerte además de su protector el rey Pedro II de Aragón, los cátaros tuvieron claro que su causa estaba perdida. Miraron entonces a su alrededor en busca de ayuda, y comprendieron que el único señor verdaderamente importante que les quedaba cerca era el rey Sancho VII el Fuerte de Navarra, famoso efectivamente por su destreza guerrera, pero también por su avaricia. Y ese fue el punto que los mandatarios albigenses se dispusieron a explotar...

-¿El heroico cruzado de las Navas de Tolosa tuvo tratos con los cátaros?

-Aunque cueste creerlo, todo hace indicar que sí. Era un dato que había pasado desapercibido para los historiadores, hasta que hace seis años, el archivero de Diputación, don Carlos Marichalar, al publicar la Colección Diplomática del monarca reparó en un legajo traspapelado en una recopilación posterior de documentos perteneciente a Teobaldo II. El papel en cuestión está fechado en Tudela en 1217, y narra la reunión de unas gentes llegadas de Tolosa para tratar "ciertos asuntos" con el rey de Navarra. Sólo se cita un nombre: Ademar de Puilaurens, que precisamente fue uno de los perfectos cuya presencia queda atestiguada prácticamente en todas las escaramuzas que se produjeron desde la batalla de Muret hasta la derrota total de Montsegur. ¿Curioso, verdad? ¿Qué podía hacer en Navarra uno de los principales albigenses, justo en la época en que más se les perseguía en el Languedoc?



-Supongo que buscar refugio. Para sí, o para alguna posesión tan preciada que no querrían que cayera en manos de sus enemigos, los ejércitos del rey de Francia.

-Opino igual que tú, Angel María. Y no somos los únicos que pensamos así: el Obersturmführer Otto Rahn, aunque no lo sé seguro, debió consultar también el libro de Marichalar, y encontró allí esta pista que hizo que las piezas de su rompecabezas en torno al Parzival de Wolfram Von Eschembach comenzasen a encajar...

-Ciertamente desconocía que supiese usted tanto sobre literatura medieval, don Gabriel.

-Y no me extraña, porque todo esto que te estoy contando lo he aprendido yo leyendo los informes que me ha enviado el Foreign Office desde Inglaterra. Vienen firmados por un tal profesor Tolkien, de la Universidad de Oxford, y por dos profesores de nombre idéntico: Henry Jones, senior y junior, lo cual indica que deben ser padre e hijo, aunque ellos los envían desde la Universidad de Barnett, en Nueva York.

-¿Pero también andan los americanos metidos en este asunto?

-Si te dedicases a la diplomacia como yo, no te preguntarías eso, sino en qué asunto internacional no están metidos los yankies, Angel María. Y ya ves que las andanzas de Otto Rahn, que en principio parecen tan inofensivas, han debido cruzar el Atlántico...

-Bueno, ¿y qué opinan entonces tan grandes sabios sobre nuestro problema?

-Parece ser que Wolfram Von Eschembach, el poeta germano del que estamos hablando continuamente, fue  un noble, sí, pero que como muchos otros de aquella época no sabía escribir, así que lo que hacía era, gracias a su prodigiosa memoria y a su no menos notable imaginación, dictar a un escribano sus libros. En su Parzival, que es una de las obras "griálicas" por antonomasia, narra que toda la historia se la contó en francés un maestro al que llama Kîot el provenzal, y que él lo único que habría hecho sería traducir todo ese conocimiento al alemán. Pero ahí no queda todo. porque Kîot habría encontrado en Toledo el manuscrito de un alfaquí moro, Flegetanis, que sería quien realmente habría compuesto toda la historia del Grial. Este extraño sabio era astrólogo y descubrió "un objeto, una piedra, que se llamaba Grial. Había leído claramente su nombre en las estrellas. Una legión de ángeles lo había bajado a la Tierra, y desde entonces habrían de ocuparse de él hombres tan puros como los ángeles..."

Y aquí viene lo verdaderamente bueno: Otto Rhan, que se sabía de memoria los 25.000 versos que forman el Parzival, al descubrir ese documento de Sancho el Fuerte del que te acabo de hablar, cayó en la cuenta de que si Wolfram Von Eschembach sólo podía fiarse de su memoria y de su entendimiento para transcribir lo que Kîot le iba contando, muy bien podría haber confundido "Toledo", con "Tudela", pues ambos nombres sonarían igual de ignotos a un caballero germano del siglo XII...

-Todo esto parece un cuento, don Gabriel...

-Sí. Pero un cuento verdaderamente maravilloso, porque a cada dato fantástico le sucede otro todavía más sorprendente pues, como destacan los tres profesores que la cancillería británica ha puesto a nuestro servicio, resulta que otro trovador compuso por esa misma época una "Canción de la Cruzada Albigense". ¿Y sabes cómo se llamaba?

-Sí, sí que lo sé. Y me quedo verdaderamente tan anonadado como usted, porque se llamaba... Guillem de Tudela.


-¡Bravo, Angel María. Tu cultura es tan vasta como la de todas esas eminencias de las mejores universidades del mundo!

-Bueno, aunque no olvide que han sido ellos los que han tenido que recordarnos la existencia de nuestro paisano Guillem. Pero ya sabemos que nadie es profeta en su tierra. En cualquier caso, y dejando aparte su origen, ¿qué papel juega en este enrevesado asunto?

-Pues un papel crucial, porque es quien confirma que la teoría de Rahn no está tan lejos de la realidad. Escucha lo que dejó escrito en el canto XXVII de su chanson:

"Els eretges forem a Navarra, portant molt joyela,
e negociam con lo reis qui te Tudela,
senher de Pampalona, e del castel de la Estela,
lo mielher cavalers que anc montes en cela,
E sap o Miramelis qui los paians captela.
Aisi com'o retrais maestre Pons de Mela, 
que l'avia trames a Roma".

" Los herejes fueron a Navarra llevando muchas joyas,

y negociaron con el rey que gobierna Tudela,
y es señor de Pamplona y del castillo de Estella.
El mejor caballero que jamás montó en silla, 
como puede atestiguar el Miramamolín, emir de los paganos.
Así me lo contó Ponce de Mélida, 
su legado en Roma".

-Luego esa estrofa indicaría que los perfectos cátaros vinieron a Navarra para intentar ganarse la protección de Sancho VII el Fuerte, célebre por su afán por amasar riquezas. Pero si no hay constancia histórica de que tropas navarras fuesen movilizadas hacia el Languedoc, ¿qué cree usted que pudo ofrecerles el rey a cambio del tesoro que traían consigo, don Gabriel?

-Un lugar seguro en el corazón del reino donde ocultar su más preciada posesión, Angel María: el Grial.

[Continuará...]

  © Mikel Zuza Viniegra, 2012