domingo, 22 de febrero de 2015

LITERATURA


Palacio viejo de Olite, 22 de febrero de 1366

-Mi buen y leal secretario, Pierres Godeille: ¿ha llegado ya el enviado de mi primo el príncipe Eduardo de Inglaterra?

-Sí, majestad. Y vaya que es despierto el mensajero. A fe que si todos en aquel país muestran tantas cualidades como él, Francia no ha de tardar en caer en sus manos.

-Querrás decir mejorando lo presente, ¿no? Porque te recuerdo que tengo yo muchos más derechos al trono de San Luis que el falsario Carlos de Valois que actualmente lo usurpa, o que el rey inglés que guerrea desde hace años  por conquistarlo. ¡Ah, si Navarra fuera un reino más poderoso, por Dios que los haría valer sobre todas las cosas! Pero mientras espero el momento adecuado para jugar mis bazas, he de bandearme entre ambos contendientes, y ahora nos toca estrechar lazos con ese intrigante al que todos conocen por el ridículo apodo de "príncipe Negro". Quizás si se lavase un poco más a menudo, su armadura no tendría tanta roña como para confirmar semejante sobrenombre. ¿Pero qué vamos a esperar de estos malditos bárbaros ingleses?

-Pues el resto de sus compatriotas no sé si será tan rudo como decís, majestad, pero lo que es este que nos acaba de llegar es hombre instruido y con más letras que nadie que yo haya conocido jamás. Prueba de ello es que se pasa el tiempo que le deja libre su misión diplomática llenando resmas y más resmas de papel en ese condenado idioma que utilizan en su isla. Y gran lástima es no entenderlo, porque de esta forma he tenido que contentarme con que él mismo me contara los argumentos de sus cuentos, que dice que va reuniendo para hacer un libro que dé fama y prestigio eterno a su nombre.

-¿Tan buenas son esas historias suyas?

-Bueno, quizás resulten demasiado populares para un rey como vos, don Carlos, más acostumbrado a los libros de alta poesía de Guillaume de Machaut, pero lo cierto es que de todas ellas puede extraerse una enseñanza concreta, que es el afán con el que dice haberlas concebido mientras realizaba una piadosa peregrinación a la tumba de santo Tomás en Canterbury, que es templo de los más principales de su reino...

-Me fío ciegamente de vuestro buen gusto literario, mi buen Pierres, así que como las clausulas de este salvoconducto que ahora mismo voy a firmarle, le permiten visitar nuestro reino sin cortapisa ninguna, os ordeno que mientras él está fuera de mi corte, os hagáis con alguno de esos cuentos suyos tan estupendos.

Documento del cartulario del rey Carlos II de Navarra
-Se hará como ordenáis, majestad, y para que vayáis haciendo boca, puedo leeros este proverbio que cita en uno de ellos:

"Quien construye una casa sin tejado,
monta un caballo ciego por el prado
o deja que a su esposa aconseje un tonsurado,
merece sin duda alguna ser ahorcado..."

-Ja, ja, ja, sabio es ese bergante... ¿Y cómo decís que se llama? Debo escribir su nombre en el salvoconducto...

Transcripción del mismo documento
-Don Geoffroy de Chaucer, majestad. Y tened en cuenta ese nombre, porque las generaciones futuras no lo han de olvidar mientras siga habiendo gente que abra libros para tomar placer y deleite con su lectura...


Y fue escrito esto justo el mismo día -aunque 649 años más tarde- en que el rey Carlos II firmó el salvoconducto para que Geoffrey Chaucer anduviera por su reino de Navarra "like Peter in his house". Y como no creo que nadie más se haya acordado hoy en Navarra de esta entrañable y literaria efeméride, vaya desde aquí este guiño de un escritor muy pequeño a otro muy, pero que muy grande.


And thanks for coming into Navarre, mr. Chaucer!


© Mikel Zuza Viniegra, 2015