lunes, 17 de diciembre de 2012

BARRUNTOS X - THE MAKING OF


Y llegó el momento de rendir las cuentas que sobre los Barruntos prometí en la última entrega, aunque reitero que lo hago a regañadientes, porque no me gusta nada desvelar lo que queda oculto tras mis relatos. Siempre me parece que es mejor que el lector abrigue siempre una duda razonable -o no-, sobre lo que dejo escrito.

Esta historia nace de dos premisas fundamentales: mi socorrida afición a situar como escenario de mis invenciones literarias al valle de Izagaondoa, de donde secularmente proviene mi familia paterna, y mi predilección por dos autores navarros de principios del siglo XX: Angel María Pascual y Gabriel de Biurrun. Unir ambas afinidades era algo que no tenía pensado en un principio, pero podemos decir que una cosa me fue llevando a la otra...

Entre los muchos misterios y maravillas que encierran tanto el citado valle como los de Unciti, Ibargoiti o Lónguida que lindan con él, no es el menor de ellos que una imagen muy llamativa se repita hasta cinco veces en tan reducida franja de terreno. Efectivamente, la inquietante imagen trinitaria que podemos ver todavía esculpida en las portadas de las iglesias de Iriso, Artaiz (por dos veces), Santa Bárbara de la Higa de Monreal (adónde fue trasladada desde la del despoblado de Garitoain), y pintada en la bóveda de la de Ardanaz (y que no aparece en los "Barruntos", porque fue redescubierta hace muy pocos años), siempre había llamado poderosamente mi atención, pues resulta evidente que tanta repetición no puede ser una simple casualidad.



De esas cinco piezas, la más impresionante es la que aparece tallada en uno de los canecillos que sostienen el alero de San Martín de Artaiz. En el relieve adyacente, un desconocido obispo (quizás el promotor de la obra) alza su mano tanto para advertirnos como para bendecirnos. ¿Pero hubo alguna vez cátaros en Izagaondoa? Pues no hay evidencias que lo demuestren, por lo tanto mi suposición sobre el sentido de ese signo cinco veces repetido no es más que una hipótesis literaria. En cualquier caso la cercanía entre el Languedoc y Navarra muy probablemente provocaría contactos frecuentes entre uno y otro lado del Pirineo, así que no resulta imposible que grupos de cátaros buscaran protección lejos de la persecución cruzada. De hecho hay autores que defienden que los Agotes, esa comunidad residente durante siglos en el barrio de Bozate de Arizkun, fue precisamente discriminada por ser descendientes de los cátaros...

El caso es que hace dos años, visitando aquella joya del románico navarro, sobre el murete que rodea la iglesia alguien se había dejado olvidado un folio con el programa de fiestas de la localidad, que se habían celebrado del 27 al 29 de agosto. Un pequeño texto de autor anónimo ocupaba una de las caras. Decía así:

LA INFLUENCIA CÁTARA

"Sancho Ramirez "hermana" Pamplona con Santa Fe de Conques, nombrando obispo de Pamplona a Pedro de Roda, monje de dicha abadía y encargando a sus monjes la protección de la ruta de San Miguel de Izaga, desde Burguete, donado por el conde Sancho de Erro a Santa Fe de Conques, hasta Garitoain (cercana a Monreal) donde los monjes tienen una encomienda.

Y esto se produce en plena predicación cátara o albigense, que exportan a la ruta de San Miguel los monjes del Cister.

A cambio, Sancho Ramirez ofrece a su hijo Ramiro, el futuro rey Ramiro el Monje, a la abadía de Santa Fe de Conques.

Artaiz, que está en toda la efervescencia del camino de San Miguel, se deja influir por las nuevas corrientes, reflejándose en la elaboración de sus tallas, en especial en la metopa que representa una misa de cara al público."

Al leerlo, me vino enseguida a la cabeza un flash conectando el símbolo Trifaz con esos cátaros de los que hablaba el texto. Me pareció más propicia para estirar la imaginación mi versión que aquella otra que daba todo el protagonismo a los monjes de Santa Fe de Conques, quizás demasiado tempraneros (a principios del siglo XII) para tener algo que ver con los cátaros, cuya eclosión se produjo en el Languedoc entre finales de ese mismo siglo y mediados del XIII. El caso es que la chispa ya estaba encendida, así que sólo era cuestión de no dejar que la apagase el viento de la desmemoria.

Y aquí es donde entran en la ecuación Angel María Pascual y Gabriel de Biurrun, tanto por esa admiración antedicha que les profeso, como porque ambos me brindaban la ocasión de homenajear de paso a una de mis películas favoritas: "Indiana Jones y la Última Cruzada", cosa que no puede sorprender a nadie, viendo lo que me gusta la Edad Media, y sobre todo porque no dudé en introducir en mi relato a los dos doctores Jones -padre e hijo-, que son quienes hipotéticamente colaboran, junto con el profesor Tolkien, en las investigaciones del Servicio Secreto Británico. He intentado repetir ese tono paterno-filial de la película entre el joven Angel María, y el maduro don Gabriel.

Ya, pero ¿dónde puede estar el Grial y el resto del tesoro que los perfectos cátaros supuestamente lograron poner a salvo?

Pues a eso evidentemente sólo podrían contestar ellos. Lo que sí que se sabe es la cantidad de gente que desde 1244 lo ha estado buscando, al parecer sin éxito. No animo por tanto a que nadie vaya a romper la paz de Najurieta armado de pico y pala, pues no le auguro ganancia ninguna, excepto si sufre problemas de piel, pues entonces podrá seguir encomendándose en aquel hermoso templo -donde efectivamente se casaron mis abuelos- a los poderes curativos de Santa María de Basabe.

Eso sí: mi opinión sobre los cátaros, como sobre cualquier otro movimiento tan pacífico como el suyo, no puede ser más elevada. El hecho de que el Papado decidiese aplastarlos, y que utilizase para ello a los guerreros del rey de Francia, a los que la religión católica les importaba mucho menos que la posibilidad de saqueo y rapiña de todo el Languedoc, no hace sino reforzar mi simpatía por ellos. Y por supuesto, el hecho de que prefirieran arrojarse a la hoguera inquisitorial antes que renunciar a sus creencias (que, por cierto, no imponían a nadie), provoca mi respeto más firme por su tenaz ejemplo.    

Y naturalmente los malos, como en el filme de Spielberg, no podían ser otros que los nazis, por los que no hará falta decir que siento tanta aversión como el propio personaje encarnado por Harrison Ford. Confirmar algo de lo que había oído hablar muy vagamente: que una compañía de soldados alemanes había estado en Pamplona durante los Sanfermines de 1940, y sobre todo que el número dos del régimen hitleriano, Heinrich Himmler, había pasado siquiera fugazmente por Navarra en su visita a la España del general Franco de octubre de ese mismo año, facilitó sobremanera mi empeño.

Leer cómo la tarde de ese 7 de julio, todos los asistentes a la plaza de toros, puestos en pie, honraron al comandante alemán escuchando brazo en alto el "Deutschland Über Alles" y el himno nacional español, además de conformar una imagen de lo más surrealista, convierte en verdaderamente risibles las denuncias de quienes hoy en día se quejan de que "los Sanfermines de ahora están demasiado politizados".


No pude descubrir el nombre del comandante alemán que asistió a esa corrida de toros y agasajó al torero Curro Caro por haberle brindado el cuarto de la tarde, así que decidí darle el de Heinrich Strasser, el pérfido gobernador alemán de la película de culto "Casablanca".

Aún así me faltaba un "malvado" que pudiera emplear como catalizador del relato. Y ahí que apareció don Guillem de Saintonge muy ufano. Desde estas páginas le pido su absolución allá donde esté, por haberle metido sin pedirle permiso alguno en semejante embolado, porque en realidad no parece que ejerciera mal su labor apostólica, aunque volvió a favorecerme, y por eso lo escogí, el que hubiese excomulgado al rey Sancho VII el Fuerte, aunque no por el motivo que yo narro, sino por el mucho menos sugerente de reclamarle unos castillos que, según él, el monarca detentaba sin razón. No negaré que el relieve del obispo de Artaiz también me vino de perlas para adjudicarle al pobre don Guillem su maléfico y precursor carácter de creador de un concepto tan repugnante como es el de los campos de concentración nazis...

Naturalmente, a Sancho no le hizo ninguna gracia ser excomulgado, y removió todas sus influencias para que ese castigo fuese levantado. Lo malo es que su dinastía (y en general cualquiera de las navarras ) jamás gozó de predicamento alguno en el Vaticano -siempre presto, eso sí, a hacer caso a reinos mucho más ricos y poderosos-, que no le reconoció su categoría regia hasta que aceptó participar en la cruzada de las Navas de Tolosa.

Sancho el Fuerte es un personaje histórico que siempre me ha caído especialmente bien. Me parece que hizo gala continuamente de esa cabezonería tan navarra, y tan característica de los que -como él-, acaban sus días en una soledad mitad elegida,mitad impuesta. Creo que aunque sólo fuera por hartazgo personal hacia la actitud papal, por mera codicia o -por qué no-, por portarse como el buen caballero que realmente fue, muy bien podría haber aceptado defender a los huidos de tan terrible persecución.

Y para hilar ambas épocas: la medieval y la de los años 40 del siglo XX, nadie mejor que la muy enigmática figura de Otto Rahn, que dedicó efectivamente casi toda su vida a destacar la supuesta -creo yo- relación existente entre los cátaros, los antiguos germanos y el supremo misterio del Grial, que los primeros habrían conseguido poner a salvo del sitio de Montsegur, su inexpugnable última fortaleza. No hay forma de saber qué pensaba realmente Rahn sobre sus protectores de la Ahnenerbe -organización de las SS que realmente existió, y que se dedicó a buscar tesoros mitológicos que pudiesen servir para asentar las descabelladas teorías raciales de Adolf Hitler y sus principales secuaces-, o de Heinrich Himmler, que en esta misma visita a España se empeñó en visitar lugares como el monasterio de Montserrat, donde demandó a los monjes toda la información que -según él-, guardaban en su biblioteca sobre el Grial...


Consultando sobre este viaje en  periódicos de la época , y para demostrar el serio problema mental del Reichsführer Himmler, ví que también quiso visitar el museo del Prado, donde entonces se hallaba la Dama de Elche, respecto a la cual "hizo varias consideraciones sobre sus rasgos raciales, que consideró como una expresión de occidentalismo" Por cierto que el director del Museo ofreció enviarle como regalo una reproducción de dicha escultura, a la vez que el Comisario general de excavaciones arqueológicas le obsequió con un auténtico broche visigótico del siglo VI. A la tarde, como no, lo llevaron a los toros, y su foto con el pobre torero, completamente rodeado por militares nazis, es ciertamente de antología del disparate...


En fin, patético servilismo con quien los periódicos -muy cautamente-, denominan "jefe de la policía alemana". Tan patético ciertamente como el mostrado por las autoridades navarras al ir a recibirle a Alsasua. Y para vergüenza  eterna de las mismas, tan sólo un dato: uno de los acompañantes de Himmler fue Karl Gebhardt, doctor y cirujano consultor de las SS con el grado de Brigadeführer y Teniente General de las Waffen SS , que era además su médico personal y promotor poco más tarde de aberrantes experimentos médicos con prisioneros de los campos de concentración de Ravensbrück y Auschwitz, donde "compartió experiencias" con el ángel de la muerte: el siniestro doctor Josef Mengele. Por esos crímenes contra la humanidad fue juzgado y sentenciado en los Juicios de Nuremberg, siendo ahorcado en junio de 1948. A "angelicos" como éste cumplimentaron las "autoridades navarras" aquel lamentable 19 de octubre de 1940 en Alsasua...


Ah, y desde luego que me he divertido manipulando algunas de las fotografías que he ido empleado para ilustrar lo que iba contando. No voy a decir exactamente cuales, para que queden al albur de la imaginación del lector. Pero sí que diré que ésta de la reunión en Alsasua es completa y tristemente cierta, como puede atestiguar la hemeroteca del Diario de Navarra.

¿Y Devlin? Pues es un nuevo homenaje que me he permitido, en este caso a una novela que me encanta: "Ha llegado el águila", del escritor británico Jack Higgins. Cuenta el intento de secuestro de Winston Churchill por parte de un comando alemán, en el que se enrola este irlandés que se autodefine como "el último de los grandes aventureros", así que su presencia en Navarra como acompañante forzado del comando inglés (cuyos once nombres, por cierto, saqué de la alineación de la selección inglesa que ganó el Mundial de Fútbol de 1966), se me antojó absolutamente imprescindible. Hay película -muy entretenida-, interpretada por Michael Caine, Robert Duvall, y Donald Sutherland, que borda su papel de irónico luchador por la unidad de Irlanda.


Los lugares "afectados" por el misterioso rayo en Izagaondoa y Unciti, a saber: Errondo, Mendinueta Y Zoroquiain, son hoy en día despoblados. El tímpano de Errondo, efectivamente "desapareció" en aquellos mismos años, pero volvió a aparecer en el Museo de los Claustros de Nueva York, donde actualmente se encuentra. Fuese cual fuese el método empleado para ello (venta o robo, aunque en estos casos estas dos palabras son siempre sinónimas), deseo desde aquí a los implicados en semejante atropello del patrimonio histórico-artístico navarro, que unos demonios igual de feos que los que aparecen tallados en dicha portada, les rasquen el culo con un tenedor por toda la eternidad...

La torre de Mendinueta se fue desmoronando progresivamente a lo largo del siglo XX. Ahora sólo queda el orgulloso arranque de los muros sobre la roca madre que le sirve de basamento. Zoroquiain se despobló definitivamente hace pocos años, y en cuanto a la basílica de San Miguel de Izaga, es la única que sigue en su sitio ocho siglos después de su construcción. Gracias infinitas sean dadas al arcángel por ello.  

Y sólo me queda ya hablar de los dos auténticos protagonistas de todo este enredo: Gabriel de Biurrun y Angel María Pascual. Pero ya he contado mucho sobre ellos en estas nueve entregas, así que realmente me queda poco por añadir, excepto quizá pedir disculpas a quien haya podido molestarse por este ejercicio mío de invención literaria. He de expresar sin embargo mi más sincero agradecimiento a la hija de don Gabriel de Biurrun, que ha tenido la amabilidad de contactar recientemente conmigo. Desde aquí aprovecho para decirle que sus palabras son una de las mejores cosas que me ha traído aparejada esta faceta mía de escritor. Y eso porque como ya he reiterado, mi admiración por estos dos narradores viene de lejos...

Concretamente de cuando editorial Pamiela y Miguel Sánchez-Ostiz -que es quien más y mejor ha escrito sobre ellos- publicaron en 1987 una antología de la "Silva curiosa de historias" de Angel María Pascual. La impresión que causó este libro en el chaval que yo era entonces, me resulta difícil de explicar. Baste decir que -en mi  ensimismado medievalismo habitual-, el único "fallo" que pude achacarle fue que los hechos que narraba nunca fueran anteriores al siglo XVI. Pero descubrir por primera vez que alguien había contado con tanto arte historias sorprendentes y curiosas, que además habían transcurrido en la misma ciudad, y en los mismos lugares por los que yo me movía, me provocó tal impacto que aún hoy no puedo calibrar en su justa medida todo lo que yo, literariamente hablando, debo a AMP. En el sabroso prólogo de ese misma compilación, Sanchez Ostiz hablaba de otro libro que yo jamás había oído nombrar, y  que al parecer Pascual había editado de forma primorosa: "El coqueto don Sancho Sánchez" de Gabriel de Biurrun Garmendia "Gabirel".

A la medida de mis escasas posibilidades monetarias, ese fue el inicio de una búsqueda que todavía continúa, casi griálica -sobre todo por la dificultad que encierra encontrar unas obras editadas hace ya setenta años, que se han convertido además en pieza de bibliófilo-, de los libros de los que hablaba Sanchez Ostiz en muchos de sus dietarios y sobre todo en los magníficos prólogos de sus progresivas ediciones modernas de las obras de Pascual en los primeros años de la década del 2000.

Hasta que finalmente he podido irme haciendo con prácticamente toda la obra original de ambos autores. No con toda, porque este asunto de los libros viejos es igual que aquella ranchera: "Yo no busco pa encontrar, busco pa seguir buscando", y aún me falta alguno por conseguir. Pero sí que acabé consiguiendo el Coqueto, cuya tirada fue de 300 ejemplares numerados, con la alegría de que viniese además dedicado de puño y letra del propio don Gabriel a su amigo el doctor Pérez Quintana.

Como prometía Sánchez-Ostiz, este libro es en efecto una verdadera preciosidad, y no sólo por su primorosa edición, sino por la erudita e irónica fantasía que sobre la virreinal Pamplona del siglo XVIII tejió tan acertadamente don Gabriel de Biurrun. Además, las circunstancias en las que se publicó, en plena guerra civil, lo hacen todavía más especial, porque demuestra que dos hombres de ideas políticas muy distintas, pero también de una profunda religiosidad común, podían colaborar en un empeño intelectual tan curioso como este.

En el año 2000 el Gobierno de Navarra publicó una espléndida reedición -a cargo de Miguel Sánchez-Ostiz y de Vicente Galbete-, acompañada de otro cuento escrito por Biurrun y de un estudio a cargo de MSO titulado precisamente "Los barruntos de la botica". El que yo le puse a mis nueve entregas es, evidentemente, un homenaje a ese fantástico trabajo.

No quiero juzgar a setenta años vista las ideas de Angel María Pascual. Eran las suyas y con eso basta. Pero en cuanto a Gabriel de Biurrun, contamos con el testimonio del profesor británico Walter Starkie, que en su libro sobre el Camino de Santiago, publicado en 1958 cuenta como al llegar a Pamplona se dirige a Casa Marceliano y allí pregunta al dueño, don Matías Anoz:

-Hola, don Matías, ¿se ha olvidado usted de mí y de aquellos tiempos de la guerra?
Don Matías se puso en pie de un salto y me acogió cordialmente. Los viejos compinches se me quedaron mirando, haciendo un resumen de mí, pesándome en la balanza, probándome según todas las leyes del hombre y de la bestia. El exclamó: 

-¿Que si lo recuerdo? ¡Como mi propio nombre! Son ustedes, los británicos y los norteamericanos quienes nos han olvidado a nosotros, sus viejos amigos. ¡Bien que se alegraban de poder contar con nosotros en aquellos días de mil novecientos cuarenta y tres!

Don Matías y sus compadres vascos habían sido firmes amigos de los aliados en los peores días de la segunda guerra mundial. Habían ayudado a nuestros refugiados que cruzaban por los pasos de los Pirineos, arriesgando sus vidas y cayendo en cierto número de casos víctimas de las patrullas alemanas de la frontera.   

-Don Matías -le dije yo-, como súbdito británico no tengo más remedio que bajar la cabeza avergonzado. Usted y Biurrun y nuestros amigos vascos, con otros muchos españoles, pertenecen a la que yo llamo la “Legión olvidada”. Esa legión tiene mucho miembros en todas las partes de España. Lo nuestro ha sido verdadera ingratitud.”

Desde luego que ese Biurrun al que se refiere Starkie no es otro que el autor del Coqueto don Sancho Sanchez, con lo que se demuestra que tampoco he tenido que inventar demasiado para convertirlo en protagonista de mi largo relato.

Y efectivamente, AMP fue un falangista convencido, y sus artículos -porque fue sobre todo periodista-, muestran ese compromiso político indudable. Pero conviene no quedarse únicamente con ese aspecto de su trayectoria personal, pues es -al menos en mi opinión-, el mejor escritor navarro de todos los tiempos, si acaso esto es un mérito que merezca la pena destacarse. Su ideología política ha quedado, afortunadamente, completamente periclitada, pero siempre podremos leer sus textos más literarios, esos que no dedicaba a la inmediatez de la noticia diaria, aquellos en los que alcanzó tal grado de maestría a la hora de percibir y contar detalles de la ciudad en los que nadie más que él reparaba que, aún leídos hoy en día -cuando muchas de las cosas de las que habla han desaparecido ya-, asombran por su genio.

Curiosamente su obra más famosa no es ninguna de las que él mismo consiguió editar o de las que se publicaron tras su prematura muerte en 1947, cuando apenas contaba treinta y cinco años. A las "Glosas a la ciudad" me estoy refiriendo, recopilación de los artículos que entre 1945 y 1947 escribió cada día en el Arriba España. Se ha escrito tanto sobre ellas, y sobre ese inigualable estilo a la vez lírico y sentimental que AMP desplegaba en ellas, que sólo me gustaría agregar que sobre todo a la lectura y relectura de tres de ellas, las tituladas: "Pobre Lara" (9/6/1946), "Don Pedro de París" (10/9/1946) y "Se ha perdido una calle" (21/11/1946), debo muy probablemente esta afición mía de plasmar en papel historias inverosímiles. Pero es que él mismo dejó escrito en 1934: "Quien sabe si después de todo, no serán las leyendas lo único cierto de la Historia". Y yo no puedo estar más de acuerdo con esta sentencia.

Pero aún hay más, porque AMP era también un prodigioso dibujante, cuyas ilustraciones -en las que habitualmente le gustaba incluir figuras humanas de espalda-, es un crimen que no hayan merecido todavía un album recopilatorio. Si tengo que escoger alguna, me quedo con este majestuoso paisaje que muestra la Ciudad de Dios, la "Civitas Dei" de San Agustín, en el Arriba España del 27 de marzo de 1938 :


 y con esta otra perteneciente al cuento "El pozo de Arbeiza", publicado en 1940 en la revista "Vida vasca", donde el incendio del lejano torreón puntea con su luz las siluetas envueltas por la negrura de la noche:


Y sí, todavía hay más, porque además AMP era profeta, y vislumbró a la perfección lo que el futuro -disfrazado con la milonga del "progreso"- traería a su querida Pamplona. ¿Cómo si no explicar esta glosa del 3/12/1946?:

"...Aquí la piedad por las cosas antiguas que rodearon el vivir de nuestros antepasados es un capricho inexistente. A los caciques no les sirven de nada. Tampoco influyen en las cotizaciones de bolsa... ¿Que aquí vivió un santo?, ¿que aquí cayó otro?, ¿que es un trozo bello de arquitectura, de historia, simplemente de paisaje, de tipismo? ¡Al suelo!"


O esta otra del 20/12/1946:

"...mal gusto en una ciudad donde reinó como dueño absoluto y donde era señal de buena cabeza el burlarse de todo el que pensaba que un rincón de ladrillo ungido de encanto por el sol de los siglos, o un árbol viejo y frondoso, o un trozo de la muralla, valían más que el debe y el haber de los libros de cuentas".


O esta otra todavía más premonitoria de 26/10/1945, titulada "La Pamplona de pandereta":

"Aunque la idea de "Pamplona" y la idea de "pandereta" no ofrezcan entre sí muchos puntos de contacto, existe, sin embargo, por ahí fuera la "Pamplona de pandereta", una falsa y pintoresca deformación de nuestra ciudad. 
[...] La deformación actual se basa en el encierro. Se habló del encierro, se escribió tanto sobre el encierro, que Pamplona es el encierro con un poco de vergüenza para los que tenemos sobre Pamplona una idea menos simplista. Póngase en coctelera dos copas de encierro, añádasele el nefando adjetivo "pamplonica" y unas gotas de Plaza del Castillo. Sírvase con un poco de Rochapea. Esta es la receta de un buen "Pamplona-Cocktail" para degustarse lejos de aquí."

Alzado virtual -y ojalá que se quede nada más que en eso- del Museo de los Sanfermines

Desgraciadamente resulta evidente que la Pamplona de Pandereta hecha para los de fuera de la que abominaba Pascual, es la que algunos -y alguna-, han impuesto también para los de dentro. No es raro teniendo en cuenta que ese tipo de gente jamás leería a AMP. Sin embargo algunos de los que les "asesoran" sí que lo habían hecho, y con unción además, pero no se atrevieron nunca a defender las sabias enseñanzas del "profeta", y en ese pecado de algunos lleva Pamplona entera la penitencia de la fealdad:


 Fealdad tan horrísona como la de la calle que, puede que para acallar alguna conciencia quebrantada, se le acabó dedicando hace pocos años a Angel María Pascual. Y no sé que le habría desagradado más, si que pusieran su nombre a una calle, o que lo hiciesen a una tan espantosa y tan cuajada de grisalla y cubos de hormigón como es aquella. Ni en eso tuvieron "los caciques" piedad de él.

Pero lo dicho: por fortuna nos siguen quedando sus obras y su estilo, ese que el siempre presente Miguel Sánchez-Ostiz ha definido alguna vez así:

"Hay en ellas fantasía -no exenta de una rara erudición-, ironía, humor y una afortunada recreación literaria de las cosas del tiempo antiguo".

"Más que lo vivido, en las páginas de Pascual brilla la erudición, la vida contemplativa, soñadora, tirando a quieta, ordenada, estudiosa... Y eso que él hizo siempre una burla irónica de la erudición y de sus alardes. Por eso utilizó, para desplegarla, un inequívoco tono irónico, humorístico incluso, lúdico. La suya fue una erudición festiva, como más tarde lo sería la de Alvaro Cunqueiro".

En fin, que parafraseando al propio AMP, diré que temo que mis coincidencias literarias con él no tengan nada de casuales. Y que por eso incluí en mi historia el jactancioso detalle de presumir tanto de su amistad, como de la de don Gabriel de Biurrun. Y por supuesto que me hubiera encantado llegar a conocerlos y poder hablar con ellos de literatura, de viejas piedras y de árboles frondosos. De hecho, ahora que lo pienso, hablo con ellos cada vez que leo una de las páginas que escribieron. Y es siempre una conversación que me resulta agradable y provechosa.

Y aún puedo añadir que mi padre, que entonces era un adolescente, recuerda perfectamente como veía muchos mediodías salir del periódico -siempre por la puerta que daba a la calle Nueva-, a Angel María Pascual y a su mentor y amigo, el cura don Fermín Yzurdiaga. Los dos muy altos, erguidos, andando con paso lígero, casi militar. Pulcramente trajeado el escritor, y con un larguísimo manteo por encima de su sotana el sacerdote.

Así que, viendo a Angel María a través de los ojos de mi padre, puedo decir que por lo menos en esto -ser alto y andar a toda velocidad por esas mismas calles de Pamplona-, sí que nos parecemos.  

Y ahora sí, es momento de terminar definitivamente con estos Barruntos, porque a este paso esta décima entrega va a acabar ocupando más que las nueve anteriores

Gracias por vuestro seguimiento y sobre todo por vuestra paciencia. 
Y como no me parece nada bien que la única banda sonora de esta historia sea la Königgrätzer marsch, aquí os dejo esta otra mucho más agradable, en todos los sentidos:

http://www.youtube.com/watch?v=Yt1vQ81jNWw



© Mikel Zuza Viniegra, 2012