lunes, 23 de abril de 2012

MARINA


Otro dragón destripado más, siempre teniendo mucho cuidado de no entrar en contacto con la venenosa sangre que brota de su herida mortal, pues de hacerlo, se convertiría él mismo en un monstruo como los que ha jurado exterminar.

Y otra princesa liberada más, que se añadirá a la larga lista de doncellas a las que ha salvado in extremis. Pero no ha aceptado la mano de ninguna de ellas, ni siquiera la de aquellas que le prometían además el gobierno de un reino tan extenso que se acuna entre las montañas y el mar. Y no lo ha hecho porque él sólo guarda fidelidad a la promesa que hizo cuando mató al primer endriago, aquél que se comió a la única princesa que una vez amó.

Pero por entretenerse ojeando el libro que la maléfica encantadora Urganda dejó caer a propósito en sus alforjas, cuyas páginas borraban la memoria de quien lo leía, Jorge olvidó que debía rescatar a Marina, pues esos eran sus nombres, y cuando llegó a la gruta donde la bestia se cobijaba, sólo halló un hueso de su enamorada, que sólo pudo reconocer por ser el del dedo que llevaba aún como adorno el anillo de sus próximos esponsales.

Y tras descuartizar con terrible saña a aquel dragón, juró Jorge como ya quedó dicho que dedicaría su vida a acabar con todas aquellas abominables criaturas. Pero a veces, al abandonar el escenario de su última hazaña para buscar la guarida de su siguiente contrincante, al caer la noche, cuando se quita la armadura y lanza lejos la espada, recuerda la canción que cantaba para su amada, allá en la torre capadocia en la que su padre, el emperador de Trebisonda, la tenía confinada:

"Μαρίνα πράσινο μου αστέρι
Μαρίνα φως του αυγερινού
Μαρίνα μου άγριο περιστέρι
Και κρίνο του καλοκαιριού..."

"Marina prásino mu asteri,
Marina fos tu adyerinú,
Marina m'agrió peristeri,
Ke grino tu kaloyeryú..."

"Marina, mi estrella de color verde,
Marina, mi luz de la mañana,
Marina, mi paloma salvaje,
y mi lirio del verano..."


Y al embrujo del recuerdo que trae consigo la dulce lengua griega, brotan una tras otra lágrimas de los ojos de Jorge, hasta casi formar una fontana alrededor de la cual, andando los años, y en honor de San Jorge, devotos monjes llegados de Constantinopla fundaron el monasterio de Agiós Georgiós del monte Tauro, famoso por custodiar en su interior esa fuente que dicen que sirve para curar definitivamente la impuntualidad de los enamorados que siempre llegan tarde a sus citas más importantes.

Y dicen que a aquellas sagradas puertas llamó el rey Teobaldo I cuando por allí pasó camino de Tierra Santa, y que como los monjes tenían prohibido abrir a un monarca que no llevase barba tan florida como la de los basileos bizantinos, siguió llegando el navarro tan tarde a sus encuentros amorosos como acostumbraba, y más de una merecida bofetada femenina recibió en su afeitado rostro por ello.

Mas como tenía buen oído, sí que anotó en su memoria la copla que Jorge cantaba a Marina, que estaba grabada en letras de oro sobre el dintel. Y aún sin entender lo que tal cántico decía, muchas veces consiguió, empleándolo con tino, que las enfadadas damas de antes volviesen a esperarle hasta muy tarde para escuchárselo recitar al oído...

Día del señor San Jorge, 23 de abril de 2012



http://www.youtube.com/watch?v=uMhNwQuX5aU&feature=g-vrec&context=G2db475dRVAAAAAAAACw


© Mikel Zuza Viniegra, 2012