martes, 22 de noviembre de 2011

EL ARTE POR EL ARTE



Monasterio de San Martín de Albelda, año del Señor 976

Si no fuese caer en el pecado de orgullo, podría muy bien el monje Vigila tenerse por uno de los mejores escribas que prestigian con su arte los cenobios que vertebran toda la Cristiandad.

Prueba de ello es que, informados por el obispo de Nájera de que obra tan magna está a punto de ser concluida, toda la familia real pamplonesa se haya reunido para compartir con los frailes tan buena noticia, que no todos los días viene al mundo un libro tan lujoso como aquél, que reune junto con los preceptos de los sagrados concilios de la Iglesia, muchos conocimientos de Aritmética, Astronomía e Historia, y que vienen además adornados por un conjunto de miniaturas tan bellas, que nadie de los que las contemplan quiere cerrar el grueso volumen.

Y la mejor de todas ellas es aquella que reune en una sóla página los retratos de aquellos reyes godos que elaboraron las leyes por las que desde entonces se rigieron los cristianos, los de los reyes de Pamplona que ahora mismo gobiernan este territorio, y un poco vanidosamente, los de los tres autores que han llevado a cabo tal maravilla.



Va a ser la presentación oficial en la iglesia, donde ya se ha instalado un estrado para sus majestades: don Sancho II Abarca, su mujer doña Urraca, y sus cuatro hijos, los jóvenes príncipes García, Gonzalo, Ramiro, y Urraca. También tiene su sitial reservado el poderoso hermano del rey, don Ramiro, señor de Viguera.

Y como llevan ya más de una semana en el monasterio los infantes, creen Vigila y sus ayudantes que gracias a ellos han podido conocer fielmente las penas del Infierno, pues son los cuatro hijos del rey tan traviesos que toda la comunidad está soliviantada por sus bromas y sus gritos. Y la más movida es sin duda la princesa Urraca, que se complace en atar los cordones de los frailes que dormitan en el coro, para que cuando se espabilen y quieran levantarse, caigan enredados entre sí con mucho estrépito.



Y está tan agotado Vigila de tanto escribir y dibujar, que él es uno de los que se quedan dormidos, pero no en el coro, sino sobre su propia mesa de trabajo, con la pluma en la mano. Ocasión pintiparada para que Urraca ate con uno de los finos hilos que arranca de su corpiño, la mano del monje con el tintero que tranquilamente reposa sobre el tablero. Entonces se aleja sin hacer ruido, y cuando ya está cerca de la puerta del escritorio, da tan fuerte palmada que el escriba se despierta asustado y al moverse derrama toda la tinta sobre la página que estaba diseñando. Y muchos insultos y palabras gruesas lanzaría a los aires Vigila, si la Caridad no se lo impidiese, pero como no puede evitar que se lo lleven los demonios al ver cómo se ríe de su torpeza la niña, muy enfadado le grita:

-¡Si sigues portándote tan mal, vendrá Almanzor y te llevará con él!

Y no es esa una expresión cualquiera, que es Almanzor el mayor enemigo que han tenido los cristianos desde aquellos tiempos de los emperadores romanos que se atrevieron a perseguir hasta a San Pedro y San Pablo. Y ha arrasado Pamplona tantas veces ya, que muchos creen que en realidad el caudillo moro es el quinto jinete del Apocalipsis...



Así que sale llorando la princesa en busca de sus padres, a los que entre hípidos de llanto les cuenta lo que le ha gritado aquel insolente monje. Y aunque ella es aún muy joven para darse cuenta, los reyes se miran entre ellos con un deje de tristeza, pero por dar satisfacción a su hija ordenan llamar a Vigila, que sólo por el mandato de obediencia acepta pedir perdón a la niña. Y aún ha de admitir como penitencia que le pida don Sancho Abarca la elaboración de cuatro juegos completos de esos nueve personajes antes citados. Pero esta vez, en lugar de ir todos juntos en una misma página, irá cada uno de ellos recortado, de tal forma que para completar la colección haya que reunir los nueve, y así puedan aprender los cuatro príncipes la historia de su propia dinastía. Es más, ordena también el rey que dibuje Vigila a algún otro personaje principal que haya llegado recientemente a la corte pamplonesa, para que puedan entrar en la categoría de "Últimos fichajes", que una colección de cromos sin este preciado grupo, no tiene emoción alguna.

Y de buena gana se hubiera opuesto Vigila a aquel insensato deseo regio, que mucho trabajo es aquel, añadido al ya desarrollado para terminar su códice. Pero piensa que si con ello consigue que todos aquellos pequeños demonios se alejen de una vez de San Martín de Albelda, merecerá la pena ponerse manos a la obra.

Y a la noche, mientras los frailes duermen, y los príncipes se retiran también a sus aposentos, quedan sólamente junto al fuego los reyes y el señor de Viguera, que de un cartapacio saca un documento presto a la firma de su hermano. Así le habla:

-Sé que es duro para vosotros aceptar este tratado. Para mí también es terrible aceptar esta humillación. Pero por encima de nuestra familia están el reino y todos sus habitantes, que confían en nosotros para evitar que desde Córdoba se desaten sobre ellos una vez más todas las furias del Infierno. No tenemos fuerzas que oponer a los tremendos ejércitos del Califa, sólo podemos entregar para aplacarlos lo que ellos nos pidan. Y ya sabéis lo que solicita ahora el maldito Almanzor: a vuestra hija Urraca.
Naturalmente podéis negaros, pero en quince días la Muerte se habrá apoderado de vuestros dominios. Es hora de someterse, pero en nuestras manos está que llegue un tiempo en el que no sólo podamos plantarles cara, sino incluso derrotarlos. Quizás no pueda lograrlo uno de vuestros hijos, pero estoy convencido de que lo conseguirá uno de vuestros nietos. Mientras ese momento llega, con todo el dolor de mi corazón de tío, he de pediros que rubriquéis este acuerdo y enviéis a Cordoba a vuestra hija, para que en pocos años despose a nuestro más odiado enemigo...

Y mientras Sancho y Urraca, llorando, firman el pergamino, no puede dejar de pensar el rey en las dotes proféticas del gran artista y muy leal monje Vigila...



Y, como quien no quiere la cosa, ayer se cumplieron 25.000 visitas a esta humilde página. Buen momento para acordarse de otro colega de profesión como Vigila de Albelda, que hace más de mil años realizó la misma labor que yo trato de llevar a cabo en este blog: entretener contando las glorias y las miserias de los reyes de Navarra. Muchas gracias, hermano escriba.

Y agradezco también a todas y cada una de las visitas que hayan entrado alguna vez en el blog. Y muchos son de muy distintos lugares: Mexico, Argentina, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Bélgica... Y saludo sobre todos ellos a quien una vez entró desde el himaláyico reino de Buthan. Aunque lo hiciese por equivocación, me hizo la misma ilusión.

© Mikel Zuza Viniegra, 2011