viernes, 10 de diciembre de 2010

MUCHAS FELICIDADES




Los ratos que le dejan libre el continuo cavilar sobre cómo hacer más daño a su archienemigo Carlos V de Francia y cómo mantener a distancia a Enrique II de Castilla, el rey don Carlos II de Navarra los emplea en mejorar el estado de su reino. Y por eso hace ya tiempo que sopesa la necesidad de que una tierra dotada de tan evidentes talentos, donde las luces de la inteligencia brillan deslumbrantes cual tempraneras canas en la bruna cabeza de un jovenzuelo, cuente también con un Estudio General o Universidad que contribuya a recolectarlos, evitando así su fuga a otros países donde es posible que haya más sabiduría, pero desde luego no más ingenio...

Piensa en un principio erigir tan noble institución en Ujué, al amparo de Santa María y sobre todo del castillo que la defiende, pero finalmente se impone la lógica de situarla en lugar más céntrico y bien poblado, y es por eso que Pamplona, capital y lugar señalado por el Fuero para que los reyes presten su juramento a todo el pueblo de Navarra, acaba siendo la escogida por el monarca para su magno proyecto.

Mucho le insiste su capellán para que otorgue el privilegio de la fundación a las órdenes dominica o cisterciense, pero don Carlos se muestra refractario a semejante demanda. Así le habla:

-Que creen en buena hora tan sagradas instituciones las universidades que les plazca, que cuantas más sean, mejor le irá a nuestra república. Pero la universidad que yo he de fundar con las rentas obtenidas de los impuestos de todos los navarros, no ha de ser regida sino por representantes de la Corona, pues al fin y al cabo un rey no es sino la representación última de su pueblo, y será la Cámara de Comptos, que acabo de crear, la que fiscalice diligentemente sus gastos y sus ingresos...
No, capellán, de mis siempre exhaustos cofres no saldrá dinero más que para el Estudio General que levantaré a la vera del río Sadar, justo enfrente del campo de torneos donde el equipo que lleva por divisa mis colores, suele hacer perder la paciencia y la cordura a sus seguidores...

-Pues deberéis ir pensando en reclutar a insignes profesores y licenciados en las distintas ramas del conocimiento, Majestad, que ellos son sin duda la piedra angular de dichos organismos...

-Sí, ellos son sin duda importantes, padre prior, aunque a los alumnos que deben sufrirlos, suele bastarles con que no sean muy pesados, por eso juzgo aún más esencial hacerse con quienes habrán de procurarles asistencia y decoro en su labor: los muy prestigiosos P.A.S.

-¿Os referís al Personal de Ayudas y Supervisión, señor?

-Nada de eso, so-borrico. Al Personal de Administración y Servicios quería aludir con esas siglas.

-Pero seleccionarlo no será asunto fácil, Alteza. Precisamente hay en mi convento especialistas en preparar unas sencillas pruebas que delimitan muy precisamente el intelecto de quien a ellas se someten. Y aquí traigo conmigo una recién confeccionada...

Don Carlos toma el larguísimo pergamino y pregunta cuánto tiempo se concede al reo, perdón, al examinando, para completar semejante estafermo. Mucho se sorprende al escuchar que sólamente una hora marcada por un reloj de arena. Pero aún así se atreve a someterse él mismo a tan intrincado ejercicio, cosa nada común entre mandatarios y barandas de institución alguna. Ante él se despliegan preguntas tales como:

"Si el jardín del castillo de Olite es de forma oval, cual tonsura de monje, y alberga su circunferencia 12 robadas de pasto, y plantamos cada cinco codos navarros un esqueje de peral para delimitarlo, ¿cuántos manzanos serán necesarios para llevar a cabo tal faena?"

-¿Mas cómo será posible juntar manzanas con peras? -se pregunta atormentado el soberano de Navarra, mientras ve como los granos caen inexorablemente de una esfera a otra del reloj. Decide entonces intentar resolver alguna otra de las preguntas:

"Decidnos, en la siguiente serie numérica: IV, CLVII, MCM, MMDCCLVIII... ¿Cuál será la cifra que ocupe el quinto lugar?"

"Si un navío sale desde Tudela con destino hacia Albania, y otra embarcación abandona la Normandía navarra para dirigirse al infiel puerto de Tremecén, ¿dónde se cruzarán ambas si una galera aragonesa apresa a la primera nave en Alguer, y una tormenta dificulta el paso del estrecho de Antequera a la segunda?"

Y suda el rey como cuando luchaba a brazo partido contra los levantiscos y bergantes "Jacques", pues no comprende a qué demente puede habérsele ocurrido que una nave tudelana arribe alguna vez a Albania, y porque ve además que el tiempo se le termina, y todas las demás preguntas son tan liosas como las ya expuestas, incluidas unas que muestran diversas y coloridas vidrieras de iglesia, practicamente iguales unas a otras, pero con una pequeña diferencia que no hay forma humana de encontrar...

-¡Tiempo, tiempo, Majestad! -grita el taimado abad al caer el último grano de arena.

-¡Desde luego que es tiempo, señor fraile! ¡Es tiempo de ordenar que vos y todos los que hayan tenido algo que ver con la elaboración de esta satánica prueba, seáis llevados a las mazmorras más lóbregas del castillo de Monreal, de donde no saldréis hasta que hayáis resuelto sin un sólo fallo al menos cien exámenes como el que yo he padecido! ¡Generaciones futuras de opositores bendecírán mi memoria por pagaros con la misma moneda que vos y vuestros lunáticos colaboradores habéis otorgado a tantos pobres y estudiosos inocentes! ¡Guardias, que se cumpla mi mandato, y que les den a todos al llegar a la fortaleza una buena tunda de azotes: cincuenta con varas de manzano, y otros cincuenta con varas de peral, para que vean que sí que es cierto que con sus elucubraciones se aprenden cosas muy útiles!

Ya sin las interrupciones del escarmentado clérigo, son pregonadas la fecha y el tenor de las auténticas pruebas, que el propio rey, acompañado por sus hermanos Luis y Juana, juzgará de acuerdo exclusivamente a los criterios de mérito y capacidad de cada uno de los presentados, que son tantos que llenan las cuatro alas del clausto de la catedral...

Y ahora es el cuestionario mucho más puesto en razón, pues ha de responderse a preguntas como quién fue el primer rey de Navarra, cuál es la capital de la merindad de las montañas o qué población está en medio de Elcano, Ibiricu y Egüés. En definitiva, nada que un buen súbdito no deba conocer si vive en este reino.

Y para cuando se corrigen los resultados, ya están construidos casi todos los departamentos del flamante y nuevo Estudio General. Y cada uno de ellos tiene en sus puertas, para distinguirse unos de otros, una clase de árbol diferente, exceptuando los malhadados perales y manzanos, que el rey no quiere ya ver ni en pintura.

Y entre las felices aprobadas en el ahora sí ecuánime exámen, hay una dama de rizados cabellos, muy inteligente y bella, a quien el rey ordena vigilar la entrada del Edificio llamado "De los Tejos", otorgándole además el privilegio de poder usar el venenoso y letal fruto de tan nobles árboles, si acaso el rector, los decanos o los revoltosos estudiantes, no hacen caso alguna vez de sus siempre sagaces indicaciones. Se conoce pues que mucho confía en ella el señor de Navarra...

Y hay a la noche, para celebrar el magno acontecimiento de la fundación de tan necesaria Universidad, y también el de la elección del muy ilustre Personal de Administración y Servicios, fiesta grande en una Carpa gigante acondicionada a tal efecto. Y está el prado habilitado para el estacionamiento de carros ciertamente abarrotado, aunque no lo suficientemente como para que, contra todas las leyes de la lógica y de la física, el señor esposo de la noble dama de los Tejos no encuentre un hueco justo al lado de la puerta de acceso al recinto, que es cosa de mucho admirar esta habilidad suya para hallar sitio en cualquier momento y lugar...

Y buenos vinos, de muy renombrada marcas, se beben allá, y hay también deliciosas raciones de pisto, y los dos hijos de tan entrañable pareja lanzan a la multitud centenares de empanadillas de bonito, bien empleando la táctica 6:0 -todos los lanzadores en primera línea-, bien la 3:3 -tres lanzadores en primera línea y otros tres en segunda-, o bien la 5:1 mixta -dos exteriores, dos laterales, un central y un avanzado en defensa individual- con las que consiguen que lleguen muy rápidamente tan sabrosas viandas a toda la concurrencia y sobre todo a don Carlos, que llevado sin duda por su saciada magnificencia, ordena ahora que no se den ya a los prisioneros de Monreal cincuenta y cincuenta tandas de palos, sino tan sólo veinticinco y veinticinco, que una cosa es ser generoso, y otra perdonar todas las afrentas cometidas durante años por ese execrable gremio de supuestos conocedores de la inteligencia que cada cuál lleva en su caletre...




© Mikel Zuza Viniegra, 2010