El pintor más importante de la Edad Media en Navarra, y uno de los
representantes más cualificados del denominado estilo gótico lineal, es, sin duda alguna,
Joan Oliver, el seguro autor del mural del refectorio de la catedral de
Pamplona (aparece su nombre en la inscripción), y muy probablemente de los
conjuntos conservados -si bien fragmentariamente- en Ororbia y Olloki.
Que fuera escogido para decorar el testero de un edificio tan simbólicamente
importante para el reino (allí dentro era donde se celebraban, por ejemplo, los festejos por las
coronaciones reales), ya nos habla de la categoría artística que sus
contemporáneos le concedían. La misma categoría que, en la actualidad, le sigue
haciendo figurar en los catálogos internacionales de obras maestras de todos
los tiempos, acompañado únicamente, en lo que se refiere a Navarra, por la
Arqueta de Leyre y el sepulcro de Carlos III el Noble.
Quienes han estudiado a Joan Oliver, sobre todo la profesora
Carmen Lacarra y más recientemente Carlos Martínez Alava (El Arte Gótico en Navarra, pp. 366-367), se lamentan de la
escasez de noticias documentales que de él podemos rastrear en los archivos, pero
las pocas con las que contamos permiten situar el inicio de su carrera en los
palacios papales de Aviñón, en la segunda década del siglo XIV, donde habría
tenido como maestro a Fray Pierre del Puig, un pintor muy famoso entonces,
tanto que pudo llegar a codearse con Giotto cuando éste trabajó en la misma
corte.
En 1328 murió fray Pierre, y ahí se pierde la pista de su
discípulo Joan Oliver hasta que en 1332 alguien del mismo nombre -probablemente
fuera él- aparece documentado como "pintor de Pamplona" que pinta
unas estatuillas de cera por orden de los nuevos reyes de Navarra, precisamente
unos que habían comenzado a reinar en 1328: Juana II de Navarra y Felipe III de
Evreux. Otro documento muestra que, en 1366, alguien llamado Joan Oliver
(¿quizás un hijo del anterior?) paga sus impuestos en el burgo de San Cernin, y hay noticias de nuevos encargos pictóricos por parte de los reyes de Navarra a alguien llamado Joan Oliver en 1379, 1387 y 1390.
Esto podría suponer quizás la confirmación de un taller abierto en Pamplona
durante bastantes décadas, que se transmite de padre a hijo.
El caso es que la nueva dinastía regia conllevaría también un
aumento de la presencia de pintores, escultores y arquitectos en Pamplona, donde,
aunque las obras del claustro gótico de la catedral de Pamplona (arruinado tras
la Guerra de la Navarrería de 1276) llevaban varias décadas en marcha, se
impulsaron todavía con más fuerza, buscando sin duda el efecto propagandístico
de las nuevas realizaciones.
Esto es: los Evreux tenían que darse a conocer en su reino, a
través de nuevas construcciones y decoraciones que representaran por ejemplo
las nuevas armas heráldicas: las que unían el carbunclo pomelado de Navarra y
las flores de lis con banda componada de gules y plata de los Evreux. Y en tal
sentido, el refectorio de la catedral de Pamplona es el edificio más
emblemático de todos. Con dichas armas bien visibles en las bóvedas más
cercanas a la cabecera, y también en el citado mural pintado por Oliver, que
quizás repetiría también dicho efecto en Olloki, donde las armas reales
aparecen igualmente bien a la vista.
Pinturas de Olloki |
No obstante, el obispo de Pamplona, como dueño del complejo catedralicio, fue lógicamente el principal polo de atracción de artistas del otro lado de los Pirineos, y por eso se piensa que debió ser él quien propició la llegada de artífices como el pintor Joan Oliver o el escultor Jacques Perut. Entre otras muchas cosas, porque el mismo obispo nació al otro lado de los Pirineos.
Me estoy refiriendo a Arnalt de Barbazán, natural de la villa del
mismo nombre, en Bigorra, hoy Departamento Francés de Altos Pirineos. Estuvo al
frente de la Diócesis de San Fermín nada menos que 37 años, de 1318 a 1355, por
lo tanto durante todo el reinado de los mencionados reyes y los cinco primeros
años en el trono de Carlos II. El hecho es que Juana y Felipe apenas visitaron
en Navarra, donde les representaba un gobernador, pero el obispo Barbazán sí
que residió siempre entre sus mugas. Por eso le tocó lidiar con muchos
acontecimientos políticos, porque de hecho él era el cargo institucional más
importante del reino, en ausencia de los reyes, más incluso que los propios
gobernadores.
Por ejemplo, le tocó hacer frente a varios proyectos de invasión
castellana por la frontera guipuzcoana en 1331 y 1334. Y su primera reacción
demuestra que nunca rompió los lazos con su tierra natal, pues a quienes
primero pidió ayuda fue a sus paisanos de Bigorra, entre ellos a su hermano
Teobaldo de Barbazán, a Laspesio de Bearn y a Fortaner de Lescun, comunicándoles
que estuviesen preparados con caballos y armas y vinieran a Navarra al primer
aviso (J. Goñi Gaztambide. Los obispos de Pamplona, Tomo II, pp.
114-115).
Uno de los centros de devoción más importantes de Bigorra era el
monasterio benedictino de Saint-Savin, del que hoy en día se conserva su
imponente fábrica románica. En cuanto al mobiliario litúrgico medieval que sin
duda debió poseer en abundancia, sólo nos queda una preciosa torre eucarística
o tabernáculo, tallada en madera y sobredorada, que hacía las veces de
sagrario. Es una obra magnífica, de la primera mitad del siglo XIV, cuyas
hechuras recuerdan poderosamente a muchos de los doseles arquitectónicos que
adornan las esculturas y tumbas de aquellos siglos.
Pero lo que más llama la atención de dicha torre son sus bóvedas
pintadas con figuras de ángeles músicos que rodean al Cordero Místico. Porque
precisamente alguna de ellas hace recordar las realizaciones navarras de Joan
Oliver. Y si los estudiosos creen que debió ser el obispo Barbazán quien
promovió la llegada del pintor a Pamplona, puede pensarse que, quizás, ello
facilitaría también un desplazamiento del taller en sentido opuesto, hacia el otro lado del Pirineo. Porque el señorío de Barbazán-Dessus estaba (y está) a apenas 40
kilómetros en linea recta del monasterio de Saint-Savin.
El tabernáculo, y por tanto sus pinturas parecen ser de factura
más moderna que la que marca la fecha del mural del refectorio: 1335. ¿Podrían
ser una obra quizás de ese “segundo” Joan Oliver? Porque hay que tener en
cuenta además que los ángeles de Saint-Savin están pintados sobre tabla, y no
sobre el muro, como los conjuntos de la cuenca de Pamplona, y si comparamos los
rostros, aunque esas características y rotundas narices son bastante parecidas,
igual que las bocas o incluso los cabellos, los ojos de los personajes del
mural del refectorio o de la iglesia de Ororbia parecen distintos, más
almendrados y cerrados que los de los ángeles de Saint-Savin.
Angel vihuelista de Saint Savin |
Angel organista de Saint Savin |
Verdugo de Cristo en Ororbia |
Angel en el sepulcro de Ororbia |
Matanza de los inocentes en Ororbia |
Personajes al pie de la Cruz en el mural del refectorio de la catedral de Pamplona |
Por cierto, que la manera de dibujar los pies de los personajes también es similar:
Pies de un ángel en Saint Savin |
Pies de Cristo en Ororbia |
A la izquierda el ángel del tabernáculo de Saint-Savin,
y a la derecha la juglaresa del mural del refectorio
Otro de los músicos pintados por Joan Oliver en el
refectorio pamplonés lleva un instrumento que también toca uno de los ángeles
de Saint-Savin. Se trata de una madora, un laúd corto, en función de la escasa
longitud de su mástil, y con un clavijero característico en forma de hoz,
rematado por una cabeza humana o animal. Podemos ver que ambos son pulsados por
sus intérpretes con un plectro (también conocido como púa, plumilla, pajuela, vitela, uña o uñeta.
Es una pieza pequeña, delgada y firme, modernamente en forma de triángulo,
hecha de diferentes posibles materiales que se usa para tocar la guitarra y
otros instrumentos de cuerda, como un reemplazo o ayuda de los dedos).
En el medio, madorista del mural del refectorio de la catedral de Pamplona. A los lados, ángel madorista de Saint Savin y detalle |
Lo que más llama la atención es el clavijero, con esa
misma cabeza de dragón que los hace tan similares. Carmen Lacarra (La Pintura
Mural Gótica en Navarra, p. 179) describe el representado en el refectorio así:
Es un ejemplar magnífico de laúd del Trecento, acabado en mango de cabeza de
dragón, que posiblemente hubiese sido su modelo un ejemplar francés, pues los
juglares navarros marchaban a surtirse de material fuera del reino, tal como
nos lo indica este documento: “En Tudela,
a 11 de octubre de 1396: “A Fassion et Cosin, nuestros juglares, por fazer sus
expensas a yr a Tholosa et por comprar allí ciertos esturments que han menester
para su officio a nos servir, treinta florines”. Firma: Carlos III el Noble”.
Dado que una de las mejores cosas del periodo medieval
es que no existía la fabricación en serie, ¿se habría inspirado el autor o
autores de ambas pinturas en el mismo instrumento? Imposible saberlo, pero no
puede negarse que son casi idénticos.
No es fácil saber si hay o no relación directa entre ambos conjuntos, aunque el evidente parentesco, aquí queda reflejado. Quizás mi amigo y gran músico Enrique
Galdeano, que lo sabe todo sobre instrumentos medievales, podrá darnos su autorizada
opinión. Desde mi desconocimiento musical, lo único que puedo hacer es dar gracias infinitamente
a Felipe III de Evreux, a Juana II de Navarra y sobre todo a Arnalt de
Barbazán, por haber promovido la presencia en nuestra tierra de artistas tan
magníficos como Joan Oliver o Jacques Perut.
Sepulcro de Arnalt de Barbazan en su capilla de la catedral de Pamplona |
ARMAS REALES DE NAVARRA EN EL MURAL DEL REFECTORIO |
*Para ver más imágenes de la torre eucarística de Saint Savin:
ÁNGELES DE SAINT-SAVIN
*Para saber más sobre los ángeles músicos de la catedral de Pamplona:
ÁNGELES MÚSICOS CATEDRAL DE PAMPLONA
*Además recomiendo:
-Fernández-Ladreda, Clara. “Iconografía musical de la Catedral de Pamplona”, en Música en la Catedral de Pamplona, nº 4 (Pamplona: Capilla de Música de la Catedral de Pamplona, 1985), pp. 5-34 (2ª ed.: ibidem, 2004).
Galdeano Aguirre, Enrique: LA ICONOGRAFÍA MUSICAL DEL GÓTICO EN NAVARRA (TESIS DOCTORAL INÉDITA)
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2019