viernes, 31 de mayo de 2019

ANGÉLICA PARTITURA


El pintor más importante de la Edad Media en Navarra, y uno de los representantes más cualificados del denominado estilo gótico lineal, es, sin duda alguna, Joan Oliver, el seguro autor del mural del refectorio de la catedral de Pamplona (aparece su nombre en la inscripción), y muy probablemente de los conjuntos conservados -si bien fragmentariamente- en Ororbia y Olloki. 


Que fuera escogido para decorar el testero de un edificio tan simbólicamente importante para el reino (allí dentro era donde se celebraban, por ejemplo, los festejos por las coronaciones reales), ya nos habla de la categoría artística que sus contemporáneos le concedían. La misma categoría que, en la actualidad, le sigue haciendo figurar en los catálogos internacionales de obras maestras de todos los tiempos, acompañado únicamente, en lo que se refiere a Navarra, por la Arqueta de Leyre y el sepulcro de Carlos III el Noble. 

Quienes han estudiado a Joan Oliver, sobre todo la profesora Carmen Lacarra y más recientemente Carlos Martínez Alava (El Arte Gótico en Navarra, pp. 366-367), se lamentan de la escasez de noticias documentales que de él podemos rastrear en los archivos, pero las pocas con las que contamos permiten situar el inicio de su carrera en los palacios papales de Aviñón, en la segunda década del siglo XIV, donde habría tenido como maestro a Fray Pierre del Puig, un pintor muy famoso entonces, tanto que pudo llegar a codearse con Giotto cuando éste trabajó en la misma corte. 

En 1328 murió fray Pierre, y ahí se pierde la pista de su discípulo Joan Oliver hasta que en 1332 alguien del mismo nombre -probablemente fuera él- aparece documentado como "pintor de Pamplona" que pinta unas estatuillas de cera por orden de los nuevos reyes de Navarra, precisamente unos que habían comenzado a reinar en 1328: Juana II de Navarra y Felipe III de Evreux. Otro documento muestra que, en 1366, alguien llamado Joan Oliver (¿quizás un hijo del anterior?) paga sus impuestos en el burgo de San Cernin, y hay noticias de nuevos encargos pictóricos por parte de los reyes de Navarra a alguien llamado Joan Oliver en 1379, 1387 y 1390. Esto podría suponer quizás la confirmación de un taller abierto en Pamplona durante bastantes décadas, que se transmite de padre a hijo.

El caso es que la nueva dinastía regia conllevaría también un aumento de la presencia de pintores, escultores y arquitectos en Pamplona, donde, aunque las obras del claustro gótico de la catedral de Pamplona (arruinado tras la Guerra de la Navarrería de 1276) llevaban varias décadas en marcha, se impulsaron todavía con más fuerza, buscando sin duda el efecto propagandístico de las nuevas realizaciones. 

Esto es: los Evreux tenían que darse a conocer en su reino, a través de nuevas construcciones y decoraciones que representaran por ejemplo las nuevas armas heráldicas: las que unían el carbunclo pomelado de Navarra y las flores de lis con banda componada de gules y plata de los Evreux. Y en tal sentido, el refectorio de la catedral de Pamplona es el edificio más emblemático de todos. Con dichas armas bien visibles en las bóvedas más cercanas a la cabecera, y también en el citado mural pintado por Oliver, que quizás repetiría también dicho efecto en Olloki, donde las armas reales aparecen igualmente bien a la vista. 

Pinturas de Olloki

No obstante, el obispo de Pamplona, como dueño del complejo catedralicio, fue lógicamente el principal polo de atracción de artistas del otro lado de los Pirineos, y por eso se piensa que debió ser él quien propició la llegada de artífices como el pintor Joan Oliver o el escultor Jacques Perut. Entre otras muchas cosas, porque el mismo obispo nació al otro lado de los Pirineos. 

Me estoy refiriendo a Arnalt de Barbazán, natural de la villa del mismo nombre, en Bigorra, hoy Departamento Francés de Altos Pirineos. Estuvo al frente de la Diócesis de San Fermín nada menos que 37 años, de 1318 a 1355, por lo tanto durante todo el reinado de los mencionados reyes y los cinco primeros años en el trono de Carlos II. El hecho es que Juana y Felipe apenas visitaron en Navarra, donde les representaba un gobernador, pero el obispo Barbazán sí que residió siempre entre sus mugas. Por eso le tocó lidiar con muchos acontecimientos políticos, porque de hecho él era el cargo institucional más importante del reino, en ausencia de los reyes, más incluso que los propios gobernadores. 

Por ejemplo, le tocó hacer frente a varios proyectos de invasión castellana por la frontera guipuzcoana en 1331 y 1334. Y su primera reacción demuestra que nunca rompió los lazos con su tierra natal, pues a quienes primero pidió ayuda fue a sus paisanos de Bigorra, entre ellos a su hermano Teobaldo de Barbazán, a Laspesio de Bearn y a Fortaner de Lescun, comunicándoles que estuviesen preparados con caballos y armas y vinieran a Navarra al primer aviso (J. Goñi Gaztambide. Los obispos de Pamplona, Tomo II, pp. 114-115). 

Uno de los centros de devoción más importantes de Bigorra era el monasterio benedictino de Saint-Savin, del que hoy en día se conserva su imponente fábrica románica. En cuanto al mobiliario litúrgico medieval que sin duda debió poseer en abundancia, sólo nos queda una preciosa torre eucarística o tabernáculo, tallada en madera y sobredorada, que hacía las veces de sagrario. Es una obra magnífica, de la primera mitad del siglo XIV, cuyas hechuras recuerdan poderosamente a muchos de los doseles arquitectónicos que adornan las esculturas y tumbas de aquellos siglos. 






Pero lo que más llama la atención de dicha torre son sus bóvedas pintadas con figuras de ángeles músicos que rodean al Cordero Místico. Porque precisamente alguna de ellas hace recordar las realizaciones navarras de Joan Oliver. Y si los estudiosos creen que debió ser el obispo Barbazán quien promovió la llegada del pintor a Pamplona, puede pensarse que, quizás, ello facilitaría también un desplazamiento del taller en sentido opuesto, hacia el otro lado del Pirineo. Porque el señorío de Barbazán-Dessus estaba (y está) a apenas 40 kilómetros en linea recta del monasterio de Saint-Savin.          






El tabernáculo, y por tanto sus pinturas parecen ser de factura más moderna que la que marca la fecha del mural del refectorio: 1335. ¿Podrían ser una obra quizás de ese “segundo” Joan Oliver? Porque hay que tener en cuenta además que los ángeles de Saint-Savin están pintados sobre tabla, y no sobre el muro, como los conjuntos de la cuenca de Pamplona, y si comparamos los rostros, aunque esas características y rotundas narices son bastante parecidas, igual que las bocas o incluso los cabellos, los ojos de los personajes del mural del refectorio o de la iglesia de Ororbia parecen distintos, más almendrados y cerrados que los de los ángeles de Saint-Savin.

Angel vihuelista de Saint Savin
Angel organista de Saint Savin

Verdugo de Cristo en Ororbia
Angel en el sepulcro de Ororbia
Matanza de los inocentes en Ororbia

Personajes al pie de la Cruz en el mural del refectorio de la catedral de Pamplona
Por cierto, que la manera de dibujar los pies de los personajes también es similar: 

Pies de un ángel en Saint Savin


Pies de Cristo en Ororbia

Pero es en el aspecto musical cuando los ángeles de Saint-Savin recuerdan más a los representados por Joan Oliver en el mural del refectorio, por ejemplo el ángel y la maravillosa juglaresa que tocan la vihuela de arco, aunque es evidente que la postura o el tratamiento de los pliegues en la túnica del ángel resultan mucho más dinámicos:


A la izquierda el ángel del tabernáculo de Saint-Savin, 
y a la derecha la juglaresa del mural del refectorio

Y atentos al detalle de la posición de los dedos al coger el arco: 





Otro de los músicos pintados por Joan Oliver en el refectorio pamplonés lleva un instrumento que también toca uno de los ángeles de Saint-Savin. Se trata de una madora, un laúd corto, en función de la escasa longitud de su mástil, y con un clavijero característico en forma de hoz, rematado por una cabeza humana o animal. Podemos ver que ambos son pulsados por sus intérpretes con un plectro (también conocido como púaplumillapajuelavitelauña o uñeta. Es una pieza pequeña, delgada y firme, modernamente en forma de triángulo, hecha de diferentes posibles materiales que se usa para tocar la guitarra y otros instrumentos de cuerda, como un reemplazo o ayuda de los dedos).

En el medio, madorista del mural del refectorio de la catedral de Pamplona.
A los lados, ángel madorista de Saint Savin y detalle

Lo que más llama la atención es el clavijero, con esa misma cabeza de dragón que los hace tan similares. Carmen Lacarra (La Pintura Mural Gótica en Navarra, p. 179) describe el representado en el refectorio así: Es un ejemplar magnífico de laúd del Trecento, acabado en mango de cabeza de dragón, que posiblemente hubiese sido su modelo un ejemplar francés, pues los juglares navarros marchaban a surtirse de material fuera del reino, tal como nos lo indica este documento: “En Tudela, a 11 de octubre de 1396: “A Fassion et Cosin, nuestros juglares, por fazer sus expensas a yr a Tholosa et por comprar allí ciertos esturments que han menester para su officio a nos servir, treinta florines”. Firma: Carlos III el Noble”.

Dado que una de las mejores cosas del periodo medieval es que no existía la fabricación en serie, ¿se habría inspirado el autor o autores de ambas pinturas en el mismo instrumento? Imposible saberlo, pero no puede negarse que son casi idénticos.

Como prácticamente idénticos son el resto de instrumentos representados en Saint-Savin a los que aparecen en la obra musical más representativa que se conserva en la Catedral de Pamplona: la arquivolta de los ángeles músicos que enmarca la Epifanía tallada en el claustro por Jacques Perut hacia 1346, en pleno episcopado de Arnalt de Barbazán. Así puede verse en el caso del órgano portátil, del arpa y sobre todo del salterio, con la rosa central que perfora la caja en forma de estrella de David:


Arquivolta de la Epifanía de Jacqques Perut
 en el claustro de la catedral de Pamplona

Detalle de tres ángeles de la arquivolta

Detalle de tres ángeles de Saint Savin

No es fácil saber si hay o no relación directa entre ambos conjuntos, aunque el evidente parentesco, aquí queda reflejado. Quizás mi amigo y gran músico Enrique Galdeano, que lo sabe todo sobre instrumentos medievales, podrá darnos su autorizada opinión. Desde mi desconocimiento musical, lo único que puedo hacer es dar gracias infinitamente a Felipe III de Evreux, a Juana II de Navarra y sobre todo a Arnalt de Barbazán, por haber promovido la presencia en nuestra tierra de artistas tan magníficos como Joan Oliver o Jacques Perut.


Sepulcro de Arnalt de Barbazan en su capilla de la catedral de Pamplona

Porque las glorias regias o episcopales pasan, pero la música y el arte –muy poco, desafortunadamente, para todas las maravillas que realmente debió haber- son lo único que verdaderamente permanece.


ARMAS REALES DE NAVARRA EN EL MURAL DEL REFECTORIO 

Y bueno, que además ahora hay un motivo más para visitar Saint-Savin, y conocer la tierra natal del bueno de don Arnalt…



*Para ver más imágenes de la torre eucarística de Saint Savin:

ÁNGELES DE SAINT-SAVIN

*Para saber más sobre los ángeles músicos de la catedral de Pamplona:

ÁNGELES MÚSICOS CATEDRAL DE PAMPLONA

*Además recomiendo:

-Fernández-Ladreda, Clara. “Iconografía musical de la Catedral de Pamplona”, en Música en la Catedral de Pamplona, nº 4 (Pamplona: Capilla de Música de la Catedral de Pamplona, 1985), pp. 5-34 (2ª ed.: ibidem, 2004).

Galdeano Aguirre, Enrique: LA ICONOGRAFÍA MUSICAL DEL GÓTICO EN NAVARRA (TESIS DOCTORAL INÉDITA)


© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2019