jueves, 14 de marzo de 2019

LA TÍA ELISA


Desde que tengo memoria, la tía Elisa fue una presencia habitual en nuestras casas. La abuela Pilar, su hermana, tenía colgado su retrato en la suya, y cuando se vino a vivir con nosotros lo trajo con ella y mi madre lo colocó en la nuestra.

Elisa Blasco Torrea (1902-1918)
Es una fotografía que calculo que tiene unos 105 años, sobre todo teniendo en cuenta que la tía Elisa murió en 1918, cuando sólo tenía 16 años, afectada por la temible epidemia que aún se conoce injustamente como Gripe Española, aunque en realidad todo indica que la enfermedad nació en EEUU, pero que la férrea censura de prensa establecida en los medios de comunicación de las naciones enzarzadas en la 1ª Guerra Mundial adjudicó al único país occidental que no participó en ella, y cuyos periódicos por tanto sí que se ocupaban de ese vertiginoso contagio que se llevaba por delante sobre todo a los y las más jóvenes, como la pobre tía Elisa. Se calcula que en todo el mundo murieron entre 40 y 100 millones de personas, y se la considera como la peor pandemia padecida por la humanidad, muy por encima de la Peste Negra que diezmó Europa en el siglo XIV.

La tía Elisa fue la hija más pequeña del matrimonio formado por Isidro Blasco Novoa y Juliana Torrea Pérez, que vivían en Pedroso. Tuvieron cuatro hijas más: Segunda (nacida en 1892), Julia (nacida en 1896), Pilar (nuestra abuela materna, nacida en 1898) y Sabina, que murió cuando sólo tenía dos años, y de la que desconocemos exactamente su año de nacimiento, que quizás pudo ser 1900. En realidad tampoco sabemos en que año nació Elisa, aunque podemos especular con que sería en 1901 o 1902, y que por tanto tendría unos 16 años al fallecer en el año de la gripe.

Los bisabuelos Isidro Blasco Novoa y Juliana Torrea Pérez
De izquierda a derecha sus hijas: Segunda, Julia y Pilar, hacía 1899
Reverso de la misma fotografía. Esta no hay duda de
 quién y dónde la hizo: Alberto Muro, en Logroño

El retrato del que os hablaba la muestra como lo que era: una niña, cuya edad oscilaría en el momento de posar para el fotógrafo entre los 13 y los 14 años. Comparando ese rostro enmarcado con las otras dos pequeñas fotografías que de ella conservamos, podemos comprobar que en realidad se trata de la misma imagen en los tres casos, sólo que retocada y de diferentes tamaños, y que esa imagen tiene su origen en otra fotografía convertida en postal que muestra a las tres hermanas que hacía 1915-1916 seguían residiendo en el pueblo con sus padres: Julia, Pilar y Elisa.

Esta debió ser la única foto que hicieron a Elisa en su vida, y fue obtenida pensando en enviársela a su hermana Segunda, que el año 1910 había emigrado a la Argentina, en cuya capital, Buenos Aires, permaneció hasta el año 1929, que fue cuando regresó a Pedroso para volver a vivir ya siempre con sus dos hermanas Julia y Pilar.

Julia, Elisa y Pilar Blasco Torrea, hacía 1915

La fotografía no tiene sello de autor, así que es imposible saber quién la hizo. Viendo el fondo escogido, que no parece de estudio, quizás podríamos adjudicársela a algún fotógrafo aficionado o incluso itinerante, que iría por los pueblos ofreciendo inmortalizar a quien le pagase unas pocas pesetas. O quizás no, y puede que bajaran a Logroño para que saliese perfecta. Como os digo, aunque fue revelada como postal, no fue enviada por correo, pero sí que en su reverso consta la inscripción: "Para Segunda Blasco". Por eso mismo sabemos que la imagen fue concebida para que la querida hermana que vivía entonces tan lejos pudiera tener un recuerdo de las hermanas que se habían quedado en Pedroso. Que ahora podamos admirar esta imagen significa que la tía Segunda la recibió en mano, entregada probablemente por otro emigrante del pueblo, y sobre todo que luego la trajo con ella y la conservó siempre tras su retorno. 

Que sus hermanas le enviaron más postales de Pedroso podemos confirmarlo porque ella también guardó, y por eso ahora las conservamos, otras dos tarjetas que muestran las fiestas de Pedroso, una fechada en 1913, delante del Patrocinio, y otra en 1915, delante del Ayuntamiento, y que -justicia poética- sirvieron muchos años después para poder recuperar los trajes originales que llevaban los danzadores, que al cariño y la añoranza que sentía por su querido pueblo Segunda Blasco Torrea, debemos agradecer. 

Pero en la foto que estamos comentado ahora, Julia, a la izquierda, Pilar, a la derecha, y Elisa, en el centro, llevan sus mejores galas, con ese detalle de las dos mayores con su reloj prendido al pecho o colgando del cuello y un abanico en las manos, que también lleva Elisa. Nuestra abuela lleva falda de cuadros, y Elisa lleva un precioso vestido blanco bordado con muchos encajes. Mira a la cámara con gesto un poco menos hosco que sus hermanas, quizás porque todavía era una niña, y podemos fijarnos también en que le sobresale un mechón en la frente, detalle que la abuela Pilar explicaba porque la tía Elisa debía ser muy trasto, y ella misma se había cortado el pelo con unas tijeras, sin sospechar que esa sería la imagen que quedaría siempre de ella.

Y es que no sabemos mucho más de la tía Elisa, lo cual no resulta demasiado extraño a un siglo ya de su muerte. Sólo ese detalle del cabello cortado que rompe coquetamente la simetría de su peinado, y otra historia que contaba la abuela Pilar sobre ella, que demuestra otra vez que podía ser una niña, sí, pero que tenía su carácter. Al parecer se aburría en la Escuela, que entonces no estaba en la Plaza sino en el Cerradillo. O sea: a un paso de su/nuestra casa. El caso es que alguna vez se escapaba de clase, y al pasar por delante de la puerta donde estarían su madre o sus hermanas mayores, se tapaba los ojos pensando que así los demás no la veían. Cosas de cría...

Nos queda también un pequeño objeto personal suyo, quién sabe si elaborado en la propia fábrica de muebles que hubo en el pueblo, y que la familia conserva a pesar de los distintos traslados y migraciones que en todo un siglo se dieron. Es un banquito de apenas 25x14 cm, sobre el que podemos imaginarnos que la tía Elisa se subiría para mirarse en el espejo mientras se cortaba su mechón rebelde. Quién sabe...

Su muerte debió afectar mucho a su familia, sobre todo a la abuela Pilar, quizás porque era la hermana que menos años se llevaba con ella. Tanto que, cuando se casó con mi abuelo Fermín Viniegra allá por el año 1923, el nombre que escogió para su primera hija fue precisamente el de Elisa. Y hay que recordar que lo más habitual era ponerle el nombre de una de las abuelas, que en este caso eran María Larios Sáez y la ya citada Juliana Torrea Pérez. Pero no: eligió el de su querida hermana desaparecida hacía ya más de tres años. Y esa hija es nuestra madre: Elisa Viniegra Blasco, que nunca ha olvidado que lleva el nombre de la tía que murió el año de la gripe.

 Su retrato, como dije al principio, siempre ha estado en casa. Uno de tamaño folio y otros dos más muy pequeños. El grande era el de la abuela Pilar, los otros dos -muy probablemente- de sus otras dos hermanas: uno de la tía Julia y otro de la tía Segunda. Ambas permanecieron solteras y se dedicaron a cuidar, primero a las hijas e hijos de su hermana Pilar, y luego, ya en Pamplona, también a los de su sobrina Elisa, o sea: a mis hermanos y a mí. Julia murió cuando yo era muy pequeño y apenas la recuerdo, pero a la tía Segunda le debo muchas cosas, sobre todo sus maravillosas historias sobre lo que había vivido en aquellos casi veinte años en Buenos Aires (asistencia a conciertos del famosísimo tenor Enrico Caruso incluida), y un cariño y una paciencia infinitas. Ahora puedo hacerme a la idea del tremendo shock que tuvo que suponer para ella, después de haber vivido tanto tiempo en la capital del mundo en aquella época, regresar a un pueblo de apenas 500 habitantes. Pero los relatos se entrecortan, y no hay forma ya de saber qué le movió a hacerlo. Tengo entendido que fue porque pensó que si no volvía en aquel momento, ya nunca más regresaría, pero el sacrificio personal debió ser aún así muy alto, por más que mis hermanos y yo agradezcamos cada minuto que nos dedicó, y fueron muchísimos...

Segunda Blasco Torrea en Buenos Aires, hacía 1920
¿Pero cómo habría sido la tía Elisa de haber superado aquella terrible gripe? ¿Seria y un poco adusta como sus hermanas Julia y Pilar, o alegre y sociable como Segunda? Pues observando el gesto que mantiene en su retrato, y recordando lo que la abuela contaba de ella, creo que hubiera sido más parecida a su hermana más mayor. Lo que sí es cierto es que, bien mirado, mostrar su retrato en Internet supone ahora darle la oportunidad de volver a vivir un poco, aunque sea de forma virtual

De todas maneras puedo asegurar que algunas veces, sentado en la madera junto a la puerta de nuestra casa en Pedroso, me parece verla doblar la esquina del Cerradillo, y al darse cuenta de que la estoy mirando, se tapa los ojos con su mano como para que no la vea y, conteniéndose la risa, sigue andando y baja por la ribera hasta Vado, donde sus tres hermanas la están esperando ya junto a la fuente. Les digo que miren a la cámara, como hace 105 años. Ahora ya están las cuatro juntas otra vez.

PD: Imposible haber trazado este recuerdo sin los apuntes genealógicos que nuestros padres: Fermín Zuza Zunzarren y Elisa Viniegra Blasco, que tuvieron la curiosidad de preguntar a nuestros abuelos: Fermín Viniegra Larios y Pilar Blasco Torrea, y a las hermanas de ésta:  las tías Julia y Segunda Blasco Torrea, por sus raíces familiares, y sin cuyo trabajo muy probablemente se habrían perdido para siempre.





© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2019