martes, 17 de mayo de 2011

COMO REYES


Fitero, 15 de mayo de 1512

-Iohan, sólo soy un pobre hermano enfermero. No conozco la naturaleza femenina, por mucho que las coplas digan que todos los frailes sabemos de eso mucho más que de rezar maitines. Pero sí sé que la criatura viene en muy mala postura, y tanto ella como tu mujer están sufriendo más y más a cada momento que se acerca el parto. Te recomiendo que vayas urgentemente en busca de la herbolera que vive en las ruinas del castillo de Tudején. Sé que ejerce clandestinamente como comadrona, por más que desde el monasterio recomendemos a las mujeres en cinta que huyan de sus consejos. Pero tú mismo puedes ver que la situación es desesperada y que yo no puedo hacer ya nada más...

Y antes de salir al galope hacia aquellos riscos, entra Iohan en su humilde cabaña, donde su mujer se retuerce gritando de dolor. Seca el sudor de su frente con un paño, y extrae de su bolsillo una pequeña moneda de cobre, que coloca en la mano de su esposa mientras le susurra al oído:

-Aguanta, por favor, Katerina. Enseguida volveré con Endregoto la herbolera, que sabrá ayudarte en este trance. Recuerda cuando nos conocimos: te dije que teníamos nombre de reyes, y tú me entregaste esta moneda, que lleva sus iniciales grabadas, para que no olvidara que algún día llegaría también un príncipe a nuestras vidas. Eso está a punto de ocurrir. ¡Aguanta sólo un poco más!

-¡Corre, Iohan, corre! -le grita el monje- ¡Cada instante es precioso!

Pero cuando llega a Tudején, la morada de la que todos en el pueblo consideran bruja, está revuelta y abandonada. Un pastor le informa que una partida de castellanos, de ésas que tanto abundan en los últimos tiempos, se ha llevado a Endregoto a su tierra. Parece ser que con ánimo de entregarla al Tribunal de la Santa Inquisición en Calahorra...

No le resulta seguir las huellas que los invasores han dejado, y apenas una hora después los divisa desde un altozano. Son cuatro, además de un enjuto dominico que va montado en una mula. Ha escuchado en Fitero a varios de esos fanáticos predicadores, sabe que es inútil intentar razonar con ellos, así que saca la espada de su vaina, besa la cruz que forman los arriaces con la hoja, y se lanza en tromba sobre los sorprendidos alguaciles. Dos de ellos apenas tienen tiempo de levantar su cabeza antes de sentir el golpe mortal en sus cuellos. El tercero opone algo más de resistencia con una daga que acaba por romperse ante la desesperada acometida de Iohan, que de un tremendo mandoble arranca el brazo del cuerpo de su adversario. El cuarto sale corriendo dejando sólo al fraile, que a pesar de todo no suelta las cuerdas que aprisionan a la vieja herbolera, que le mira con el agradecimiento de quien se siente salvada.

-¿Quién soís vos, algún enviado del Infierno para rescatar a esta pecadora? ¡Pues sabed que esto es ya Castilla, y que este ataque os convierte en reo de traición al rey Fernando y a Dios!

-El nombre de mi rey y señor es Iohan. Y en cuanto a Dios, esperaré a ver en qué termina el día de hoy para decidir si yo le he traicionado a él, o ha sido él quien me ha traicionado a mí...

-¡Blasfemia! ¡Anatema!

-No entiendo esa palabrería. Pero si no soltáis a la vieja, acabaréis tan muerto como vuestros escoltas, a quienes no se les había perdido nada en reino ajeno. ¿Consideráis que estáis en paz con Dios o preferís dejarnos marchar?

Y el resentido fraile, no sin antes amenazarles con todas las condenas infernales que su tonsurada cabeza puede recordar, les ve alejarse velozmente hacia la frontera mientras les grita que volverá, y que traerá consigo a todas las tropas que pueda reclutar en Calahorra para castigarles. A ellos y a todo el impío reino de Navarra, que se resiste a aceptar la autoridad del Santo Tribunal...

El sol está cayendo ya cuando entran en Fitero. Han pasado sólo cinco horas, pero a Iohan le han parecido una eternidad. Teme que aquél cerril dominico y sus ganas de encender hogueras se hayan entrometido fatalmente en su vida...

Un silencio espeso reina en su hogar, donde al entrar sólo ve al hermano enfermero llorando arrodillado delante del lecho, cuyas sábanas están cubiertas de sangre...

-Lo siento Iohan, no pude hacer nada. Ni creo siquiera que la herbolera hubiera podido ayudarla, aunque eso sólo Dios puede saberlo...

Endregoto, que ha levantado los paños que cubren a Katerina, corrobora la opinión del fraile mientras posa sus manos sobre el abultadísimo vientre de la fallecida, para confirmar que ni aún abriendo en canal a la mujer, hubieran podido sacar de allí con vida al niño, una de cuyas piernas asoma del seno materno, como espeluznante testigo de lo allí ocurrido...

Y pasan los tres toda la noche empleando las grandes calderas de agua caliente que iban a servir para ayudar a traer vida, en preparar el cuerpo de Katerina para su último viaje. Y a pesar de que lo intenta, no puede Iohan arrancar de la rígida mano de su esposa la moneda que lleva sus dos iniciales grabadas. Así que se la entrega definitivamente para que pueda pagar al barquero el paso a la otra orilla. Y tras besar sus labios yertos, cubre su cabeza con un pañuelo de hilo muy blanco, para que la tierra no pueda manchar el rostro que tantas veces besó...

Pero antes de cerrar la fosa pide al fraile que bautice a la criatura. Y aunque no es una petición muy ortodoxa, no se atreve aquél a negar la vida eterna a un alma inocente. Así que con la misma agua que ha servido para amortajarle, procede también al sacramento. Y cuando pregunta al padre qué nombre quiere ponerle, Iohan contesta:

-Nuestro príncipe se llama Enrique, ¿no es cierto? Pues nuestro hijo también se llamará igual.

Y con la última oración funebre, a la que ni Iohan ni la herbolera responden nada, monta en su caballo y toma de nuevo el camino de Castilla. Sólo le oyen decir:

-Tengo un asunto pendiente en el camino de Calahorra...

Y mientras se aleja en el horizonte, traza el hermano enfermero la bendición divina en el aire, recitando el "Laus Deo". Y a la vez hace lo mismo la herbolera, pero ella con la mano izquierda, y con los dedos pulgar, índice y medio apuntando hacia abajo, hacia los ígneos dominios del Diablo, al que invoca mascullando el "Ave Satani" . Así que parte el jinete con la protección de todos los poderes que en el Mundo son dados a conocer a los hombres.

Y cuando a las pocas horas avista de nuevo al dominico, es como si todos los ángeles vengadores que creó Dios: los fieles y los rebeldes, se hubieran encarnado en Iohan, cuya espada destella con luz propia e infernalmente celestial, al segar de un tajo la garganta del inquisidor...




PD:
http://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/tudela_ribera/encontrados_monasterio_fitero_los_restos_medievales_una_mujer_fallecida_durante_parto.html


© Mikel Zuza Viniegra, 2011