miércoles, 2 de octubre de 2024

LA VIDA DE ULTRATUMBA DEL REY SALOMÓN EN LA NAVARRA MEDIEVAL

La recientísima reedición del sugerente artículo del gran historiador francés Marc Bloch titulado “La vie d’outre-tombe du roi Salomon” (La vida de ultratumba del rey Salomón), originalmente publicado en 1925, me permite especular también sobre la representación de dicho personaje bíblico en el arte medieval navarro. 


Fijándose en dos leyendas sobre el rey de Israel recogidas en dos obras separadas por siglo y medio: la inglesa Vida de San Eduardo y la francesa Historia de Carlos VI, a Bloch le llamó la atención que en ambas se asegurase que Salomón, a pesar de ser a quien Dios concedió más sabiduría y quien edificó el Templo de Jerusalén, por haber caído al final de sus días en la idolatría y –sobre todo- en la lujuria, había sido condenado a no entrar en el Paraíso y a realizar penitencia por sus pecados.

En efecto, la citada Vida de San Eduardo el Confesor data de entre 1161 y 1250, y se conserva en la Universidad de Cambridge. En ella aparece interpolada esta curiosa historia:

"Dos peregrinos ingleses de vuelta de Jerusalén, ampliaron su viaje hasta el monte Sinaí. No lejos de allí, al pie de las montañas, fluía un río que nacía en el Paraíso, el Eufrates, por lo que decidieron remontar su corriente para buscar su origen. Tras muchas jornadas llegaron ante un muro infranqueable, de largura y altura infinitas. Sin embargo, vieron un arco sobre el río, debajo del cual las olas rugían violentamente, así que decidieron arrojarse a las aguas en aquel mismo punto y llegaron entonces a un bosque muy sombrío, en el que destacaba un enorme palacio en ruinas, con todas sus habitaciones vacías hasta que llegaron a la última, donde encontraron a un personaje de noble aspecto y agradable semblante, que les acogió con amabilidad y les informó de que pasado el bosque hallarían la ciudad de los reyes, llena de todas las delicias de la Salvación y la Vida eterna. Ellos le preguntaron entonces quién era, y él les dijo que descendía de la estirpe de David, porque era el rey Salomón quien, habiendo provocado la cólera de Dios, estaba obligado a hacer penitencia hasta el día del Juicio Final".

Casi siglo y medio después, en 1431, Jean Jouvenel des Ursins, obispo de Beauvais, escribió una Crónica del reinado de Carlos VI, y al llegar al año 1403 cuenta lo siguiente:

"Un hombre que vivía en París quería invocar al Diablo para hacerle unas trascendentales preguntas que, desafortunadamente, la fuente no aclara. Le aconsejaron que viajase hasta “la salvaje Escocia” para encontrarse con el demonio. Hizo el viaje, y en aquel misterioso país halló al fin a una anciana que le aseguro que podía conseguirle cita con el señor de las tinieblas. Le llevó entonces a un viejo castillo en ruinas, que sobre el muro tenía un saliente bastante grande. La bruja le ordenó que se quedara allí quieto, hasta que viese llegar a un hombre de color tan negro “como los moros de Mauritania”, y que él respondería a todas sus preguntas. Mientras esperaba tal visita, vio que sobre dicha ménsula o saliente aparecía de repente una caja en la que había una persona desnuda. Y entonces vio venir más de mil cuervos, que desmembraron a aquella pobre persona, y se comieron toda su carne, dejando sólo los huesos. Y esto hecho, fue metido de nueve en la caja y se lo llevaron.

Cuando llegó el Demonio, lo primero que el viajero le preguntó fue que quién era aquel desdichado, a lo que contestó que era el rey Salomón. Entonces le preguntó también si es que tan sabio monarca estaba condenado al Infierno, respondiéndole el Diablo que no, pero que cada día –hasta el fin del mundo- sufriría semejante castigo".

¿Por qué un personaje bíblico tan importante como el rey Salomón, supuesto autor de algunos de los libros más importantes de la Biblia, pudo ser considerado en la Edad Media como no lo suficientemente digno de ser salvado? Quizás por lo que cuenta el Libro de los Reyes:

Cuando Salomón llegó a la vejez, sus mujeres hicieron que volviese su corazón hacia deidades paganas, abandonando al verdadero Dios, al contrario que hizo su padre, el rey David. Fue por esto por lo que el Señor se indignó contra Salomón, porque él había dejado de adorarle, a pesar de que le había concedido la mayor sabiduría con una sola condición: que nunca abjurase del Dios de Israel”.

Sí, ahí debió estar el origen de las suspicacias de tantos doctores y exégetas cristianos que dudaron muy seriamente de las posibilidades de salvación eterna de alguien que, como Salomón, había caído en la idolatría precisamente debido a la tentación de la carne, el pecado más imperdonable para la mentalidad de los eclesiásticos medievales, que a pesar de ello lo consideraron también ancestro del propio Cristo, como aseveraba la genealogía inserta en el Evangelio de San Mateo.

Entre medio de esos dos sorprendentes testimonios que hemos visto, muchos otros autores se ocuparon de la figura del rey Salomón, siendo probablemente el más importante de todos ellos Dante Alighieri, que frente a aquellos que le negaron la gloria eterna, sí que lo situó morando en el Paraíso en su Divina Comedia.

Pero es sin duda en las representaciones artísticas de aquel tiempo donde mejor podrá verse esa dicotomía entre el Salomón merecedor del Cielo o el Salomón condenado al Infierno. Sobre todo, en las correspondientes a un tema de mucho éxito en la época: la Anástasis o el descenso de Cristo a los Infiernos tras su resurrección para liberar las almas de los justos del Antiguo Testamento que habían vivido antes de la llegada del Mesías.

Es un tema que no aparece en la Biblia, pero si en apócrifos muy difundidos en la Edad Media, al principio en Oriente, como el Evangelio de Nicodemo, de donde pasaría a textos fundamentales de la hagiografía y la historia occidentales como la Leyenda Aurea de Jacobo de la Varágine o el Speculum de Vicente de Beauvais. De allí pasaron asimismo a los Misterios que representaban teatralmente escenas de la Historia Sagrada, con especial predilección por las de la Pasión de Cristo.

Cronológicamente, en el arte bizantino son muy numerosas las escenas de la Anástasis, en las que se forja la iconografía que luego se extenderá también a Occidente, según la cual Cristo libera a Adán y Eva “tirando” de ellos o al menos dándoles la mano para sacarlos de la morada infernal donde se encuentran. Pero a partir del siglo XI se añade un motivo accesorio que acabará convirtiéndose casi en inmutable: la presencia cerca del Redentor de dos personajes coronados, que los historiadores reconocen casi unánimemente como David y Salomón. De esta manera los artistas y quienes encargaron la obra dejaban clara su fe en que ambos monarcas hebreos se habían salvado. 

Mosaico del monasterio de Osios Loukas (Grecia) Siglo XI

Pero en Occidente, según Marc Bloch, eso no parecía quedar tan claro, como demuestra la Anástasis representada en el Beato de Girona, realizado hacia 975, magníficamente estudiada por Joaquín Yarza, pero que Bloch no debió conocer, donde no aparecen representados justos con corona.

Beato de Girona - Siglo X  
 

Y tampoco en Francia, donde en las Anástasis representadas en los monumentos que nos quedan del siglo XII, tras Adán y Eva sólo aparecían representados personajes sin caracteres distintivos. 

Catedral de Ravello

Italia es un caso distinto, porque al hallarse mucho más sometida al influjo bizantino, posee ejemplos que siguen su módelo, como el tímpano de la catedral de Bitonto, esculpido hacia 1200, o las puertas de bronce de las catedrales de Trani, Ravello y Monreale, realizadas por Barisanus de Trani entre 1175 y 1186, en cuyos descensos a los Infiernos aparecen representados David y Salomón.

No obstante, en la contemporánea catedral de Benevento, que parece servir de precursora a todo Occidente en este peliagudo asunto salomónico, se muestra ya un solo rey, lo mismo que ocurrirá un siglo y medio más tarde en la Anástasis pintada por Andrea Bonaiuti en la capilla dei spagnuoli de Santa María Novella de Florencia, donde ocurre lo mismo.

Anástasis en Santa María Novella
 

No hay duda de que se trata del rey-profeta David, porque su salvación tras el descenso de Cristo a los Infiernos quedaba atestiguada por el citado Evangelio de Nicodemo, que no menciona en ningún caso a Salomón, lo que hizo de paso que el rey sabio tampoco apareciera representado en los exitosos Misterios teatrales que tanto auge cobraron durante los siglos XIV y XV en Occidente. En todo caso, el Gótico supuso también la adopción de nuevos códigos de representación teológica e iconográfica, pues el Descenso de Cristo a los Infiernos ya no suponía sólo la resurrección para él y para los justos veterotestamentarios, sino para todos los fieles. De ahí que en la gran mayoría de los casos ya no se representase a los liberados con distintivo alguno.

Dicho todo esto, recordemos que Marc Bloch publicó su artículo en 1925, y que no tuvo por tanto acceso a muchas otras representaciones artísticas que quizás le hubiesen hecho cambiar de opinión en ciertos aspectos.

Porque si hubiera podido conocer los ejemplos navarros de este tema, hubiese podido comprobar que al menos en varios de los de época románica, se siguió fielmente el modelo bizantino. Como por ejemplo en el claustro de la catedral de Tudela, construido entre 1185 y 1200, donde la Anástasis aparece en uno de los capiteles, y donde además de Adán y Eva podemos ver dos cabezas coronadas: David y Salomón. 

 

Anástasis en el claustro de la catedral de Tudela 


Y si bien es cierto que en ejemplos anteriores, como en la esquemática metopa de la portada de San Martín de Artaiz:

 

 o en el muy deteriorado capitel del claustro de San Pedro de la Rúa de Estella:


no aparece nadie coronado, si volvemos al foco tudelano, entendiendo que era allí donde residía normalmente la familia real, contamos con el ejemplo de las maravillosas biblias realizadas por Ferrando Perez de Funes entre 1197 y 1199 para Sancho el Fuerte y, quizás, para sus hermanas Berenguela o Blanca, donde podemos ver que la Anástasis aparece muy bien representada.

Así, en la conservada en Amiens podemos ver a dos reyes, que serían lógicamente David y Salomón:

 

Y en un alarde de originalidad del autor navarro, en la conservada en la Biblioteca de la Universidad de Augsburg podemos contar nada menos que…

 

¡Tres reyes!, lo que desde luego abre un interesante enigma sobre la posible identidad de ese tercer rey que acompañaría en el Infierno a David y a Salomón.

Teniendo en cuenta que la Biblia que hoy se conserva en Alemania fue un encargo posterior a la que se conserva en Amiens, y que quizás el geniudo Sancho metió prisa al pobre Ferrando para que acabase pronto el segundo ejemplar y poder así regalárselo a su hermana Blanca, que iba a casarse con el conde de Champaña, ¿podría ser ese tercer rey representado una irónica venganza del apremiado ilustrador, que se habría atrevido a situar a su patrón en el Infierno? Al fin y al cabo, Cristo terminaba por liberarlo luego de sus penas, así que no supondría demasiada afrenta. Lo cierto es que Ferrando no volvió a colaborar nunca más con el irascible monarca navarro, prefiriendo la tranquilidad de su canonjía en Calahorra al complicadísimo puesto –tratándose de un reino tan pequeño como el nuestro, siempre apetecido por Castilla y Aragón y ninguneado por el Vaticano- de canciller del rey de Navarra.

Pero quizás la explicación más sencilla al misterio de los tres reyes condenados nos la proporcione el Talmud, la obra que recoge multitud de normas, tradiciones e historias judías, elaborada en las academias rabínicas de Jerusalén y Babilonia, en cuya parte más antigua, o Mischná, podemos leer una leyenda que asegura que todo Israel compartió la vida eterna, salvo grandes pecadores de su historia, entre los que había precisamente tres reyes: Jeroboam, Acab y Manasés, que se habían rebelado contra Dios, adorando ídolos e incumpliendo sus mandamientos. Así que podría ser que fueran ellos los representados en esta Biblia de Sancho el Fuerte, y que ello demostrase de paso la posible relación que tuvo que tener Ferrando Pérez de Funes con sabios hebreos para componer su obra, indispensable para reflejar fielmente tantos y tantos pasajes bíblicos del Antiguo Testamento como aparecen reflejados en sus dos biblias.

Biblias que tuvieron, por así decirlo, una tercera hermana, pues una adaptación de las mismas, hecha ya en estilo gótico y probablemente para la reina Juana II de Navarra, por lo tanto ciento cincuenta años después de las originales, que se elaboraron entre 1197 y 1199, se conserva hoy en día en la Biblioteca Pública de Nueva York, pero como hemos dicho, en esa época la Anástasis ya no solía representar personajes señalados, más allá de los consabidos Adán y Eva:


 

Esto es algo que puede verse también en la portada de San Cernin de Pamplona


En la portada del Arcedianato de la Catedral de Pamplona


 O en la del Santo Sepulcro de Estella


Otra posible explicación a ese tercer rey en el Infierno de la biblia de Augsburgo podría ser que a las figuras “canónicas” de David y Salomón, su autor decidiera unir la del ya citado Manasés, un rey que, aunque abandonó al Dios de Israel para adorar a ídolos extranjeros, terminó por arrepentirse y fue perdonado, por lo que acabaría mereciendo la salvación. Es digno de recordar también que, precisamente con ese mismo rey, fue comparado en su tiempo Carlos II de Navarra, primero por Philippe de Mezieres, que incidió más en el carácter traicionero del rey israelita y luego por Guillaume de Machaut, que en cambio subrayó su arrepentimiento.


Igualmente, por la documentación conservada sabemos que Carlos III el Noble había comprado en 1398 en París un tapiz de Salomón conquistando Bretaña, pero la figura representada no sería el monarca bíblico, sino un rey bretón que vivió en el siglo IX y que fue asesinado y considerado mártir. Como fue también conde de Avranches y Coutances, feudos normandos que siglos más tarde pertenecieron a los Evreux, el rey de Navarra pudo considerarlo un santo familiar. 

En cualquier caso, y para finalizar, quede bien claro que no he querido enmendar la plana a Marc Bloch, un historiador por el que siento una gran admiración (su monumental obra “Los reyes taumaturgos” me fue de mucha utilidad y magisterio para mi “En recta línea”) y que, además, acabó fusilado por la Gestapo por pertenecer a la Resistencia francesa en 1944. 

Al contrario, descubrir este pequeño y desconocido ensayo suyo, que ahora le hace ser considerado un precursor de la Antropología Histórica, me ha abierto otra puerta –en este caso la de los Infiernos- al siempre maravilloso mundo de las imágenes medievales.

Y le estoy muy agradecido por ello. 

 

BIBLIOGRAFÍA: 

-La vie d'outre-toumbe du roi Salomon / Marc Bloch

-La imagen del mal en el románico navarro / Esperanza Aragonés Estella, pags. 47-52. 

-El Beato de Gerona / Joaquín Yarza

 

 

©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2024

miércoles, 21 de agosto de 2024

LA REINA BLANCA DE NAVARRA ¿MIEMBRO DE LA ORDEN DE LA ESCAMA?

La Biblioteca de la institución Morgan de Nueva York conserva un misal castellano decorado (signatura MS M.146)  https://ica.themorgan.org/manuscript/page/3/77071 con varias miniaturas entre las que destacan dos representaciones de armas heráldicas (fols 7r y 121r) que el informe curatorial atribuye -equivocadamente- a Juan II de Aragón y a su mujer, la reina Blanca I de Navarra.

 

 
Fol. 121r

Ocurre que el marido de Blanca no llegó a ser nunca rey de Castilla -ya hubiese querido él- y esas son las armas representadas a la izquierda, y que las insignias que dicho informe atribuye de forma un tanto delirante a la Orden del Hacha (una supuesta Orden catalana del siglo XII, más mítica que real, que no tiene ningún sentido en pleno siglo XV castellano) son en realidad las de la Orden de la Escama, fundada entre 1410 y 1420 o bien por el propio Juan II de Castilla o bien por su tutor-regente, el infante Fernando de Antequera, a la sazón padre del infante Juan de Aragón.

 

Detalle fol. 121r

El collar de dicha Orden lo describió Jorge de Einghen (caballero alemán que pasó también por la corte pamplonesa del príncipe de Viana) de esta forma: «un collar ancho en forma de escamas de pez». Según A. Fernández de Córdova, las escamas podían entenderse en el siglo XV como "piel de pez", "piel de serpiente" o como la malla metálica que formaba la cota protectora de los caballeros, que es la acepción que explica mejor el sentido de un collar que se identificaba con la pieza de la armadura conocida como "gorguera", y que formada por planchas articuladas protegía el cuello y la parte superior del pecho.

 

Collar de la Orden de la Escama en la tumba de un caballero

de la familia Velasco en Medina de Pomar

En este contexto heráldico, parece que con las escamas (imbricadas unas con otras para reforzar su unión) se pretendió simbolizar la siempre maltrecha unidad familiar de los Trastámara, divididos cada vez más entre los intereses de la rama castellana y la aragonesa- que era la que reinaba también en Navarra por medio de Juan II, el marido de Blanca I, la propietaria y señora natural).

Y ese collar de la Orden de la Escama (dibujado en planta) es el que podemos ver colgando del escudo cuartelado Castilla/León propio del Rey de Castilla Juan II. Con una novedad, que de él cuelga otra divisa particular suya: el Ristre (otra pieza fundamental de la armadura caballeresca), insignia que no adoptó hasta por lo menos el año 1428, por lo que el Misal no puede ser anterior a esa fecha. Al estandarte con las armas de Castilla vemos que también le acompaña probablemente el de dicha Orden de la Escama: una Cruz flordelisada acantonada por 4 Escamas. También podría ser, no obstante, el de la Orden de Santiago, si en vez de Escamas interpretamos que son veneras jacobeas las representadas en las 4 esquinas.

En cuanto a las armas heráldicas del lado derecho, las que supuestamente pertenecerían a doña Blanca I de Navarra, creo que en realidad representan a su marido, Juan II de Aragón, rey de Navarra desde 1425, y que por eso mismo anteponen el cuartelado Navarra/Evreux al cuartelado en aspa de sus emblemas propios: Aragón, Castilla y León, que es exactamente el mismo orden que muestra en su sello personal del año 1426 o el que puede verse en el escudo del claustro de Santa María de Olite


Vemos que están soportadas por dos lebreles (el emblema heráldico de los reyes de Navarra de la dinastía de Evreux) y que la preciosa cimera está coronada también por el mazo de plumas de pavo real propio de los reyes de Navarra, flanqueada a la derecha por el collar de hojas de castaño de la Orden navarra de Bonefoy (fundada por Carlos III el Noble), y a la izquierda por lo que evidentemente es el collar-gorguera ya descrito de la Orden castellana de la Escama, sólo que dibujado esta vez en perspectiva y no en planta, como el que acompaña a las armas del rey de Castilla. Es una de las mejores representaciones gráficas, por cierto, que de él nos quedan.

 

Armas y divisas heráldicas de Juan II de Navarra o de su mujer,

la reina propietaria Blanca I


 Detalle del collar de la Orden de Bonefoy

 

Detalle del collar de la Orden de la Escama

Quizás lo representado en el Misal sea por tanto una de las múltiples y breves treguas que en esos años previos a la guerra castellano-aragonesa de 1429 (que tanto afectó también a Navarra por culpa del marido de doña Blanca I) se hicieron entre el rey de Castilla y los Infantes de Aragón, durante la cual Juan II de Castilla habría concedido la Orden de la Escama a su homónimo Rey de Navarra, que como vemos ostentaba y hacía gala también de todas las insignias y divisas propias de los Evreux, a quienes paradójicamente, pocos años después, y en la figura de su propio hijo, el príncipe Carlos de Viana, se complacería en perseguir y eliminar.

No me consta que en la Orden de la Escama se admitieran damas, lo que reforzaría la hipótesis de que las armas representadas en el Misal son las de Juan II de Aragón (como rey de Navarra) y no las de la reina, Blanca I.

No obstante, si optamos por adjudicarle esas armas a ella, y damos por lógico que fueran las de la reina propietaria las armas representadas, y que por esa misma razón aparecerían todas sus divisas propias (entre las que en este caso concreto se incluiría también la Orden castellana de la Escama), no me resisto a incluir la posibilidad, basándome en las fotos más antiguas que conozco de la estatua de Blanca en el claustro de Santa María de Olite (la que aparece en el 5º tomo del Arte Medieval de Uranga e Iñiguez y la del libro de Steven Janke), en las que todavía se aprecian detalles que hoy en día ya no pueden percibirse, de que sea ese collar-gorguera de la Orden de la Escama lo que llevase -hasta que la erosión y la dejadez lo borró para siempre- la legítima reina propietaria de Navarra.Tampoco resultaría tan extraño porque al fin y al cabo conocemos varias iniciativas diplomáticas llevadas a cabo por ella misma personalmente en Castilla.

 

Foto más antigua de la estatua de Blanca de Navarra en

el claustro de Santa María de Olite (c.1432)

 

Foto un poco posterior, para el libro de Steven Janke

Estado actual

La foto de Jose Esteban Uranga es la más antigua, y todavía se ven mejor las extrañas placas imbricadas que cubrían el cuello y el arranque del pecho de doña Blanca en Santa María de Olite. Desde luego se parecen bastante a las escamas que enmarcan las armas heráldicas de Juan II en una chimenea de la cartuja de Miraflores o las que coronan las torrecillas circulares de la torre de Juan II en el Alcázar de Segovia.

 

Chimenea con decoración de escamas en la Cartuja de Miraflores

Torrecillas con escamas en el alcázar de Segovia

¿Podría ser entonces efectivamente el collar de la Orden de la Escama el que lleva Blanca, como el que aparece en el citado Misal de la Morgan Library? Si dicho libro no puede ser anterior al año 1428, ya que aparece también el ristre como divisa personal de Juan II de Castilla, y del claustro de Santa María de Olite sabemos que estaba en construcción en 1432, así que probablemente las obras comenzaron antes, las fechas podrían coincidir.

No me resisto de todas formas a poneros también una imagen del gigante construido por el gran Aitor Calleja para la comparsa Perrinche de Tudela, inspirado en la estatua olitense, y así podréis ver también a todo color la talla de la que os hablo.

Gigante de doña Blanca de la Comparsa Perrinche de Tudela
 
 

 
 
BIBLIOGRAFÍA: 

2 artículos de Álvaro Fernández de Cordova:

Las divisas del rey: escamas y ristres en la corte de Juan II de Castilla 

El cordón y la piña. Signos emblemáticos

 

® MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2024