martes, 16 de diciembre de 2025

ENCADENADO

 

Visitando hace poco la estupenda exposición sobre Carlos III el Noble en el Archivo de Navarra, reparé en una fotografía aumentada de su gran sello, fijándome en un detalle muy concreto que hasta entonces me había pasado desapercibido.


En efecto, y copiando literalmente su descripción del maravilloso libro "Sellos Medievales de Navarra", se trata de una representación ecuestre vista por su lado derecho. En el escudo, sobreveste, cubiertas y testera del caballo las armas cuarteladas de Navarra y de Evreux. Yelmo coronado, con mantelete de las mismas armas y cimera: cuba con las mismas armas y monte de plumas de pavo real. En los arzones, las armas de Navarra. Bajo el caballo, un lebrel.

+S ‘ KAROLI DEI GRACIA NAVARRE : REGIS ET : DUCIS : NEMOSENSIS

Cuelga del Privilegio de la Unión de la ciudad de Pamplona, datado por tanto el 8/9/1423, pero sabemos también que su matriz fue elaborada originalmente para el segundo Gran Sello de su padre Carlos II (que es de suponer se inspiraría en su primer Gran Sello), en Zaragoza en 1385 por Concelin Blanc de Estrasburgo, y reformada luego para Carlos III en 1387 por Jean Boneau. Entre ambos modelos, podemos ver que Carlos III cambió su propia intitulación: de conde de Evreux a duque de Nemours, pero también hizo incluir el detalle que me llamó la atención: una “cadena”, que podemos ver que no llevaba su padre en su primer Gran Sello propio:

 

Y recordemos, gracias al hallazgo documental del profesor José Marcos García Isaac en el Archivo de la Corona de Aragón, del que ya me ocupé en

https://cronicasirreales.blogspot.com/2020/04/la-empresa-y-divisa-de-la-cadena-de.html 

esta otra sorprendente noticia heráldica, según la cual Violante de Bar, duquesa de Gerona (la princesa heredera de Aragón) dirigió este mensaje el 19 de septiembre de 1386 a su primo hermano, el entonces todavía infante heredero de Navarra, futuro Carlos III:

“…Molt car cosi, en aquestes parts ha cavallers e scuders molts, qui desigen esser de la vostre empresa e divisa de la Cadena. Perque molt car cosi, nos pregam, affectuosament, que la dita empresa, ab copia dels capitols e ordinacions, nos vullats trametre, ab tot poder, en manera que nos la puxam donar per vos aci, a aquells que semblant nos sera…

Traducido: 

“…Muy querido primo: en estos lugares hay muchos caballeros y escuderos que desean formar parte de vuestra Empresa y divisa de la Cadena. Por lo cual, muy querido primo, os rogamos afectuosamente que queráis transmitirnos fielmente dicha empresa, con la copia de sus capítulos y ordenamientos, de manera que podamos entregárselas aquí a aquellos que mejor nos parezca…”

 Fuente: Archivo de la Corona de Aragón, Real Cancillería, reg. 1819, f. 63v.

El documento es bien claro: desde la corte de Aragón se pide en septiembre de 1386 al infante de Navarra que les envíe el reglamento de su Empresa y divisa de la Cadena, nuevo y desconocido voto caballeresco, creado por Carlos III.

¿Será esa CADENA que Carlos III hizo incluir en su sello la misma de la “empresa y divisa” a la que se refiere el documento de la princesa aragonesa? Hay que tener en cuenta que una EMPRESA era un voto caballeresco (que consistía en abstenerse de una cosa determinada o en exteriorizar con cualquier detalle llamativo o singular hasta haber combatido en un hecho de armas bajo determinados capítulos previamente fijados.

Así que vamos a suponer que el del príncipe Carlos estaría dirigido a su esposa, Leonor de Trastamara, y que sería expresado por esa cadena, que tanto representaría el amor que sentía por ella como sus propias armas heráldicas.

Es decir: que Carlos llevaría una cadena –probablemente de oro- bien visible, un día de la semana concreto o durante una temporada, esperando que otros caballeros vinieran a “liberarle” luchando contra él en una justa, según los “capítulos y ordenamientos” que había redactado y que fueron los que le solicitó para publicarlos la condesa de Girona, y que esos otros caballeros pudieran conocer, y en su caso aceptar, las condiciones.

Como el documento lleva fecha de 1386, esa sería la primera mención conocida a una “CADENA”, que también haría alusión, evidentemente, a las armas de Navarra, pues sí que conocíamos que fue en la corte de Carlos III donde se dio el cambio de nombre del emblema: de carbunclo a cadenas, sólo que hasta ahora se pensaba que la mención más antigua a dicha transformación fue en la “Genealogías de los Reyes de Navarra” o “Genealogía latina”, redactadas hacia 1400 en la corte de Carlos III, y donde podemos ver la descripción de las armas de Sancho el Fuerte: 

“Iste Sancio ferebat in armis campum rubeum e catenas dauratas et similiter sucessorum”.

Ahora bien, hay que tener en cuenta también que de ese tipo de cadenas eran utilizadas sobre todo para no perder las armas en pleno combate, y por eso pueden verse representadas en multitud de sellos y efigies sepulcrales de nobles y reyes de la época (sin ir más lejos, en los de los tres reyes de Navarra y Francia entre 1314 y 1328: Luis el Hutín, Felipe el Luengo y Carlos el Calvo, y luego también en los de Felipe III de Evreux -1328-1343). Un caballero podía llevar encima hasta cuatro. No está claro cómo evitaban enredarse con ellas. Sin embargo, la mayoría se contentaba con dos: una desde la daga y otra (de la que estamos tratando ahora mismo) desde la empuñadura de la espada hasta la coraza. La tercera cadena servía de adorno para el yelmo.

Es difícil imaginar que un caballero pudiera pelear sosteniendo en su mano una espada, sujeta a su coraza por una cadena de aproximadamente 1’20 mts (y, a menudo, de oro, es decir, ¡bastante pesada!), pero indudablemente sabían hacerlo.

Dibujo del sello de Carlos III el Noble realizado por el erudito tudelano

 Juan Antonio Fernández, a finales del siglo XVIII, con la Cadena bien a la vista

 

Lo curioso del caso que estoy comentando es que el sello de Carlos II parece demostrar que él no utilizó –como sí habían hecho sus antepasados- esa cadena de sujeción, pero que sí lo hizo su hijo, Carlos III, de quien sabemos además que por esos mismos años –en abril de 1386- estuvo en Zaragoza (el mismo lugar donde Concelin Blanc había confeccionado la matriz del segundo gran sello de su padre tan sólo un año antes) con los duques de Gerona, que son quienes apenas cinco meses después –en septiembre- le piden que les envíe los capítulos de su “empresa y divisa de la cadena”, cadena que hasta ahora podíamos pensar que nació efectivamente en la corte de Carlos III el Noble, hacia 1400, con esa mención a las armas de Sancho el Fuerte, corroborada luego por el Privilegio de la Unión de la Ciudad de Pamplona dictado por el mismo rey en 1423, donde habla bien claro del “renc de cadena” que irá alrededor de las nuevas armas heráldicas de la población unificada.

Pero ahora podemos estar seguros de que la cadena rondaba (y adornaba su brazo) al menos desde 1386. Y ese documento aragonés sería desde luego la primera mención conservada a la inquietud heráldica que llevó al rey de Navarra a cambiar el radiante carbunclo pomelado de sus armas por las cadenas que habría ganado su lejano antepasado Sancho VII el Fuerte en las Navas de Tolosa. Todo fuera por prestigiar aún más su Reino frente a las otras Cortes reales de la Cristiandad.

Y todo esto, sólo fijándome en el pequeño detalle de un sello. No tengo remedio… 

 


 

 ©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2025

 

 

jueves, 27 de noviembre de 2025

HERMANDAD

Para no dejar morir mi blog, y que al menos este año 2025 tenga una entrada, voy a recuperar un tema del que ya he escrito mucho, el de las portadas prácticamente iguales de Larrangoz, Lizoain, Redín y Ardaiz, todas ellas labradas en el primer tercio del siglo XIV, y todas ellas con su caballero a un lado y su águila atrapando una liebre al otro. 

 Para saber de qué hablo o para refrescar el tema, lo mejor es acudir a mi entrada del año 2019 titulada Cuatro eran cuatro:  

https://cronicasirreales.blogspot.com/2019/12/cuatro-eran-cuatro_12.html 

En ella que hice un extenso recorrido por este asunto que, muy esquemáticamente podría resumir en que creo que esos caballeros que llevan –o llevaban, porque están hechos puré los pobres…- una cruz potenzada en su escudo, y que además acompañan invariablemente a un emblema tan particular como el del águila atrapando una liebre, representarían a Johan Martínez de Medrano, regente del reino junto con el alférez Corbarán de Lete en el trascendental año de 1328, cuando las Cortes reunidas en Puente la Reina decidieron destituir al gobernador del rey de Francia en Navarra y ofrecer la Corona de los Sanchos a Juana de Navarra –la hija de Luis el Hutín, el único rey francés que había venido a Navarra a jurar los Fueros- y su marido Felipe de Evreux.

ARDAITZ

 Basaba mi conjetura –reconozco que no hay documento ninguno que una a dicho caballero con los valles de Longuida o Lizoain- en que fue además alcaide de Corella, cuyo primer sello, que data de aquella misma época, muestra precisamente un águila cazando una liebre. 

 

Esto es: le daba yo un sentido exclusivamente heráldico y no sólo alegórico-religioso (muchos autores defienden que dicho emblema sólo representa las asechanzas que por parte del maligno sufre el alma humana), porque que ese componente simbólico no es el único de estas piezas queda demostrado si consultamos el Libro de Armería del reino de Navarra (de mediados del siglo XVI, pero copia de uno mucho más antiguo) y vemos que allí el águila de Larrangoz o bien acabó representando las armas heráldicas de su palacio, o bien ese sentido heráldico era el único que quería reflejar quien ordenó que se tallase en la portada de aquel templo.

Pero todo esto ya lo he dicho muchas veces, así que era hora de hacer una nueva aproximación, y a ello dediqué parte de este último verano, que empleé en visitar una serie de localidades donde o bien no había estado personalmente, o bien lo había hecho hace tanto tiempo ya que creo que todavía era regente don Johan Martínez de Medrano. 

Porque resulta que el águila y la liebre no campearon, durante ese primer tercio del siglo XIV navarro, solamente en varias iglesias erigidas en el corazón de la merindad de Sangüesa, sino también en muchas construidos en el de la de las Montañas, que era como se denominaba entonces a la de Pamplona. 

En efecto, y partiendo desde la capital, pero no desde cualquier sitio, sino desde la catedral, en cuyo claustro aparece el símbolo nada menos que tres veces. En la puerta de la capilla Barbazana, en la galería Este: 

 

 
en un capitel doble de la galería Este: 
 
 
 

 y creo que también en una ménsula del Refectorio, aunque está tan hecha polvo -literalmente hablando- que no puedo asegurarlo: 

 

Por cierto, tanto la galería Este como el Refectorio podrían datarse en los años anteriores y próximos a 1335, fecha del mural de Johan Oliver que presidía aquel salón, y que ahora puede verse en el Museo de Navarra, así que encajan con los años en que Johan Martínez de Medrano jugó tan importante papel político en Navarra. De hecho, en la bóveda de dicho Refectorio campean todavía hoy sus armas: 

 


 El caso es que me llegué en primer lugar hasta Añezkar, cuyo templo muestra en su portada la consabida águila atrapando una liebre:

De ahí pasé a Otxobi, cuyo templo cuenta con un precioso pórtico donde el emblema aparece no una sino dos veces. Desgraciadamente ambos muestran los efectos de un incendio, y no están en muy buen estado:
Salté de allí a Larunbe, cuyo pórtico está sin duda emparentado con los otros dos, pues los talló el mismo y peculiar maestro, aunque tengamos la fortuna de que se haya conservado mucho mejor que los otros. Allí campea también dos veces el águila atrapando a la liebre:

 Confieso que entré también en Irurtzun, albergando la esperanza de que la puerta medieval de su iglesia -tan emparentada con la de Aldatz- también incluyera la señal, pero o se ha perdido, o nunca fue tallada en aquel lugar:

 

Seguí camino hacía Basaburua, y allí, en lo más alto del pórtico de la iglesia de Itsaso, hallé de nuevo el emblema que tanto me intriga:

 


 De allí pasé a Aldatz, en cuya iglesia medieval, hoy rodeada por el camposanto, y en su fantástica puerta con sus antiquísimos herrajes, volví a encontrarme con la divisa del águila cazadora:

 Y por indicación de Inma Etxarri, añado aquí también el emblema tallado en la puerta de la iglesia de Lekunberri, que por haber leído yo no sé dónde que era una reconstrucción del siglo XVI tras el incendio de la original, no había incluido previamente. Pero lo más lógico es que replicasen los motivos escultóricos medievales de la puerta perdida: 

 

Sólo me restaba ya alcanzar un último templo más, el de Iribas, donde ya imaginareis quienes me estaban esperando, quizás desde hace casi siete siglos... En efecto: el águila y la liebre:

Lo de siempre tratándose de mí: ¿y qué tiene todo esto que ver con Johan Martínez de Medrano? 

Pues como siempre tratándose de mí: todo (o nada). 

Si os fijáis en la ruta que seguí, fui siempre en dirección hacia la siempre agradable Gipuzkoa. Pero lo que llegaba desde allí hacia Navarra en el siglo XIV no siempre era sidra y tortillas de bakalao, no señor… 

Porque, en palabras del profesor Iñigo Mugueta: 

No obstante, la frontera entre Navarra y Gipuzkoa no se consolidó social ni económicamente en los siglos posteriores a 1200. De tal modo, los linajes oñacinos (cuyo máximo exponente son los Oñaz y Lazcano), con claros intereses ganaderos en los pastos de Urbasa-Andía, Burunda y Aralar, vieron eclipsadas poco a poco las posibilidades económicas que les brindaban estas zonas. La progresiva afirmación de esta frontera y su incipiente delimitación perjudicaron económicamente a estas familias guipuzcoanas, cuya reacción siempre fue violenta. Las medidas navarras adoptadas en consecuencia nunca fueron suficientes para llevar la paz a la frontera. Además, a estos linajes oñacinos se les unieron bandoleros navarros, encartados o acotados, personas fuera de la ley que con sus pequeñas cuadrillas aprovechaban el terreno montañoso y la ausencia de un poder fuerte en la zona para atacar el reino navarro al amparo de los clanes guipuzcoanos. Y así, a comienzos del siglo XIV, una de las zonas más duramente acosadas por el bandidaje fronterizo, la tierra de Aranaz, sufre una gran transformación al crearse una bastida, una ciudad-fortaleza al estilo francés, que despuebla varias aldeas de la zona y reagrupa la población en una ciudad, Echarri-Aranaz. Aun así, nada era suficiente para detener a los “malhechores”, encarnados en el linaje de Lazcano, que en estas fechas cobran tributos llamados “parias” a las comarcas navarras fronterizas. Los enfrentamientos entre los oficiales navarros y los “malhechores”, eran la consecuencia de los robos, quemas de cosechas, asesinatos y demás tropelías que tanto ellos, como los hidalgos guipuzcoanos oñacinos, cometían contra las tierras fronterizas de Navarra. Tras los ladrones de ganado partían los oficiales navarros, los merinos, que se internaban muchas veces en Guipúzcoa y Álava, con los consiguientes problemas que ello ocasionaba.” 

Tras muchos conflictos, alguno tan serio como el desastre de Beotibar de 1321, se produjeron acercamientos oficiales entre ambos lados de la muga, y así, en 1329, se estableció entre navarros y guipuzcoanos la primera “Hermandad de frontera”. 

¿Y quién se empeñó personalmente en ello? Pues precisamente Johan Martínez de Medrano, que en ese momento, ya con los nuevos reyes navarros en su trono, era lugarteniente del gobernador, y que fue quien dio la orden al merino de Pamplona, Juan García de Reta, de acudir a la villa guipuzcoana de Segura con seis compañeros a caballo y quinientos sesenta de a pie para recuperar el ganado robado al monasterio de Santa María de Iranzu por García Ibáñez de Arbizu. Tras recuperar el ganado y entregarlo a los monjes del monasterio fue “requerido” por los “hombres buenos de Guipúzcoa” para que hiciese hermandad con ellos “por si e por su merindad”. El tesorero del reino informa de que esta hermandad había sido pedida por los vecinos de Segura, y que la firmaron estos por una parte y por otra Juan García de Reta y las merindades de Pamplona y Estella. 

El profesor Orella Unzué todavía otorga más protagonismo en la creación de Hermandad a mi perseguido caballero: 

 “Este año de 1329 don Johan Martínez de Medrano, lugarteniente del gobernador de Navarra y a requerimiento de los hombres buenos del consejo de Segura, se llegó hasta la misma villa de Segura con 6 jinetes y 570 peones para recobrar cierto ganado de robado a los monjes del monasterio de Iranzu. Durante los viajes de este año a la frontera por parte de las tropas navarra, fueron requeridas las villas guipuzcoanas de Segura, San Sebastián, Fuenterrabia, Hernani, Tolosa y Villafranca para hacer una hermandad." 

¿Y quiénes estaban invitados a pertenecer a dicha Hermandad por parte navarra?: Pues desde luego todas las localidades de las que voy hablando (Añezkar no aparece citada pero es fronteriza a otras que sí). Y, en total: el valle de Arakil , los pueblos de Atahondo (Atondo), Murco (que ya no existe), Anoz, San Andrés de Lehet, Artiga (que ya no existe), Ochobi, Heritze (Erice), Sandaynna (que no existe), Sarassa, Sarde (que no existe), Sarluz (id.), Andaz (id.; los cinco despoblados pertenecían a la cendea de Iza); los valles de Bullina (Gulina), Utzama (Ulzama), Odieta , Atez , el pueblo de llarregui (hoy este caserío forma parte del valle de Ulzama), el valle de Lana, el pueblo de Eztuniga ( Zúñiga ), los valles de Amescoa, Arana, Larraun, Araiz, Bassaburua mayor, Imoz, Deyerri con el monasterio de Iranzu, Lerín , Bassaburua menor, la tierra de Baztan , los cinco pueblos cercanos al valle de Lerín (Sumbilla, Yanzi, Lesaka, Echalar y Bera), el valle de Anué, el pueblo de Lanz, los valles de Ezcabart ( Ezcabarte ), Olabe (este valle se llama hoy oficialmente por su nombre genuinamente vasco Olaibar ; Olabe es uno de sus pueblos), Oyllo (Ollo), San Estéban (este es el valle de Santésban de la Solana, en la Merindad de Estella), Burunda, Araynnaz (Aranáz), los pueblos de Bernedo y sus aldeas, Aguilar, Hussanavilla (Genevilla), Cabredo con sus aldeas, Torralba , los valles de Ega, y La Berrueza.” 

Puestas así las cosas, y si mantenemos la identificación de la divisa del águila atrapando la liebre con Johan Martínez de Medrano, que yo llevo tantos años defendiendo, podríamos pensar también que esos 7 ejemplos de Añezkar, Otxobi, Larunbe, Itsaso, Aldatz, Lekunberri e Iribas constituirían una poderosa señal para los malvados Oñazes y Lazkanos de que aquellas localidades pertenecían a la recién creada Hermandad de Gipuzkoa y estaban por tanto bajo la protección del magnífico caballero –que no en vano había sido casi rey de Navarra durante un año, entre 1328 y 1329- don Johan Martínez de Medrano, y que era mejor pasar de largo por ellas y no atacarlas. 

De hecho opino que todas las iglesias medievales de aquella zona, siempre tan expuesta a los ataques gipuzkoanos, llevarían originalmente ese emblema tallado en sus portadas, pero como aquellos templos se fueron renovando con los siglos, ahora no conservamos más que contados ejemplos exclusivamente medievales para demostrarlo.  

Sí, ya sé, no tengo pruebas, como en el caso de Larrangoz, Lizoain, Redín y Ardaitz, pero a estas alturas, y con tantos años jugándome los cuartos con don Johan Martínez de Medrano, sólo expresar la hipótesis ya me deja más que satisfecho, así que creo que sí: ese emblema está relacionado muy estrechamente con Johan Martínez de Medrano y en su época todos lo sabían. 

Espero que os haya gustado este viaje tanto como a mí, y desde luego os animo a recorrer tanto la ruta original, alrededor de mi querida Izaga, como la nueva, ahora que la frontera con Gipuzkoa está mucho más tranquila que hace siete siglos… 

© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2025

miércoles, 2 de octubre de 2024

LA VIDA DE ULTRATUMBA DEL REY SALOMÓN EN LA NAVARRA MEDIEVAL

La recientísima reedición del sugerente artículo del gran historiador francés Marc Bloch titulado “La vie d’outre-tombe du roi Salomon” (La vida de ultratumba del rey Salomón), originalmente publicado en 1925, me permite especular también sobre la representación de dicho personaje bíblico en el arte medieval navarro. 


Fijándose en dos leyendas sobre el rey de Israel recogidas en dos obras separadas por siglo y medio: la inglesa Vida de San Eduardo y la francesa Historia de Carlos VI, a Bloch le llamó la atención que en ambas se asegurase que Salomón, a pesar de ser a quien Dios concedió más sabiduría y quien edificó el Templo de Jerusalén, por haber caído al final de sus días en la idolatría y –sobre todo- en la lujuria, había sido condenado a no entrar en el Paraíso y a realizar penitencia por sus pecados.

En efecto, la citada Vida de San Eduardo el Confesor data de entre 1161 y 1250, y se conserva en la Universidad de Cambridge. En ella aparece interpolada esta curiosa historia:

"Dos peregrinos ingleses de vuelta de Jerusalén, ampliaron su viaje hasta el monte Sinaí. No lejos de allí, al pie de las montañas, fluía un río que nacía en el Paraíso, el Eufrates, por lo que decidieron remontar su corriente para buscar su origen. Tras muchas jornadas llegaron ante un muro infranqueable, de largura y altura infinitas. Sin embargo, vieron un arco sobre el río, debajo del cual las olas rugían violentamente, así que decidieron arrojarse a las aguas en aquel mismo punto y llegaron entonces a un bosque muy sombrío, en el que destacaba un enorme palacio en ruinas, con todas sus habitaciones vacías hasta que llegaron a la última, donde encontraron a un personaje de noble aspecto y agradable semblante, que les acogió con amabilidad y les informó de que pasado el bosque hallarían la ciudad de los reyes, llena de todas las delicias de la Salvación y la Vida eterna. Ellos le preguntaron entonces quién era, y él les dijo que descendía de la estirpe de David, porque era el rey Salomón quien, habiendo provocado la cólera de Dios, estaba obligado a hacer penitencia hasta el día del Juicio Final".

Casi siglo y medio después, en 1431, Jean Jouvenel des Ursins, obispo de Beauvais, escribió una Crónica del reinado de Carlos VI, y al llegar al año 1403 cuenta lo siguiente:

"Un hombre que vivía en París quería invocar al Diablo para hacerle unas trascendentales preguntas que, desafortunadamente, la fuente no aclara. Le aconsejaron que viajase hasta “la salvaje Escocia” para encontrarse con el demonio. Hizo el viaje, y en aquel misterioso país halló al fin a una anciana que le aseguro que podía conseguirle cita con el señor de las tinieblas. Le llevó entonces a un viejo castillo en ruinas, que sobre el muro tenía un saliente bastante grande. La bruja le ordenó que se quedara allí quieto, hasta que viese llegar a un hombre de color tan negro “como los moros de Mauritania”, y que él respondería a todas sus preguntas. Mientras esperaba tal visita, vio que sobre dicha ménsula o saliente aparecía de repente una caja en la que había una persona desnuda. Y entonces vio venir más de mil cuervos, que desmembraron a aquella pobre persona, y se comieron toda su carne, dejando sólo los huesos. Y esto hecho, fue metido de nueve en la caja y se lo llevaron.

Cuando llegó el Demonio, lo primero que el viajero le preguntó fue que quién era aquel desdichado, a lo que contestó que era el rey Salomón. Entonces le preguntó también si es que tan sabio monarca estaba condenado al Infierno, respondiéndole el Diablo que no, pero que cada día –hasta el fin del mundo- sufriría semejante castigo".

¿Por qué un personaje bíblico tan importante como el rey Salomón, supuesto autor de algunos de los libros más importantes de la Biblia, pudo ser considerado en la Edad Media como no lo suficientemente digno de ser salvado? Quizás por lo que cuenta el Libro de los Reyes:

Cuando Salomón llegó a la vejez, sus mujeres hicieron que volviese su corazón hacia deidades paganas, abandonando al verdadero Dios, al contrario que hizo su padre, el rey David. Fue por esto por lo que el Señor se indignó contra Salomón, porque él había dejado de adorarle, a pesar de que le había concedido la mayor sabiduría con una sola condición: que nunca abjurase del Dios de Israel”.

Sí, ahí debió estar el origen de las suspicacias de tantos doctores y exégetas cristianos que dudaron muy seriamente de las posibilidades de salvación eterna de alguien que, como Salomón, había caído en la idolatría precisamente debido a la tentación de la carne, el pecado más imperdonable para la mentalidad de los eclesiásticos medievales, que a pesar de ello lo consideraron también ancestro del propio Cristo, como aseveraba la genealogía inserta en el Evangelio de San Mateo.

Entre medio de esos dos sorprendentes testimonios que hemos visto, muchos otros autores se ocuparon de la figura del rey Salomón, siendo probablemente el más importante de todos ellos Dante Alighieri, que frente a aquellos que le negaron la gloria eterna, sí que lo situó morando en el Paraíso en su Divina Comedia.

Pero es sin duda en las representaciones artísticas de aquel tiempo donde mejor podrá verse esa dicotomía entre el Salomón merecedor del Cielo o el Salomón condenado al Infierno. Sobre todo, en las correspondientes a un tema de mucho éxito en la época: la Anástasis o el descenso de Cristo a los Infiernos tras su resurrección para liberar las almas de los justos del Antiguo Testamento que habían vivido antes de la llegada del Mesías.

Es un tema que no aparece en la Biblia, pero si en apócrifos muy difundidos en la Edad Media, al principio en Oriente, como el Evangelio de Nicodemo, de donde pasaría a textos fundamentales de la hagiografía y la historia occidentales como la Leyenda Aurea de Jacobo de la Varágine o el Speculum de Vicente de Beauvais. De allí pasaron asimismo a los Misterios que representaban teatralmente escenas de la Historia Sagrada, con especial predilección por las de la Pasión de Cristo.

Cronológicamente, en el arte bizantino son muy numerosas las escenas de la Anástasis, en las que se forja la iconografía que luego se extenderá también a Occidente, según la cual Cristo libera a Adán y Eva “tirando” de ellos o al menos dándoles la mano para sacarlos de la morada infernal donde se encuentran. Pero a partir del siglo XI se añade un motivo accesorio que acabará convirtiéndose casi en inmutable: la presencia cerca del Redentor de dos personajes coronados, que los historiadores reconocen casi unánimemente como David y Salomón. De esta manera los artistas y quienes encargaron la obra dejaban clara su fe en que ambos monarcas hebreos se habían salvado. 

Mosaico del monasterio de Osios Loukas (Grecia) Siglo XI

Pero en Occidente, según Marc Bloch, eso no parecía quedar tan claro, como demuestra la Anástasis representada en el Beato de Girona, realizado hacia 975, magníficamente estudiada por Joaquín Yarza, pero que Bloch no debió conocer, donde no aparecen representados justos con corona.

Beato de Girona - Siglo X  
 

Y tampoco en Francia, donde en las Anástasis representadas en los monumentos que nos quedan del siglo XII, tras Adán y Eva sólo aparecían representados personajes sin caracteres distintivos. 

Catedral de Ravello

Italia es un caso distinto, porque al hallarse mucho más sometida al influjo bizantino, posee ejemplos que siguen su módelo, como el tímpano de la catedral de Bitonto, esculpido hacia 1200, o las puertas de bronce de las catedrales de Trani, Ravello y Monreale, realizadas por Barisanus de Trani entre 1175 y 1186, en cuyos descensos a los Infiernos aparecen representados David y Salomón.

No obstante, en la contemporánea catedral de Benevento, que parece servir de precursora a todo Occidente en este peliagudo asunto salomónico, se muestra ya un solo rey, lo mismo que ocurrirá un siglo y medio más tarde en la Anástasis pintada por Andrea Bonaiuti en la capilla dei spagnuoli de Santa María Novella de Florencia, donde ocurre lo mismo.

Anástasis en Santa María Novella
 

No hay duda de que se trata del rey-profeta David, porque su salvación tras el descenso de Cristo a los Infiernos quedaba atestiguada por el citado Evangelio de Nicodemo, que no menciona en ningún caso a Salomón, lo que hizo de paso que el rey sabio tampoco apareciera representado en los exitosos Misterios teatrales que tanto auge cobraron durante los siglos XIV y XV en Occidente. En todo caso, el Gótico supuso también la adopción de nuevos códigos de representación teológica e iconográfica, pues el Descenso de Cristo a los Infiernos ya no suponía sólo la resurrección para él y para los justos veterotestamentarios, sino para todos los fieles. De ahí que en la gran mayoría de los casos ya no se representase a los liberados con distintivo alguno.

Dicho todo esto, recordemos que Marc Bloch publicó su artículo en 1925, y que no tuvo por tanto acceso a muchas otras representaciones artísticas que quizás le hubiesen hecho cambiar de opinión en ciertos aspectos.

Porque si hubiera podido conocer los ejemplos navarros de este tema, hubiese podido comprobar que al menos en varios de los de época románica, se siguió fielmente el modelo bizantino. Como por ejemplo en el claustro de la catedral de Tudela, construido entre 1185 y 1200, donde la Anástasis aparece en uno de los capiteles, y donde además de Adán y Eva podemos ver dos cabezas coronadas: David y Salomón. 

 

Anástasis en el claustro de la catedral de Tudela 


Y si bien es cierto que en ejemplos anteriores, como en la esquemática metopa de la portada de San Martín de Artaiz:

 

 o en el muy deteriorado capitel del claustro de San Pedro de la Rúa de Estella:


no aparece nadie coronado, si volvemos al foco tudelano, entendiendo que era allí donde residía normalmente la familia real, contamos con el ejemplo de las maravillosas biblias realizadas por Ferrando Perez de Funes entre 1197 y 1199 para Sancho el Fuerte y, quizás, para sus hermanas Berenguela o Blanca, donde podemos ver que la Anástasis aparece muy bien representada.

Así, en la conservada en Amiens podemos ver a dos reyes, que serían lógicamente David y Salomón:

 

Y en un alarde de originalidad del autor navarro, en la conservada en la Biblioteca de la Universidad de Augsburg podemos contar nada menos que…

 

¡Tres reyes!, lo que desde luego abre un interesante enigma sobre la posible identidad de ese tercer rey que acompañaría en el Infierno a David y a Salomón.

Teniendo en cuenta que la Biblia que hoy se conserva en Alemania fue un encargo posterior a la que se conserva en Amiens, y que quizás el geniudo Sancho metió prisa al pobre Ferrando para que acabase pronto el segundo ejemplar y poder así regalárselo a su hermana Blanca, que iba a casarse con el conde de Champaña, ¿podría ser ese tercer rey representado una irónica venganza del apremiado ilustrador, que se habría atrevido a situar a su patrón en el Infierno? Al fin y al cabo, Cristo terminaba por liberarlo luego de sus penas, así que no supondría demasiada afrenta. Lo cierto es que Ferrando no volvió a colaborar nunca más con el irascible monarca navarro, prefiriendo la tranquilidad de su canonjía en Calahorra al complicadísimo puesto –tratándose de un reino tan pequeño como el nuestro, siempre apetecido por Castilla y Aragón y ninguneado por el Vaticano- de canciller del rey de Navarra.

Pero quizás la explicación más sencilla al misterio de los tres reyes condenados nos la proporcione el Talmud, la obra que recoge multitud de normas, tradiciones e historias judías, elaborada en las academias rabínicas de Jerusalén y Babilonia, en cuya parte más antigua, o Mischná, podemos leer una leyenda que asegura que todo Israel compartió la vida eterna, salvo grandes pecadores de su historia, entre los que había precisamente tres reyes: Jeroboam, Acab y Manasés, que se habían rebelado contra Dios, adorando ídolos e incumpliendo sus mandamientos. Así que podría ser que fueran ellos los representados en esta Biblia de Sancho el Fuerte, y que ello demostrase de paso la posible relación que tuvo que tener Ferrando Pérez de Funes con sabios hebreos para componer su obra, indispensable para reflejar fielmente tantos y tantos pasajes bíblicos del Antiguo Testamento como aparecen reflejados en sus dos biblias.

Biblias que tuvieron, por así decirlo, una tercera hermana, pues una adaptación de las mismas, hecha ya en estilo gótico y probablemente para la reina Juana II de Navarra, por lo tanto ciento cincuenta años después de las originales, que se elaboraron entre 1197 y 1199, se conserva hoy en día en la Biblioteca Pública de Nueva York, pero como hemos dicho, en esa época la Anástasis ya no solía representar personajes señalados, más allá de los consabidos Adán y Eva:


 

Esto es algo que puede verse también en la portada de San Cernin de Pamplona


En la portada del Arcedianato de la Catedral de Pamplona


 O en la del Santo Sepulcro de Estella


Otra posible explicación a ese tercer rey en el Infierno de la biblia de Augsburgo podría ser que a las figuras “canónicas” de David y Salomón, su autor decidiera unir la del ya citado Manasés, un rey que, aunque abandonó al Dios de Israel para adorar a ídolos extranjeros, terminó por arrepentirse y fue perdonado, por lo que acabaría mereciendo la salvación. Es digno de recordar también que, precisamente con ese mismo rey, fue comparado en su tiempo Carlos II de Navarra, primero por Philippe de Mezieres, que incidió más en el carácter traicionero del rey israelita y luego por Guillaume de Machaut, que en cambio subrayó su arrepentimiento.


Igualmente, por la documentación conservada sabemos que Carlos III el Noble había comprado en 1398 en París un tapiz de Salomón conquistando Bretaña, pero la figura representada no sería el monarca bíblico, sino un rey bretón que vivió en el siglo IX y que fue asesinado y considerado mártir. Como fue también conde de Avranches y Coutances, feudos normandos que siglos más tarde pertenecieron a los Evreux, el rey de Navarra pudo considerarlo un santo familiar. 

En cualquier caso, y para finalizar, quede bien claro que no he querido enmendar la plana a Marc Bloch, un historiador por el que siento una gran admiración (su monumental obra “Los reyes taumaturgos” me fue de mucha utilidad y magisterio para mi “En recta línea”) y que, además, acabó fusilado por la Gestapo por pertenecer a la Resistencia francesa en 1944. 

Al contrario, descubrir este pequeño y desconocido ensayo suyo, que ahora le hace ser considerado un precursor de la Antropología Histórica, me ha abierto otra puerta –en este caso la de los Infiernos- al siempre maravilloso mundo de las imágenes medievales.

Y le estoy muy agradecido por ello. 

 

BIBLIOGRAFÍA: 

-La vie d'outre-toumbe du roi Salomon / Marc Bloch

-La imagen del mal en el románico navarro / Esperanza Aragonés Estella, pags. 47-52. 

-El Beato de Gerona / Joaquín Yarza

 

 

©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2024