Mira don Pero orgulloso el resultado de sus desvelos, porque tras cinco años de obras está por fin terminado el claustro que guardará para siempre su memoria en el recuerdo de quienes lo contemplen. Pero por si acaso, y conociendo el olvidadizo carácter de los humanos, ha hecho grabar en el dintel de la puerta la siguiente inscripción:
"Esta obra fizo fazer Pero Periz de Echauri, racionero de la Yglesia de Sant Pedro e vezino de la Villa de Olit. Anno mil CCC XXX. III."
Sí, así no habrá duda de quien ha costeado este sagrado recinto que ha de maravillar incluso al rey don Felipe y a la reina doña Juana en cuanto se dignen aparecer por la ciudad, y entonces quizás no esté tan lejos la obtención de la soñada canonjía en la catedral de Pamplona...
Mas antes de que eso suceda, le queda a don Pero un asunto por resolver. Y es que bajo su máscara de sumiso y obediente clérigo, es también en realidad un oscuro nigromante que práctica todos los satánicos maleficios que sus conocimientos de ocultos y paganos saberes le permiten. Y no ha pasado un día en los últimos cinco años en que no haya envidiado la suerte del odiado Eneco de Nardués, que además de ser el capitán de la guardia, es hermoso y buen conversador, y atrae por ello las miradas -y lo que no son las miradas- de todas las muchachas de la villa. Incluso las de su amada Catalina de Mendigorría, que nunca pondría sus ojos en alguien como don Pero. Y hasta aquí llegó la riada, porque no está dispuesto ya a soportar más humillaciones...
Prácticamente en todos los capiteles que sostienen las pareadas columnas aparecen cabezas de gesto adusto y vigilante. A los tontos -que serán mayoría- les explicará don Pero que representan los vicios y pecados a los que el alma de los hombres anda siempre expuesta. Sólo él sabe que en realidad son guardianes. Una escolta pétrea, y por lo tanto eterna, para otra cabeza que está también tallada en el claustro. Y es que ha transformado don Pero a Eneco de Nardués en piedra mediante uno de sus horrendos sortilegios, y lo ha escondido después entre tanta figura para que nadie más vuelva a verlo. Traza pues gestos cabalísticos con su brazo desde el centro del patio mientras declama su hechizo:
"Eneco de Nardués maldito, todas a ti te miraban y ninguna se fijaba en mí.
No saldrás jamás de aquí, a menos que una mujer hermosa vuelva a reparar en ti,
y recitando el conjuro, que ahora en voz muy baja digo, te saque de entre estos muros"
Y van pasando los años por lustros y por decenios, y como auguró don Pero nadie descubre al desdichado Eneco en su claustral escondite. Hasta que un día, cuando los sacos que se guardan en el molino del tiempo suman ya siete siglos nada menos, una mujer perceptiva, a pesar del atronador bandeo de campanas que sin duda el malvado espíritu de don Pero ha puesto en funcionamiento para impedírselo, repara de nuevo en Eneco, y abstrayéndose del ruido como sólo ella sabe hacerlo, recita la triple y secreta invocación que se ha quedado prendida en aquel recinto durante setecientos años:
"IBIS (que es Dios muy poderoso que adoraban los egipcios mientras andaban de lado). OSLO (que es capital de vikingos. Y que, con ser muy brutos, eran también todos rubios y de ojos azules, por lo que insisten algunas en perdonarles con mucha razón sus correrías). VICTORIA (que es ciudad muy hermosa fundada por el rey Sancho VI de Navarra, y también estatua impresionante, allá por la Samotracia)".
Y resulta que sigue don Eneco tan guapo y conversador como hace siete centurias, así que dejan otra vez con un palmo de narices al envidioso don Pero, y se marchan los dos muy contentos a ver mundo, que éste no se acaba en Olite, aunque sí merece mucho la pena empezar por allí a recorrerlo...
© Mikel Zuza Viniegra, 2015