-Tú dirás lo que quieras, Carlos, pero una cosa son las historias talladas en la portada norte, y otra lo que unos muetes como nosotros podamos hacer...
-El príncipe Alejandro de Grecia domaba leones a los seis años. Así lo atestiguan todas las crónicas. ¿Vamos a ser nosotros menos que él? Tú tienes trece años, yo doce, y tú, Inés, diez. ¿Cómo no vamos a poder bregar con esas bestias siendo ya tan mayores?
-Me temo que aquí la única bestia eres tú, hermano. Parece que es verdad que los centauros la tenían tomada con las sirenas allá, en el Asia Menor, pero nunca he oído nada de eso que dices de que en Navarra los príncipes tengamos que demostrar nuestro valor atrapando cigüeñas.
-No hay problema: haremos como dicen que hacen los habitantes del lejano Oeste para capturar a las vacas y las terneras, pero en lugar de con un simple lazo de cuerda, nosotros les arrojaremos esos resistentes bastidores sujetos para que no puedan escaparse.
-Tú has leído demasiadas novelas de caballería, hermano. En concreto del 7º de caballería, que es tropa muy dada a exagerar sus intervenciones, pero ya los querría yo ver hoy aquí...
-No hables tanto, y guarda el aliento, Blanca, que estos escalones no se suben solos... Y muy mal me parecería que hayas dejado a Inés en su habitación, si no fuera porque de este modo queda para ti y para mí mucha más gloria para repartir todavía.
-Pues claro que no le he permitido participar en tu locura, Carlos, es demasiado pequeña. Y si yo te estoy acompañando es sólo porque tengo verdadera curiosidad por saber cómo acabará esta "hazaña" tuya. Por de pronto da bastante miedo ya el tremendo ruido que sus picos hacen al otro lado de esta puerta...
-Ese ruido que hacen estos monstruos emplumados se llama "crotorar", pero yo haré que se callen inmediatamente. A la de una, a la de dos, y a la de tres: ¡adelante!
-¡Pero ponte antes un casco como el mío, idiota! ¡Cuidado con esa que tienes detrás! ¡No puedo mirar: te están dando más picotazos que azotes dieron los romanos a nuestro Señor! ¡Corre hacia la puerta mientras puedas!
-¿Pero por qué no me has ayudado, Blanca?
-Porque tú eres el príncipe heredero, Carlos, así que me ha parecido mucho mejor dejar todos los "honores" en exclusiva para ti. ¿No estás contento? Agradece más bien que haya podido yo espantar a esas pobres cigüeñas empleando un sacude-colchones. Lo que no sé es cómo explicarás tu aventura a nuestra madre, la reina Juana, porque tienes tantos chichones y pelo arrancado en tu cabeza, que va a pensar que en realidad te han atacado los castellanos o los franceses...
-No te burles encima, que de sobra sé que eres mucho más inteligente y pragmática que yo, hermana. Pero desde luego procuraré hacerte caso la próxima vez que me deje llevar por mi calenturienta imaginación...
-Que, conociéndote, será sin duda muy pronto, querido Carlos. Espero al menos que, para cuando llegues a ser rey, hayas comprendido que el valor personal no se demuestra con estúpidos arranques como el de hoy, sino haciendo en cada momento lo que te dicte tu conciencia.
Y lo que es aún más importante: que los navarros son tan libres como esas cigüeñas que pretendías tan vanamente apresar. Y eso sí que viene expresamente escrito en el Fuero...
Las muy hermosas fotos de Ujué (y también las mejores pastas) son de Juana Urrutia.
©Mikel Zuza Viniegra, 2014