Si hay otro gallo que
“pelea” en el arte medieval navarro, además del de Ujué, ese es sin duda el que
preside la portada de San Zoilo de Cáseda, un templo magnífico que no merece la
ruina en la que desgraciadamente se halla sumido.
Afortunadamente un
importante movimiento vecinal en Cáseda mantiene vivo el recuerdo y demuestra cada
año, frente a quienes miran siempre para otro lado, que San Zoilo es uno
de los edificios más impresionantes que (todavía) conservamos en Navarra.
Efectivamente, hace apenas
cuatro años, la Asociación Cultural Ermita de San Zoilo de Cáseda editó un
estupendo libro en el que se recogen muchos estudios sobre dicha construcción.
El que se ocupa de la escultura viene firmado por Carlos Martínez Alava, uno de
los mayores –y mejores- expertos en el gótico navarro, a quien sin embargo se
le deslizó un gazapo considerable al tratar del escudo sobre el que reposa el
famoso gallo. Veamos:
“…Sobre
el pico del guardalluvias de la portada, al modo de los búcaros que rematan las
arcadas de la panda oriental del claustro
catedralicio, las armas de Navarra-Evreux se pueden identificar con las
de Felipe el Largo (1316-1322). ¿Y la gallina que posa sobre el escudo real?
Quizá estemos otra vez ante una
representación emblemática de Pedro de Olloqui, canónigo hospitalero de la
catedral de Pamplona entre 1331 y 1357 cuyo escudo aparece también en la portada
y en la clave de la capilla mayor de San Zoilo. Según esta hipótesis, la
gallina aludiría al apellido de Olloqui en su etimología euskara: oilo=gallina;
oiloki=carne de gallina.”
Dejando de lado que el autor considere que no es un
gallo, sino una gallina la que corona la portada (ave ponedora cuya imagen por cierto
no aparece ni una sola vez entre los
miles de sellos medievales conservados en Navarra), lo cual anularía de rebote y radicalmente
la consabida explicación de que el gallo
en la iconografía medieval alude siempre al episodio evangélico de las tres
negaciones de San Pedro, pues no conozco intervención alguna de una gallina en el Nuevo Testamento, salvo que degustasen alguna durante la Última Cena, claro está; el fallo al que me refería es el de considerar como
Navarra-Evreux al escudo tallado en San Zoilo.
Cualquiera que haya seguido
un poco este blog sabe que las Navarra-Evreux son las armas de la dinastía que
ocupó el trono entre 1328 y 1479 (sí, no cuento a Juan II, él ya estará
acostumbrado), caracterizadas por reunir en cuartelado el carbunclo de Navarra
y las flores de lis francesas con la banda componada de gules y plata, propia
de dicha familia.
De paso diré que lamento mucho que esta regia armería no se recupere para la bandera de Navarra, pues no en vano fue una de las primeras cosas que el invasor Fernando el Católico mandó eliminar en 1512, porque la dinastía de Labrit las había mantenido por ser las que todo el mundo (dentro y fuera del reino, después de tantos años ininterrumpidos de uso, identificaba entonces con las propias de Navarra).
No estaría nada mal por tanto desobedecer ahora aquel triste e ilegítimo mandato, y hacer que al menos en el castillo de Olite ondease permanentemente, pues ni allí ni en la catedral de Pamplona podrá hallarse otro emblema que este del que estoy tratando. Pero para eso hay que tener algo de imaginación y de conocimientos, así que supongo que no lo habrán de ver mis ojos...
De paso diré que lamento mucho que esta regia armería no se recupere para la bandera de Navarra, pues no en vano fue una de las primeras cosas que el invasor Fernando el Católico mandó eliminar en 1512, porque la dinastía de Labrit las había mantenido por ser las que todo el mundo (dentro y fuera del reino, después de tantos años ininterrumpidos de uso, identificaba entonces con las propias de Navarra).
No estaría nada mal por tanto desobedecer ahora aquel triste e ilegítimo mandato, y hacer que al menos en el castillo de Olite ondease permanentemente, pues ni allí ni en la catedral de Pamplona podrá hallarse otro emblema que este del que estoy tratando. Pero para eso hay que tener algo de imaginación y de conocimientos, así que supongo que no lo habrán de ver mis ojos...
Y hay otro detalle que es
raro que a un conocedor de la edad media como Martínez Alava se le haya pasado
por alto: en aquella época nadie –ni siquiera un rico canónigo involucrado en
la construcción del templo- situaría su supuesta divisa sobre la del rey.
Presumir de tal modo de poderío ante los reyes de Francia y de Navarra hubiese sido suicida y completamente fuera de lugar, y estoy convencido de que Pedro de Olloqui -si sabía lo que le convenía- no llegó jamás a tal atrevimiento, más teniendo en cuenta que su escudo aparecía ya en la portada, y los de su familia siempre llevaron tres palos con bordura de aspas (y no ningún gallo o gallina), como podrá ver cualquiera que –dándose mucha prisa, pues también está a punto de derrumbarse en esta comunidad foral taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan cultural que es nuestra Navarra del siglo XXI- se acerque hasta su palacio, situado en el pueblo del mismo nombre, a la vera del camino hacia Francia que parte desde Pamplona.
Presumir de tal modo de poderío ante los reyes de Francia y de Navarra hubiese sido suicida y completamente fuera de lugar, y estoy convencido de que Pedro de Olloqui -si sabía lo que le convenía- no llegó jamás a tal atrevimiento, más teniendo en cuenta que su escudo aparecía ya en la portada, y los de su familia siempre llevaron tres palos con bordura de aspas (y no ningún gallo o gallina), como podrá ver cualquiera que –dándose mucha prisa, pues también está a punto de derrumbarse en esta comunidad foral taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan cultural que es nuestra Navarra del siglo XXI- se acerque hasta su palacio, situado en el pueblo del mismo nombre, a la vera del camino hacia Francia que parte desde Pamplona.
El caso es que si volvemos al
escudo casedano, veremos que las flores de lis campean en solitario, sin banda
alguna que las cruce, lo cual indica que estamos hablando de la dinastía
capeta, que reinó por estos pagos (además de en Francia) entre 1274 y 1328.
Fueron aquellos mismos reyes
que el escritor Maurice Druon bautizó como “malditos” en la mejor serie de
novela histórica que se puede leer. A la sazón se trata de Felipe I el Hermoso
y de sus tres hijos: Luis I el Hutín, Felipe II el Luengo y Carlos I el Calvo. Los
cuatro fueron sucesiva y (excepto el padre, que reinó bastantes años) brevemente reyes de Francia y de Navarra, pues todos murieron en el plazo de nueve años, dicen que debido a la maldición que el último gran maestre
de los templarios, Jacques de Molay, les lanzó desde la hoguera en la que ardía
por ser un supuesto –y tan supuesto- hereje.
Bien. Si ahora acudimos a
consultar la “biblia” de estos temas, oséase: el libro “Emblemas heráldicos en
el arte medieval navarro” de J. Martínez de Aguirre y F. Menéndez Pidal,
podremos ver que ellos sí identificaron correctamente el escudo en cuestión:
“Sobre
la clave de la arquivolta exterior destaca un escudo clásico redondeado
alargado, encima de cuyo jefe vemos una serie de molduras, un florón y la
figura de un gallo. Son sus armas: partido, 1 sembrado de lises; 2 carbunclo de
Navarra. Corresponde a un monarca de la casa de Francia, probablemente Felipe
el Luengo (1316-1322) por dos razones: primera, tenemos constancia dela
existencia de sellos del rey en Pamplona de tiempos de este monarca que
presentan un partido dimidiado de Francia y de Navarra, y segunda, fue él quien
decidió donar a la iglesia de Pamplona el patronato sobre varios templos, entre
ellos los de Cáseda, en 1320.”
Ya que me he atrevido a enmendar la plana a mi
amigo Carlos Martínez Alava, osaré hacerlo también con los mayores expertos en
heráldica navarra, porque entiendo que los grandes maestros –y desde luego les
reconozco tal categoría- tienen razón cuando la tienen, y cuando no, pues no la tienen.
Pensemos: ¿qué sentido
tendría colocar en una portada las armas de un rey como Felipe II el Luengo,
que además había cedido ya sus derechos sobre una serie de iglesias que no le
importaban absolutamente nada, pues jamás visitó Navarra? En cambio sí que anduvo por aquí, aunque sólo fuera
durante dos meses, su hermano Luis el Hutín, a quien yo creo que alude el
famoso escudo Francia-Navarra de San Zoilo.
¿Y por qué lo creo? Pues
porque el testarudo -que ese es el significado actual de la palabra “Hutín”- además de emplear un sello personal en el que como rey coronado en
Pamplona luce por primera vez exactamente
las mismas armas en el escudo y en las gualdrapas del caballo que monta, tuvo
relación probada documentalmente con Cáseda.
Concretamente en dos
ocasiones: la primera cuando el cinco de diciembre de 1307, casi finalizando ya
su vertiginosa gira por nuestro país, confirmó en Sangüesa:
“sus fueros a los de Cáseda, liberándolos de las fuerzas y violencias que hubiesen podido cometer contra ellos sus antecesores”. (Catálogo de los cartularios reales, años 1007-1384. Nº 612)
“sus fueros a los de Cáseda, liberándolos de las fuerzas y violencias que hubiesen podido cometer contra ellos sus antecesores”. (Catálogo de los cartularios reales, años 1007-1384. Nº 612)
Quien sabe, quizás hasta se acercó personalmente a Cáseda,
que no queda nada lejos de la capital de la merindad.
La segunda es aún más clara
y contundente y parece habérseles pasado por alto a los tres autores citados (en realidad a ellos y a todos los demás, excepto a este humilde cronista servidor de todos ustedes, pues tampoco aparece recogida en ninguno de los estudios del libro editado en 2010 sobre San Zoilo), así que en rigurosa exclusiva del blog "Crónicas Irreales de Navarra":
“el 26 de junio de 1309 el concejo de Cáseda nombra procuradores que soliciten de García de Egüés, prior de Santa María de Pamplona y vicario general de la diócesis, en sede vacante, que reciba por abad de la iglesia de dicha villa a Thibalt de Belna, capellán del rey Luis, presentado por el propio monarca, que es el verdadero y legítimo patrono de dicha iglesia.” (Catálogo del Archivo General: Sección de Comptos. Documentos. Tomo I. Años 842-1331. Nº 699)
“el 26 de junio de 1309 el concejo de Cáseda nombra procuradores que soliciten de García de Egüés, prior de Santa María de Pamplona y vicario general de la diócesis, en sede vacante, que reciba por abad de la iglesia de dicha villa a Thibalt de Belna, capellán del rey Luis, presentado por el propio monarca, que es el verdadero y legítimo patrono de dicha iglesia.” (Catálogo del Archivo General: Sección de Comptos. Documentos. Tomo I. Años 842-1331. Nº 699)
Fragmento del documento en cuestión donde se reconoce que el patrono de la iglesia de Cáseda es el rey Luis el Hutín |
Así pues: ¿no resultaría por tanto
mucho más lógico que el escudo real tallado en Cáseda represente entonces a
Luis que, aunque mínima, sí que tuvo relación probada con el templo de San
Zoilo –cuyas obras estarían ya comenzadas durante su fugaz visita, aunque recibiesen
el impulso definitivo bajo el obispado de Arnalt de Barbazán, entre 1318 y
1355?
Evidentemente yo creo que
sí, aunque naturalmente a estos reyes lejanos sólo les importasen los templos que,
como este de San Zoilo, tuviesen
garantizadas abundantes rentas por la llegada constante de romeros y peregrinos,
para premiar con ellos a sus funcionarios más fieles, como sería su capellán
Thibalt de Belna. Así que para mí es al
rey Luis -que por cierto, no me cae mal-, y ya apareció por eso mismo en al
menos otras dos de mis crónicas irreales, a quien dichas armas evocan.
¿Pero y el gallo? ¿Qué fue
del gallo?
Pues en el caso de San Zoilo
creo que su localización en el punto más alto de la portada alude
exclusivamente a su simbolismo como guardián y vigilante de los cristianos ante
las asechanzas del demonio, ya que con
su cántico tan tempranero invita a rezar ya desde el alba, y por eso solía
situarse en época medieval en las veletas de los campanarios o en puntos
elevados de las iglesias.
No aludiría por tanto a
ningún personaje concreto, ni siquiera a Luis el Hutín o a Felipe el Luengo. Aunque ya se verá...
Cosa muy contraria, como ya
manifesté en mi entrada anterior ocurre en Ujué, donde la situación del gallo,
no en lugar elevado de la portada ni del santuario, sino justo al lado del
enigmático –hasta ahora…- donante, indica para mí muy claramente que ambas
figuras deben estar relacionadas. Obsérvese si no que al otro lado del tímpano
había mucho más sitio para tallar el gallo, pero que por la razón que ya he
aportado creo que lo hicieron precisamente junto a Sancho de Oyllasco, a Robert Le Coq,
a Luis de Beaumont o al rey Carlos II, para que no haya discusiones ni
preferencias de autoría.
Y tengamos siempre en cuenta
que según las dataciones más recientes –elaboradas precisamente por el propio
C. Martínez Alava en su estupendo libro “Ujué: la montaña sagrada”- dicha
portada se construyó en la década de 1370, al menos treinta años después por
tanto que la de San Zoilo de Cáseda.
Pero esto no es ni ha
pretendido ser nunca un blog donde machacar al sufrido lector con aburridísima
documentación. No, para eso estoy yo, perdiendo el tiempo y la vista repasando
tomo tras tomo de catálogos y registros de comptos por puro placer, con el fin
de hallar el mínimo dato que permita dejar volar la imaginación, lo único verdaderamente
importante de todo este asunto escritoril.
Por eso no ha sido sólo el atento
recordatorio de mi amigo Simeón el que me ha hecho reparar en el gallo de San
Zoilo, porque lo cierto es que esta historia de mi interés por esos dos gallos
viene de muy, muy lejos, cuando me fumaba clases de auténtica pesadilla y
prefería sumergirme en viejos librotes de papel amarillento que, algunas veces, acababan subrepticiamente fotocopiados, con la firme idea de sacar –cuando
fuese: en el momento o muchos años después- algo de ellos más allá de aquellas
horribles verborreas sobre geografía humana de Asia o sobre el turnismo entre
Cánovas y Sagasta que tanto detestaba. En compensación, es justo reseñar que las clases de arte medieval navarro fueron ciertamente magníficas...
Creía entonces con ciertas vacilaciones
que me servirían mucho más los conocimientos obtenidos por mi propio interés que
los que estaba obligado a embaularme en mi muy “hutinesca” cabeza para sacar determinada nota. Ahora lo sé de
manera indudable, y esta historia de por qué se ordenó tallar –por tan
diferentes motivos- dos gallos en el reino de Navarra durante el siglo XIV vuelve
a demostrármelo una vez más.
Y habrá quien con mucha
razón piense que perdí entonces el tiempo. Peut-être,
que diría aquel, aunque todo sea opinable, y tenga para mí que el tiempo que
perdí fue sobre todo no atesorando muchas más cosas que me llamaron entonces la
atención –y que ahora ya no recuerdo-, cuando no podía sospechar siquiera que acabaría
existiendo una entelequia llamada Internet que permitiría que mis desvaríos se
leyesen en cualquier rincón del ancho mundo.
El caso es que no me
quedaría tranquilo si no añadiese un final sorpresa y cuajado de fantasía –como
a mí más me gusta- a todo este embrollo de los dos gallos, porque resulta que
precisamente una de las cosas que guardé en aquel lejano entonces fue un
recorte sacado del “Diccionario Histórico Enciclópedico” publicado en
Barcelona por don Vicenç Joaquín Bastús
i Carrera en el año 1830.
Y dice así al consultar el
término “Gallo”:
“La
orden del gallo fue una Orden de Caballería instituida por Luis el Hutín, hijo
del rey Felipe el Hermoso de Francia, en obsequio y memoria de haberle salvado
la vida el valeroso caballero don Claudio Polier durante la batalla de
Courtrai, dada en el año 1302 entre franceses y flamencos. Dio dicho príncipe a
la Orden las armas de Polier, que eran un gallo de sable en campo de plata,
añadiéndoles este mote: Gallus ex periculo eripuit gallum –El gallo rescató del
peligro al galo-, colocado entre el casco y el eje del escudo, y nombró al
mismo Polier primer caballero de esta orden.”
Mejor soñar despierto con
Órdenes de Caballería desconocidas que con pesadas lecciones disuelve-cerebros, ¿no es cierto? Aunque
no sepamos de dónde exactamente pudo sacar don Viçenc tal noticia, y sí que Luis el Hutín nació en 1289, y tenía por tanto sólo trece años
cuando se dio la batalla de Courtrai, terrible derrota de la caballería francesa en donde no
consta históricamente bajo ningún concepto que participase tan joven príncipe.
Pero si desde la más remota
antigüedad se ha identificado al “Gallo” con el “Galo” (en latín ambos términos
son el mismo: “Gallus”), y por eso nuestro país vecino sigue empleando institucionalmente
ese emblema -le "Coq gaulois" lo llaman- ¿por qué no pensar que el gallo de San Zoilo quizás sea una de
las representaciones más añejas de ese símbolo, que representaría por aquel entonces a los reyes de Francia -como llegaría a serlo Luis el Hutín- aunque sepamos que pese a ser utilizada también durante la edad media, fue a
partir del Renacimiento cuando tal identificación cobró fuerza?
Platini, capitán de la selección francesa de fútbol, cuando pesaba 40 kilos menos y era buena persona |
¿Y por qué no admitir que sea además el último recuerdo de una ignota Orden de caballería medieval, a pesar
de que conozcamos que esas instituciones comenzaron a surgir no a principios
del siglo XIV, sino sobre todo en el segundo tercio de esa misma centuria?
Que cada uno escoja la copla que más le guste o le
convenza. Mi única recomendación es que vaya a contemplarse “in situ” tanto el gallo
de Cáseda como el de Ujué. Ahí no hay sueños que valgan si no espléndidas
realidades talladas en piedra. Tampoco estará de más que se brinde con buen
vino navarro en la taberna más cercana a la memoria de don Sancho de Oillasco y
don Luis el Hutín, que no son al fin y al cabo culpables en absoluto de que los
haya incluido en mis desafueros histórico-artísticos.
Y por acabar ya esta
larguísima monserga siendo completamente fiel a mí mismo:
© Mikel Zuza Viniegra 2014