Cumple hoy el príncipe de Viana diez años, y aunque su madre doña Blanca dio aviso -él nunca se acuerda- a su marido don Juan para que estuviera presente en la celebración, un mensajero llegó anoche anunciando que el rey siente no poder acudir al festejo debido a los "importantes negocios" que le retienen en sus dominios castellanos.
No es que a ella le sorprenda mucho esa ausencia, cada vez más frecuente, así que, como de costumbre, ha preferido adelantarse a la decepción de Carlos y encargarle un magnífico regalo que haga olvidar al niño que, a pesar de no verlo más que de Pascuas a Ramos, efectivamente tiene un padre.
Y ese especialísimo presente es nada más y nada menos que un impresionante dragón, como aquél que dicen que encontró su antepasado el rey Teobaldo cuando pasó por la Capadocia, de camino a Jerusalén. Ha comisionado para ello al mejor artista de la corte, don Gabriel del Bosch, para que investigue en los vetustos archivos de la corona navarra todo lo referente a esas maravillosas criaturas aladas, cuyo aliento de fuego espanta a los malvados y vivifica a los corazones dormidos.
Y sí, sí que en los polvorientos legajos halla el pintor datos desconocidos sobre aquella trovadoresca expedición, y mucho se sorprende de hallar un documento escrito de puño y letra por el propio Teobaldo I en el que afirma estar muy interesado en ofrecer matrimonio a una reina llamada Daenerys de la Tormenta, que al parecer vivía por aquellos pagos, y cuya intitulación dejaba en prácticamente nada la suya propia de Rey de Navarra y conde de Champaña, pues ella era conocida como "la que no arde, reina de Meereen, reina de los Ándalos y de los Primeros Hombres, Khaleesi del gran mar de hierba, rompedora de cadenas y -sobre todo- Madre de Dragones".
Y además de todo eso, era rubia y hermosa, que no son malas añadiduras, como cualquier pintor de corte medianamente informado sabe. Sin embargo nada decía el documento de cómo acabó aquel asunto, y por tanto sobre si don Teobaldo y doña Daenerys se llegaron a conocer. Lo que es peor: tampoco aparecían representados por ninguna parte aquellos dragones de los que la tal reina decía ser madre.
Esto contrarió especialmente a Gabriel del Bosc, porque no sabía muy bien donde inspirarse, así que fue a contarle sus cuitas a doña Blanca, que además de ser rubia y hermosa, era también inteligente. mucho más desde luego que doña Daenerys, que a decir de muchos cronistas no hizo en su tiempo más que dar vueltas y más vueltas por la Bardena. Hay que ser lela: con el peligro que tiene el sol inclemente para las rubias...
El caso es que bien que sabía la reina de Navarra dónde podía hallar inspiración su pintor favorito, pues aunque mucha gente lo desconociese, había dragones en el corazón del reino a los que podría visitar sin problema alguno tan eximio artista.
A los que habitaban en el pavimento del salón regio del palacio de Tiebas se estaba refiriendo. Y doña Blanca los conocía perfectamente, pues muchas veces danzó descalza sobre su pulida superficie, apoyando su brazo en el de su primer novio, don Martín de Ayanz. ¡Ay! Cuantas veces se dice a sí misma que hubiera sido mucho más feliz con él que con el sieso de su marido. Pero entonces ve corretear a su hijo Carlos por las galerías doradas de Olite y piensa que al menos ha salido algo bueno de tan resquebrajado matrimonio. Aunque eso no hace que -en su memoria- deje nunca de danzar abrazada a don Martín.
El salvoconducto de la reina abre por tanto las puertas de Tiebas a don Gabriel, y queda allí maravillado, como cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y conocimiento artístico, de los dragones allí representados. Toma de ellos muchos bocetos y apuntes al natural que, más tarde, al abrigo de su taller en la rúa Mayor de Olite, va desarrollando para convertir aquel diseño en figura enorme y tridimensional, que entre doce hombres han de llevar -bien cubierto por un telón, para mantener la sorpresa- hasta el jardín del palacio.
Allá, en presencia de toda la corte, y por supuesto de la reina, el príncipe de Viana, retira la sabana que cubre aquel prodigio alado, y queda tan maravillado como el resto de la concurrencia, pues mueve los ojos aquel endriago como si estuviera vivo, e incluso arroja fuego por su terriblemente dentada boca.
A media tarde se empeña el niño en que suban al dragón a la torre del Homenaje, para que todos en la villa puedan asombrarse con las llamaradas que el dinosaurio suelta. Y los chantres de Santa María y los de San Pedro no dejan de santiguarse ante portento tan grande.
Luego, cuando ya rendido descansa don Carlos al fin en sus habitaciones, feliz por haber recibido el mejor regalo que un príncipe cristiano hubiera podido soñar, doña Blanca da orden a su chambelán de que averigüe dónde para don Martín de Ayanz.
Y es que con mucha razón dicen que las llamaradas de un dragón vivifican a los corazones dormidos...
EFECTIVAMENTE, EL PRÓXIMO DOMINGO DÍA 29 DE MAYO, SE CUMPLIRÁN 595 AÑOS DEL NACIMIENTO DE CARLOS, PRÍNCIPE DE VIANA, AL QUE POR MUCHOS MOTIVOS Y DESPUÉS DE TANTOS AÑOS DE ESTUDIO, CONSIDERO YA COMO UN AMIGO.
Y UNOS CUANTOS ANDAMOS METIDOS EN LOGRAR -NO SÓLO PARA ÉL, SINO PARA DISFRUTE DE TODO EL PUEBLO DE NAVARRA-, LA RESTAURACIÓN DE ESOS PRECIOSOS DRAGONES DE TIEBAS.
SEGUIREMOS INFORMANDO...
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2016