A las afueras de Fitero, 12 de enero de 1196
-Estáis metiendo vuestros pies en mi reino, don Sancho.
-Bueno, don Alfonso, vos soléis meter muy frecuentemente vuestras manos en el mío...
-Haya paz, señores, que desde Aragón también tenemos reclamaciones territoriales pendientes. Además, lógico es que con la estatura del primo Sancho, no pueda doblar sus piernas para que se queden en Navarra.
-Muy cierto es lo que decís, que esta idea vuestra de reunirnos alrededor de una mesa, estando cada uno de nosotros sentado en su propio reino, será todo lo simbólica que queráis, pero incómoda es también un rato largo. Algo más a nuestras anchas habríamos estado en el balneario, como os propuse yo desde el principio.
-¡Castilla no podía aceptar que esta reunión se celebrase en Navarra, don Sancho!
-Pues a mí como rey de Aragón no me hubiese importado demasiado...
-Más vale que nuestras reinas no han sido tan tiquismiquis. Ellas estarán ya sin duda disfrutando de las aguas termales y mientras nosotros aquí, pasando frío...
-¡Pues yo no he de moverme de aquí hasta que no fijemos de una vez nuestras fronteras!
-¡Mirad que sois testarudo, primo Alfonso! Ved como vuestro tocayo, el rey de Aragón, es mucho más razonable: estamos en enero y en este desolado paraje sopla un cierzo que levanta nuestras coronas, así que lo mejor será que nos reunamos con nuestras esposas y sigamos allá el debate a partir de mañana, porque para esta noche espero la llegada de otro rey...
-¿Qué? ¿No os habréis atrevido a invitar sin advertirnos previamente a un traidor tan manifiesto como el rey de León, verdad?
-Nada de eso, señores. No es ni el de León, ni el de Portugal ni siquiera el de Francia, sino un trovador que conocí en Chipre, cuando asístí a la cruzada organizada por mi cuñado el rey Ricardo de Inglaterra.
-¿Un rey de trovadores? Entonces no puede ser otro que Giraut de Bornehl, sin duda el mejor de todos ellos.
-Os equivocáis de nuevo. Este del que os hablo es todavía mejor. ¿No tenéis curiosidad por escucharle? Venga, levantémonos de estas incómodas sillas y vayamos a refugiarnos en aquel cálido paraíso.
-Está bien, acepto entrar en vuestros dominios, don Sancho. Pero en cuanto vea que tratáis de llevar el agua a vuestro molino, protestaré enérgicamente.
-Tranquilizaos, primo Alfonso de Castilla, porque,de momento, me interesa bastante más el vino que el agua.
-Pues entonces ya somos dos, primo Sancho: que no se diga que el rey Alfonso de Aragón se quedó atrás probando las cubas de vuestros mejores caldos. Además, así aunque ese trovador vuestro sea malo, ha de parecernos maravilloso a los tres.
-Perded cuidado por eso, que para cuando lleguemos ya habrá empezado su actuación, y podréis ver el efecto que causa en el auditorio, sobre todo en el femenino. Mi hermana la princesa Berenguela quiso -al oírle- anular su boda en Limassol y marcharse con él. Y os digo que fui yo quien salvé la vida al músico, pues Ricardo quería descuartizarlo con sus propias manos. Justo desde entonces corre la leyenda de que no puede morir, y no me extrañaría nada que así fuese...
-Pues yo no creo que mi Leonor Plantagenet, aunque es tan inglesa como él, abandone su flemática condición por mucho que le guste tal cantante.
-Sean inglesas, castellanas como la reina Sancha de Aragón u occitanas como mi Constanza, os aseguro que todas caen rendidas ante la forma de cantar y de moverse del señor de Presley, que así es como se llama el trovador, aunque todo el mundo le reconoce el título de rey...
-¿Rey de qué?
-Del Rock, que es una forma de cantar y de bailar muy curiosa y muy común en Inglaterra, aunque espero que muy pronto se extienda también por estos lares. De hecho si la actuación de hoy tiene éxito, quizás podamos crear un festival anual que recuerde a las generaciones venideras este histórico encuentro de cuatro reyes. El Fite-Rock sería un buen nombre, ¿no os parece?
-Lo que me parece es que estáis tan loco como esas pobres mujeres que se agitan y berrean ante ese mozalbete, don Sancho. ¿Y a este ruido infernal le llamáis música?
-Las "pobres mujeres" que decís son nuestras reinas, don Alfonso. Y aquella que arroja en este momento su saya al escenario es precisamente vuestra doña Leonor, que como debe ser la única que entiende lo que dice el señor de Presley, ha perdido ya todo su recato. Y os confieso que yo no entiendo nada, pero que ésta será a partir de hoy una de mis canciones favoritas. Suena maravillosamente:
-¡Ya sabía yo que no teníamos que haber venido a Navarra, que es siempre la cuna de todos los libertinajes!
-Lo que digáis, primo Alfonso, pero como no acabe pronto esta hermosísima composición, doña Leonor va a quedar igual Eva cuando Nuestro Señor la expulsó del paraíso. Ved que ya se está quitando también el pellote y el velo para lanzárselos al señor de Presley...
-¡He de arrancarle de su cabeza a ese desvergonzado esos cabellos grasientos que lleva uno por uno! ¿Pero qué locura es ésta: ellas se quitan la ropa y él se la pone? Sí: se está colocando una capa, no muy grande, pero lleva un emblema en ella... ¡Es vuestra divisa, don Sancho! ¡Lo teníais todo preparado para humillar a Castilla! ¿No es cierto?
-Pues ahora que lo decís, primo Alfonso, sí: por supuesto que esa capa se la he regalado yo. Mitad porque sabía cuánto le gusta a él llevar esas prendas tan llamativas, y mitad porque imaginaba que con lo rancio que sois vos, tal ostentación de mis armas os desagradaría profundamente, aunque me parece que a doña Leonor no le importaría quitarle esa capa con los dientes...
-Calma, señores míos, y disfrutemos del espectáculo, porque ciertamente merece este trovador compartir nuestra regia condición. Calcémonos ahora nuestros botines de gamuza azul prestos a bailar como posesos, que ya habrá tiempo mañana de seguir nuestra discusión, aunque sea llorando en la capilla...
-Pues claro que sí, queridos e ilustres primos de Castilla y Aragón, y desde luego que habrá quien no acepte que este recital se haya llevado jamás a cabo. Pero para esos incrédulos tengo dispuesto que don Fernando de Garayoa haga la crónica, que ha de quedar tan bien como el resto de las suyas.
Y que todos nuestros sueños se hagan realidad ahora mismo:
Dibujo de Ángel Elvira, con añadido de Carreño |
©Mikel Zuza Viniegra, 2015