De Sancho, rey de los Navarros, a vos, maese Heraclio Fournier, esmaltador y fabricante de naipes. Salud.
Han transcurrido casi cuarenta años desde que abandonasteis a toda prisa la ciudad de Pamplona, huyendo de la ira de mi hermana Berenguela y también de la de mi nefasto cuñado Ricardo de Inglaterra. Me temo que llevasteis demasiado lejos vuestro concepto de libertad artística. Tanto es así, que acabásteis instalándoos en la villa de Vitoria, fundada por mi padre, que Dios haya, y que ahora ya ni siquiera pertenece de hecho -aunque sí de derecho- a mis dominios.
Habéis conseguido levantar allí una industria que surte de barajas a todas las tahurerías y casas de juego de los reinos cristianos.Por la azarosa danza de vuestros diseños, se ganan y se pierden fortunas, vidas y haciendas, de forma que vuestros ingresos se incrementan de día día y sobre todo de noche en noche, al mismo ritmo que las cartas se posan sobre el verde tapete. Y no compartís tan abundantes ingresos con nadie.
Y no me parece eso nada justo, pues me temo que he esperado demasiado tiempo para deciros que aunque ya no tributéis al erario navarro, sino al del invasor castellano, jamás habéis pagado los derechos de imagen que a mí o a mi familia nos corresponde en el inmenso éxito de vuestro trabajo.
Si al leer esto dudáis de mi cordura, pensad que puedo llamaros plagiario sin mucha dificultad, pues cada vez que veo volar el As de oros sobre la mesa, veo en él muy bien trazados los rostros de mi abuelo don García Ramírez el Restaurador:
De mi padre don Sancho VI el Sabio:
E incluso el mío propio, que atiendo al nombre de Sancho VII el Fuerte:
Puede que hasta tengáis el rostro -nunca mejor dicho- de negar tal sugestión o parecido,e incluso que invoquéis para diferenciar vuestro dibujo esa meliflua leyenda del "Varios Premios", que tan ridículamente ha sustituido al glorioso "Sancius" y "García Rex" de nuestras monedas:
Porque... ¿No será que encima queréis mofaros aún más de todos los navarros y de su regia dinastía, y esos "Varios Premios" -unidos al destacado nombre de la ciudad de Vitoria-, quieren pasarnos por las narices el funesto desenlace del terrible sitio que los castellanos pusieron a esa nuestra villa, hace ahora 28 años? Si acaso así fuese, dejadme recordaros la muy honrosísima conducta de don Martín Ttipía y de todos aquellos que no entregaron la plaza hasta que yo, que guerreaba en Marruecos, dí la orden de abandonarla, no porque no la considerase tan navarra como esta ciudad de Tudela desde la que ahora os escribo, sino por no tener medios para socorrer a tan leal guarnición.
Pensad, en todo caso, que mis castillos son mucho más sólidos que el vuestro y que, si me obligáis a hacerlo, devastaré a conciencia los alrededores de Vitoria. Y como es allí precisamente donde se levanta vuestra fábrica, puede que muy pronto toda vuestra riqueza se desplome tan rápido como los palacios hechos con los livianísimos "ladrillos" que vos elaboráis...
Mas no os preocupéis, que -de momento- me conformaré con sólo cuatro mil libras de buenos sanchetes de plata, a razón de cien libras por cada año que lleváis empleando nuestras nobles faces en vuestros naipes. Además, me proporcionareis de manera vitalicia -y por supuesto gratuita-, barajas nuevas y perfectamente embaladas para que sean utilizadas en la tahurería y casa de juego que ha pocos meses compré en el barrio de San Nicolás de ésta mi hermosa ciudad de Tudela. Que si vos habéis sacado mucho partido de la avaricia y la estupidez -tan fieramente humana- que supone confiar en unas cartas o en unos dados para salir de la ruina, no veía porque yo no había de hacer lo mismo.
Buenas noches, don Heraclio.
Y Buena suerte...
© Mikel Zuza Viniegra, 2013