martes, 20 de enero de 2015

TAKAVOR

Peralta, 4 de marzo de 1384



Hacía mucho tiempo que no se veía en la corte de Navarra semejante despliegue de lujo en el vestir. Tanto el anciano rey, don Carlos II, como su gentil heredero, el príncipe Carlos, lucen hoy sus cotas y sobrevestes más hermosas, con mucho muestrario de escudos de Navarra y de Evreux dispuestos por el cuello, las bocamangas y sobre el pecho y la espalda. Hasta la hermana del rey, la tía Agnes, se ha comprado también un vestido nuevo de terciopelo negro, pues guarda luto perpetuo por la muerte de su hijo Gastón, el heredero legítimo del Bearne.

Y es que no todos los días se espera la visita de un "Takavor", un rey. Y nada menos que de Armenia, como lo es Su Majestad León V de Lusignan, que viene de agradecer en Castilla los buenos oficios del rey don Juan I para liberarle de su prisión en Egipto, y que le ha otorgado -además- el señorío de la villa de Madrid, para que pueda mantener el estado y categoría que corresponde a un monarca.

Pero a un monarca sin reino, pues el sultán de los mamelucos, el bárbaro Melik el Achraf Zein eddin Abul Mealy Schaban, arrasó el reino latino de Armenia en abril de 1375, y apresó a toda la familia real, que resistía encastillada en el nido de águilas de Sis. Y en la fuerte prisión de el Cairo estuvieron varios años retenidos don León, su esposa doña Margarita de Famagusta, y la hija de ambos, la princesa María, hasta que dos años después, un par de franciscanos, don Antonio de Monopoli y don Juan Dardel, pasaron por aquella ciudad de camino a Jerusalén. Y por ser justo ese día el 20 de julio, día de Santa Margarita, pidióles el rey cautivo que cantaran la misa para la reina. Y nació allá tal amistad entre los tres, que al regreso de su peregrinación los dos monjes volvieron a la capital egipcia para aliviar la prisión de su nuevo amigo.

Y desde allí se lanzaron los años siguientes a visitar todas las cortes de la cristiandad, hasta que hallaron respuesta a sus plegarias en la de Castilla y en la de Aragón, cuyos reyes se avinieron por fin a pagar el rescate de la familia real armenia, sobre todo al saber que don León había sido tentado muchas veces por el sultán con la promesa de ser repuesto en sus dominios si abjuraba de la fe de Cristo y dirigía sus oraciones hacia la Meca. Y como él se había negado siempre a actuar de tan infamante manera, merecía sin duda ser liberado por otros cristianos más afortunados.

Y tan feliz acontecimiento tuvo lugar en febrero de 1382, cuando pudo por fin recuperar su libertad el rey de Armenia, y sonaron todas las campanas desde Antioquía hasta Lisboa para celebrarlo.

Efigie del rey León V en Saint Denis
Y ahora, dos años después, cruzaba don León V la frontera de Castilla con Navarra de camino a Francia para ser agasajado por su primo lejano don Carlos II, que le esperaba con los brazos abiertos. Y mucho sorprendió a los oficiales navarros el aspecto y la ceremonia del cortejo armenio, cuyos atavíos orientales eran más alambicados aún que los de los moros de Granada.  Y muchos abrazos y cortesías se dieron ambos soberanos entre los aplausos de los asistentes, que premiaban con ellos el valor tan probado de dos reyes que habían resistido el uno al inmenso poder del sultán egipcio, y el otro al no menos aplastante dominio del rey de Francia.

Y a la noche, en medio de una señorial cena, entregó el rey de Navarra dentro de una preciosa nave de plata, dos mil florines del cuño de Aragón al rey de Armenia, para ayudarle a recuperar el reino que por su noble linaje le correspondía. Y allí, mientras corría generosamente el clarete de Peralta, les fue contando don León en su mal francés, todas las penalidades y aventuras que había pasado en su ajetreada vida, desde que la providencia lo había designado como rey de Armenia, que no era por cierto aquella Armenia que se asienta en el Caucaso, a la sombra del altísimo monte Ararat en el que el patriarca Noé atracó su Arca, sino en la costa frente a la isla de Chipre, donde el siempre perseguido pueblo armenio había buscado refugio ante el empuje musulmán.



Y cuando el monarca oriental había contado ya tantos sinsabores que tenían todos el corazón en un puño, ordenó a los juglares y juglaresas de su séquito que tocasen una melodía tan evocadora, que los asistentes se sintieron trasladados por ella de inmediato a aquel hermoso y recio país de Armenia, pues tocaban los músicos una especie de dulzaina que llaman "duduk" o "Tsiranapogh", que hace llorar con su sonido a los hombres y mujeres más templados.
Y fue una lástima que las princesas navarras estuvieran ya todas comprometidas, porque se le antojó al rey don Carlos que una alianza navarro-armenia hubiera sido algo muy digno de celebrar, y casi se vio ya igual que su hermano el infante don Luis: metido en campañas ultramarinas. Aunque de este modo él hubiese llegado aún más lejos, pues está Armenia mucho más allá que Albania en los mapas del insondable y proceloso mar Mediterráneo...

Escudo de armas del rey León V de Armenia

1384, MARZO, 4.—PERALTA.
 

Carlos II de Navarra comunica a los oidores de cuentas que Sancho de Mayer ha entregado dos mil florines que dentro de una nave de plata se han dado al rey de Armenia; quince para el juglar y veinte para el heraldo de este rey.
 

Pamplona. Archivo general de Navarra. Cámara. de Comptos. Cajón 47, número 24.
 

Karlos, por la gracia de Dios rey de Nauarra, conte d'Eureux. A nuestros amados et fieles las gentes oydores de nuestros comptos et tresoro. Salut.
 

Nuestro amado recebidor general Sancho de Mayer ha pagado de nuestro commandamiento a nuestro muy caro cormano Lion de Liseynne, rey d'Armenie, el quoal nos es venido a veer en nuestro Regno, dos mil florines d'Aragon que dados li auemos dentro la vna de nuestras beillas naues de plata dorada...
 

Item más ha reçebido [Mayer] de los dichos nuestros coffres XV florines que dado auemos al juglar del dicho Rey. Et XX florines que dados auemos al heraut de dicho Rey, que monta XXXV florines...
 

Dado en Peralta, IIII° dia de março laynno de gracia mil CCCOS LXXXIIII.
 

Por el Rey
 

Pedro d'Eguirior.


©Mikel Zuza Viniegra, 2015