domingo, 24 de febrero de 2013

ESCOLAR

Convento de Santa Clara, Estella. 24 de febrero de 1399


-Dejad todas vuestros papeles y libros en el suelo, y quedaos solamente con el plumín y vuestro tintero sobre la mesa: esto es un examen de dictado.

-¡Pero hermana Gracia Periz: si no avisó!

-La naturaleza de las pruebas sorpresa estriba precisamente en no tener que advertir a mis alumnas de su realización, princesa Blanca.

-Haré que mi padre, el rey, os destierre.

-¡Caramba, qué casualidad! justamente eso mismo es lo que le decían hace unos años a mi antecesora, la abadesa doña Balduina Elías, vuestras hermanas mayores, las princesas Juana y María. Y ya veis, aquí seguimos las monjas de Santa Clara, una de cuyas labores principales es desasnar a las princesas de Navarra. ¿Tú también piensas como tu hermana Blanca, princesa Beatriz?

-Yo he estudiado la ortografía y la gramática mucho más que mi hermana, así que estoy preparada para la prueba.

-¡Ya te cogeré luego a solas, marisabidilla!  

-¿Qué cuchicheas, Blanca? ¿Cómo tengo que decirte que las infantas no murmuran, que esa es costumbre de lavanderas?

-Al menos ellas pueden pasearse por la ribera del Ega sin que vuestras adustas sororas las atosiguen con sus pesadísimas recriminaciones, hermana Gracia...

-¿Qué va a ser de ti, rebeldona princesa Blanca? Con ese carácter ningún príncipe te querrá como esposa, y reflexiona sobre que ni siquiera eres la heredera del reino, pues la primogénita es tu hermana Juana, y después de ella viene la princesa María en la linea de sucesión. Te quedarás sola, y ni aún poniéndole velas a Santa Catalina encontrarás marido...

-¿Cuántas le pusísteis vos, hermana Gracia? Sabed que no quiero príncipes ni reinos, sólo quiero hacer lo que me dé la gana. ¿De qué me sirve si no ser la hija del rey?

-Pierde cuidado, que tus padres se enterarán de tu terca conducta, y seguro que la reina doña Leonor estará encantada de saber que tu carpeta está forrada con las miniaturas de cantantes ingleses melenudos de esos que salen en la revista "Superjuglar".


-Pues yo os he visto mirar sus retratos con ojos golosos, hermana. ¿O creíais que no me daba cuenta?

-¡Pero como te atreves, descarada! ¡Pídeme perdón ahora mismo en voz alta para que puedan oírte todas tus compañeras!

-Las princesas no piden nunca perdón.

-Eso no es verdad: yo también soy princesa y os pido perdón en nombre de mi hermana, sor Gracia.

-La cordura de tu hermana te va a salvar por ahora de tu merecido castigo, pero no tendré más indulgencias contigo, Blanca, lo prometo. Y basta ya de cháchara, que empiezo a dictaros el texto:

AFRENTA DE LAS HIJAS DEL CID POR PARTE DE SUS ESPOSOS, LOS CONDES DE CARRIÓN

Vuélvese el Cid y su gente, 
y los condes van de largo.
Andando con muy gran priesa,
en un monte habían entrado, 
muy espeso y muy oscuro,
de altos árboles poblado. 

Mandaron ir toda su gente
adelante muy gran rato;
quédanse con sus mujeres 
tan solos Diego y Fernando.

Apéanse de los caballos,
y las riendas han quitado;
sus mujeres que los ven,
muy gran llanto han levantado.

Apéanlas de las mulas
cada cual para su lado;
como las parió su madre
ambas las han desnudado,
y luego a sendas encinas
las han fuertemente atado.

-¡Shhhhhh, Beatriz! ¿"Hatado" es con H, verdad? ¡Dímelo o luego te cortaré la trenza y estarás todavía más fea de lo que ya eres!

-¡Blanca, o dejas a tu hermana en paz y te callas o te suspendo!

Cada uno azota la suya
con riendas de su caballo;
la sangre que de ellas corre
el campo tiene bañado;
mas no contentos con esto
allí se las han dejado.

Al cielo piden justicia
de los condes de Carrión
ambas las hijas del Cid,
doña Elvira y doña Sol.

A sendos robles atadas
dan gritos que es compasión,
y no les responde nadie
sino el eco de su voz... 

-Estas dos dueñas demostraron ser bien sinsorgas: para rato iba a dejar yo que mi marido me alzase la mano...

-La sinsorga sois vos, Blanca, que demostráis ser demasiado joven e irreflexiva para conocer lo dura que es la vida. Pensad más bien que hay muchas mujeres que por miedo no pueden defenderse de los obtusos maridos que desgraciadamente les ha deparado la fortuna.

-Pues entonces, hermana Gracia, os prometo que si algún día llego a reinar, la primera ley que promulgaré será que cada marido reciba el doble de palos que haya propinado a su mujer.

-Me parece lo único juicioso que te he oído en todo este trimestre, Blanca. Pero tu justísima propuesta no te eximirá de mi corrección, porque tu dictado es ciertamente lamentable. Tenemos mucho trabajo por delante tú y yo para lograr que tu escritura no cause vergüenza ajena. Además, ¿sabes que otra sorpresa te tenía preparada para hoy además de este examen?  Pues que tu padre, el rey Carlos nos anunció su visita para hoy mismo, y según me dice la hermana portera acaba de llegar al convento. Ahora saldré a recibirlo y a contarle unas cuantas cosas, y luego podréis verlo vosotras dos...

-Hola, hermana Gracia. ¿Cómo se portan mis hijas? ¿Aprenden a leer y a escribir con aprovechamiento?

-Majestad: vuestra hija Beatriz es una bendición del cielo, pero la princesa Blanca...

-¿Sigue tan calamidad como siempre?

-Es muy inteligente, pero también muy vaga, y tiene además ese carácter suyo tan fuerte...

-Sí, en eso ha salido a su abuelo Carlos, que hizo temblar a Francia tantas veces. Siento de veras las molestias que mi hija os causa, hermana, pero he de pediros que tengáis mucha paciencia con ella para que pueda adquirir en vuestra escuela los conocimientos necesarios para una posible gobernante. Desgraciadamente sus dos hermanas mayores no gozan de buena salud y el día menos pensado podemos encontrarnos con Blanca como heredera de Navarra...

-Siento esas malas noticias sobre nuestras antiguas alumnas Juana y María. Rezaremos por su pronto restablecimiento. Y en cuanto a Blanca, podéis estar bien tranquilo, que saldrá de este convento convertida en la princesa más codiciada de toda la cristiandad. Si nuestro padre san Francisco de Asís fue capaz de amansar al feroz lobo de Gubbio, nosotras no seremos menos a la hora de pulir a vuestra hija, os lo prometo.

-A cambio tomo desde este mismo momento bajo mi regia protección  esta santa casa, en cuya fachada voy a ordenar ahora mismo grabar mi escudo, que es también el del reino. Y para que quede perpetua memoria de este acuerdo nuestro, os entrego ahora mismo todos estos presentes para vuestro ajuar litúrgico. A saber: una cruz de cristal, una Virgen de marfil, una representación del Juicio, dos hostiarios, un cáliz de plata sobredorada con los cuatro Evangelistas y muchas otras joyas más que son sin duda magro pago para vuestros desvelos educativos...

-La comunidad queda muy honrada por vuestras continuas atenciones, Majestad...

-Yo soy el agradecido, hermana Gracia. Pero id ya a llamar a las princesas, que ardo en deseos de verlas. Por cierto, que mi mujer me ha dicho que pregunte a Blanca si ha colocado ya en su carpeta los hermosos grabados de ángeles y santos que le compró en la feria de Tafalla...

-Eh... Pues sí, Majestad, en efecto: así lo ha hecho, y puedo aseguraros que efectivamente son muy hermosos...

-¿Lo veis? Aún haremos de Blanca una gran reina de Navarra. Estoy convencido de ello.

-Y yo, Majestad, y yo...


Y todas esas joyas regaladas por Carlos III el Noble al convento de Santa Clara de Estella fueron desapareciendo a lo largo de los siglos. Y la virgencica de marfil lo hizo en 1901, en una venta autorizada por un nuncio y un obispo a los que desde aquí deseo los más agudos pinchazos de los tridentes infernales que tan bien merecidos tienen. Por bárbaros e ignorantes.

Virgen de marfil del siglo XIV del convento de Santa Clara de Estella,
vendida en 1901 por 25.000 pesetas.
 

Para saber más, conviene leer este estupendo e interesante blog sobre Estella: Convento de Santa Clara

Y también se puede leer el artículo de María Narbona titulado "Franciscanismo y educación de las infantas en la corte del reino de Navarra (Fines del siglo XIV)". En Actas del V Congreso "Cultura Europea".

© Mikel Zuza Viniegra, 2013